Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✨Capítulo 1✨

N/A: Del preludio, al capítulo 1 existe una gran extensión de tiempo. No diré cuánto es porque tiene que ver con la historia.

━━━★━━━

Vagaba en sus pensamientos, subido sobre el tejado de una de las tantas casas que habían por la gran cantidad de calles. Observó en silencio a las personas que caminaban ansiosas de un lado a otro, preparándose para el acontecimiento más esperado por los habitantes de la ciudad de Crocus: el regreso de un ser querido.

Esperaban de vuelta a aquella persona que había marchado años atrás, por un mandamiento del rey, para una "buena" causa. Cosa que él seguía sin creer del todo. ¿Qué había de bueno en arrancar al padre y esposo de una familia para una estúpida construcción de algo que no sabía ni para qué era? Era ridículo. Absolutamente nada bueno saldría de allí, lo supo desde un principio. Sólo habría dolor para aquella familia, la cual no era sólo una. Fueron muchos los afectados. Años atrás, un miembro de cada hogar había sido llevado lejos, en nombre del rey para realizar un "trabajo" que cambiaría sus vidas. Claro que lo había hecho, para mal. Las cambió en el sentido de separar lazos, sin ningún tipo de contacto.

Negó mientras se ponía de pie, avanzando por el techo y pensando. Por ello odiaba meterse en esos temas, siempre terminaba en un conflicto interno. Maldita fuera su cabeza. Jamás se conformaba con dejar el asunto allí, siempre le gustaba estar enterado de todo lo que sucedía respecto a las decisiones del rey. Pero bueno, debía acostumbrarse. Saltó sin esfuerzo hacia otro tejado en un grácil movimiento y siguió caminando. Ninguna persona lo notó.

El rey había sido muy injusto cuando impuso esa ley. Debía saber que las personas no eran eternas y los años pesaban. Algún día, tenían que desaparecer. ¿Por qué había hecho eso? Era la misma pregunta que se hacía todos los días al ver el dolor en los niños cuyos padres no estaban o tan sólo les quedaba uno. Dolor que con el pasar del tiempo se había congelado, nadie parecía tomar la importancia debida. Se decía que era porque sufrir por siempre estaba mal, había que avanzar. Pero él no salía de allí hasta no obtener lo que quería. Quizás por eso estaba como estaba.

Lo que más odiaba, era que se metieran con los infantes. Era como una puñalada por la espalda.

«¡Mavis

Él también había sido un niño, y sabía mejor que nadie lo que era la falta del calor de unos padres. Por ello se tomaba tan personal aquel tema. Y bien, allí andaba siguiendo órdenes y vigilando que ningún rebelde se apareciera por allí. Eran personas empeñadas en mostrar lo que en "realidad" era el rey. Le parecía patético, sólo era un hombre a quien se le habían subido los humos a la cabeza, cuyo hijo tenía que cuidar. Un niño mimado que no sabía lo que quería. Esas personas, apodadas rebeldes, sólo desperdiciaban su tiempo y se arriesgaban a pasar varios días en el calabozo. Lo sentía, pero su trabajo eran seguir reglas sin excepción. Ellos se lo buscaban.

Se lo debía al rey. Era fiel a él.

Un pitido molesto asaltó sus oídos y mostrando un gesto de molestia sacó un pequeño broche del bolsillo de su pantalón, el cual parpadeaba con una lucecita. Lo tocó suavemente con las manos y un holograma se mostró frente suyo. Las tecnologías llegaban, sin dejar de sorprenderle con los juguetes que se construía para cada cosa. Quizás por ello las personas se estaban volviendo flojas, buscaban cosas que les resolviera la vida; olvidaban lo que era trabajar por algo. No los culpaba, él los estaba siguiendo. Además, el dispositivo no era de dominio público, sólo estaba disponible para aquellos que trabajaban para el rey, como una prueba para probar su utilidad y ver si era seguro. Hasta ahora todo estaba sin problemas. 

—Natsu, ¿dónde estás? —Se escuchó una jovial voz alegre, mientras que la figura de un chico le miraba emocionado: poseedor de rubios cabellos alborotados y algo largos, dejando a la vista un par de ojos azules. No intentó ocultar su molestia por verlo. La mostró con total gusto. ¿No era suficiente con verlo todo el bendito día en el palacio?

—No pienso decirte Sting, quédate en el palacio y no causes problemas. —Volvió su vista a la calle. No entendía por qué tenía que estar allí el resto de la semana, nunca ocurría nada interesante. Sólo rebeldes y uno que otro loco. ¡Los soldados podía hacerse cargo! ¿Por qué él?

—¡Oye! Nos seas aburrido y dime. No hay nada interesante que hacer por aquí. —Oh sí, el futuro rey: el príncipe Sting, era un chico molesto para él y muy curioso. Una garrapata que a duras penas se quitaba de encima. 

—Ni lo pienses. Estoy muy conforme aquí como para aguantar tus berrinches. Ponte a jugar ajedrez yo que sé. —Y antes de que obtuviera respuesta, cortó la comunicación. No quería problemas. Sting era demasiado curioso, y eso era peligroso para ambos. Ya lo había comprobado en más de una ocasión. 

Guardó el dispositivo, y siguió vagando por allí. Sería como cualquier otro día, quizás uno o dos charlatanes alardeando sobre la existencia de criaturas extrañas —nunca faltaban esos locos— o rebeldes haciendo travesuras por allí. Eso le causaba gracia, decían sobre la existencia de seres que él sabía, era pura fantasía. Sirenas, duendes, ninfas... Todo eso era un mentira para disfrazar la realidad en la que vivían. Olvidó eso —ya estaba divagando de nuevo—, su trabajo era vigilar y ya, no haría más caos en su cabeza. Sí, la magia existía, pero no traía nada bueno. 

Eso creyó hasta que escuchó música. Cosa que lo confundió un poco, pues jamás había escuchado una melodía tan alegre por allí, o no al menos, en un buen rato. Natsu avanzó un poco más, buscando en las calles hasta que fue imposible no verlo: había mucha gente reunida y aplaudiendo al son del sonido, rodeando en un círculo a una chica que danzaba de forma divertida y grácil. No le fue difícil ver que ella no era de allí, o eso aparentaba por sus ropas tan descubiertas. Enseñaba casi todo el torso, y ese tipo de vestimenta; tan llena de lentejuelas y con extraños grabados, arrojó algo a su memoria.

—¿Gitanos? —ya había visto algunos por allí. Pero su vestimenta era tan extraña. Eran los únicos que, tenía entendido, llevaban los brazaletes que ella portaba en las muñecas y tobillos —además de la cantidad de adornos brillantes—. No podía asegurarlo. Se movía de forma segura, dando giros y pequeños saltos, siguiendo la música y las palmas. No sabía si aquello estaba permitido. Hacia años el rey se había vuelto un amargado y había prohibido muchas cosas —entre ellas a los gitanos en su reino— pero aquello parecía gustarle a la gente. Cada vez eran más las personas que se acercaban a ver. Eso le interesó de alguna forma, aún había personas que tenía humanidad y no discriminaban por las raíces —como muchos que hacían eso con los gitanos—. Todos eran humanos.

Se sentó sobre el techo inclinado, sin temor a caerse y observó el espectáculo. La música subía de intensidad y el baile también lo hacía. Las personas aplaudían y la chica parecía sonreír, no lograba verla por las palmadas que daban todos al aire y la velocidad conque ella se movía. Apoyó su barbilla en una de sus manos, mostrando un asomo de sonrisa por el lindo ambiente que se había formado alrededor. Incluso, algunas personas lanzaban monedas a donde la joven pisaba, dando vueltas y moviéndose de forme cautivadora y alegre. Trataba de ver su rostro, quizás la habría visto en alguna otra ocasión. Su cabello lacio y rubio se movía con sus pasos, y por algún motivo le resultaba familiar. No lo sabía.

Eran pocos los momentos en los que la tensión de la ciudad se esfumaba y todos podían disfrutar de algo que antes era tan común. Pues, se dio cuenta de que el baile también estaba prohibido cuando un cuarteto de guardias se acercaron.

—¡Oye tú, detente ahora mismo! Quedas arrestada por el uso no permitido de magia —Natsu se puso de pie, pues fue sólo escuchar la última palabra y las personas se dispersaron. La magia estaba prohibida, pero ella no la estaba usando. Sólo bailaba. Aunque, cuando el lugar quedó solo, entendió a qué se referían los soldados. Había un par de instrumentos, de donde la música provenía y los cuales se tocaban solos. Negó ante eso, sí se daban cuenta de que había estado allí sin hacer nada, sería castigado. Eso le pasaba por distraerse. Se puso de pie y de un salto llegó al suelo, espantando a los soldados con su repentina aparición. Con expresión tranquila miró a los hombres y estos lo reconocieron de inmediato. Se hizo una recriminación hacia sí mismo por descuidado.

—¿Qué sucede aquí?

—General Fierce, es una rebelde. Es la tercera vez que anda por las calles propagando sus falsedades. —Natsu casi se da un golpe por el estúpido apodo que le habían puesto tiempo atrás. No tomó importancia de ello y se concentró en la razón por la cual la chica era acusada. Era la primera vez que la miraba por allí y sólo bailaba.

—Ella estaba bailando —señaló lo obvio. No creía en simples palabras. a veces, incluso los mismos soldados sacaban provecho de su puesto para molestar a supuestos rivales, lo sabía porque ya los había atrapado haciendo eso. No lo dejaba impune, no por nada cuidaba del príncipe.

—¡Es una trampa! Siempre se pone a gritar cosas y es muy escurridiza. Debería aprovechar para arrestarla, debió haber visto como usaba la magia para tocar aquellos instrumentos. —Uno de los soldados dio un paso al frente, tomando su arma. Le advirtió con la mirada que se quedara donde estaba antes de girarse a la chica que veloz reunía las monedas que había conseguido con su baile. Suspiró cansado. A tomar su papel de soldado ejemplar. ¡Qué mal!

—Linda, sólo preguntaré una vez. ¿Conoces las reglas de aquí? —Quería darle la oportunidad para que dijera que era nueva en la ciudad. Deseo internamente porque así fuera. Además no la había visto antes; algo raro luego de jurar que le parecía familiar. La chica guardó el dinero en un bolsillo al lado de su cadera y ni siquiera le miró. Tampoco logró verla cara a cara, su lacia melena rubia cubría su rostro—. ¿Señorita?

—Las conozco. —Sino fuera por su increíble audición, no la hubiera oído. Tenía una voz muy dulce. Pero eso no impediría no seguir leyes. No importaba que fuera mujer ni qué tan joven se miraba. Ni modo, tendría que atenerse a las consecuencias.

—Muy bien, lo siento pero entonces debes saber que pasarás por lo menos un día bajo arresto. Las reglas deben seguirse y... —Iba a tomarla de la muñeca pero ella llevó algo a sus labios —divisó un pequeño silbato dorado— y luego un ruido ensordecedor lastimó sus oídos. La gitana lanzó algo al suelo, y los alrededores se llenaron de un espeso humo que lo distrajo un instante. Maldijo por lo bajo al ver entre toda aquella confusión como echaba a correr. ¡Pero que flojera tener que perseguir a alguien a esas horas!—. No me jodas...

—¡General, se fue por allá!

—¡Ya lo se! —¡Qué listo que era el soldado, merecía un premio por señalarle lo obvio! Si había otra cosa que odiaba: era tener que perseguir a todos los rebeldes. Ella parecía inofensiva pero vaya que corría rápido. De un impulso se subió a un tejado, pues las calles estaban cubiertas por ese humo que parecía no marcharse, y una vez allí, vislumbró la cabellera rubia por otros techos. Se sorprendió por la facilidad con la que huía. ¿Cómo había llegado arriba tan rápido?

—¡Detente allí! —ordenó, persiguiéndola. Se suponía que sería un día tranquilo. Podía alcanzarla rápidamente pero quería darle la oportunidad de entregarse por su cuenta. ¡No quería cuidar el calabozo! La regla era: "quien atrapa, vigila". Maldita fuera su suerte. Debió dejar a los soldados perseguirla, pero conociéndolos, y mirándola mejor; eran capaces de propasarse con la chica o maltratarla. 

—¡No quiero! —Ella dio un salto. Abrió los ojos con susto, seguro de que se daría un golpe de tanta altura, y se sorprendió viéndola caer en cuclillas para perderse entre la gente. Gruñó al resbalar y casi caer. Un instante bastó para volver a estar en equilibrio. Desde arriba era más fácil buscar, y la encontró corriendo en un pequeño mercado que recorría una calle entera hasta el muelle. Siguió corriendo sobre los tejados, pues tenía el camino libre y podía alcanzarla. Veía como ella giraba hacia atrás, buscándole. Pobrecita, él ya la había localizado.

Finalmente el camino se le acabó y ella llegó al muelle, donde miró las calles a sus lados, decidiendo a dónde ir. Ese fue su oportunidad para saltar y llegar a su lado, cayendo al frente suyo con destreza.

—Si serás escurridiza, te dije que... —No pudo terminar cuando lo ignoró y volvió a huir, dejándolo enmudecido—. Desgraciada...

¡Iba a encerrarla ahora sí! Normalmente cuando estaba frente a alguien la persona se paralizaba de terror. Ella no lo hizo. Perfecto, pensó con sarcasmo.

Ahora ambos corrían por las calles, la hubiera alcanzado si no fuera por el hecho de que esa joven le lanzaba cualquier cosa en el camino. Parecía que el miedo la incentivaba a correr como loca. Estaba hartándose de correr como tonto por toda la ciudad. Tampoco se pondría a usar la fuerza en aquella situación, mejor seguía intentando atraparla. No dejaba de agacharse, esquivando las frutas que la rubia cómodamente tomaba de los puestos para lanzarle. Tenía una puntería más fina que varios del ejercito.

Se decidió a capturarla en el instante que la vio huir hacia cierta zona de la ciudad. Tragó en seco, esperando alcanzarla antes de que llegara a dónde temía que hiciera. ¿En qué momento se le adelantó tanto? No podía creer que esa chica anduviera por allí. Se miraba muy joven.

Poderosa fuera su mala suerte.

Se había metido a un jodido bar donde él no era muy bien recibido. Claro que no lo era, no después de haberse ido a meter allí un día que no había estado del mejor humor, y prácticamente le había pateado el culo hasta el mesero. Gruñó y maldijo, dando vueltas alrededor, decidiendo sí entrar o no. No quería ser la burla del ejército por dejar escapar a una mujer, pero tampoco quería armar un escándalo. Decidió que lo primero era peor, por lo que suspirando, se dispuso a entrar. Tenía que cumplir su trabajo.

El lugar estaba un poco escaso de luz, y el aroma a alcohol inundaba el aire. Eso le hizo preguntarse cómo aquella chica se había ido a meter allí. En su mayoría, eran hombres y jóvenes los que jugaban en la taberna a una partida de cartas o viendo quién era más fuerte. Alguien cantaba en un lugar que él no podía ver con claridad y una que otra chica bailaba alegre. El ambiente no era tan malo, pero una ojeada más a las ropas de aquellas personas lo hizo sentirse confundido. Gitanos. ¿De dónde habían salido tantos? La última vez que estuvo allí no había visto a tantos.

—¿Necesita algo? —Una voz femenina le llamó a su espalda. Se giró, viendo a la camarera que sonreía cordial. Tenía pecas casi imperceptibles en su nariz, recorriendo sus mejillas, y su cabello castaño se encontraba recogido en un moño bajo, dejando escapar varios mechones. Claro, sí tan solo supieran quién era él no le sonreiría con tal cortesía. Era una suerte que odiase llevar el uniforme del ejército o ya lo habría reconocido. Y ya que estaba allí, recordaba a un joven cadete asustado por ciertas personas que solían frecuentar un bar, se dijo que era ése mismo. ¿Por qué tanto miedo? No veía nada fuera de lo normal.

—No gracias, sólo...

—¿Sí?

— Busco a alguien.

—¿Podría saber quién?

—Es una chica que acaba de entrar. ¿No la vio pasar?

—Creo que ya se de quién hablas. Subió al segundo piso —La respuesta lo sorprendió un poco. Los gitanos eran conocidos por no ser nada confiados, eso había escuchado. Siempre eran celosos entre ellos. Pero la camarera le había respondido tan normal. Se dio cuenta de todo cuando fue demasiado tarde. La puerta de entrada se cerró de golpe y todos empezaron a rodearlo. Rodó los ojos cuando dos tipos grandes lo sujetaron de los brazos, mientras que la misma camarera cambiaba su actitud amable y le mostraba una mirada hostil, viéndolo fijamente. La mujer se cruzó de brazos, realzando su busto y le sonrió arrogante, haciendo desaparecer cualquier rastro de amabilidad de sus facciones.

—General Fierce, está demasiado lejos del palacio. —Lo conocía. Esa gitana lo conocía. ¿Qué podía ser peor? Estaba seguro de que no saldría de allí sin discutir. Se sabía los rumores, todos creían que era el responsable de cada arresto y maltrato sin razón, cuando en realidad, llevaba años sin ver a tantas personas como habían en las calles. Pero tenía una duda, ¿cómo sabía ella quién era? Le daba igual, no temía.

—Deja ese apodo, no me gusta. Y sí, tengo que estar vigilando que las ratas no salgan de su madriguera, lástima, se les escapó una. —Sintió la patada que le propinó la mujer en el abdomen al decir aquello. Sonrió sin poder evitarlo. Debió haber imaginado que los gitanos estaban tras de todo. Se podría decir que eran los más rebeldes, la mayoría eran ellos. Y con el espectáculo que había hecho allí la última vez, los entendía—. No era necesario el golpe.

—Sí lo era. Teníamos un trato, tú nos dejabas tranquilos sí pagábamos la estúpida renta de este lugar. Ahora no me vengas con eso. —¿Trato? ¿Cuándo había quedado él con ella de esa forma? Natsu apartó la mirada de la mujer cuando un movimiento en el segundo piso llamó su atención. Vio a la chica que lo había llevado hasta allí, recargada en la barandilla de la escalera. El lugar estaba un poco oscuro por lo que seguía sin ver bien su cara. Volvió la vista a los rostros enfurecidos cuando la camarera llamó su atención con una palmada.

—Ustedes saben que la magia está prohibida, su amiguita la estaba exhibiendo a plena luz del día y allí yo no puedo hacer de oídos sordos. Un día en el calabozo y eso es todo —intentó razonar. Supo que no lo había logrado cuando la mujer sonrió a los tipos que lo tenían sujeto—. Supongo que eso es un no...

•••

—¿Así o más claro? —preguntó la gitana que lo había mandado a arrojar en el muelle, que si mal no escuchó se llamaba Cana. Natsu surgió a la superficie, aguantando a como podía la ira contra aquellos tipos que se soltaban a reír. Está bien, lo tomaría como empate. Se lo merecía.

—Gracias por el baño —añadió sarcástico, avanzando a la orilla, dispuesto a subir. Pero unos pies femeninos y descalzos irrumpieron su campo de visión. Subió la vista veloz, descubriendo el lindo rostro de la chica que le había causado todos esos problemas. Ahora sí podía observarla mejor. Tenía unos lindos ojos marrones que le recordaban el color del empalagoso chocolate. Y su rostro, aunque ella ya se miraba de unos diecisiete años, tenía un toque aniñado que la hacia ver tierna. ¿Pero cómo tenía tanta curva? Parecía muy joven. Apartó los pensamientos al ver como ella le tendía la mano.

—Creo que los chicos se pasaron un poco. ¿Estás bien? —Natsu ignoró el sonido tan dulce e inocente de su voz para sentarse en el muelle sin su ayuda, y poder quitarse el saco empapado, para tratar de exprimirlo.

—No deberías confiarte tanto, puedo atraparte en este instante y encerrarte más días en prisión por negarte al arresto. Y por lo que tus "amables" amigos hicieron —extendió el saco negro, ignorando el hecho de que era lo único que cubría su torso ahora desnudo y la incomodidad que sentía al verse expuesto. Era su culpa por llevar sólo eso. Daba gracias a que en esa zona tan alejada, las calles estuvieran casi desiertas.

—Sí hubieras querido me hubieras atrapado antes. No puedes culparlos, escuché que en una ocasión llegaste allí y golpeaste a unos chicos. Además, la hipoteca de la propiedad la estás cobrando el doble. —Vio como la chica se sentaba a su lado, metiendo los pies desnudos en el agua, chapoteando con ellos—. ¡El agua está deliciosa!

—¿Estás diciendo que no quise arrestarte? —Dio una fuerte sacudida a su abrigo, liberando una brisa de agua, guardando en su mente con importancia lo que ella decía sobre una hipoteca—. Listilla, ahora largo, antes de que me arrepienta.

—¿Cuál es tu nombre? No te gusta tu apodo, pero me parece lindo. ¿Eres feroz? —Aquella pregunta tan inocente lo hizo sonreír por dentro. Podía asustarla un poco, estaba molesto por el hecho de que lo había arrojado al agua.

—Soy muy feroz cuando niñitas me ponen a perseguirlas por toda la ciudad y luego me dan un baño para nada gentil. Así que se podría decir que sí. —Secó su traje lo más que pudo y se lo pasó por los hombros—. Insisto linda, será mejor que te vayas. Los soldados no tardarán en venir a ésta zona y no tengo ganas de cuidar los calabozos hoy.

Vio como la chica hacía un tierno puchero antes de sacar los pies del agua y lo miraba indecisa. Se puso de pie y alzó el rostro para verlo.

—¿No me dirás tu nombre?

—No. —Se quitó las botas, sentía mucha agua en ellas. Por lo que se agachó para tomarlas y secarlas. Sólo sintió el empujón antes de volver a caer en el agua. Molesto nadó a la superficie, viendo a la joven alejarse bailando sobre sí misma y tarareando alegre—. ¡Traidora!

—¡Aburrido! —Le respondió ella de vuelta. Natsu escupió el agua que había tragado, siguiendo con la mirada asesina a la chica. Pero ella se giró, dándole una sonrisa alegre—. ¡Mi nombre es Lucy, General Bobo.

—¡Si te vuelvo a ver arrastraré tu trasero a la prisión! ¡¿Oíste?!

—Sí, sí... —Obtuvo como respuesta antes de verla desaparecer entre las calles. No le quitó la mirada de encima hasta que la perdió de vista.

Natsu dio un golpe al agua, empapando aún más su rostro.

Malditos gitanos.

Malditas reglas.

Maldita chica.

¡Ah, pero ya verían! Odiaba encerrar a gente en prisión. Pero ellos se habían pasado un poco. Y no le importaba qué tan bonita o inocente se mirara. No iba a flaquear por un par de ojos bonitos.

━━━★━━━

Continuará...

N/A:

Aquí está ya el primer capítulo.

, esto será más difícil de lo que pensé. Me chocan las personalidades de los personajes míos con los de FT pero, LIVING LA VIDA LOCA... Okno, los nuevos lectores quizás no lo tomen tan raro como yo o los que ya leyeron la historia en un pasado XD.

Ahora , las actualizaciones serán cada diez o doce días <3

Y perdonen si se me escapó algo por allí (hablo de las descripciones de los personajes; un ejemplo es que el protagonista tiene el pelo negro, y Nasho lo tiene rosa :v, si algo así se me escapó lo corrijo apenas la vea XD)

Y TENEMOS A STING DE PRÍNCIPE WUUUU

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro