19. La pista
—¿Qué quieren Fangs y Sweet Pea de mí? —preguntó Betty en desesperación, sentada frente a Jughead en el sofá del tráiler— ¿Qué se necesita para que me acepten? ¿Que vista a cuadros, que me ponga una chaqueta de cuero, que me haga un tatuaje...?
—Siendo justos, tu madre es la enemiga número uno de las Serpientes.
—Que también es tía de Harley, y eso no se lo echaban en cara —respló Betty, rendida—. ¿Qué hizo ella para ganarse su confianza?
Jughead suspiró. Le dolía hablar de su mejor amiga. Se había ido sin despedirse o dar explicaciones. Prefería evitar el tema.
—Las Serpientes la aprecian. Los recibió con los brazos abiertos, los defendió de Cheryl y Reggie, mintió por ellos al director Weatherbee para evitar una suspensión, pensó en la idea del club de Espadas y Serpientes, les ayudó con sus tareas y a ponerse al corriente con la escuela, y a encontrar la cabeza de Pickens. Sobretodo, estaba con Sweet Pea, a quien todos respetan y siguen mucho, como te habrás dado cuenta —explicó—. No quiero ser tan duro con ellos, entiendo su molestia. Especialmente con Sweet Pea. Está dolido. Es su primer amor, y en eso simpatizo. Yo me sentía igual cuando me dejaste a través de Archie.
Betty se quedó callada por un momento, pensando en un solución.
—¿Crees que actuaría como lo está haciendo si Harley no se hubiera ido?
Jughead respoló.
—Lo dudo mucho. Harley le afectó bastante cuando estaba aquí, y lo está haciendo de nuevo ahora que no está.
Antes de que Betty pudiera seguir analizando y pensando en voz alta, para llegar a una solución entre los dos, su celular sonó desde su bolso. Lo sacó y respondió al ver el nombre en la pantalla.
—Hola, Betty. ¿Has sabido algo de Harley? —preguntó Kevin. Betty suspiró, sintiendo un peso en sus hombros— Llevo todo el día llamándola y no responde. Necesitamos terminar el proyecto de Historia. Se entrega en dos días —siguió diciendo Kevin, nervioso.
Betty se tomó un segundo antes de explicarle a Kevin lo mismo que le había dicho a Jughead, y éste a Sweet Pea.
—No, no —casi se rio Kevin, incrédulo—. Eso es imposible. Ella me dijo que mandó una carta de rechazo al día siguiente de que le llegó la invitación. A pesar de que su madre le pidió que lo considerara por unos días, por supuesto. Ya sabes lo mucho que odiaba la idea de ir a Harvard o cualquier otra de la Ivy League.
Jughead frunció el ceño, extrañado, cuando vio a Betty arquear su ceja con sospecha.
—Kev, te llamo después.
o
Al día siguiente, con un papel en mano, que representaba el permiso paternal para realizarse un tatuaje, Betty timbró en la casa Hamilton.
Allison abrió, todavía con su uniforme médico, a pesar de que tenía horas de haber salido del trabajo.
—Hola, Betty. ¿Está todo bien?
—Algo triste por Harley, pero bien —respondió Betty con la mejor sonrisa entristecida que pudo fingir. Allison asintió—. Perdón por molestarte, tía Alli, pero Harleen y yo estábamos haciendo un trabajo de Historia, y necesito su parte. Antes de irse mencionó que ya lo tenía impreso.
—Oh —comprendió, y se hizo a un lado para dejarla pasar—. Adelante, Betty. Seguramente lo encontrarás en su escritorio o en su archivero.
Sin embargo, Betty buscó en todos lados, excepto en su archivero. Empezó a preocuparse cuando confirmó que la ropa de Harleen ya no estaba en el armario, pero recuperó la esperanza cuando vio su computadora portátil en su escritorio.
Ella nunca se iría sin su computadora, ahí hace todas sus tareas, pensó Betty. Se sentó frente al escritorio, tecleó la contraseña de diez dígitos (cosa que sólo ella y Jughead conocían de memoria, pues era la misma que usaba para todo) y sus cejas se arquearon con satisfacción y sorpresa.
Ahí, en la pantalla, estaba escrito un correo sin enviar, destinado justamente para Betty Cooper.
"Betty, mi mamá sabe de Sweet Pea"
Ahora estoy segura de que no se fue por voluntad propia, pensó, tomando una fotografía del correo no enviado. Volvió a dejar todo en su lugar, tomó los primeros papeles que encontró y los pegó a su pecho, escondiendo el contenido.
—¿Lo encontraste? —preguntó Allison desde el comedor, a punto de levantarse para abrirle la puerta a Betty.
—Sí, gracias. No te preocupes, conozco la salida —dijo Betty con una tierna sonrisa. Allison asintió y la vio salir.
Lo primero que hizo después fue llamar a Jughead y decirle sobre la pista que había encontrado.
o
Apenas colgó, salió corriendo de su tráiler, llamando a Sweet Pea y a Fangs para reunir a las jóvenes Serpientes. Poco a poco, todos empezaron a llegar, preguntándose por qué los habría reunido su líder con tanta prisa.
Cuando Jughead explicó que Betty y Alice Cooper estaban en problemas, Sweet Pea se cruzó de brazos y resopló, mirándolo con clara negación en su rostro. Al parecer, estaban siendo amenazadas por un par de sujetos de Centerville. Por supuesto, Jughead no dio los detalles, pero aclaró que uno de ellos era grande y peligroso, y necesitaban su ayuda.
—Betty es una de nosotros —les recordó Jughead, cuando ninguno se mostró dispuesto a ayudar.
—Tal vez —cedió Sweet Pea, apretando la mandíbula—, pero Alice Cooper no lo es. Es la enemiga número uno de las Serpientes, no le debemos nada. ¿Por qué habríamos de ayudarla?
Jughead, recordando la plática que había tenido ayer con Betty, inhaló y exhaló.
—Escucha, Sweet Pea. Sé que estás molesto por lo de Harley...
La reacción de Sweet Pea llamó menos atención que la del resto, quienes se tensaron y miraron a Jughead como si hubiera enloquecido.
—Eh, Jones —habló Fangs, con la voz casi cortada. No quería tener que ponerse entre sus dos amigos—, yo no tocaría ese tema si fuera tú.
Jughead sólo lo miró de reojo antes de seguir hablando.
—... pero Betty está investigando la verdad sobre ella.
—Se fue, eligió Harvard. Esa es la verdad —sentenció Sweet Pea, sonando más enojado que lastimado. Pero para Jughead, fue puro dolor lo que escuchó—. Y creí haberte dicho que no volvieras a nombrarla, Jones.
Negó con la cabeza.
—Hay una posibilidad de que no lo sea. Betty entró a su computadora. El día en que se fue, le escribió un correo a Betty, diciéndole que su madre sabía sobre ti. Betty cree que esa es una razón bastante concreta para que su madre la mandara lejos..., contra su voluntad.
Sweet Pea no se dio cuenta de que había estado sintiendo una presión en el pecho hasta que desapareció. Como si las piezas perdidas del rompecabezas hubieran sido halladas, sintió alivio, miedo y esperanza.
—Varias veces dijo que tenía miedo por decirle a su madre sobre nosotros —pensó Sweet Pea en voz alta, relajando los músculos de sus hombros y brazos. Jughead asintió—. Incluso bromeó sobre ser encerrada en una torre.
—Si no está respondiendo las llamadas, lo más probable es que sea porque ni siquiera tiene su celular —añadió, completando la idea de que Harley hubiera sido llevada a la fuerza para ser alejada de Sweet Pea—. Descubriremos dónde está, Sweet Pea, lo prometo.
Sweet Pea lo miró directo a los ojos por un par de segundos, tratando de decidirse entre si cumpliría su palabra de ayudarlo a encontrar a Harleen o no. Sin embargo, se recordó a sí mismo que era el mejor amigo de Harley, y Betty era su prima. Si ella confiaba en ellos, él también lo haría.
—Bien —aceptó, asintiendo—. ¿Qué haremos con los de Centerville?
Jughead sonrió.
o
Sweet Pea dejó salir un largo y pesado suspiro, observando el techo de su tráiler, recostado sobre su cama, todavía con su ropa y chaqueta puesta. La cabeza le punzaba, y no podía sacarse de la cabeza la cara de Harley, su sonrisa y la forma en que se avergonzaba cuando le decía algo dulce.
Nunca pensó que fuera a ser del tipo romántico, menos de los que caían duro y profundo. Pero ahí estaba, sin poder conciliar el sueño por días, después que la chica que lo volvía loco le rompiera el corazón.
Menos imaginó que terminaría lastimado por una chica que apenas había conocido hace algunos meses. Sin embargo, Harley no era sólo una chica. Era su ángel, una muñeca adorable con un toque de locura y tenacidad. No sólo era hermosa, era inteligente, divertida, tierna, cálida. Se sentía en casa, cómodo, cuando estaba con ella.
Lo hacía olvidar el enojo y el odio que generalmente reinaba dentro de él. Olvidaba todos los malos pensamientos y recuerdos, y sólo sentía esa ridícula y boba felicidad adictiva que ella provocaba cuando le sonreía.
El timbre de su celular hizo que se le detuviera el corazón. Rápidamente buscó el aparato, pero ese golpe de esperanza por recibir noticias de Jughead sobre Harleen, desapareció.
—Realmente ahora no es el momento, Toni...
—Pea, escucha: fui a rescatar a Cheryl de las Hermanas de la Misericordia.
Se talló los ojos con frustración. Al menos uno de los dos había encontrado a quien buscaba.
—Genial, Toni. Me alegro —dijo sin ningún rastro de emoción, y se revolvió el cabello con frustración—. Pudiste habernos dicho para ayudarte.
Toni no sonaba calmada, sin embargo, ni feliz o tranquila, como debería.
—¡Pea, escúchame! Es Harley —dijo con la voz agitada—. Está con las Hermanas también. ¡Tratamos de sacarla, pero la tenían encerrada! —exclamó con tono dolido— Sweet Pea, necesitamos sacarla de ahí. Cheryl me dijo las cosas que le están haciendo..., y no va a gustarte.
Apretó el teléfono contra su oído con tanta fuerza que creyó que pronto le sacaría un par de grietas. Ni siquiera se molestó en colgar, aventó el teléfono a la cama y salió corriendo del tráiler. Tocó la puerta de los Jones con fuerza, desesperado. No podía dejar de moverse, y sus manos hechas puño empezaban a dolerle, pero no le importaba.
—¿Sweet Pea?
—Sé dónde está Harley.
Jughead lo miró sorprendido y lo dejó pasar a su tráiler.
—Toni llamó. Fue a salvar a Cheryl de las Hermanas de la Misericordia. Dijo que Harley estaba ahí también.
—¿Qué? —casi gritó, sus ojos abiertos al tope— ¿Por qué no la sacaron?
Sweet Pea se revolvió el cabello, estresado. Estaba respirando con dificultad. Nunca se había sentido tan impotente, tan enojado y tan preocupado al mismo tiempo.
—Trataron, pero estaba encerrada —explicó con la voz casi quebrada—. Tengo que sacarla de ahí, Jones. La están lastimando.
Jughead se vio tan frustrado y enfadado como él, y eso lo reconfortó. La sacarían de ese orfanato muy pronto.
Sweet Pea no tardó en reunir a las Serpientes jóvenes frente al tráiler de Jughead, después de que éste se lo pidiera. Fangs sintió la misma ira, y no quiso imaginarse lo que podrían estarle haciendo a la rubia.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Fangs, mirando entre Sweet Pea y Jughead.
—Lo mismo que hicimos con los de Centerville. Prepárense. Mañana en la noche, traeremos a Harley de regreso.
—¿Mañana? —reclamó Sweet Pea, frunciendo el ceño— ¿Quieres que duerma y pase el día de mañana como si nada, mientras a ella la lastiman en ese infierno? —casi gritó, señalando en dirección al orfanato de las Hermanas de la Misericordia.
Jughead, tratando de no estallar y comprender la frustración de Sweet Pea, suspiró y lo miró a los ojos sin dudar.
—Vamos a invadir propiedad privada, Sweet Pea. Si sale mal, no tendremos otra oportunidad de rescatarla. Lo haremos de noche, cuando la mayoría del personal se haya ido y sea más fácil pasar desapercibidos. No debemos llamar la atención.
Sweet Pea apretó la mandíbula, se dio vuelta y se fue sin decir nada más. Sabía que Jones tenía razón, que corrían el riesgo de que el plan no saliera bien y los arrestaran, de modo que pudieran darle tiempo a la señora Hamilton para sacar a Harley de Riverdale. Debían ser cuidadosos y rápidos, eso lo entendía. Pero la adrenalina corriendo por sus venas no lo dejaba tranquilo, y su mente no dejaba de imaginarse las peores cosas, las atrocidades que le estarían haciendo.
Y se sintió terrible. Mientras creía él que Harley lo había dejado, a ella la tenían encerrada en un orfanato con monjas. Debió haberlo adivinado, que no se había ido por voluntad propia, debió haber investigado más y haber tenido más fe en ella.
Sobretodo, se sintió una miseria, porque ella estaba ahí por su culpa. Porque era una Serpiente y eso a su madre no le había gustado.
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