2. Preparatoria Riverdale
Esta vez, no fue la alarma la que me despertó a las siete de la mañana, sino el olor de un desayuno casero y bien preparado por mi madre. Me apresuré a tomar una ducha y vestirme con unos shorts azules a la cintura, con una holgada camisa blanca de mangas largas y unos Converse blancos y mi mochila en el hombro.
—Huele increíble, mamá —dije apenas tomé asiento en el comedor, y me serví un vaso de jugo de naranja.
Ni siquiera alzó la mirada del periódico ni respondió. Se levantó, tomando un último sorbo de su café, y se dirigió directamente hacia su habitación.
—Ten un buen día —fueron sus únicas palabras.
Dejé caer mis hombros, rendida, y me concentré en desayunar. Después, me lavé los dientes en el baño de invitados y me dirigí hacia la casa de Betty. Cada mañana me iba con ella, para evitar que mi madre se desviara del camino, ya que la escuela y el hospital quedaban en diferentes direcciones.
—¿Hiciste la tarea de Álgebra?
—Con los ojos cerrados —presumí con tono burlesco, sonriéndole con egocentrismo. Betty sonrió divertida, asintiendo—. ¿Necesitas ayuda?
—Sólo con el último ejercicio.
Así que, durante el camino a la escuela, le expliqué el último problema, el cual le preocupaba porque vendría en el examen final.
—No sé cómo lo haces. Te entiendo más que a la profesora Dawson —admitió, guardando su libreta en la mochila mientras entrábamos a la escuela—. Deberías considerar dar tutorías, ahora que mi tía Allison te ha cortado la mesada.
Pensativa, realmente considerando aquello, formé una mueca con la boca.
—No es mala idea. Lo voy a considerar, sobretodo porque no parece dispuesta a olvidarlo por un buen rato —añadí, suspirando.
—Tengo que decirlo: me da curiosidad...
—¿Cuándo no tienes curiosidad? —me burlé, a lo que ella sonrió inocentemente— Ya te lo dije, Nancy Drew. Me quemé con la plancha del pelo.
—¿En serio, Harley Quinn? —cuestionó, arqueando una ceja, siguiéndome el juego de los sobrenombres— ¿Dos veces, en cada lado del cuello?
—¡Betty! —supliqué, deteniéndome a mitad del pasillo por el que caminábamos camino a la sala de descanso. Betty abrió los ojos, sorprendida, deteniéndose conmigo— Si te digo la verdad, ¿dejarás de preguntarme?
—Obviamente —respondió entusiasta—. ¿Cómo se llama?
—Eso no te lo diré —me negué, alzando el índice con señal de negación.
—¿Y entonces qué es lo que sí me dirás? —preguntó, retomando el camino hacia la sala de descanso, conmigo siguiéndola.
—Fue una Serpiente.
Betty se detuvo abruptamente y me miró con la boca abierta y los ojos engrandecidos. Me reí levemente ante su reacción.
—¿Y...? —pidió más detalles.
—Y —la imité, hasta que una enorme sonrisa me estiró tanto las mejillas que me dolieron. El recuerdo de la fiesta de FP, a pesar de haber sido hace un par de meses, aún me ponía la piel de gallina—... fue asombroso —confesé finalmente.
Betty sonrió con la misma emoción que yo.
—¿Ha valido la pena que tu madre no te hable y te haya quitado la mesada porque sabe que no es una quemadura, sino un chupetón?
—Totalmente —asentí, sin borrar la sonrisa tonta.
—Me da gusto —me dijo, pasando un brazo por mis hombros con cariño—. Especialmente después de lo que te hizo Reggie.
La mención de su nombre transformó mi sonrisa en una mueca.
—Sí, pero eso no quiere decir que vuelva a verlo —le aclaré, a lo que ella frunció el ceño—. Vamos, Betty. Sólo fue algo de una vez, y un mes antes de Navidad, dudo mucho que me recuerde.
—Podría averiguarlo... si me dijeras su nombre —sonrió con intención de convencerme.
—Buen intento, pero no —me negué—. Shh —la silencié cuando quiso decir algo más al respecto, y comprendió mi petición cuando se dio cuenta de que ya estábamos en la entrada de la sala de descanso.
Betty se sentó junto a Kevin, quien leía una revista muy concentrado. Archie e Verónica charlaban en voz baja. Opté por sentarme en el sillón individual, pero apenas lo hice... el director me llamó por los altavoces:
—Harleen Hamilton, favor de reportarse en la oficina del director.
Todos los presentes me miraron expectantes y con cejas arqueadas:
—¿La alumna intocable siendo llamada a la oficina del director? El día se está poniendo interesante —comentó Kevin con una gran sonrisa.
Puse los ojos en blanco conforme me levantaba.
—No tienes idea —murmuró Verónica, lo que alcancé a escuchar, pero decidí no preguntar. Me daba la impresión de que Verónica a veces sabía más de lo que decía.
Pensando en qué podría querer el director Weatherbee, toqué la puerta de su oficina, y la abrí cuando escuché un "adelante".
—Tome asiento, señorita Hamilton —me pidió, con su clásico semblante severo. Cuando hice lo ordenado, entrelazó sus manos sobre el escritorio y me miró a través de sus gafas—. En esta institución la apreciamos, señorita Hamilton. No sólo mantiene altas calificaciones y ha ganado una gran variedad de premios, sino que siempre demuestra su calidez y cordialidad para recibr a nuevos estudiantes.
El director Weatherbee siempre me pedía ser la guía y tutora temporal de alumnos nuevos. Por ejemplo, fui yo quien recibió y guió a Verónica Lodge en los primeros días de escuela y la puso al tanto del reglamento y el sistema escolar, además de haberla ayudado a ponerse al corriente con las clases.
—¿Entrará alguien nuevo, director?
—En realidad —suspiró—, es algo más complicado que un alumno. Son entre diez y quince.
Fruncí el ceño y lo miré confundida. ¿Cómo era posible que fueran a integrarse quince alumnos nuevos a mitad de ciclo?
—Verá, señorita Hamilton. La preparatoria del Sur, en este preciso momento, está siendo cerrada —explicó, lo que hizo que el foco sobre mi cabeza se iluminara. Jughead iba a esa escuela—. Y una parte del cuerpo estudiantil será transferido a la preparatoria de Riverdale a partir del día de mañana.
No pude evitar sonreír.
—¿Entre ellos está Jughead, director?
Pude notar la cara de descontento del director, pero lo ignoré, porque volver a tener a mi mejor amigo en clases era una noticia demasiado buena.
—Lo está, sí —afirmó. Miró a un costado de su brazo, y vi un montón de papeles apilados. Los tomó en manos y los colocó frente a mí. Eran los horarios, reglamentos, calendarios escolares y boletines de los clubes, tutorías y equipos deportivos—. Le pido que trate de que la integración y transición de los nuevos estudiantes a la preparatoria Riverdale sea lo más amena posible. No quiero problemas en los pasillos.
El director no parecía confundido por la iluminación de mis ojos y la sonrisa en mi cara. Jughead y yo éramos conocidos por ser inseparables desde pequeños.
—Yo me haré cargo, director Weatherbee. Gracias —me despedí, tomando los papeles. Guardé todo en mi casillero, anotando en el pintarrón (uno pequeño que tenía colgado en el interior del casillero para anotar cosas importantes) un recordatorio de acomodar todo para mañana. Lo primero que hice a continuación fue llamarle—. ¡Jug!
—Así que ya escuchaste la noticia.
Pude escucharlo sonreír en el teléfono.
—¿Por qué no me lo habías dicho? —reclamé, sin ocultar mi emoción. Jugead rió por lo bajo.
—Acabo de enterarme hace cinco minutos —respondió inocente, pero su tono se volvió un poco más decaído y agridulce al segundo—. ¿Betty lo sabe?
—Sólo yo, o eso creo. No han dado el anuncio oficial. Pero el director Weatherbee me asignó como su guía —expliqué.
—Alumnos de la Preparatoria Riverdale, habla su director —la voz de Weatherbee por los altavoces era fuerte y clara, lo suficiente para que Jughead lo escuchara—. Les envié correos a sus padres, pero a partir de ahora, la Preparatoria del Sur está clausurada. Sus alumnos serán transferidos a otras escuelas del distrito, incluyendo esta. Sobra decir que vamos recibir a los nuevos estudiantes con mente, corazón y brazos abiertos. Esto no afectará los horarios ni casilleros asignados. Gracias. Es todo.
—Ah, extrañaba la calidez de la Preparatoria Riverdale —dijo Jughead con sarcasmo.
—No seas negativo. Estaré yo, Archie, Betty...
—Eso es algo que me preocupa —confesó.
Suspiré.
—Tienes que hablar con ella, Jug. Aclara las cosas antes de que se vuelvan incómodas —propuse, cerrando mi casillero.
—No es mala idea.
—Por cierto, olvidé preguntar: ¿por qué cerraron tu escuela?
—No lo sé. Aún no le encuentro el sentido. Dijeron algo de estar en cuarentena —dijo con voz sospechosa.
—¿Te huele a pez encerrado?
—Es "gato encerrado", y sí.
—Lo sé, pero cada vez que escucho eso me imagino a un gatito enjaulado y me da tristeza.
Casi lo pude escuchar rodar los ojos.
—De acuerdo. Tengo que irme. Te veré mañana.
—Nos vemos —me despedí antes de colgar y entrar a la clase de Historia, donde me senté junto a Archie, ya que ni Betty ni Verónica tomaban esa clase a esta hora.
—¿Era Jughead? —preguntó mientras sacaba sus cosas de la mochila.
—Sí, está emocionado por volver —dije sarcástica, a lo que él sonrió divertido.
—¿Para qué te llamaba el director?
—Me pidió ser la guía de los transferidos, ya sabes; resolver dudas, darles sus horarios y casilleros...
—Buena suerte —dijo las cejas arqueadas—. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? —pregunté despreocupada, acomodando mis cosas sobre la mesa con prisa, antes de que llegara la profesora a dictar todo un texto.
—Porque son del Sur —dijo con obviedad—. Muchos de ellos serán Serpientes.
Aquella última oración me hizo sentir como si un gran balde de agua fría me hubiera caído encima. Ay, por Dios. ¿Cómo pude haberlo olvidado, cómo no hice las conexiones? ¿Y si él también era transferido aquí?
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