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7. Biología


Esa mañana, Betty no dejó de preguntarme sobre Sweet Pea y lo que había ocurrido. Siendo la persona más cercana a mí, además de Jughead, terminé respondiendo todas sus dudas y le di cada detalle.

—Nunca te imaginé con una Serpiente —dijo, con una sonrisa picarona. Puse los ojos en blanco—. Es decir, de Reggie Mantle a Sweet Pea...

—De acuerdo, Betty, en primer lugar: no estoy con Sweet Pea ni voy a estarlo —aclaré, y esta vez ella rodó los ojos—. Sabes lo que diría mi madre. Jamás lo permitiría.

—Pero, si te dejara, ¿saldrías con él?

La miré con los ojos entrecerrados.

—Buen intento, Cooper, pero no voy a caer.

Betty se rió y se desvió hacia el otro lado del pasillo, dado que tenía Geometría y yo tenía Biología. Me acomodé la mochila sobre el hombro y entré a la clase del señor McCloud. Había varias mesas de trabajo vacías, otras ocupadas, y una en especial. Le sonreí a Kevin, quien me guardaba un lugar a su lado, y él quitó su mochila de la silla.

—Ahí está mi compañera favorita —dijo con una sonrisita.

—Sólo te sientas conmigo para que te ayude —dije, con un tono burlón, y me senté, dejando la mochila sobre la mesa.

—No —negó, me señaló con su índice—. Me siento contigo porque somos amigos. Y porque somos amigos, me ayudas.

—Claro —respondí con sarcasmo.

No era noticia que Kevin se quisiera sentar a mi lado en todas las clases que compartíamos, dado que tenía diez en todas las materias. Pero no me molestaba, me gustaba ayudarle a él y a todos los que lo necesitaran. Archie, por ejemplo, desde pequeño tenía algunas dificultades para la escuela y recurría a mí cuando necesitaba tutorías. Por algo Reggie tuvo tan buenas calificaciones en el ciclo escolar en que estuvimos juntos...

El aula empezó a llenarse rápidamente, pero el profesor todavía no llegaba, por lo que charlé con Kevin sobre cómo estaba harto de seguir soltero.

—No te desesperes, Kev. Estar soltero no es algo malo. Sólo tienes que ser paciente.

—Pero no me gusta, al menos cuando iba al bosque me divertía un poco y era más... soportable.

Le apreté el hombro con cariño.

—¿Qué hay de los nuevos? ¿Alguno que te interese? Vi cómo se miraron tú y Fangs —sugerí juguetonamente.

Kevin sonrió, pero negó con la cabeza.

—Estar con Joaquín fue suficiente experiencia con las Serpientes. Además, no creo que pueda salir con alguien que se llama Fangs —declaró—. ¿Qué me dices tú? ¿Alguno que te interese? Vi tu reacción cuando los viste entrar el primer día, así que no me mientas.

Desvié la mirada hacia mis manos, moviendo constantemente mi pie sobre el soporte de la silla.

—Algunos están guapos, como tú lo dijiste, pero no. Estoy feliz así —declaré—. Estar con Reggie fue suficiente experiencia con el amor.

Kevin entrecerró los ojos, mirándome como si acabara de decir puras estupideces.

—Oh, por Dios. Harley, no podrías ser más transparente, aunque lo intentaras —dijo, con un jadeo. Lo miré mal, pero no dije nada—. No me digas que no te interesa esa Serpiente con brazos y hombros de Hércules.

Me sonrojé muchísimo, tanto que sufrí de calor, cuando dijo eso y al mismo tiempo entró Sweet Pea acompañado por Toni. Por un segundo cruzamos miradas, pero rápidamente agaché la cabeza, dejando que el cabello me ocultara la cara.

—Sólo mírate —se rió, alucinado por mi reacción—. Definitivamente te gusta esa Serpiente. Y por la forma en que te mira, creo que es mutuo.

—Cállate —mascullé, con tono suplicante.

—Tienes que admitir que es ardiente, y se ve que hace más que sólo sacudir la cama.

—Por Dios, Kevin —suspiré avergonzada, cubriéndome la cara con las manos.

—Ya sabes. De esos que les gusta que le digan Dadd...

Le tapé la boca rápidamente, suplicante por que no siguiera hablando. Era verdad que Sweet Pea era bastante atractivo, sobretodo con su aspecto rebelde y peligroso y su actitud protectora, además... de que no me cabía ninguna duda que era bueno en la cama. Con sólo besarme había logrado encender cada centímetro de mi piel y alborotar mis hormonas como Reggie jamás lo había hecho.

Apenas destapé su boca, empezó a hacer preguntas:

—¿Ha pasado algo entre ustedes? Ya sabes, desde la carrera contra los Diablos.

Fruncí el ceño y lo miré sin entender de qué hablaba.

—¿Carrera?

Kevin arqueó una de sus pobladas cejas castañas, como si la respuesta a mi duda fuera obvia.

—¿La carrera ilegal de Jughead contra los Diablos? —me recordó con tono obvio— Él estaba ahí, ¿recuerdas?

—Creí que ya lo habías arreglado —dijo Jughead, llegando a mi lado, confundido por verme inclinada sobre el motor mientras inspeccionaba el auto de Reggie.

Me remangué la sudadera blanca y corta (tanto que descubría mi ombligo) que traía, y me puse de puntas en mis Nike rojos, tratando de alcanzar a ver hasta la parte más profunda del interior del coche. El aire sopló contra mis piernas desnudas (ya que llevaba unos shorts de mezclilla) y mi cabello suelto. Opté por recogerlo en un moño alto y desarreglado para evitar que me estorbara la vista.

—Claro que lo hice —respondí, apenas mirándolo rápido y resoplando con egocentrismo—. Sólo estoy asegurándome de que todo esté en orden. Además, lo escuché hacer un ruido raro en el camino. Ve a encenderlo —le pedí.

Ayer, cuando Jughead me habló sobre la carrera de autos que tendría contra los Diablos (la pandilla enemiga de las Serpientes) para invitarme, le pregunté qué auto usaría. Me reí fuerte cuando dijo que Reggie les había prestado su Impala a cambio de dejarlo ver la carrera ilegal que se llevaría a cabo en la carretera.

Claramente, Jughead no entendió mi risa y tuve que explicarle que mi auto (el Jeep que tenía estacionado en el granero porque ni siquiera encendía) corría más que ese Impala. Si quería ganar, tendría que hacerle unas modificaciones.

Por supuesto, acepté cuando me pidió el favor de arreglarlo. Lo llevó a mi granero, reparé lo que tenía roto, ajusté lo suelto y le añadí unas modificaciones. No me importó mejorarle el carro a mi ex novio (que le obsequiaron hace un mes) si eso implicaba que Jughead ganaría la carrera y los Diablos dejarían en paz a su pandilla.

Jughead encendió el coche y un pequeño chillido, apenas perceptible, me hizo formar una mueca de inconformidad. Podría no ser algo grave, pero prefería no arriesgarme.

Me aparté el cabello de la cara, me incliné sobre el interior del coche, y entonces lo vi. Sonreí triunfante, moví la pieza suelta que estaba haciendo el tintineo ante la vibración, y el ruido cesó.

—Hey, ¿qué crees que estás haciéndole a mi bebé? —preguntó Reggie, sentado sobre el capó de la camioneta de Kevin, con una expresión de desconfianza.

Reggie no tenía ni idea de que yo le había arreglado el auto, pues específicamente le pedí a Jughead que lo mantuviera en secreto.

—Oh —dije, con fingida inocencia—. Encontré una pieza suelta.

—¿Qué? —exclamó, bajándose del coche con un salto para acercarse a mirar— Imposible.

—Sí, mira.

Metí la mano y volví a sacarla, pero no con una pieza, sino con el dedo corazón levantado y mirándolo. Las risas alrededor me dieron mucha más satisfacción. Reggie apretó los dientes y regresó hacia el coche de Kevin, donde también estaban Cheryl, Verónica, Kevin y Betty.

—Jug —le hablé, quien recién había apagado el coche y ahora estaba saliendo del asiento del piloto—, recuerda: no te quedes en el embrague y que no se deslice entre los cambios.

Jughead asintió y se volteó a hablar con Betty cuando ésta se acercó con una mirada preocupada y nerviosa.

Me sacudí las manos y cerré el capó, cuando tuve la sensación de que alguien me miraba. Traté de ignorarlo, pero no pude dejar de pensar en ello y miré hacia mi izquierda, donde estaban las Serpientes agrupadas. No tardé en ubicar a la persona que me observaba, pues no había apartado la mirada todavía.

Estaba sentado en su motocicleta, su cabello negro y peinado y le tapaba una parte de la frente, y fruncía el ceño para evitar que el sol le lastimara sus ojos oscuros. El tatuaje en su cuello me hizo sentir que lo había visto antes, pero no podía recordar en dónde o cuándo.

Le sostuve la mirada, hasta que lo vi formar una sonrisa ladina y coqueta.

Decidí terminar el pequeño concurso de miradas y me fui hacia donde estaba el resto, ignorando la presencia de Cheryl y Reggie.

—Por Dios, esa Serpiente no deja de mirarte —susurró Kevin en un grito seseante con tono emocionado. Sabía de quién hablaba, así que seguí con mi vista en los carros competidores—. Decididamente te está mirando —insistió—. Y definitivamente está guapo.

—Déjalo ya, te va a ver.

Kevin sonrió.

—Ya me ha visto. Sigue mirando hacia aquí —dijo con una sonrisa divertida.

Entonces, no pude seguirme resistiendo y miré. Él volvió a mostrar esa sonrisa ladeada y sexy. Tuve que morderme el labio para no sonreír como colegiala enamorada, y me volteé hacia Kevin antes de que la Serpiente se diera cuenta de mis mejillas enrojeciendo.

Solté un respingo, estupefacta, al recibir el recuerdo, y me tapé la boca con la mano.

—¿Lo habías olvidado?

—¡Con razón sentía que lo había visto antes! —grité en un susurro, descubriéndome la boca— Por Dios.

Kevin se rió por lo bajo, disfrutando de mi repentina revelación y vergüenza. Lo empujé por el hombro con suavidad.

Ahora entendía por qué aquella noche en el Whyte Wyrm tuve la sensación de haberlo visto antes. Lo había visto en la carrera contra los Diablos.

—Tal vez también es el mismo que te pareció guapo la noche del autocinema.

Nuevamente, fruncí el ceño y lo miré todavía más confundida y abrumada, pero antes de que pudiera preguntarle, el profesor entró exigiendo silencio.

—Buen día. Para los recién integrados, soy el profesor McCloud y ésta es la clase de Biología —se presentó con una amable sonrisa. El profesor era un señor de la tercera edad con barba blanca y bigote del mismo color, pero ningún cabello en su cabeza pecosa—. Lamento la tardanza, pero el director Weatherbee me mandó llamar para hablarme de los nuevos estudiantes del Sur y lo mucho que le importa que se sientan recibidos y bien integrados, con lo que se me ocurrió una idea —exclamó dando un alegre aplauso tras haber dejado su portafolio sobre su escritorio—. Voy a cambiarlos de parejas de trabajo, y con quien les toque trabajarán el resto del ciclo escolar.

Mientras que los sureños se quedaron callados, algunos norteños dejaron salir suspiros o bufidos. Kevin y yo nos quedamos en silencio, pero lo vi formar un puchero. Me miró con ojos de cachorro, pues ya no me tendría como su pareja en los trabajos y no le podría ayudar en clase. Le di una media sonrisa, animándolo, y abracé brevemente su brazo.

—Muy bien, tranquilos, calma —pidió el profesor, regalando una cálida sonrisa—. El objetivo de esto es que se conozcan y aprendan a convivir. Cada uno será del Norte y otro del Sur, pero eso no significa que sean diferentes.

Vi a Toni y Sweet Pea intercambiar miradas, complacidos con la actitud del profesor, aunque no parecía haberles hecho muy felices la dinámica de ser mezclados.

El profesor observó la clase con mirada pensativa, haciendo un ruido con la garganta, y se peinó la barba con la mano. Aplaudió de nuevo cuando halló la manera de mezclarnos.

Todos nos levantamos. Los norteños elegimos un nuevo lugar, quedando esparcidos uno por mesa. Yo decidí quedarme donde estuve desde el principio y Kevin tomó el lugar atrás de mí. Sonreí divertida, pues aún había logrado quedar cerca de mí, por lo que podría sólo voltearse y hacerme todas las preguntas que quisiera sobre la clase.

Después, los sureños simplemente empezaron a moverse por el salón para elegir un lugar. Busqué entre las caras a Toni, para invitarla a sentarse conmigo. Sin embargo, un cuerpo fornido y alto se atravesó en mi vista. La cadena con una chapa de identificación me hizo tragar saliva con dificultad, pues me hizo adivinar de inmediato quién era.

Sweet Pea me sonrió de lado, como tan bien le salía, cuando levanté la mirada. Había elegido sentarse conmigo.

—¿Puedo? —preguntó, para mi sorpresa

Asentí y me pegué más hacia la mesa, dejándole suficiente espacio para pasar detrás de mí y poder sentarse en el banco a mi lado, el cual daba hacia la ventana, dejándome del lado del pasillo.

—¡Perfecto! —celebró el profesor, después de que el último sureño se sentó— Ahora, hablemos sobre su tarea.

Esta vez, los suspiros de frustración salieron de todos.

—Tranquilos, no es nada complicado —dijo con tono entusiasta—. Me lo entregarán en tres días, que es cuando tenemos la siguiente clase. Será en parejas, y será sobre los temas que hemos visto en el año, para que los nuevos se pongan al corriente. Al resto, les servirá como un repaso.

Mis manos empezaron a sudar en el interior de los bolsillos de mi sudadera. Tendría que reunirme con él después de clases para hacer un trabajo. No estaba segura de si verlo como mala o buena suerte, pero de lo que sí estaba segura es de que iba a ser un poco incómodo. Sobretodo porque él parecía tener la misión de hacerme sonrojar todo el tiempo.

El profesor sacó un viejo tarro de vidrio con un montón de papelitos doblados en el interior. Fue pasando de mesa en mesa, extendiendo el tarro al alumno sentado del lado del pasillo, para tomar un papelito. Adentro de cada uno, estaba escrito un tema.

Cuando pasó por nuestra mesa, nos miró con una amable sonrisa.

—Ah, muchacho suertudo —comentó McCloud, mientras yo metía la mano al frasco—, te tocó mi mejor estudiante. Espero buenas calificaciones entonces, eh —entre bromeó y ordenó.

Sweet Pea sólo respondió con una subida y bajada de sus cejas. Se inclinó muy cerca de mi hombro, queriendo leer el tema que nos había tocado cuando saqué el papel del frasco. Su respiración me envió escalofríos y enchinó mi piel.

Herencia y genética

El profesor no volvió a mencionar el trabajo ni el intercambio de los sureños y se enfocó en dar la clase. Tomé notas de todo lo que escribió en la pizarra, y por el rabillo del ojo pude ver que él también lo hacía.

Mi celular vibró en el bolsillo de mi sudadera. Con cuidado de que el profesor no me viera, lo saqué y leí el mensaje de Kevin:

"Suertuda. No deja de mirarte"

Justo cuando iba a guardarlo otra vez, vibró unas cuantas veces más.

"Definitivamente es un Daddy"

"Tu Serpent Daddy"

"Los apoyo juntos"

"Háblale a tu Serpent Daddy"

"No querrás hacerlo enojar, o sí?"

Esta vez, tuve que taparme la boca para no estallar en carcajadas, aunque dejé salir una risa silenciosa que sólo se notó por mis hombros moviéndose. Miré por encima de mi hombro: Kevin me sonreía y con sus ojos señalaba a Sweet Pea. Negué con la cabeza y formulé un NO con la boca, sin hacer ruido. Kevin me imitó, formando un COBARDE con el puro movimiento de sus labios.

Le mostré mi dedo corazón y me volteé de nuevo hacia la pizarra. En el camino, encontré los profundos ojos oscuros de Sweet Pea observándome. Antes de que pudiera reaccionar, me enfoqué en la pizarra y seguí copiando en mi libreta.

Planeando no chocar con él ni salir al mismo tiempo para evitarlo, guardé todas mis cosas con extrema lentitud y esperé a ser la última en el salón. Una vez que sólo quedé yo, me colgué la mochila al hombro y salí.

Apenas quise dar vuelta a la derecha, me detuve y salté, tapándome el corazón ante el fuerte latido que sentí conta mi pecho, al llevarme un enorme susto. Sweet Pea estaba justo ahí, esperando afuera del aula, recargado contra los casilleros con los brazos cruzados y mirándome frente a frente.

—Me asustaste —gruñí, obligándome a controlar mi respiración.

—Lo siento, muñeca —dijo, aunque realmente no parecía lamentarlo. De nuevo, fruncí levemente el entrecejo al oír aquel mote.

—¿Qué necesitas? —pregunté nerviosa, adivinando que había estado esperándome.

—Si mal no recuerdo, tenemos una tarea que hacer.

—Claro —dije, asintiendo. Suspiré—. Podemos hacerlo hoy después de clases, en la biblioteca. El tema tiene su complejidad, pero si nos concentramos y dividimos los subtemas, podríamos terminar hoy y deshacernos de ese pendiente. La biblioteca tiene muchos libros con información, sé que es un método que ya no se usa, pero el profesor... ¿Me estás escuchando? —pregunté arqueando una ceja, y me crucé de brazos.

Sweet Pea levantó la mirada de mis labios, que seguramente sólo había observado moverse, pero no había escuchado nada salir de ellos.

—Claro —respondió con una media sonrisa que me hizo temblar de las rodillas.

Lo miré sin creerle. Nos observamos directo a los ojos, de repente empezando un concurso de miradas, y yo no iba a perder esta vez.

—Sí sabes que lo que pasó esa noche... no va a repetirse, ¿verdad? —le advertí, descruzando los brazos y metiendo las manos al bolsillo de la sudadera.

Su sonrisa ladina volvió a aparecer conforme se acercó, tanto que sólo quedaron unos centímetros de distancia entre nosotros, haciéndome levantar más la mirada para no perder de vista sus ojos. El olor de su colonia, que me recordó a la madera y la menta, me hizo inhalar profundamente, fascinada con su aroma.

—Ya veremos, muñeca —susurró.

No pude soportarlo más. De nuevo, ganó. Retrocedí y me di vuelta, dirigiéndome hacia los baños y olvidándome de la siguiente clase. Pude sentir su penetrante mirada en mi espalda, pero no volteé y seguí mi camino.

Lo peor fue que, en el transcurso del día, no pude concentrarme en clases. No dejaba de pensar en su sonrisa traviesa, como si supiera exactamente lo que provocaba en mí; sin embargo, su actitud no era engreída. Sí, flirteaba, pero no me hacía sentir menos ni como si fuera una simple conquista. Se sentía como si verdaderamente le gustara, pero no podía estar segura...

Fue inevitable que mi seguridad no quedara estropeada por Reggie Mantle. En sólo un mes, consiguió hacerme sentir la chica más indeseada y menos atractiva en el planeta. No sólo me engañó con una chica innegablemente hermosa, sino que durante semanas estuvo llamándome gorda, mal vestida, torpe, y muchos otros adjetivos que desaparecieron mi amor propio.

Sin embargo, esa noche en el Wyrm, no sentí nada de eso. La forma en que me miraba me hacía sentir... diferente. Reggie nunca me miró de esa forma, ni me besó así, ni provocó todas esas sensaciones cálidas y de deseo.

Sweet Pea era diferente, como una excepción a todos los hombres. Cuando lo conocí, algo en mi interior cambió y, fuera lo que fuera, hacía que lo necesitara (pero no de manera carnal, no). Por razones que desconocía, por mucho que intente luchar contra mis sentimientos, él era una excepción. Una excepción que no entendía, pero que se sentía increíblemente bien.

Cuando fui a la biblioteca, elegí una mesa apartada de las demás, cerca del pasillo con los libros de Ciencias Naturales. Me di cuenta de que estaba ansiosa y nerviosa cuando dieron las tres con diez y los pensamientos se volvieron inseguros.

¿Y si no venía?

Mi pie se movió contra la alfombra fervientemente, zapateando con el tobillo y moviendo la pierna. Empecé a sacar mis cosas de la mochila, creyendo que tal vez terminaría haciendo el trabajo yo sola, cuando la puerta se abrió con más fuerza de la necesaria, causando un estruendo. La bibliotecaria lo calló con un fuerte y fastidioso "shh" con el índice en los labios.

Sweet Pea la ignoró, sin importarle el regaño. Buscó con la mirada, hasta que me ubicó, en la mesa más lejana y prácticamente oculta. La biblioteca estaba casi vacía, sólo con unos cuantos alumnos buscando libros o realizando una tarea.

Caminó despreocupado y creí que se sentaría en el otro lado de la mesa, pero tomó asiento en la silla que estaba a mi lado. Dejó caer su mochila, que era color verde militar, y tenía muchos dibujos (algunos muy buenos y otros muy vagos) hechos con pluma de tinta negra.

Carraspeé y me acomodé en mi lugar, insegura de cómo empezar.

—Creí que no vendrías —comenté, sacando el libro de la clase de Biología y poniéndolo sobre la mesa, entre los dos.

—¿Por qué no lo haría? —preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.

No iba a decirle la verdad, así que sólo me encogí de hombros.

—Bien. ¿Viste la herencia y la genética en tu otra escuela?

Él negó con la cabeza.

Suspiré. Eso significaba que tendría que explicarle el tema. No es que me molestara, pero eso implicaba que tendría que hablar mucho, y aún me sentía algo nerviosa a su lado. No podía evitarlo. Sweet Pea me atraía bastante, aunque se lo negara a Kevin y a Betty.

—Bueno —dije, abriendo el libro. En el índice busqué la página del capítulo que hablaba sobre el tema, y lo dejé de par en par, como apoyo visual—. La herencia es el proceso por el que la información genética se transmite de padres a hijos. Es por esto que los miembros de una misma familia tienen características similares. Cada persona tiene dos genomas —expliqué, señalando la imagen de color que mostraba los genomas—. Un genoma es un conjunto completo de instrucciones genéticas de un organismo. Cada genoma contiene la información necesaria para construir ese organismo y permitir que crezca y se desarrolle. El genoma tiene una longitud aproximada de 3.200 millones de pares de bases y está empaquetado en 23 pares de cromosomas. Obtenemos una copia de nuestro genoma de cada uno de nuestros padres. La herencia genética describe cómo el material genético se transmite de padres a hijos. Oh, detenme cuanto tengas dudas —añadí, y él asintió.

No me fijé si de verdad estaba poniéndome atención, porque me enfoqué en mirar el libro y mis manos cuando señalaba imágenes o explicaba con formas y ademanes para darme a entender mejor. Sin embargo, no abrió la aboca en todo el rato.

—Y el genotipo es una descripción de la composición genética única de un individuo. Se puede usar para describir un genoma completo o solo un gen individual y sus alelos. Los alelos son diferentes formas del mismo gen. En los humanos, los alelos de genes particulares vienen en pares, y nuestras características están determinadas por la combinación de los alelos que tenemos. El genotipo de un individuo influye en su fenotipo, que es lo que te expliqué antes —terminé de decir, y exhalé. Regresé a la página inicial del capítulo—. Realmente eso es todo lo que hemos visto. Es el tema de la semana pasada, por lo que no hemos avanzado mucho. ¿Tienes dudas?

—Sólo una —admitió.

Finalmente lo miré, y sentí que se me enredaba la lengua cuando sus profundos ojos chocolate miraron los míos. Se recargó con sus brazos sobre sus piernas, sus manos entrelazadas cerca de sus rodillas separadas. Su rostro quedó a la misma altura que el mío.

—¿Por qué no quieres hablar sobre lo que pasó esa noche?

Porque me dan ganas de repetirlo, pensé.

—¿Podemos olvidarlo? —casi supliqué, evitando su mirada constante.

—¿Por qué? —insistió, frunciendo el ceño— ¿Te arrepientes?

De inmediato lo miré, y negué levemente con la cabeza.

—No, no lo hago —admití, suspirando—. Pero no veo por qué hablarlo. Ya te dije que no se va a repetir.

Sweet Pea ladeó la cabeza hacia un lado, tratando de determinar si mentía. Luego sonrió un poco.

—No puedes negar que hay algo.

Sí, y bastante fuerte, pensé con agonía.

Mis dedos cosquilleaban por el deseo de enredarse en su cabello, atraerlo hacia mí y besarlo, aunque sea una vez más. Sus labios, rosas y suaves, tiernos y carnosos, eran todo un poema sobre la tentación. El recuerdo de la sensación de ellos sobre la piel de mi cuello, causándome escalofríos con su aliento cálido y ligero, me cortó la respiración.

Mi boca se sintió seca, y tragué con dificultad, cuando me di cuenta de lo cerca que estaba. Ni siquiera me di cuenta del momento en que había acortado la distancia. Siguió acercándose, nuestras narices se rozaron, su boca a sólo milímetros de la mía me hizo cerrar los ojos.

¿Cómo lo hacía? ¿Por qué caía a sus pies con tanta facilidad? ¿Por qué se sentía tan natural y cómodo besarlo? A Reggie le tomó seis meses convencerme de llegar a algo más que un beso, y Sweet Pea sólo necesitaba tocarme para hacerme gemir su nombre o morderme suavemente para querer quitarle la ropa. Era todo tan distinto, y mucho, mucho mejor.

Me eché hacia atrás al mismo tiempo que él en cuanto escuchamos pisadas acercarse. Una chica, avergonzada por ver nuestro posible beso, pasó por un lado de nosotros hacia los estantes con los libros de ciencia.

No me esforcé por ocultar los colores en mi cara, y sólo me acomodé y carraspeé. Sweet Pea no parecía ni un poco avergonzado, pero sí fastidiado con la chica por habernos interrumpido. Una vez que ella se fue con tres libros en brazos, dejé salir el aire que no sabía que estuve reteniendo.

—Sigamos con el proyecto —le dije, y sonreí con tono juguetón—. Y ya que no tienes dudas sobre el tema, ¿por qué no respondes este ejercicio? —sugerí, tendiéndole mi libreta y pluma antes de cambiar la página y señalar el recuadro con diez preguntas sobre el capítulo.

Sweet Pea se rió en silencio, me miró y asintió.

—Bien. Pero si contesto bien, tú responderás a mi duda.

Entrecerré los ojos, un poco indecisa, pues parecía bastante seguro de que sacaría todas las respuestas correctas.

Me encogí de hombros al final y señalé la libreta.

—Adelante —acepté.

Lo vi anotar primero todas las preguntas y en ese momento le quité el libro. Lo dejé sobre mis piernas, abierto hacia mí, de modo que no pudiera copiar. Por un instante, al verlo responder rápido y decidido, creí que había perdido. No obstante, cuando revisé la evaluación, comparando con la información del libro con él como testigo para asegurarse de que no mintiera, sonreí mostrando todos mis dientes al tachar la última respuesta.

—Pero no te sientas mal, fue un buen intento —le dije, con un fingido intento de alentarlo. Sweet Pea se cruzó de brazos y me miró sospechoso, como si yo hubiera encontrado la forma de hacer trampa—. Tal vez la próxima —me reí.

—Definitivamente la próxima, muñeca.

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