✨Capítulo 10✨
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Lucy no estaba por ningún lado. No lograba divisarla ni percibir su aroma. Aunque era obvio, pues ya empezaba a anochecer, y eso sólo motivaba a las personas a andar por las calles, quizás volviendo a casa o consiguiendo la cena, eran tantos los olores que hasta el estómago se le había revuelto. La gitana era escurridiza, se había vuelto a escapar de su vista. Se dijo un instante, que no debería buscarla ni disculparse, pues había sido ella la molesta. Pero otra parte le reñía que si no iba tendría que darse una patada él mismo.
—Mujeres... son un problema —gruñó por lo bajo, a punto de volver a las calles. Lo último que quería era acercarse a la taberna de los gitanos.
—Eso es porque tú no sabes cómo tratar con ellas. —Natsu daría por cierto que se había vuelto loco, si no fuera por el hecho de que sabía que vivía en un mundo lleno de maravillas y misterios. Aún así, eso no mitigó la sorpresa que sintió porque un perro le hablara.
—¿Y tú eres...?
—... Soy Loke. —El can lo miró con recelo y evidente confusión. ¿Por qué el hombre parecía sorprendido? Si ya en la mañana hasta habían cruzado palabras.
—Ah, claro. Es que, es demasiado normal encontrarme con un can sobre un techo y que de pronto comience a hablarme —comentó divertido, golpeando su barbilla en su gesto pensativo.
—No te rías, yo he visto cosas peores. —Le gruñó el animal mientras se sentaba al frente suyo.
—Lo dudo... —suspiró—. ¿Y qué quieres? ¿Eres una especie de hada madrina? Busco a una chica, ayúdame.
Estaba intentando bromear, preguntándose qué más locas podían volverse las cosas a su alrededor. El perro ni siquiera parpadeó por su comentario.
—No quieras hacerte el chistoso muchacho, sé lo que hiciste.
—Entonces dime, porque yo no sé.
—Eres un portador, y no quieres aceptarlo. —El pelirosa se puso de tenso de golpe, decidió darse la vuelta y comenzar a caminar para alejarse.
—¿Tú también? Adiós. —No iba a soportar ahora a un perro parlanchín.
—¡Ven acá! —Molesto, Loke corrió hacia el hombre, y una vez llegó a su lado, no dudo en morder su pantalón. Intentando hacerlo volver.
—¡Oye, suéltame pulgoso! —Obtuvo gruñidos a cambio. Comenzó a sacudir su pierna pero el can no lo liberó—. ¡Que me sueltes!
Algo cerca de allí, tras una pared de las tantas construcciones, Lucy miraba divertida la escena. Loke había prometido ayudarla y vaya que quería cumplirlo a toda costa. Pero quizás su definición de «ayuda», era más distinta de lo que esperaba. No quería molestarlo, pero ella sólo quería una cosa. Era lo único que pedía: quería volver a casa, regresar con su familia.
Ella sólo quería volver con Mavis. (N/A: En la versión original se llama Diana)
Natsu siguió moviendo su pierna con fuerza, intentando que aquel extraño perro le soltara. Pero entonces, como un flash espontáneo, volvió a su mente ése mismo can, sentado cómodamente sobre la ropa en su habitación. Abrió los ojos con evidente sorpresa, pues cayó en cuentan de que olvidó eso por completo.
—¡¿Tú?! ¡Tú estuviste allí ésta mañana! —Afirmó, queriendo darse un golpe por no haberlo notado antes. Y es que, a veces —muy pocas—, perdía el hilo de todo y olvidaba sin razón. Sin embargo, hacia mucho que no le pasaba. Hacia mucho que no olvidaba cosas de esa forma, tan recientemente.
—¿En serio? ¿Qué te pasa? Creí que estabas bromeando cuando no me reconociste. —Lokr se sentó de nuevo, lamiendo su pata antes de volverlo a ver.
El hombre se dio un leve golpe en la sien, molesto por la laguna que había asaltado su mente en tan sólo un instante. Ahora que había encontrado a ese perro, podía saber dónde estaba la gitana esa... Mierda, ¿cuál era su nombre? Sabía que lo conocía, y a pesar de eso no lograba encontrarlo en su memoria, no podía pronunciarlo.
—¿Dónde está? —preguntó, colocando una rodilla en el suelo para quedar a la altura del animal.
—¿Quién?
—No te hagas, tu amiga... la gitana... —parpadeó confuso, podía jurar que sabía su nombre pero no podía decirlo. Negó sin poder creerlo. ¿Qué le pasaba?
—¿Lucy? —El can retrocedió un paso, aquello ya era demasiado extraño. Mejor ser precavido. ¿Por qué ése portador se veía confundido al nombrar a Lucy?
—Sí, ella.
—¿De verdad te sientes bien, hombre? —Lo miró parpadear confuso, para acto seguido llevarse una mano a la sien. No recibió respuesta del pelirosa, éste se puso de pie y retrocedió unos pasos. Sólo se dio cuenta de que de verdad las cosas estaban mal, cuando lo vio perder el equilibrio sobre el techo para caer por el tejado—. ¡Lucy! —Llamó en un ladrido, sabiendo que si el hombre caía, mínimo se fracturaba rápido. Escuchó un ruido atrás de sí y luego una poderosa corriente de aire lo hizo sacar las garras para sujetarse del inclinado tejado. Una vez la corriente desapareció, dirigió su mirada abajo, donde divisó a Lucy descendiendo al suelo con el General inconsciente en sus brazos. Le alarmó ver un par de alas blancas tras su espalda, abiertas en todo su esplendor. Echó un vistazo a los alrededores, comprobando con tranquilidad que no habían humanos cercas y nadie logró ver al ángel. Una vez seguro bajó de un salto a su lado.
—¿Qué le sucede? —Lucy recostó la cabeza del pelirosa en sus muslos, pues se hallaba arrodillada. Y de una mirada fugaz comprobó que había logrado atraparlo antes de que se hiciera daño. Fue horrible sentir su cuerpo paralizarse al verlo caer, aunque a su vez, fue un excelente incentivo para volar a aquella velocidad que le permitió llegar a él.
—No lo sé, pero... —Lucy apartó los mechones rosas que cubrían la frente del soldado, casi viendo que él abría los ojos para darle un manotazo. Rozó con sus dedos con la piel masculina y ligeramente morena, y el miedo cubrió sus ojos mientras veía a su can—. ¡Cielos, ayúdame!
—¿Qué?
—¡Tiene mucha fiebre! —Se aseguró, volviendo a tocar su piel con el dorso de sus manos, justo en sus mejillas. Su piel estaba muy subida de temperatura. Indecisa miró a su amigo, en busca de una solución—. ¿Qué hacemos?
—¿Y a mí qué me preguntas? Soy un perro. —Lucy lo miró seriamente, haciendo un mohín de molestia con sus labios—. ¿Qué?
—Cuando quieres eres un humano —recriminó, cruzando los brazos bajo el pecho.
—Bueno, ¿y tú que no estabas molesta?
—¿Molestarme con él? —Lucy bajó la mirada al rostro del hombre, y una sonrisa cruzó sus labios— Es lindo.
«Claro, y más quitándole la carita de amargado», pensó divertida.
—Ni tú te la crees. A ti sólo te interesa el hecho de que sea portador. —Le regañó Loke. Ella sonrió inocentemente, cubriendo su rostro con sus manos.
—¡No! Es... Bueno... —Decidió dejarlo allí, Loke no tenía porqué enterarse.
—Si seguimos hablando aquí a éste le dañará la fiebre.
—¡Es cierto! ¿Cómo lo llevamos? Tengo prohibido mostrar mis alas. —Y al decir eso inmediatamente las plegó; éstas cambiaron su forma, volviéndose cada vez más pequeñas hasta adherirse a sus omóplatos, pegándose y simulando un bello tatuaje cristalina, con un curioso contorno dorado.
—Era eso o él se estrellaba en el suelo. No podrás llevarlo tú, espera. —Loke retrocedió un poco, y al ver que no había nadie a los alrededores, una estela dorada lo rodeó desde sus patas hasta su cabeza incrementando con ello su tamaño. Ahora era el doble de grande, superando incluso al general en altura. Lucy miró a los alrededores, era una suerte que ya estuviera casi oscuro; aún así ni se confiaría, e iría delante para comprobar que nadie viera a su can.
—Vamos. —El ángel trató con el peso del hombre, y con mucho esfuerzo y unos cuantos jadeos, logró colocarlo en la espalda del gigantesco can inclinado—. Deberías informarle a Juvia, no tengo idea de qué le pasó a éste.
—Primero salgamos de aquí. —Fue la respuesta de la fémina, que caminaba al lado de ambos, viendo al pelirosa, y procurando que no fuera a caerse. Se adelantó al comprobarlo—. Y su nombre es Natsu, grosero.
Loke rodó los ojos. Claro, él era quien le llamó «General Bobo» en primer lugar.
•••
—¡Ya no puedo! ¡Aquí no hay nada! —exclamó Gray, golpeando la mesa con un puño furioso por no tener éxito. Las horas pasaban y no salía nada de tanto mapa o libro—. ¿Qué mierda hicieron allá afuera? No me explico, no hay nada.
—Tranquilo Gray. Cuando estés listo la verdad se rebelará a ti —declaró Jellal muy sabio, caminando completamente erguido y manteniendo sobre su cabeza un par de libros. Gray lo miró mal antes de tomar un libro y lanzárselo al pecho, dándole de lleno y desequilibrando los libros sobre su cabeza.
—¡Deja tu estúpida palabrería y lárgate sí no ayudas! —Jellal tomó el mismo libro, el cual empezó a humear antes de que lo lanzara al hombre de cabellos negros, con un único mechón blanco cayendo sobre su frente. Gray no era de perder los estribos, y solía ser muy tranquilo. Sin embargo, había situaciones que lo sacaban de quicio: Jellal no era una situación, pero sí un dolor de cabeza.
—¡Estaba concentrado!
—¡No me importa, haz algo productivo!
—¡Anda a hacer berrinche a otro lado! —Jellal no iba a aguantarlo sólo porque andaba más malhumorado que otros días.
—¡Te voy a...!
Dos libros salieron disparados, dándoles a ambos en la cara y lanzándolos al suelo por distraídos. Cuando se levantaron dispuestos a aniquilar al culpable, desistieron un poco y decidieron limpiarse la sangre que salía de sus narices. Erza iba hacia ellos con una pequeña llave en sus manos, la cual se transformó instantáneamente en una lanza luego de hacerla girar.
—¡Ustedes dos, ya basta. Tienen suerte de que el contrato no esté activo o ya los habría ensartado con esto! —vociferó, posando la lanza frente a Jellal, quien ni siquiera se inmutó al ver la punta volverse rojo vivo. En cambio, le dirigió una mirada burlona al descubrir su mano sin el anillo, y los cabellos nuevamente negros. Gray no necesitó ver a Juvia para entender que su portadora también había desactivado el contrato; suficiente tuvo con ver que la gema no estaba azul, sólo oscurecida.
—Ya pues. Queríamos aliviar un rato la tensión. —Jellal tocó con la yema de su dedo índice la punta del arma y la empujó, desviándola a otro lado—. Vamos Erza, no querrás hacer eso.
—Pruébame —advirtió seca. Jellal sonrió con maldad al escucharla.
—¿Quieres que te dé una mordida? —preguntó divertido, viendo las mejillas de Erza enrojecer al instante mientras parpadeaba sorprendida. Lo siguiente que sintió fue una patada justo en el abdomen por parte de ella.
—Te lo ganaste. —Se burló Gray divertido, viendo al peliazul bajo una pila de libros, lugar donde fue a caer.
—No me arrepiento de nada. —contestó antes de dejarse caer. Escuchó a Gray carcajearse y sólo sonrió. Era bueno que todos rieran un rato. Porque Gray y Juvia ya no lo hacían. Ni siquiera Erza. Las sonrisas dejaron de ser genuinas, volviéndose falsas y forzadas; hasta que ni siquiera eso quedó.
—¿Esto les sirve? —Todos se giraron sorprendidos a la voz que provenía desde la entrada. Y sólo Erza reconoció al joven que traía en sus manos un pequeño diario.
—Príncipe Sting, ¿qué hace aquí? —Jellal vio como Erza hizo una pequeña reverencia antes de mostrar una actitud respetuosa. Bufó molesto, a todos les mostraba respeto menos a él. Aunque, si lo pensaba, quizás ella ya estaba maquinando en su mente cómo explicarle la presencia de gitanos dentro del castillo —ya que él, Wendy y Gray estaban vestidos como tal—, y salir impune.
—Bueno... escuché todo. —Tanto Gray como Jellal caminaron amenazantes a él, pero Erza abrió los brazos, y con una mirada de advertencia, les impidió avanzar.
—Supongo que si quisiera delatarme por traición ya tendríamos la soga al cuello. ¿No? —analizó Erza veloz. Precavida ante aquella posibilidad. No se andaba con rodeos jamás; y si la cosa era así, debía sacar a los ángeles que la acompañaban cuanto antes. Sting suspiró mientras le tendía un pequeño diario que había en sus manos.
—Supones bien Erza, pero no te culpo por pensar eso. Yo también sé que algo malo ocurre aquí. Y quiero ayudarles, encontré esto en un viejo baúl de mi padre, no lo he revisado pero creo que podrá servirles. —Sting miró atrás de Erza, encontrándose a ambos chicos que prometían rajarle el cuello con sólo verlos. Tragó antes de volver la vista a la Comandante—. ¿Podemos hablar tú y yo? Hay algo que tengo que decirte.
—Por supuesto. —Erza lo acompañó fuera de la biblioteca, notando la ansiedad que mostraba el heredero al trono. Misma que ella sentía ante lo que pudiera decirle. Habia metido «gitanos» al palacio, ¿qué excusa le pondría?—, ¿Ocurre algo?
—Iré directo al grano, necesito saber qué conlleva esto y ya no puedo con la duda... —explicó nervioso, preocupando más a Erza. ¿Qué era? Ella no podía dejar de pensar en lo que sucedería si Yuri encontraba a sus amigos.
—Lo que sea, yo buscaré ayudarle.
—Lo que pasa es que... Se trata sobre Natsu, el General. —Sting apartó la vista un instante, viendo a la nada mientras recordaba.
—¿Sí? —Erza no era muy conocida por tener paciencia. Ella también estaba bastante nerviosa.
—Yo... Yo al igual que él... —Sin notarlo, tanto Jellal como Gray y Wendy, estaban pegados a la puerta intentando escuchar. Bajo la mirada apenada de Juvia—. Yo también soy lo que él, soy portador.
Así de golpe, el príncipe lo soltó, dejando mudos a todos.
•••
—¿Lo desnudas tú o lo hago yo? —preguntó Cana cruzando los brazos bajo el pecho y mirando con algo de desdén al General que permanecía acostado en la cama. No le caía bien. Para nada. Podía estar todo lo bueno que quisiera; pero eso no le quitaba la cara de amargado o lo grosero.
—¿Perdón? —Loke estaba incrédulo por su pregunta. Y se acercó a ella, viendo y alternativamente al hombre inconsciente.
—Le decía a Lucy, no a ti. Se buen perro y trae algo de agua fría, tenemos que bajar la fiebre y así podre revisar qué le ocurre —explicó la gitana con tranquilidad. Lucy se mantenía a su lado, viendo fijamente al hombre. Había descubierto, aunque casi imperceptibles —quizás por su piel morena o por el tiempo—, cicatrices en distintas partes de su rostro y cuello. Sin embargo, le tomó varios segundos percibirlas con la vista.
—No creo que sea necesario sacarle la ropa, lo que pasa es que tienes alocadas las hormonas. Pervertida. —Cana miró con molestia al can luego de oírlo, y avanzó a él amenazante. Loke sólo retrocedió un paso antes de verla y enseñarle los cañones con un gruñido de amenaza.
—Si no te transformas en un humano y te sacas la ropa, tendré que desnudar a éste. ¡Largo! —Lanzó una patada hacia el perro, quien retrocedió de inmediato con un ladrido.
—Pervertida... —Volvió a gruñir antes de salir por la puerta.
—Y a mucha honra apestoso —rió ella. Miró a Lucy un instante, arqueando una ceja por la expresión pensativa de la chica—, ¿qué sucede?
—¿De verdad necesitas sacarle la ropa? —Su voz no se oía convencida de aquella propuesta. Cana no pudo evitar soltar carcajadas mientras rodeaba los delgados hombros del joven ángel.
—Por eso te quiero. No necesito sacarle la ropa, pero necesitamos bajarle la fiebre. Está ardiendo y no en buen sentido. —Cana se retiró, tomando entre sus manos un pequeño balde en el cual llevar agua—. Vigila que no se muera, no quiero tener que esconder un cuerpo, mucho menos el del General Fierce, ya suficiente fue con traerlo hasta aquí. No le haría mal bajar unos kilos...
La mujer de cabellos castaños se retiró, y Lucy rió cuando dejó de oírla. Cana tenía un sentido del humor un poco extremo a veces, aunque ya sabía que bromeaba. Dirigió su vista al hombre, quien comenzaba a sudar a causa de la fiebre. No pasó desapercibido sus párpados, ya que se movían ligeramente. Se acercó un poco, viendo su pecho subir y bajar de forma un tanto rápida. Parecía agitado. No se explicaba qué había ocurrido; un momento lo había visto bien, hablando con Loje y todo, y luego al siguiente parpadeo estaba cayendo.
Sus pensamientos dejaron su cabeza un instante cuando cayó en cuenta que él no llevaba camisa debajo del abrigo. Alcanzaba a ver su torso desnudo, y una loca idea pasó por su mente. Se acercó un paso, luego dos, temiendo que alguien llegara en cualquier instante. Cuando estuvo más cerca vislumbró que, igual que con su rostro y cuello, habían pequeñas cicatrices apenas distinguibles. Se preguntó de qué serían. Luego miró las manos masculinas, con más marcas. Se miró sus propias manos, haciendo una mueca al ver su ridícula piel perfecta y libre de manchas o heridas. Claro, su condición de ángel no le dejaba marcas como a cualquier otro humano. Y eso a veces la molestaba, la hacía sentirse distinta de los demás, y no quería eso. Le gustaba saberse parte de los humanos.
Volvió de golpe a su misión, negando y peinando hacia atrás su cabellera rubia para llegar al lado del hombre. Podía aprovechar y ver a qué se refería conque ya no llevaba el tatuaje de portador. Debía de estar allí, sobre el hombro izquierdo. Sería sencillo si sólo el abrigo lo cubría. Trató de recordar la vez que lo vio quitarse la prenda luego de ser arrojado en el muelle; no obstante, no le había prestado demasiada atención a su hombro por andar viendo otra cosa. Natsu tenía la espalda llena de marcas, parecidas a aquellas que quedan luego de recibir latigazos dignos de penetrar la carne y doler como el infierno.
—Deberías aprovechar y asegurarte antes de que despierte. —La voz de Loke la sobresaltó y la hizo alejarse del hombre en una grande zancada. Su amigo sabía sobre lo que ocurría, por lo que sus palabras no le sorprendían.
«No, pareceré una invasora de la privacidad», se dijo, no podía desnudarlo sólo para ver un tatuaje. Aunque ése mismo pensamiento le causó gracia. Ya había invadido su privacidad una vez al meterse a su habitación y saltar en su cama esa misma mañana.
Como ángel, ella podía percibirlo. Había cierta energía entre portadores y guardianes, ella podía sentirla en él. Y se supone que los portadores también podían. Por ello le pareció raro en un principio cuando él no logró reconocer lo que ella era. Supuso que era por el devorador que, ya sabía, él tenía dentro. De alguna forma eso la asustaba, él era peligroso con un demonio en potencia dentro suyo; podía matarla y devorar su alma. Y por un motivo... eso seguía sin ser suficiente para mantenerla lejos suyo. Le daba curiosidad.
—¿Tú crees? —formuló con poca voz, sin apartar sus ojos del rostro masculino. Se veía distinto sin la mandíbula toda tensa y el ceño fruncido a cada rato. Se veía más...
—Lucy, estamos aquí por una razón, y estamos perdiendo tiempo. —Le recordó Loke, haciendola bajar la mirada—. No quiero presionarte, pero tanto Gray como Jellal ya se les adelantaron a ti y a Wendy, y...
—¡Ya entendí! —exclamó cual niña en medio de un regaño, deseando que se callara y la dejara ser. No necesitaba que se lo recordaran. Ya tenía claro que debía buscar a un portador. El problema era que no podía elegir a cualquiera. ¡Que fácil sería si cualquiera pudiera ser su portador y otorgarle su don! Pero los dioses habían jugado con ellos; sólo aquel que fuera respectivo a su dios podía crear un contrato con ella. Para hacerlo más entendible, ella sólo podía formar un contrato con un portador de Luna, pues ella era ángel Luna, tal como evidenciaba el tatuaje que tenía sobre el pecho. Lo mismo sería para con Jellal y Erza; y Gray y Juvia, respectivamente. Jellal sólo pudo formar un contrato con una portadora de Marte, y Gray con una portadora de Mercurio. No había mucho de donde elegir. Y por ello necesitaba saber portador de qué era Natsu.
Con un mohín en los labios se acercó al varón, dejando escapar el aire en un suspiro cansado cuando vio su hombro izquierdo cubierto por el abrigo. Si intentaba sacárselo, lo movería demasiado y quizás despertara.
—Corta un trozo de la tela —sugirió Lokr leyéndole la mente y sentándose a sus pies.
—No presiones. Creo que estamos llevando esto demasiado lejos...
—¡Lucy!
—¡Ya, está bien! —El ángel disfrazado de gitana abrió un poco más el corte que tenía en el lado derecho de la falda, revelando su pierna y una pequeña correa que sujetaba una daga en su funda, a la altura del muslo. La sacó, volviendo a bajar la pierna. No quería, pero Loke no dejaba de recordarle lo que era cierto. El tiempo fluía y no había avances.
Sólo echaría un vistazo...
—Me haré viejo esperando aquí... —bostezó el can, dando vueltas alrededor del cuarto. Lucy negó mientras se sentaba a un lado del General. Volvió a mirar un instante su rostro, así relajado parecía un poco más joven. ¿Cuántos años tendría?
Pasó la mano por su frente, quitando los mechones de cabello que caían rebeldes. La primera vez que lo había visto, lo supo, tenía esa mirada. La misma que Erza y Juvia. Aquellas que embargó a Gray y Jellal, que luego siguió por posarse en Wendy. La exacta mirada que a veces veía reflejada en sus ojos cuando se miraba al espejo; la cual no soportaba.
Una mirada llena de dolor y pesadillas.
La mirada de una persona que había sufrido mucho.
No estaba segura de cortar su manga ahora, él no había querido mostrársela por una razón. No podía invadir su privacidad todavía más así, no era correcto. Dirigió la vista a Loke, que esperaba que actuara. Y sólo pudo negar. No podía hacer eso. No escuchaba pasos por las escaleras todavía, aún así sabía que pronto Cana llegaría. Sonrió, vigilando que Loke estuviese algo distraído mientras posaba una rodilla ene l colchón. Se inclinó más sobre él, segura de lo que haría. Y cómo el suave aleteo de una mariposa, fugaz y delicado, depositó un beso en la frente del hombre. Cuando sus labios hicieron contacto con él, un pequeño resplandor llamó la atención de Loke, que casi dejó caer la mandíbula al ver la escena.
—«La luna está llena de cicatrices y no por eso deja de ser hermosa» —recitó de forma apenas audible, y al tiempo que el resplandor desaparecía, lo sintió relajarse. Sonriendo complacida se levantó justo en el instante en que Cana entró.
—¿Cómo siguió? —La gitana de cabellos castaños revolvía algo en un tarro, por lo que no alzó la vista al preguntar aquello.
—Creo que con paños húmedos la fiebre podrá bajar, digo, por si algo le cayó mal —respondió sonriente. Salió de la habitación dando pequeños saltos, con un perro y su mandíbula abierta a más no poder.
«A mí jamás me ha besado la frente», lloró Loke internamente, siguiéndola. Y es que, cuando se trataban de malestares no tan graves, tales como: fiebre, o algún dolor físico, el beso de un ángel era un remedio mágico.
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Continuará...
N/A:
¡Hola! ¡Otro capítulo porque ando happy!
:'v En realidad, vamo a alcanzar a la historia original 😂, lo estoy pensando por maldad ♥
Okno. Nos leemos😘
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