11. El día de Pickens
—¡Vaya! —dijo Verónica, observando la fotografía del hermano de Betty y mi primo, Chic— Es muy apuesto para haber vivido en los barrios bajos.
—Sí, es lindo. Y por cierto, me parece conocido —comentó Kevin.
—¿Lo conociste en el bosque? —preguntó Jughead.
—No sé —admitió, mirando la fotografía, y sonrió con coquetería—, pero tal vez conociéndolo en persona...
—Chic aún se está aclimatando —le dijo Betty, arruinando su plan de verlo pronto—. Quiero que confié en mí, pero mi mamá lo trata como si tuviera diez años y mi papá actúa como si fuera un engendro del demonio.
—Bueno, tengo una idea: llévalo al Día de Pickens —siguirió Verónica—, y así lo conocemos. Todos irán, ¿verdad?
Él único que no asintió con la cabeza fue Jughead.
—No —contestó de mala gana—. Las Serpientes no fueron invitadas.
—A las Serpientes se les pidió específicamente que fueran —lo contradijo Verónica, disgustada con su respuesta.
—Sí, para dar seguridad —bufó—. Estaremos en el mismo lugar, pero las Serpientes comiendo las cucarachas.
—No trabajen si no quieren.
—El punto, Verónica, es que en lugar de invitarlos, les pidieron que fueran empleados —expliqué con voz calmada, tratando de apaciguar la tensión—. De todos modos, ¿por qué querrían seguridad? ¿Para cuidar que ningún pájaro defeque sobre los puestos de comida?
Kevin y Betty se rieron por lo bajo, pero se detuvieron cuando recibieron la mirada fulminante de la hija de los Lodge.
—Buen punto, Harley. Además, el daño, como dicen, ya está hecho —agregó Jughead, acomodándose la chaqueta de mezclilla y levantándose con su mochila en brazos—. Hablamos después.
Nos dimos cuenta de a dónde dirigía la mirada: Toni lo esperaba y llamaba desde la entrada de la sala de descanso.
—¿Tienes planes con Toni? —preguntó Betty, lo más sutil posible.
—Sí. Entrevistaré a su abuelo para mi reporte de Historia. La Serpiente viva más vieja.
Betty los vio irse con un ligero puchero. Sabía que mis dos amigos seguían enamorados. Lo que no entendía era por qué aún no habían vuelto a estar juntos.
—No tienes que preocuparte —le dije, a lo que me miró con ojos de cachorro—. Sólo son amigos. No está pasado nada entre ellos.
Betty asintió, tratando de confiar en que sólo eran amigos, pero le era difícil creerlo después de haberlos visto desayunar juntos en Pop's. Claro, hasta ahora, ella no sabía de la sesión de besos que habían compartido. Pero no era mi secreto. Era Jughead quien debía decírselo, sobretodo si es que decidían regresar. Así como ella tendría que decirle sobre el beso con Archie.
o
—"El general Pickens fue un asesino, y los daños de sus crueles actos aún se sienten el día de hoy. Los descendientes de las víctimas aún son desplazados. Así que desafío al lado Norte. En vez de honrar al general Pickens y a Hiram Lodge, los hago responsables. Debemos vindicar a hombres como Thomas Topaz, que están muy viejos e indefensos para hacerlo solos". ¡Por Dios! —exclamó mi madre, horrorizada. Bajó el periódico, se quitó los lentes y me miró— Nosotras no iremos a ese evento. Pensar en celebrar la muerte de cientos de inocentes... —murmuró, y se sacudió un escalofrío.
—Lo sé, pensaba lo mismo —suspiré, picando la ensalada—. Entonces, podemos quedarnos aquí, ver películas y comer helado.
—Lo siento, Harleen, pero estoy cansada —respondió, sin mirarme—. ¿Más ensalada?
De repente perdí el apetito y negué con la cabeza.
La ciudad se preparaba para honrar a su fundador, el General Augustus Pickens, a pesar de lo que fue publicado en el Azul y Oro (me enteré después que a Toni y a su abuelo no les agradó que la historia fuera publicada). Tras enterarme de la verdad sobre Augustus Pickens y lo que hizo con los uktena y decidir no asisitir al evento, pues hacerlo implicaba apoyar aquella celebración basada en derramamiento de sangre inocente, horas más tarde me llamó Jughead.
—Harley, voy a necesitar tu ayuda.
—¿Qué ocurre?
—¿Quién es? —me preguntó mi madre, lavando los platos.
—Es Betty —respondí—. ¿Qué pasó, prima?
—Necesito que vengas al Día de Pickens —respondió, entendiendo que mi madre estaba cerca y por eso fingía que era Betty.
—¿Por qué? —pregunté confundida. Ya le había dicho que no iría, pues me asqueaba celebrar sobre una tierra bañada de sangre.
—Voy a hacer algo que necesita ser fotografiado para el Azul y Oro —explicó—. Lleva tu cámara —fue lo último que dijo antes de colgarme.
—Mamá, tengo que irme.
Formó una mueca.
—¿A dónde?
—Al Día de Pickens —respondí, a lo que ella frunció el ceño con descontento—. Betty dice que sucederá algo para lo que necesita fotografías —terminé de decir—. Sólo tomaré las fotos necesarias para el periódico y regresaré.
—De acuerdo. Sólo no comas nada o eso significará que estás apoyando la celebración —me recordó, a lo que asentí y corrí a mi habitación por mis cosas.
Tomé mi mochila, con mi cartera y celular adentro, y me colgué la cámara por el cuello. Tuve que caminar hasta el lugar donde se llevaría a cabo la celebración, junto a la estatua del General Pickens.
Al llegar, saludé a Betty, a mi tía Alice, y a Chic, aunque a él lo saludé de lejos. Desde el día en que fue a cenar a la casa con Betty y la tía Alice, para darle la bienvenida a la familia, ni a mi madre ni a mí nos agradó. Era demasiado turbio y su mirada vacía era como la de un depredador o un psicópata. Simplemente no me daba buena espina, aunque eso no iba a decírselo a Betty, porque estaba ilusionada con la idea de tener a su hermano perdido. Aunque yo sabía que sólo estaba queriendo llenar el vacío que dejó Polly.
Saludé también a Archie y al señor Andrews, a Josie y a la alcaldesa McCoy, pero evité a los Lodge. Mi madre me aclaró desde el principio de su llegada que esa familia era peligrosa.
El chillido del micrófono al ser encendido llamó la atención de todos, incluyéndome. Me quedé fuera del público, en el límite de la celebración, a la espera de la sorpresa de Jughead.
—Hola, Riverdale —habló el señor Andrews con una cálida sonrisa—. Feliz Día de Pickens —celebró, obteniendo una ola de aplausos—. En nombre de Industrias Lodge y la Constructora Andrews, nos complace iniciar el evento con un giro nuevo e inesperado. Así que... ¡Verónica y las Pussycats!
Una nueva ola de aplausos inundó el lugar. Desde mi lugar noté la expresión de Josie, dolida y rencorosa de ver a su antiguo grupo con Verónica. Drama.
Verónica empezó a cantar con la suave música de fondo, producida por las Pussycats. Todos guardaron silencio, comiendo y prestando atención a la presentación.
Nightshades on a warning
Give me strength at least give me a light
Give me anything even sympathy
There's a chance you could be right
If I listen close I can hear them singers, oh
Voices in your body coming through on the radio
The union of the snake is on the climb
Moving up it's gonna race it's gonna break
Through the borderline
The union of the snake is on the climb
Moving up it's gonna race it's gonna break
Through the borderline
Entonces, por fin lo vi llegar, y no solo: con todas las Serpientes jóvenes y algunos adultos. Carteles de "HONREN ESTA TIERRA" y "TIERRA SAGRADA". Pero eso no era lo más impresionante, sino su entrada calmada y silenciosa, con sus bocas tapadas con cinta adhesiva. Toni y su abuelo eran los únicos que no llevaban cinta en las bocas. Empecé a fotografiar cuando se acercaron más hacia el kiosko, y acorté la distancia para obtener un mejor ángulo.
The union of the snake is on the climb
It's gonna race, it's gonna break, it's gonna move up
Through the borderline
Verónica dejó de cantar con la confusión implantada en la cara y le preguntó a Toni qué ocurría, pero ella no le respondió y se puso cara a cara con el público.
—¿Jughead? ¿Qué diablos pasa? —exigió con voz más elevada.
—¡Representamos a los muertos y a los silenciados! —habló Toni por el altavoz que llevaba en mano. La fotografié, incluyendo en la imagen a Fangs y Sweet Pea, que le cuidaban la espalda— ¡El Día de Pickens es una mentira! El General Pickens masacró a la tribu uktena, la familia de mi abuelo. Y esta tierra, en la que estamos parados, la que pronto cederá el paso a un nuevo lado Sur, les fue arrebatada. Y no podemos revivirlos, pero podemos y debemos honrarlos.
Su rostro, contorsionado de desesperación y dolor, me puso la piel de gallina con su discurso.
—Amigos, hola —se escuchó la voz de Hiram Lodge, y lo vi tomar el micrófono que antes tenía su hija—. Creo que todos debemos estar orgullosos de vivir en un Riverdale donde los jóvenes defienden lo justo. Donde una joven puede defender el honor y el legado de su abuelo. Y donde podemos celebrar el legado vivo de los uktena, que contiribuyen a la rica mezcla que es Riverdale, que es el lado Sur y lo que será SoDale. Y se merecen un gra aplauso, ¿o no?
Me quedé con la boca abierta cuando todo el público se tragó su discurso y aplaudió.
—¡Así es! ¡Aplaudan todos!
La protesta no les había servido de nada, excepto para que Hiram Lodge quedara bien, como si hubiera hecho las paces con ellos. Para mañana, todo esto sería olvidado.
Cuando el concierto de Verónica y las Pussycats retomó su curso, las Serpientes se apartaron y se fueron con grandes pisadas. Corrí para seguirlos y alcancé a Jughead.
—Lo siento...
—¡Hiram Lodge simplemente nos calló, aminoró el problema e hizo que los demás lo olvidaran! —exclamó.
—Jughead, tranquilo. Tal vez podamos escribir sobre ello, sobre cómo el discurso fue un claro intento de callarlos y hacer como si todo hubiera quedado resuelto. Tengo las imágenes.
—Tal vez —dijo, suspirando—. Al menos lograré que hablen de esto por más tiempo y se den cuenta de que su discurso fue una mentira.
—Es lo único que se me ocurre —admití, dejando caer los hombros con derrota—. Fue una buena idea la protesta, y hubiera causado más impacto si no fuera por Hiram Lodge. Pero no dudo que vaya a ser la última vez que arruine tus planes, Jug. Así que recuerda ir un paso adelante de él, prever sus contrataques.
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