17. La terapia
—Muy bien, Harleen. Empecemos.
Estaba en un salón, probablemente el más colorido de todo el orfanato, con juegos y libros. La hermana Woodhouse me había sentado frente al escritorio, explicándome que diagnosticaría mis demonios.
No debo dejarla creer que estoy enferma, debe pensar que estoy bien, y más pronto saldré de aquí... si es que no logro escapar.
—Dime qué ves —pidió, levantando con sus manos un juego de cartas blancas con manchas negras—. ¿Qué ves, Harleen? —insistió.
Unos dados en una mesa.
—Dos corazones.
Mostró la siguiente mancha.
—¿Y ahora?
Un juego de cartas ganador de blackjack.
—Un arbusto de flores.
La siguiente me hizo querer apretar las manos en puños, pero el calmante en mi sistema me impidió incluso cerrar las manos. Un bate de béisbol.
—Un paraguas cerrado.
—¿Qué ves?
Una ducha.
—Lluvia.
La Hermana Woodhouse anotó todas y cada una de mis respuestas, aunque no parecía contenta.
—Quiero arreglarte, Harleen —dijo, anotando de forma rápida y casi molesta sobre mi archivo—. Puedo hacerte pura y perfecta, como hicimos con tu madre, pero no puedo hacerlo si no cooperas.
¿Qué?
—¿Mi madre estuvo aquí con ustedes? —pregunté, con voz más baja de lo que quise.
La hermana apretó los labios en una línea blanca.
—Puedes retirarte. Es todo por hoy.
Si mi madre estuvo aquí, probablemente fue en el tiempo en que mi tía Alice lo estuvo por su embarazo, queriendo acompañarla. Entonces, ¿por eso mi madre era así, distante, estricta y fría? ¿Qué le habían hecho en este lugar? Especialmente, ¿terminaría yo así también?
o
—No es un aviso de demolición. Es un aviso de exterminación —expresó Jughead, recargado en el lado izquierdo. Hizo añicos el aviso de papel y lo tiró al basurero.
—Ya nos despedimos de la Preparatoria del Sur —le recordó Toni.
—Hoy es la Preparatoria del Sur, mañana es el Wyrm. Todo lo que hace al lado Sur nuestro hogar... desaparecerá. Si agachamos ahora la cabeza, se acaba todo.
—Es sólo un edificio, Jug —insisitó Toni.
—No, Toni, es el alma del Sur —explicó Jughead, enderezándose y despegándose del escritorio—. Los uktena lucharon y murieron para proteger esa tierra. Nuestros padres lucharon para cuidarla durante los disturbios. ¡Ahora es nuestro turno! Es nuestro momento. Es nuestra lucha.
—¿Y cómo vamos a hacerlo? —preguntó Fangs, creyéndolo casi imposible.
—Aún no lo sé, pero pensaré en algo —dijo Jughead, cruzándose de brazos con frustración—. ¿Dónde está Harley cuando necesito una de sus ideas? —murmuró, llamando la atención de Fangs y Sweet Pea al mencionarla— Sweet Pea, ¿sabes algo de Harley? No ha contestado mis llamadas desde antier. ¿Está enferma?
Sweet Pea frunció el ceño.
—No. Tampoco ha respondido mis llamadas —contestó, empezando a confundirse.
Después de haber creído por un día y medio que Harley lo había estado evitando desde lo ocurrido en su tráiler, dudó y se preguntó si algo más estaría ocurriendo. Tenía dos días prácticamente desaparecida, sin responder sus llamadas y mensajes y sin asistir a la escuela.
Jughead se enderezó, sus ojos reflejando preocupación.
—Eso es raro. Ella siempre contesta. Creí que sólo era yo —comentó, y notó la expresión de Sweet Pea. Estaba tenso, jugaba con sus dedos y no dejaba de fruncir las cejas—. Tranquilo. Seguro está en casa enferma o algo por el estilo. Le preguntaré a Betty.
Sweet Pea asintió, agradecido.
o
Betty soltó el lápiz sobre la libreta, dejando de resolver los problemas de Álgebra para responder la llamada. Era Jughead, lo que le extrañó, pues hacía tan sólo media hora que habían salido de la escuela y se habían visto.
—¿Jug?
—Betty, ¿dónde estás?
—En mi casa, haciendo tarea. ¿Por qué?
—Harley no responde mis llamadas ni mis mensajes. A Sweet Pea tampoco. ¿Has hablado con ella?
—No —respondió, frunciendo el ceño—. En realidad, no la he visto desde que encontramos la cabeza de Pickens. En las mañanas nos vamos juntas, pero supuse que Sweet Pea la habría estado recogiendo estos dos días.
—No —dijo Jughead, comenzando a sospechar de que algo malo estaba pasando—. Betty, creo que nadie la ha visto desde esa noche.
—¿Crees que le haya pasado algo? Desaparecer no es algo que ella haría.
—La única vez que dejó Riverdale fue para recoger a su abuelo en el aeropuerto y nos lo dijo a todos con una semana de anterioridad. Esto definitivamente no es algo que ella haría. Tengo un mal presentimiento.
—Empezaré a investigar.
Colgó sin despedirse, acelerada y con prisa por descubrir qué había ocurrido con su prima. Dejó todo, llevándose sólo su celular, y caminó hasta la casa de los Hamilton. Tocó el timbre, sabiendo que su tía Allison estaba ahí, ya que el coche estaba aparcado en frente de la casa, y esperó.
Su tía Allison le abrió la puerta con una sonrisa.
—Betty, qué lindo verte. ¿Les falta algo? ¿Tu mamá olvidó comprar leche otra vez?
—No, tía —dijo Betty con la mejor sonrisa que pudo poner—. Venía, de hecho, porque no he podido ponerme en contacto con Harleen —dijo, sabiendo que a su tía no le gustaba el sobrenombre de Harley—, y tampoco la he visto en la escuela. ¿Está bien?
—Oh —dijo, poniendo una leve cara larga—. ¿No te lo dijo?
Betty sintió el sonido de un tambor en sus oídos.
—Decirme ¿qué?
—Hace unas semanas recibió una carta de Harvard, dándole un espacio para estudiar una licenciatura en Matemáticas y otra en Física. Quería rechazarla, pero le pedí que lo pensara con calma. Hace días llegó diciendo que quería irse.
—Pero —Betty, desesperada por no creerle, quiso refutar—, ella me lo habría dicho. Se habría despedido.
Allison negó levemente con la cabeza.
—No quiso despedirse. Le dije que esperara una semana para que arreglara todo antes de irse, pero insistió en que no podía esperar otro día para dejar Riverdale. Sólo empacó lo necesario. En los próximos días le enviaré el resto de sus cosas —explicó, y abrió más la puerta, dejando ver el pasillo de la casa con montones de cajas y valijas.
—Entonces, ¿por qué no responde las llamadas?
—Supongo que aún lo encuentra muy doloroso y no está lista para contestar —respondió.
Aunque la historia concordaba en ciertos aspectos y puntos, Betty se negó a creerlo. Harley claramente había dicho toda su vida que no quería ser la siguiente gran genio, que Harvard era demasiado abrumador y estresante y que ésa no era la vida que quería. ¿Por qué habría querido irse ahora, suponiendo que lo hubiera hecho?
Betty dejó caer los hombros, rendida. No había más testigos a los que pudiera interrogar, así que corrió de vuelta a su casa y hasta su habitación, abrió su computadora y buscó el número de la universidad. Después de que la conectaran con la jefa de dormitorios, llamada Anne Eastwood, preguntó por Harleen Hamilton.
—Ah —dijo la mujer que sonaba algo más grande de lo que se daba a entender—. Harleen está en clase de Historia de la Física. Tiene periodo libre en un par de horas. ¿Quieres dejar un número?
Los ojos de Betty se llenaron de lágrimas. Se sorbió y negó con la cabeza, a pesar de que no podía verla.
—Eh... No, así está bien. Gracias —habló con la voz quebrada y colgó.
Su tía Allison no había mentido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro