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✨Capítulo 4✨


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Natsu miraba tranquilo el extenso mar que se extendía ante sí. Ignoraba el alboroto que había a sus espaldas pues, después de dos días más, la Comandante había vuelto de su pequeño trabajo y con ello, traía a los que una vez había habitado Crocus antes de ser «elegidos» para una misión que seguía sin aceptar. No quería celebrar aquello como todos hacían, pasando por largo la crueldad de lo sucedido. Suspiró, y decidió quedarse allí, sentado sobre una de las torres del palacio. Le gustaba estar a grandes alturas, el aire era fresco y le permitía ver mejor a su alrededor. Aún así, eso no pudo evitar la curiosidad que tenía de ver. Parecía que había un gran alboroto en el puerto; lograba visualizar que una de las plazas, mucha gente estaba aglomerada, danzando. La danza envió a cierta persona a su cabeza. ¿Estaría Lucy bailando en...? ¡No! ¡¿Qué estaba pensando?! Eso no le interesaba, punto final.

Gruñó, golpeando sus dedos contra su rodilla en gesto pensativo. No iría. Le devolvía su puesto a la Comandante y él volvía al suyo; donde no tenía que estar persiguiendo a gitanas escurridizas ni ser lanzado al agua.

—¡Hey, Natsu! —Su expresión —ya relajada— cambió a una de molestia al escuchar a Sting llamarle desde la ventana de abajo—. ¿No tienes curiosidad de ir a ver qué tal la fiesta?

—Eso no es una fiesta Sting, es una farsa. Me da asco el sólo oírlo —gruñó nuevamente. Miró un instante en dirección puerto. Claramente se observaba el gran tumulto de personas arremolinadas en la zona.

Uhh, qué genio. Así nunca conseguirás novia —bromeó el príncipe, sentándose a su lado y dándole un codazo en las costillas. Esperaba verlo sonreír por el chiste, y en cambio obtuvo su mirada de aburrimiento, por lo que le dirigió una igual. «General amargado», pensó. Quería ir a ver. Ya lo sabía. Que Natsu saliera con él del palacio era un suceso que sólo ocurría cada mil años. Bueno, tal vez exageraba un poco. ¡No podían culparlo por pensar así!

—¿Y? No estoy para relaciones estúpidas ahora. Las mujeres son medio insoportables a veces —aseguró, metiendo la mano en su saco. Sacó un trozo de pan que guardó en el desayuno, envuelto en una servilleta, y lo mordió con algo de rudeza. Siempre tenía hambre, una maldita hambre que no podía calmar. Todo gracias a su condición. Debería estar acostumbrado; pero siendo sincero, estar entre muchas personas le había despertado el apetito que había mantenido bajo control. Y lo que era peor... Tenía un empalagoso olor a fresas en la nariz.

—¿Le das al otro bando? —preguntó el príncipe curioso, viendo a su amigo atragantarse con la comida. Se alejó un poco al oírlo toser y golpearse el pecho. Decidió que, por su propio bien, alejarse del hombre era lo mejor. Natsu era capaz de lanzarlo desde la torre, y no, no bromeaba. El General era impulsivo en muchas ocasiones... y vengativo.

—¡¿Qué me crees¿! Estás loco —Sting frunció el ceño al oírlo. No consideraba malo que a alguien le gustará una persona de su mismo sexo. Es más, malo era que las personas pusieran atención en ello y no en lo que verdaderamente importaba. A lo largo de los años ese era un tema que seguía formando polémica entre las personas, pero eso, era otro asunto. Suspiró, viendo a Natsu de reojo—, me gustan las mujeres si es tu pregunta. Tú lo sabes perfectamente.

—Sólo decía... —rió el príncipe, quedándose callado un momento. Sí, lo sabía. Y recordar la razón del porqué le ponía los pelos de punta. Mejor no pensar en ello. Volviendo a sonreír le dio un amistoso golpe en la espalda—. Todos dicen lo mismo: «el amor apesta, ñe, ñe». Pero cuando menos te lo esperas... ¡Bam! Terminas flechado.

Natsu miró con molestia a Sting pues, éste, había fingido tener un arco en sus manos, dándole en la cara un codazo cuando aparentó soltar una flecha inexistente.

—¿No será que el flechado eres tú? —Fue ver el rostro del príncipe enrojecer y el poco humor con el que dijo aquello, desaparecieron por completo. Se apretó el puente de la nariz, fulminándolo con la mirada—. Por favor, dime que esto no se trata de la gitana rubia. Ésa que parece una liebre saltando de un lado a otro...

—Lucy... —recordó Sting en un suspiro de adolescente enamorado, siendo inmediatamente golpeado por su guardia, que logró escucharlo—. ¡Es amor a primera vista!

—¡No seas estúpido! ¡Eso no es posible! —Le recriminó, listo para asestarle otro zape. ¡Apenas la vio! Allí estaban las consecuencias de tener a Sting todo el tiempo en el castillo: salía y se fijaba en lo primero que le sonreía.

—¡Claro que sí! —Se defendió el rubio. Para luego hacer una expresión soñadora que por poco hace vomitar a su guardia—. Es tan linda y tierna. ¿Viste cómo baila? Es una chica increíble...

Otro golpe lo envió al suelo del mismo techo.

—No. Me. Jodas. ¿Al menos sabes su edad? Te apuesto a que...

—Tiene diecisiete años, vive en el bar de los gitanos en el piso superior. Su pasatiempo favorito es jugar con su perro y bailar. No recuerda haber visto a sus padres y la dueña del lugar, Cana, está a su cuidado hasta que Erza, alías la Comandante, vuelva de... —Natsu le tapó la boca de golpe. Incrédulo ante lo que escuchaba. Estaba seguro de que cualquiera lo tomaría por acosador. ¿Eso había estado haciendo el príncipe? ¿A quién sobornó? Pese a eso, no pasó desapercibido la información que le dio: Erza se juntaba con los gitanos.

—¿Es en serio? —Alzó una ceja.

—Sí. Además, tiene un cuerpo muy... —Comenzó Sting. El pelirosa le sujetó el rostro con una mano, presionándole las mejillas, y luego negó.

—No seas enfermo —Le cortó. Lucy era joven. Diecisiete años... ¿qué hacía una niña entre gitanos? No, su prioridad era Erza.

—Envidioso. Sólo porque a ti no te llame la atención y jamás hayas tenido un amorío duradero y sano no es mi culpa.

—Allí te equívocas, a comparación mía, tu eres un niñito que no sabe nada de la vida.

Auch. Eso dolió. —se quejó Sting con fingido dolor, llevando la mano a la altura de su corazón, como si lo hubieran herido. Si la vida de su guardia era la definición del amor... preferiría no tenerlo.

—¿Sabes qué? Vuelve a tu habitación y quédate allí, tengo cosas que hacer.

—¡Quiero ir contigo!

—¡Bájate de mi espalda!

•••

—¡Erza! —Lucy corrió alegre hacia la pelirroja que contaba cada persona que bajaba del barco, quién justo terminaba cuando la gitana le saltó encima, casi tirándola y haciéndola reír. Pues restregaba su mejilla en la suya, le recordaba —de forma divertida— a un animal esponjoso que uno gustaba de acariciar por su suavidad. Sabía que la comparación podía molestar a la joven—. ¡Te extrañaba tanto!

—¡Lucy, yo también! —Erza abrazó igualmente a la chica, para luego tomar su rostro y llenarla de besos, con una sonrisa en su rostro. La verdad, había estado muy preocupada mientras estuvo fuera—. Pequeña pilla, ¿qué hiciste mientras no estaba?

—Nada importante —le respondió ella, poniendo unos ojos de cachorro, enterneciendo a la pelirroja. Eso hasta que unos brazos tomaron a la rubia para luego elevarla en el aire mientras le daban vueltas sin parar.

—¡Lucy, ternurita! ¿No me extrañaste a mí? —preguntó Jellal coqueto, acercando a la chica a sí, puesto que, la mantenía entre sus brazos. Erza hizo un gesto de molestia por la interrupción.

—¡También a ti, Jellal! —le contestó, devolviéndole el efusivo abrazo.

—Sí, sí. Es mejor irnos. He terminado por ahora y sinceramente quiero comer algo —comentó Erza estirando su cuerpo un instante, estaba muy cansada, pero unos deberes todavía. Miró a sus acompañantes, recibiendo la mirada desafiante de Jellal—. ¿Qué?

—Nada —contestó el peliazul, sonriendo victorioso.

—¡Sí, vamos, vamos! —Lucy tomó la mano del hombre, tirando de él por las calles con Erza siguiéndoles. La mujer riendo cada que Lucy, por no fijarse, terminaba estrellando al varón con algo.

—Andando —susurró Erza dándole una mirada burlona a su amigo. Y luego diciéndole mentalmente: «tarado». Jellal sólo la miró largo rato y luego la ignoró.

Cercano a ellos, alguien los vigilaba, escondido entre la gente que pasaba y las calles. Sabía a dónde se dirigían, pero tenía que guardar distancias si no quería ser descubierto. Seguía sin querer creerse que Erza tenía un complot contra la corona; ella se miraba fiel y estricta. Pero tenía claro que las apariencias engañaban. Y ése soldado que iba junto a ella, siendo tirado de la mano por Lucy, no tenía lugar entre las tropas del rey. ¿Quién era? Y esa gitana... tan inocente que se veía.

—Intenta algo Comandante y te las verás conmigo...

Natsu miró como los tres desaparecían en el establecimiento que protegía a los gitanos. Apretó la mandíbula ante eso, debió haberlo imaginado. Los gitanos no eran de confianza, pero en su momento él los protegió de ser expulsados, por el simple hecho de que, no era justo juzgar sin conocer. Allí estaba su error.

Maldijo por lo bajo. Ya no se sabía en quién confiar.

Debía pensar muy bien qué hacer.

•••

Erza entró al local, sonriendo a todo aquel que la saludaba, buscando con su mirada a alguien en específico. Y encontrando con éxito a la camarera y encargada del orden en su ausencia.

—Me alegro de tu regreso, Comandante. —saludó Cana, encargada del local, acercándose a la pelirroja para abrazarla.

—También estoy feliz de estar de vuelta pero... —si algo tenían todos claro —o los que conocían a Erza— era la impaciencia que la mujer se manejaba.

—¿Quieres saber todo lo ocurrido en tu ausencia, no es así?

—Sí pudieras —sonrió Erza.

—Claro, pero ven acá. Te serviré algo.

Una vez Erza se dispuso a comer algo, la gitana se sentó en frente suyo, recargando su barbilla en sus manos, instándola a probar bocado, por lo que obedeció.

—No sucedió nada interesante los primeros días. Sólo que Lucy se escapó de nuestra vigilancia y anduvo por el pueblo intentando convencerles de levantarse contra el reino. Ya sabes, le encanta seguir tu ejemplo. —Erza pasó cansada su mano por su rostro, un poco molesta por el hecho de que Lucy a veces era muy testaruda y no la obedecía. Se suponían que debían hacer el menor alboroto posible.

—Dime que no se le acercó ningún soldado del ejército —le daría jaqueca con sólo pensarlo.

—En varias ocasiones, pero logró perderlos. JunoLoke se encargó de borrarles el recuerdo de su rostro...

—¡Esa Lucy, le he dicho...!

—Espera, hay más... —Cana, ya no estaba segura de continuar. Erza era... explosiva. ¡No! Eso era decir poco.

—¿Qué?

Fierce... —susurró Cana divertida pero alerta. No quería que algo saliera volando y le diera en la cara. Sólo eso bastó para que Erza se levantara de golpe, tirando la silla al suelo, y haciendo tambalear la mesa.

—¡¿Qué tiene que ver él aquí?!

—Tranquila, Erza. Fierce se encontró a Lucy, ya sabes. El señor-reglas quiso seguirlas y arrestarla, así que ella corrió hacia acá. Pero logró seguirla y...

—¡¿Y qué?! —exigió saber.

—Nada, sólo le dimos un refrescante baño en la bahía... ¡¿No es así chicos?! —todos alzaron el grito antes de romper a reír a carcajadas. A nadie le agradaba aquel general.

Erza parpadeó un instante, asimilando lo escuchado.

¿Fierce había salido del palacio? ¿Había salido? Le parecía tan increíble siendo que él se la vivía en las sombras de las paredes, sin dejarle ver su rostro. Sonrió divertida, recargándose en la mesa para inclinarse a la gitana. Ahora sí estaba interesada.

—¿Y cómo era? —quiso saber.

—¿Quién?

—El General «odio a todo el mundo».

—Oh, era atractivo. Demasiado diría yo —Cana se abanicó, haciendo reír con ello a la pelirroja—, pero su miradita de odio le quita puntos, le saldrán arrugas al pobre sí lleva siempre el ceño fruncido. Se mira muy joven. Mi opinión: se cae de bueno.

—¿En serio? Creí que tendría alguna deformidad y por eso no me dejaba verlo. Maldita rata de alcantarilla.

—Pues, ya ves...

—Erza —llamó alguien a sus espaldas. La nombrada se giró de golpe, viendo a una mujer de larga trenza y grueso abrigo cubriéndola, sus mejillas ligeramente sonrojadas cuando alguien, atrás suyo, la empujó un poco.

—Juvia, no te había vi... —iba a darle un abrazo pero un hombre apareció a su lado; de dura mirada y cabellos oscuros negros—. ¿Gray, por qué esa cara?

—Porque así lo dejó el accidente —apareció Jellal, pasando su brazo por los hombros del otro, riendo e intentando hacerlo reír. Pero al ver que no lo logró sólo gruñó—. Amargado.

—No estoy para tus niñerías estúpidas —advirtió Gray. Girándose nuevamente a Erza—. Tenemos un problema Comandante.

—¿Qué pasa? —le pareció extraño que Gray la llamase por su título, más no dijo nada.

—Es sobre el príncipe y el General... —comenzó Juvia, apartando la vista avergonzada cuando fue el centro de atención en la conversación—. Vino aquí y parece estar sospechando de nosotros.

—Eso no es todo —advirtió Gray, alentando a Juvia a continuar. Ella pareció renuente a hablar, hasta que se animó.

—En estos instantes, los radares me muestran que está cerca de aquí. Vigilé las cámaras y descubrí...

—¿Qué cosa? —preguntó Erza, con la mandíbula tensa.

—Te estuvo siguiendo.

Wow, eso no me lo esperaba. ¿Qué harás Comandante? —rió Jellal, picándole la mejilla con el dedo. Estaba divertido por lo que escuchaba. Erza ya le había contado sobre el disgusto que aquel raro y ella se traían.

—¿Qué haré? Hacer que desee no haber salido jamás de su cueva —prometió antes de empujar a todos y buscar una salida. Sería directa y le preguntaría cuál era su maldito problema para andar husmeando.

—Pero no entiendo... ¿Él no está al tanto de lo que sucede o está en nuestra contra? —preguntó Jellal arqueando una ceja y viendo a Juvia.

—Aún no lo sabemos, pero el hecho de que haya seguido a Erza significa que está en nuestra contra. Es el perro personal del rey, ¿qué esperabas? —Gray terminó de decir aquello para seguir a Erza. Estaba aburrido allí dentro y sería divertido ver una pelea un rato. Además, ése hombre los ponía en peligro a todos si se metía con Erza. Alguien debía mantener la cabeza fría, y la pelirroja no sería la indicada.

—Bueno, Erza no será la única que tenga diversión. ¿Vienes conmigo? —galante, Jellal tendió su brazo a Juvia, sonriendo coquetamente. Ella lo tomó sonrojada, asintiendo para luego seguirle junto a los demás.

Cana sólo negó con una sonrisa al ver lo que sucedía. Se armaría gran alboroto sí Fierce le hacía frente a Erza. No lo conocía, pero esa mujer era peligrosa cuando se enojaba. Se giró, dispuesta a buscar a Lucy para distraerla, pero palideció al no hallarla donde había estado.

—Ay no... —lamentó, dándose un golpe en la frente—. Por favor, que no los haya escuchado.

—Demasiado tarde, Lucy fue la primera en salir, pero lo hizo por la azotea —delató una voz femenina, oculta entre la oscuridad del poco iluminado lugar. Sobre el segundo piso.

—Wendy, ¿estás segura?

—Sipi.

—¡Ay, no! Erza me dará una patada en el culo sí hace algo indebido por allá.

—Da igual, siempre se mete en problemas.

—Tu apoyo es épico... —añadió sarcástica la gitana.

•••

Lucy miró como el pelinegro permanecía sentado, viendo fijamente el lugar donde ella y los demás se hospedaban. Sonrió mientras subía al tejado con máximo sigilo. Quería darle un buen susto. Se acercó acuclillada, con una sonrisa en sus labios, él no se giraba y sólo veía hacia otro lado.

Era ahora o nunca.

Iba a gritarle para darle un susto cuando él se giró, tomándola del brazo y haciéndole caer. Todo le dio vueltas un instante, y cuando fue consciente, estaba tirada, viendo hacia arriba con él tras ella, atónito al verla.

—¡¿Tú?!

—Hola, General bobo —saludó risueña. Él inmediatamente la ayudó a ponerse de pie. Había escuchado una respiración pero estaba tan concentrado que no creyó que fuera ella. Adiós paz y tranquilidad—. ¿Te asusté?

—Sí, claro, ¿qué haces aquí?

—Vengo a advertirte —aquello lo hizo arquear una ceja.

—¿Sobre qué? ¿De qué hablas?

—Responde algo, ¿pluma o colmillo? —preguntó ella, con la misma mirada seria que había mostrado cuando lo arrastró bajo el agua. Estaba muy confundido por aquella actitud. ¿Y qué era eso? ¿Pluma? ¿Colmillo? ¿Era un acertijo acaso?

—No entiendo a dónde quieres llegar —no debía perder el tiempo. Tenía que saber si la Comandante le daría o no la espalda al reino.

—¡Responde! —insistió ella. Rodó los ojos, con tal de quitársela de encima.

Pensó en su pregunta, ¿pluma o colmillo? Definitivamente, no entendía. Pluma lo asociaba a un ave, a algo libre. Era raro pero fue lo primero que pensó. Colmillo le recordó a los caninos que él tenía en su dentadura; una huella en él.

No notó el truco que había tras esa pregunta.

—Colmillo —respondió con simpleza. Viendo como ella palidecía ligeramente, negó. Eso era absurdo. ¡No estaba para juegos!

—¿Natsu? —la miró sorprendido, pues no recordaba haberle dicho su nombre, pero al verla. Ella extendió su mano frente a su cara y sopló algo que al respirarlo, le hizo estornudar.

—¡Pero qué...! —un instante y todo se volvió negro.

Lucy hizo una mueca de dolor al verlo caer. Bieeeen, quizás debió haberlo atrapado. Sonrió, acercándose a él y viéndolo profundamente dormido. Luego se asomó desde la azotea; Erza y los demás ya lo estaban buscando. Debía apurarse.

Sonrió, levantándolo con mucho, mucho esfuerzo. Y sin poder evitarlo vio más detalladamente su rostro.

«Qué guapo», rió por su pensamiento.


━━━★━━━


Continuará...


N/A:

¡Aquí otro capítulo! Espero lo disfruten. Y una pregunta, sinceridad por favor :v

¿Les está gustando la historia?

No olviden dejar su voto ✨ si les gustó el capítulo, y comentar si quieren decir algo al respecto UwUr📩

Nos leemos

|God-Serena|Conejo|


PD: A los que ya leyeron la historia... SIII, WENDY ES HOSHI.



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