✨Capítulo 25✨
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Dos días más tarde...
—Majestad, nuevamente un grupo de civiles aseguran haber encontrado a un gitano con las características que indicó —anunció con respeto y sin verle a los ojos un soldado. Yuri dejó el cubierto y se limpió la boca con una servilleta antes de arrojarla con fuerza sobre la mesa.
—Espero, por tu bien, que en esta ocasión sea un caso real.
El hombre tragó con algo de dificultad, pero asintió con firmeza.
—Yo mismo he revisado el tatuaje. Es verdadero.
Apresúrate.
Yuri se reclinó hacia atrás y suspiró con pesadez. Comenzaba a pensar que quizás no debió haber hecho aquello, pero estaba desesperado por conseguir algo de icor puro y que de verdad valiera la pena. Las pequeñas dosis que solían llegar se habían atrasado, y aunque no tenía idea del motivo, apenas capturara a los ángeles en su reino se dedicaría a indigar sobre el asunto.
A su derecha, un poco oculto de su campo de visión, se alzaba en toda su altura la figura de un hombre que apenas y parpadeaba. Sus ojos de un opaco jade estaban perdidos en algún punto. Yuri sonrió y se puso de pie, caminando al uniformado que ni siquiera advirtió su presencia.
—Casi olvido que estabas allí, ¿no tienes hambre? Espero que esta vez me traigan a un ángel de verdad y no un pintura mal hecha en la piel humana. Siento que debería enviarte a hacer éste trabajo, ¿no crees Natsu?
Cuando el General estaba por responder, con tono monótono y sin pensamientos propios, la puerta se abrió y dos soldados entraron arrastrando a una joven chica que forcejeaba y pedía piedad a gritos. El rey frunció el ceño. Sólo bastó escucharla y oler su fragancia para saber que era otra ridícula humana. Ni siquiera esperó a que llegaran a él, sino que caminó hasta posarse frente de la mujer y girarle el rostro de una bofetada.
—¡Cállate, tus gritos son muy irritantes! Y a no ser de que quieras la hoja de un cuchillo en tu garganta, te recomiendo que guardes silencio. —La fémina se sumió en un silencio interrumpido por leves sollozos, pero pareció entender su delicada situación pues se quedó quieta y se frotó la mejilla herida. Yuri se dirigió a los soldados, en especial al que afirmó que ella era la que buscaba—. ¿No te dije que no estoy para juegos? Es obvio que le dibujaron el tatuaje por la fuerza, idiota. Ve su espalda.
En efecto, se miraba un diseño tribal. Pero habían errores en el mismo, como líneas interrumpidas que de gruesas se hacían ridículamente delgadas sin ninguna fluidez, o viceversa. Y alrededor, la piel se encontraba enrojecida e hinchada. Los soldados aceptaron su error con toda la dignidad que pudieron cuando la copa de vino que antes bebía el soberano, fue a dar contra ellos y manchó sus uniformes. Enfurecido, Yuri los corrió fuera no sin antes ordenar que dejaran allí a la chica. Natsu, atraído por el sonido, o quizás por simple capricho, vio en dirección a la joven que gritaba aterrorizada cuando notó algo inhumano en aquel gobernante.
En sus ojos se reflejó el instante en que Yuri tomó a la víctima y la sujetó por la nuca, obligándole a echar la cabeza atrás antes de morder el pulso en su cuello. El grito se extinguió de inmediato, así como la fuerza que la mantenía en pie y se volvió sólo un cuerpo laxo sin voluntad alguna.
Una vez saciado, la dejó caer sin ningún cuidado. La mujer apenas y emitió un quejido de protesta al impactar contra el duro suelo, y con expresión desconcertada se llevó la mano al cuello manchado de sangre. Más no mostró dolor alguno cuando sus dedos hicieron presión a la herida, sino que se levantó y con ligeros tropiezos, se retiró.
No se molestó en detenerla, ya que eso era algo de lo que, al menos, sus soldados se encargarían.
—Al menos esto tiene una ventaja, aunque a mí no me molestaría que llorara cuando le claves los dientes -musitó el rey con un encogimiento de hombros. Luego se giró a Natsu y con un movimiento de cabeza señaló el suelo manchado de vino y la copa que yacía a sus pies—. Límpialo.
Automáticamente así lo hizo, caminó hasta donde el rey seguía sin moverse un centímetro y se agachó para tomar la copa. Entonces arrancó un trozo de su manga y lo posó sobre el líquido. Yuri arqueó una ceja ante eso.
—¿Tienes idea de lo caro que sale un uniforme como el tuyo, ingrato? —No aguardó respuesta y caminó alrededor—. Por supuesto que no tienes idea. Ya qué, es más divertido verte así.
Natsu continuó limpiando hasta que el suelo estuvo seco un vez más, y él líquido fue exprimido para volver a llenar la copa. Cuando tomó entre sus manos la vajilla, dispuesto a levantarse, algo lo detuvo. La mano de Yuri se posó sobre su nuca y ejerció una ligera presión.
—Tengo una tarea más para ti. Hace un par de días que Erza no se pasa por aquí.
•••
Sting terminó de secar la vajilla y con una sonrisa pacífica la depositó en su lugar. Se encontraba en la cocina aseando un poco, y desde allí podía oír el ligero parloteo que venía desde fuera, en el establecimiento. En aquellos días no hubo mucha clientela como la primera vez que puso el pie allí, pero era obvio el motivo. La mayoría de gitanos habían decidido alejarse por precaución, y sólo unos pocos se quedaron. Aquellos que, según decían, no tenían nada que perder. Ni familia o amigos que lloraran su muerte o lamentaran su desaparición.
Sus ojos adquirieron un tinte sombrío mientras reflexionaba en ello. ¿No estaba en la misma situación que esas personas? ¿Acaso alguien lloraría su muerte, o lo buscarían? Lo dudaba mucho, llevaba ya dos días sin establecer contacto con el Palacio, ni con su padre o el General. Estos últimos, parecían haberlo enterrado. Pues ni siquiera en los comunicados que transmitían día con día para dar seguimiento a la captura de gitanos, mencionaban algo sobre el paradero desconocido del príncipe.
No, nadie le echaría de menos.
Sin querer, y perdido en sus pensamientos, dejó caer un vaso. Y sólo pudo ver como se hacía añicos en el suelo. Hizo una mueca de horror, y veloz se agachó para juntarlo todo y que nadie lo notara. En su apuro se acabó haciendo una pequeña cortada en la palma, lanzando una pequeña maldición, se llevó la herida a la boca para succionar el cristal que lo había causado, y lo dejó caer en la manga de la camisa que llevaba en esos instantes. Entonces cayó en cuenta de que la prenda ni siquiera era suya y entró en pánico.
Antes de pensar en una idea para resolver su desastre, la puerta que daba a la habitación se abrió, y la Comandante le sonreía a alguien por sobre el hombro cuando entró. Sting pudo ver la sorpresa de ella cuando su mirada marrón evaluó la situación, pasando de los vidrios a la herida de su mano y acabar en la mancha de sangre sobre la blanca camisa que le quedaba un par de tallas grande.
—Pero, ¿qué...? -Ante su ademán por acercarse, Sting se puso de pie en un brinco y estiró un brazo para que se quedara en su lugar.
—Lo voy a limpiar, te prometo que lo pagaré... Y también lavaré la camisa, lo lamento mucho —Se apresuró a decir, lleno de vergüenza por ser encontrado en tal situación. Erza siguió con la misma expresión sorprendida unos instantes más, pero entonces se dio la vuelta y cerró la puerta. Sus hombros temblaron lentamente—. Amm, ¿Erza?
Lo que no se esperó fue que la mujer soltara una risita mal disimulada, y el hecho de que le diera la espalda fue para no ser vista. Sting, nerviosamente, se rió también. Erza negó, y caminó a su lado, agachándose para ayudarlo con los cristales.
—Perdóneme, es que me pareció muy lindo lo nervioso que estaba. No tenga cuidado, alteza. Jellal suele romper vajillas enteras cada que hace un berrinche. —Erza todavía seguía con una sonrisa en sus labios cuando tomó su mano y revisó la herida—. No parece profunda, pero le diré a Lucy que la revise. Te sanará en cuestión de segundos. De hecho, vengo de ver a Cana y me dijo que usted insistió en recibir tareas porque no sé sentía cómodo con estar sentado todo el día. Pero la verdad, no es molestia, de cualquier forma no hay mucho que hacer por aquí ahora que estamos a un paso de la horca.
La naturalidad con la que dijo aquella delicada verdad lo abrumó. Él no era ningún experto en leer a las personas, sino todo lo contrario. Se equivocaba con facilidad y solía confiar en las equivocadas. Sólo había que ver a su padre y Natsu. Pero si en algo era versado, era si duda en la sensación de sentirse sólo, de conocer la soledad como la palma de su mano. Y Erza tenía esa mirada vacía que no concordaba con la imagen de tener muchos amigos a su alrededor.
Ella percibió su mirada, y cuando sus ojos se encontraron con los suyos, se vio incapaz de mantenerle el ritmo. Erza no dijo nada cuando acabó de limpiar el suelo y se encaminó a la puerta, pero le pareció ver que por un instante, veía más allá de él, a la puerta trasera.
—Le diré a Lucy que venga a ver su herida.
—No hace falta, yo... —Erza ya se había ido cuando intentó decirle que no era necesario. Lanzó un suspiro derrotado y terminó por limpiar la sangre de su mano. Al menos el flujo se detuvo.
—Gracias —Pegó un brinco del susto y se llevó la mano al corazón, enviando una mirada para nada disimulada de espanto al hombre apoyado en la puerta que daba al patio trasero. Era Jellal.
—¿Po-por qué?
—Por hacerla reír —musitó con expresión pensativa. Sus ojos clavados en la puerta por donde su portadora desapareció—. Hace mucho tiempo que no la escuchaba reír.
En esos instantes donde su mente se quedó en blanco, mirando al ángel con aspecto lúgubre, la puerta volvió a abrirse para darle paso a Lucy. Él ángel se acercó hasta él con paso decidido y expresión preocupada.
—Sting, Erza dice que te has cortado, ¿te duele mucho? Déjame ver.
Jellal no dijo nada cuando les pasó por un lado, sólo frotó la cabeza de Lucy y se retiró. Sting volvió su atención al ángel, quién inspeccionó su herida con una mirada que bien podría significar que ella observaba a nivel atómico. Era tanta su concentración que le causó un poco de gracia. Misma que se le acabó cuando ella alcanzó un pequeño cuchillo de la mesa.
—¡Espera, qué vas a...! —Su ceño se frunció cuando ella alcanzó un mechón de su propio cabello y cortó un trozo con el cuchillo. Dejó la hoja de vuelta a su lugar y el cabello que se hallaba en la palma de su mano adquirió una especie de brillo dorado, y se transformó.
Sting había visto la magia antes. Los soldados la aprendían para incorporarlas a sus armas y ser capaces de defender el reino de amenazas mayores; por ello ese tipo de armas no sé les daba a menos que de verdad estuvieran en peligro o fuese estrictamente necesario. Conocía la teoría de la magia defensiva y de ataque. Pero iba a ser sincero, jamás vio la magia curativa en acción, ni siquiera escuchado algo igual. El cabello de Lucy perdió aquella forma hasta volverse un monto de polvo brillante de tonalidades plateadas y doradas. Entonces ella tomó su mano y dejó que el polvillo cayera en su herida.
Un calor agradable llenó su palma, y la herida se cerró ante sus ojos. Era como si jamás la hubiese tenido. Él desaliento hizo presa de él, y la tomó por la muñeca de inmediato ante su sonrisa. Ni siquiera había cicatriz.
—¿Cómo lo...?
—Es parte de mi magia —murmuró, enviando una mirada a la puerta como si esperara que alguien entrara en cualquier instante—. Ya no te duele, ¿cierto?
—Gracias, pero no entiendo... —Observó su lacia y dorada cabellera, mirándola como algo milagroso. No obstante, una vez puso su atención, notó la diferencia de longitudes en algunos mechones—. Tú... ¿Ya antes usaste tu cabello para sanar a alguien?
—Algo así, no suelo usarlo mucho. Sólo cuando son heridas muy graves o...
—Pero éste corte no era mortal.
—Lo sé, pero se trataba de ti —respondió con simpleza, enviando algunos mechones tras sus hombros con un movimiento de su cabeza—. Bien, tengo que irme. Espero que tengas más cuidado. Cana ya te dicho que no hace falta que hagas algo para quedarte. Entendemos tu situación.
—Aguarda, ¿tienes idea de la clase de magia que esto es? Puedes ayudar a muchas personas. Digo, si le enseñaras a alguien este tipo de magia, salvaría muchas vidas.
Por los dioses, que si alguien como ella hubiese estado presente cuando su madre le dio a luz, pudo haber sobrevivido. Aquella idea lo llenó de impotencia, y le hizo sentir un poco de coraje. No era posible que ella fuese la única con tal conocimiento.
—Sting, las personas que saben magia siempre dejan algo en el camino. No puedes sólo aprenderla y ya, ¿Me explico? Es complicado. Los dioses son muy celosos de ello, no cualquiera puede aprender magia.
—¿Qué dices? Muchos soldados de otras naciones saben sobre magia, tú sabes de magia, y tus amigas también. Incluso Natsu, pero no suele usarla.
—De verdad, créeme. Si yo supiera que hay una forma de enseñar esto a los humanos, lo haría sin vacilar, pero...
—¿Temes dejar de ser una especie de deidad? —Las palabras salieron de su boca antes de que pudiese detenerlas. Y aunque se arrepintió al instante en que vio su expresión dolida, no sé disculpó—. Porque si es así, es esa clase de pensamiento lo que llevó a mi madre a la tumba. Si tu magia fuese enseñada, muchos niños seguirían teniendo a sus padres con ellos, o las personas no morirían tan fácilmente. Es sólo cabello lo que dejas, ¿vale más eso que una vida humana?
—Príncipe, yo no... —Lucy se veía muy afligida, pero retrocedía de forma casi imperceptible hacia la salida. No obstante, él notó sus intenciones y caminó hacia ella.
Justo cuando iba a detenerla, la puerta se abrió con fuerza y el can de ella hizo aparición, caminando hacia él al tiempo que se transformaba en un hombre un poco más alto que él. Sting enmudeció cuando el recién llegado lo tomó por el cuello y lo empujó contra la pared. Intentó zafarse de su agarre cuando vio los caninos del hombre.
—¡Loke, no lo...!
—¡Cállate! —Le ordenó con evidente ira, volviendo su atención hacia el heredero al trono—. Vaya, además de incompetente y torpe, eres un malagradecido.
—Loke, por favor...
—He dicho que cierres la boca -advirtió sin quitarle la mirada de encima a un pálido príncipe—. Dime, niñito de papá, ¿quieres aprender la magia que ella usa? ¿eso quieres? Lucy, enséñale tu mano.
—Por favor... —rogó ella con un nudo en la garganta.
—¡No me hagas repetir las cosas, carajo!
Sting miró la mano de Lucy cuando Loke se movió lo suficiente para permitirle hacerlo. No supo qué decir o cómo reaccionar cuando miró la mano del ángel, en cuya palma se hallaba una herida exactamente igual a la que acababa de curar en él.
—Ese es su poder, cuando sana dolores, los siente en carne propia. Si sana heridas, además de entregar algo suyo, debe sufrir la herida por sí misma. Que fácil sería que con un toque las cosas desaparezcan, ¿no? Que con sólo desearlo, todo sea tal y como quieres. Pero no es así, principito. Si tu mami se murió lo lamento, a veces las cosas no resultan como uno espera, pero ir por allí buscando culpables es una completa estupidez. —Loke lo soltó al ver el brillo de las lágrimas en sus ojos, haciéndole chocar contra la pared.
Furioso se giró hacia Lucy, quien cerraba en un puño la mano herida. Intentó verla pero el ángel se apartó de su agarre con un furioso tirón. La tensión era tanta que Loke sintió que podía fácilmente cortarla con un cuchillo, pero se abstuvo de hacer algún otro comentario que terminara por hacer llorar al príncipe.
—Lo siento mucho, Lucy... —musitó Sting cuando el can se marchó. Ella se acercó a su lado y se agachó a su altura, mirando cómo el se cubría el rostro con ambas manos y temblaba violentamente—. Te agradezco de todo corazón que me hayas sanado, pero me siento tan apenado por lo que...
—Shh... No pasa nada -musitó a modo de consuelo, peinando algunos de sus cabellos—. Loke es muy duro algunas veces. Le he amenazado con ponerle un bozal si sigues así. ¿Te lastimó?
Sólo pudo negar, sin atreverse a verla a la cara. Que patético era para darle tanta lastima a aquella chica.
—Sting... yo siento mucho lo de tu madre. Tal vez no la conocí, pero supe de la noticia cuando la reina falleció luego de dar a luz.
—Lucy, no me siento bien conmigo mismo en estos momentos. Por favor, ¿podrías dejarme solo? No tengo valor para verte a la cara después de lo que hice.
—Tenías emociones encontradas, pude verlo en tu mirada. Y eso no es malo, es lo que te hace humano. —En lugar de marcharse, Lucy se sentó a su lado y dejó caer la cabeza contra su hombro—. Yo pienso firmemente que, cuando algunas de esas emociones negativas que existen, salen a flote, es tu corazón que intenta decirte algo. Pero a veces los humanos son tan... orgullosos que no creen en ello.
Lucy no obtuvo una respuesta. Pero tampoco la necesitaba. También sabía estar en silencio y seguir mostrando su apoyo. Aquello mismo fue una especie de alarma a la que apenas y pudo hacerle caso.
Le costaba sentir ira, o deseo por algo. Lucy era consciente que las emociones se apagaban con la misma velocidad en que sus poderes disminuirán. Y era irónico de cierta forma. Cuando se volviera completamente humana, si es que antes no moría a manos de algún devorador, tendría la apariencia, pero sería un cascarón incapaz de sentir.
•••
Crocus era una polis que aprovechaba el terreno para sus construcciones. Ubicada justo al lado del mar, facilitando la recolección del agua, que era dulce, para tratarla y llevarla a los cultivos que se extendían fuera de las murallas que alguna vez protegieron el lugar durante la Gran Guerra. Ahora lo poco que quedaba de aquel muro eran ruinas y pilares inclinados, lejos de las casas para evitar peligrosos derrumbes que atentaran contra la vida de inocentes. Su estilo arquitectónico era en su mayoría griego, pero tenía pequeñas piezas o estructuras remodeladas que Makarov ya había visto antes en otros continentes.
Antiguamente, y poco después de la Gran Guerra, Crocus fue gobernada por una Acrópolis que se encontraba en la cima, ya que toda la ciudad estaba construida sobre desniveles de tierra que hacían resaltar aún más el impotente palacio donde antes se ubicó aquel recinto sagrado. No obstante, los templos seguían intactos como culto a los dioses.
Sin duda, lo que más destacaba, era la procesión panatenaica, que se trataba de una especie de camino que comenzaba en la entrada norte, atravesaba el Ágora y continuaba así hasta romperse en una conexión que llevaba a los edificios más importantes. Conforme uno atravesaba dicho camino, se veía flanqueado de impotentes columnas cuidadosamente talladas con leyendas de los héroes griegos. Para cualquier amante de aquellas historias, o los guerreros de los dioses que hubiesen en Tierra, ir a Crocus era sin duda algo de lo que no podrían perderse.
Makarov sonrió cuando los cazadores que llevaba consigo hablaron asombrados de lo que llevaba contándoles todo el camino.
—Es un bonito lugar —confesó Larcade sin mucho entusiasmo, pero demasiado entretenido en mirar las esculturas talladas.
—Lo sería aún más si tan sólo hubiese traído a una chica conmigo —se lamentó Lyon—. Makarov, ¿cuánto tiempo estaremos aquí? Digo, no me molesta quedarme un par de meses pero no creo sobrevivir sin una cazadora la próxima luna llena.
—Hay muchas doncellas hermosas —observó su hermano, sonriendo con encanto a la joven que le atendía mientras compraba un bocadillo.
—Vírgenes y humanas —Casi escupió, dando un mordisco a lo que Invel compró. A pesar de los intentos de este por evitarlo. Con la boca llena continuó—. La peor combinación. Nunca podrán seguirnos el ritmo.
—No vinimos a que importunen a las damas —gruñó Makarov por sobre el hombro.
—Lo sé, no me provoca importunarla —bromeó Lyon. Larcade los ignoró y se acercó a un pequeño puesto que tenían periódicos. Una imagen en los mismo llamó su atención, por lo que sacó un par de monedas y se las entregó al apestoso hombre de escasa dentadura.
—Ustedes no son de por aquí —afirmó, mordiendo la moneda para verificar su validez. Ahora Larcade no se preguntaba cómo se deshizo de los otros dientes—. Deberían tener cuidado, extranjeros. Los extraños no son bien recibidos últimamente.
Larcade lo ignoró y continuó su camino con la carcajada del hombre volviéndose un ataque de tos detrás suyo. No habían muchas cosas interesantes, sólo algunos temas políticos, futuros eventos sociales, imágenes sobre antiguos festivales y la situación comercial. Hasta que algo llamó su atención y le hizo comenzar a leer al pie de una fotografía.
—Makarov, ven a ver esto —llamó. Los gemelos estaban discutiendo y el veterano intentaba separarlos—. ¡Viejo!
—¿Qué ocurre?
Como respuesta consiguió que el cazador le pasara el periódico, y apenas vio lo que llamó su atención, se dedicó a leer.
En el artículo mencionaban una jugosa recompensa por personas sabedores de artes mágicos y que en su espalda portaran un tatuaje tribal de alas. Makarov palideció ante ello, porque él mejor que nadie conocía a los guerreros de los dioses, y la última generación que estos crearon, se caracterizaban por tener alas y llevar el mencionado tatuaje en la espalda.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué los buscaban?
—Hombre, de eso te hablo. ¿Ves a esa pelirroja con los pantalones ajustados? Tiene una pluma de adorno en el cabello. Ella no es virgen.
—Pero es humana —observó Invel divertido. La mujer les daba la espalda, parecía hablar con un par de soldados.
—Pero no es virgen. —Insistió—. Yo la vi primero.
《Tiene una pluma de adorno en el cabello...》. Aquella frase golpeó la mente de Makarov causando un molesto ruido que arrojó un recuerdo a su mente. No pudo evitar dejar de leer el periódico para buscar a la infortunada mujer que sería víctima de los gemelos si no se andaba con cuidado. No obstante, al encontrarla no pudo más que desear retorcer el cuello de esos cachorros calientes.
—¿La has visto, viejo? Es guapa.
—Ni siquiera lo piensen —musitó. No necesitaba verla a la cara para saber quién era ella. Estaba en dirección del viento, por lo que el aroma a melocotón llegó hasta él de inmediato.
—¿Qué dices? —Lyon se detuvo para escucharlo. Fue en ese instante que él sonido de las espadas al ser desenvainadas, provocó los escalofríos en las personas y llamó la atención de los cazadores.
—Comandante, sea razonable, no nos haga usar la fuerza —pidió un soldado con evidente diversión, manteniéndose en guardia luego de que la mujer tomara posición defensiva.
—Iré por mi propia cuenta. —Erza advirtió al soldado que se acercaba por atrás. Pero supo disimular.
—Lo lamento, pero tenemos estrictas órdenes de llevarla bajo arresto.
—¿Por orden de quién? —Quiso saber, agachándose cuando el hombre detrás suyo intentó sujetarla. El soldado delante suyo le lanzó un puñetazo y ella le aferró la muñeca. Tomando impulso y sin soltarle el brazo al hombre, apoyó el brazo libre y lanzó sus piernas al aire, envolviendo el cuello del soldado con fuerza hasta llevarlo consigo al suelo y someterlo.
Cuando un par más de soldado hizo aparición con intención de quitarla, apretó su agarre hasta cortar la respiración de su oponente.
—Llevo dos días completos intentando tener una audiencia con él y se me ha negado el acceso. ¿Sólo se atreverá a recibirme en calidad de prisionera?
—¿Y si así fuera qué? —Interrumpió una nueva voz. Makarov aferró por el brazo a los gemelos cuando éstos quisieron saludar a Dragneel. Pero había algo en su expresión impasible que alertó sus sentidos. Aprovechó que la conmoción atrajo a personas y decidió usarlas para no quedar expuestos—. Comandante Erza, ¿me haría el favor de comportarse acorde a su rango y ponerse de pie? El cadete empieza a ponerse azul.
Erza tardó todavía unos pocos segundos en liberar al hombre, y cuando por fin le permitió ponerse de pie, la mirada que le dirigió prometía venganza. Con una furia que supo disimular, se limpió el polvo de los pantalones y se agachó para tomar su espada, devolviéndola a su diminuta forma de una llave que se adhirió al cinturón magnético donde el resto de sus armas descansaban. Satisfecho, Natsu asintió a los soldados que lo acompañaban.
—Perfecto, ahora le pido que se someta a las esposas, o de lo contrario nos hará usar la fuerza para someterla.
—¿Bajo qué cargos? —Exigió saber. Si él planeaba volverla sumisa con la excusa de una multitud, ella también sabría exponerlo. Envió una mirada de advertencia cuando la instaron a pasar los brazos tras la espalda.
—¿Los cargos? Por supuesto. Para empezar, se le acusa de conspirar contra la corona, manteniendo oculto a los gitanos y facilitando asuntos del ejército a los usuarios de magia ilegal. Además, se le cree cómplice del secuestro del hijo del rey, el príncipe Sting.
—¡Eso no es...! —Erza enmudeció y el alma por poco se le salió del cuerpo cuando un nuevo cadete hizo aparición, llevando consigo una prenda bajo el brazo y un diminuto pendiente en la mano libre. Para ella fue fácil reconocerlos como pertenencias de Sting—. Eso no prueba nada, bien pudieron...
—Explica eso ante el rey, no a mí.
—Romeo —Erza lo llamó, éste evitaba su mirada mientras cargaba las pertenencias del príncipe desaparecido a los ojos del pueblo-. Di la verdad. Esto se está saliendo de control.
—No es bueno abusar de tu poder para asustar niños, Comandante —reprendió el General, acercándose un paso a ella—. Piensa bien en tus acciones, no querrás mentir ante el rey.
—Tú, perro bastardo...
Antes de siquiera pensarlo, Erza permitió que el soldado atrás suyo sirviera de apoyo cuando saltó, pasando las esposas bajo sus pies para acto seguido, con una velocidad excepcional, clavar los talones en el abdomen del hombre con todas sus fuerzas. Natsu perdió el equilibrio y emitió un jadeo de dolor ante la pérdida del aire. La Comandante le escupió, asqueada de toda la situación. Sabía que con su actitud sólo alzaba las sospechas contra ella, pero estaba tan enojada que le costaba pensar con claridad. No obstante, en un rápido escaneo a la multitud algo llamó su atención, una cara familiar que la veía fijamente. Estaba en proceso de reconocerla cuando un gemido colectivo de angustia la hizo regresar su atención al hombre que había golpeado.
El dolor estalló en su perfil izquierdo y se sintió como un cervatillo al que una bala derribó en plena carrera. Incluso antes de que su cuerpo laxo cayera al suelo, ella ya estaba inconsciente.
Romeo sólo pudo apartar el rostro cuando vio la sangre bajar por la frente de Erza, así como el anillo en su mano lanzar un destello rojo para extinguirse, volviéndose de un frío azul.
—Maldita mujer —Natsu se frotó el abdomen, sujetando a la Comandante por las esposas para alzarla—. Es hora de irnos, ¡no hay nada que ver aquí, vuelvan a lo suyo!
Y como si de un encanto se tratara, la gente se dispersó sin comentar nada de lo ocurrido. Al contrario, parecían bastante tranquilos hablando sobre el clima o la próxima comida a preparar, pues era casi medio día. Makarov se vio obligado a dispersarse junto con ellos para no llamar la atención de los soldados que todavía seguían allí. Seguía sin dar crédito a lo que acababa de ver, y sabía que el silencio de los cazadores que lo seguían significaba lo mismo.
—No... no puedo creer lo que... —Invel no podía formular bien su conmoción. Creía conocer lo suficiente a Dragneel como para saber que, pese a cuál fuera la provocación, jamás golpearía a una mujer. Menos sabiendo la fuerza sobrehumana que los cazadores tenían. Bastaba con recordar a la mujer que cayó derrumbada apenas recibió el impacto.
—Algo no está bien —Makarov no lo concebía-. Había algo en él.
—O sólo es su verdadera naturaleza —opinó Larcade—. Sé que debe ser difícil que se te caiga un ídolo, ¿eh?
—No, no es su naturaleza. ¿Lo has percibido Makarov? —Intervino Lyon, mirando de reojo a algunos civiles que enviaban miradas furtivas en su dirección—. Puedo percibir las ondas mentales que interfieren los pensamientos de estas personas.
—Cállate —susurró Makarov, deteniéndose a comprar un poco de fruta para disimular. Sin alzar la voz o girarse, se dirigió a los cachorros—. Quiero que busquen al hijo de Hades que está haciendo esto. Si damos con esa persona, liberamos a Dragneel y de paso a la ciudad entera. Tengan cuidado.
—Entendiendo.
☆☆☆♡☆☆☆
Continuará...
N/A:
No tengo nada que decir por el momento.
Yanny, fuera ♡
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