1. Whyte Wyrm
—¿Una fiesta? —pregunté, dejando de hacer la tarea en el momento en que escuché esa palabra salir de su boca.
—Mi padre solía ser un rey. Un líder. Y ahora lo humilla gente como Cheryl Blossom...
—Espera, espera. ¿Qué hizo ahora esa lunática? —alcé la voz.
—Ya no importa —escuché claramente un bufido del otro lado de la llamada—. Mi punto es que merece ser honrado, no humillado. Y Betty tuvo la idea de hacerle una fiesta de retiro. Dijo que se haría cargo de todo.
—Menos mal, porque tú apestas para las fiestas —sonrió, aunque sabía que no podía verme.
—Por más insultante que eso sea, es la verdad —admitió—. En fin, ¿irás? Será en el Whyte Wyrm. Entendería si no puedes.
Jughead sabía que mi madre era estricta. Tenía exactamente tres reglas:
1. No ir al Sur.
2. No salir después de las diez.
3. No bajar mi promedio de diez.
Y en mi vida, la única regla que no he roto es la tres.
—No te preocupes. Hoy tiene el turno de noche, así que me escaparé. Además, es la fiesta de FP, y quiero estar ahí para ambos.
—Perfecto, te veré ahí entonces.
Entonces, escuché una puerta abrirse y llaves tintineando.
—Me tengo que ir. Mi mamá acaba de llegar.
—De acuerdo. Nos vemos mañana.
Mi madre, Allison Hamilton, era una mujer indudablemente hermosa. De larga cabellera rubia y ondulada, piel clara y cutis perfecto, de grandes ojos azules, con increíble sonrisa de estrella de cine y un cuerpo en forma que se notaba incluso con el uniforme médico. Y aún así, no se veía con nadie desde que mi padre, Henry Hamilton, se fue de la casa.
Era una doctora muy apreciada en Riverdale por su gran talento como cirujana, y respetada en Harvard por ser la primera en graduarse de Medicina con un puntaje perfecto.
Sin embargo, estaba lejos de ser la madre perfecta. Era bastane fría, decidida e inquebrantable. El único día en que la vi llorar fue cuando echó a mi padre de la casa. No era cálida ni cariñosa, era muy práctica y casi nada la conmovía.
Después de la cena, que fue silenciosa y aburrida, comos siempre, me arreglé para dormir y fui a su cuarto, asomándome por la puerta con sólo la cabeza.
—Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, Harleen —respondió, sin despegar la mirada del libro que estaba leyendo sentada en la cama y recargada en la cabecera.
Por suerte, mi madre se concentraba y se sumergía tanto en su trabajo que nunca tenía el tiempo para buscar mis huellas o seguirme el paso. No tenía ni la más mínima idea de que yo a veces me escapaba, cuandos sabía que no me daría permiso de ir a alguna fiesta o ver a Jughead.
Aunque no me prohibía ver a mi mejor amigo, sí mostraba su incomodidad y desacuerdo desde que éste se unió a las Serpientes.
o
Me maquillé simple, sutil y natural: un poco de corrector bajo los ojos, protector labial de color y sabor cereza, delineador de cejas, máscara de pestañas y rubor en las mejillas. Me vestí con unos vaqueros claros de tiro alto, una sudadera blanca que terminaba un poco más abajo del ombligo, unos Nike blancos de plataforma de tres centímetros con color naranja y azul, y una pequeña mochila negra donde llevaba todo lo necesario (celular, cartera, cosas femeninas en caso de cualquier emergencia, etcétera).
Todo en la sala proclamaba a gritos que yo no pintaba nada allí. Las escaleras se caían a pedazos; el ruidoso gentío estaban muy junto, codo con codo, en un ambiente que era una mezcla de sudor, alcohol y tabaco.
El Whyte Wyrm era tal y como lo había imaginado. Una taberna oscura, el sello de las Serpientes Sureñas afuera con luz verde neón, luces de colores, bailarinas exóticas, una barra sucia con más de un barista limpiando vasos, motocicletas estacionadas alrededor y música fuerte. Lo que no esperaba era ver una mesa de billar y a un buen grupo de jóvenes, no sólo adultos.
El ambiente era muy diferente a cualquier fiesta adolescente de Riverdale, pero no era desagradable. Sólo me sentía... incómoda porque casi no conocía a nadie y nunca había ido a un lugar parecido.
—Betty, señora Cooper, Harley... —saludó Jughead.
—Hola, Jughead. ¡Hog Eye! —mi tía Alice gritó, y se dirigió directo al bar a pedir tequila, aunque no sin antes ofrecernos un trago. Debía estar muy emocionada de volver al Whyte Wyrm como para oferecernos alcohol.
—Los veré luego, iré a inscribirme al karaoke —se despidió Betty con una sonrisa tierna.
—De acuerdo. Ven, Harley, te quiero a presentar a alguien —animó Jughead, señalando con la cabeza hacia el otro bar. Lo seguí, mientras que Betty se iba hacia el karaoke. Ahí, detrás de la barra, estaba una chica de tez morena y larga cabellera castaña con mechones rosados—. Toni, ésta es Harleen Hamilton. Harley, ésta es Toni Topaz. Sólo me falta presentarte a Fangs y Sweet Pea.
Su radiante sonrisa relucía incluso en la tenue luz.
—Mucho gusto —saludé, acercándome a la barra y tendiéndole la mano.
—El gusto es mío —me sonrió y estrechó la mano—. Finalmente puedo conocer a la famosa Harley, la única persona que le patea el trasero a Jughead de vez en cuando. Me ha hablado mucho de ti.
Me reí.
—Cosas buenas, espero.
—Más o menos —admitió Jughead—. Sólo le dije que eres mi mejor amiga desde que tengo memoria y... ah, sí, que eres la persona más olvidadiza y distraída que conozco.
—Ah, entonces supongo que es mi turno de escupir la cosas vergonzosas sobre ti —concluí, tomando asiento frente a la barra.
—Oh, con gusto escucharé todas las anécdotas vergonzosas. Puedes empezar con la infancia —habló Toni, dejando de lado un vaso que estaba limpiando.
—Tal vez presentarlas no fue mi mejor idea —comentó Jughead.
—Tal vez —hablamos al unísono.
Nos hubiéramos reído si no fuera por la música, que cambió drásticamente a una lenta, y todas las luces se apagaron para enfocar al escenario. Jughead se acercó para observar mejor. La primera participación en el karaoke era de Verónica y Archie.
All around me are familiar faces
Worn out places, worn out faces
Bright and early for their daily races
Going nowhere, going nowhere
Me levanté del asiento para acercarme más al centro y ver mejor la presentación. Ambos tenían voces muy bonitas que armonizaban bien.
Their tears are filling up their glasses
No expression, no expression
Hide my head, I want to drown my sorrow
No tomorrow, no tomorrow
La gente estaba demasiado apretada en frente, por lo que decidí quedarme atrás y mirar cómodamente.
And I find it kinda funny, I find it kinda sad
The dreams in which I'm dying are the best I've ever had
I find it hard to tell you, I find it hard to take
When people run in circles it's a very very
Mad world, mad world
Noté el dolor y la perturbación que cruzó el rostro de Verónica antes de que ésta saliera corriendo y Archie fuera tras ella. La música seguía sonando y todos en el lugar empezaron a abuchear, hasta que Betty se subió al escenario y reemplazó sus voces.
Children waiting for the day, they feel good
Happy birthday, happy birthday
Made to feel the way that every child should
Sit and listen, sit and listen
Fruncí el ceño al verla desabotonando su blusa y retroceder unos pasos, hasta quitarse la prenda por completo y quedar en un conjunto de lencería negra. Busqué a Jughead en el público, tratando de entender qué estaba haciendo Betty. ¿Por qué se estaba desnudando frente a un montón de hombres en un bar, en la fiesta de FP, mientras cantaba?
Went to school and I was very nervous
No one knew me, no one knew me
Hello teacher, tell me what's my lesson
Look right through me, look right through me
Entonces, sentí un calor en la nuca, la sensación de ser observada. Así que se giré un poco, mirando a mis espaldas, y ahí lo vi: en la pared, a unos metros de mí, había un chico que, por su gran estatura, probablemente era mayor que yo, de cabellera negra y ojos oscuros. Estaba cruzado de brazos, arrugando su chaqueta negra, y pude ver muy bien el tatuaje que tenía en el lado izquierdo de su cuello.
Pensé que en cualquier momento apartaría la mirada y la regresaría hacia Betty, quien seguía dando un espectáculo provocador, pero en su lugar, siguió observándome y formó una pequeña sonrisa ladina. Temiendo que alcanzar a ver mi sonrojo, me volví y terminé de ver el show de Betty.
Mad world, mad world
Enlarge your world
Mad world
Quedé aún más confundida cuando FP, tras haber cubierto a Betty con su chaqueta y darle la bienvenida a las Serpientes, dio un motivador discurso en el que declaró que no se retiraba, sino que regresaba a liderar a las Serpientes Sureñas. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿No iba a retirarse? ¿Qué lo había hecho cambiar de opinión?
Observé a Betty y a Jughead salir, pero decidí no seguirlos. No era el momento de ir a preguntar qué estaba ocurriendo. Después Jughead me pondría al corriente.
Suspiré, decidiendo que tal vez ya era el momento de irme. Ya no quedaba nadie que conociera, excepto FP. Viendo lo tarde que era y que a esta hora ya no habían autobuses, le envié un mensaje a Jughead.
"¿Puedo quedarme contigo a dormir?"
"Eso sería genial, de hecho. Dime cuando te quieras ir"
Tuve la sensación de que Jughead no estaba bien, por lo que empecé a escribirle que ya quería irme, mientras caminaba lentamenta hacia la salida... cuando choqué contra alguien. No era la primera vez que me pasaba, por lo que rápidamente alcé la mirada para disculparme.
—Lo siento. Mi culpa.
Me quedé abruptamente callada cuando me di cuenta de que había tropezado con un hombre de la misma edad que FP, con fuerte olor a alcohol y un paleacate controlando su rebelde cabellera rulosa.
—No te preocupes, preciosa —me dijo sonriente, lo que me dio escalofríos. No era una sonrisa amable o tierna.
—Permiso —dije atropelladamente, tratando de irme por un lado y rodearlo, pero él alcanzó a tomarme la muñeca y jalarme. Pesando menos de la mitad que él, no pude poner resistencia.
—Espera, ¿cómo te llamas? Soy JP.
—Tengo que irme —fue lo único que dije, removiendo mi brazo para que me dejara—. ¡Suéltame!
Su mano pesaba mucho y me agarraba con fuerza. Presa del pánico, ya no podía distinguir a los conocidos de los extraños. Nadie pareció darse cuenta de mi rifirrafe con JP, y había tanto ruido que nadie podía oírme protestar tampoco. Se inclinó hacia delante, alargando la mano para cogerme el trasero.
—No te vayas, podemos charlar —me sonrió de nuevo, jalándome un más y pegándome hacia él. Suerte que traía tacón bajo o me habría caído del impulso.
—¡Que me dejes! —grité. Iba a gritar con todas mi fuerzas cuando una voz grave y masculina me interrumpió:
—Suéltala, JP.
JP alzó tanto la mirada que me inundó la curiosidad y miré por encima de mi hombro. Era el chico del cuello tatuado.
El hombre apretó los dientes, pero no me soltó. Entonces, el azabache tomó su brazo y con toda su fuerza lo obligó a soltarme, haciéndolo tambalear y a mí retroceder hasta él.
—No te metas, niño —lo retó, soltándome sin cuidado—. Búscate a otra zorra.
El azabache no pareció nada contento con ninguno de los insultos. Sin mirarme, me tomó por uno de mis hombros y me hizo caminar hasta quedar a sus espaldas. Ante eso, ya no fui capaz de ver nada más, pero pude escuchar perfectamente el sonido de algo hueso romperse.
El azabache había levantado su puño y se lo había estampado justo en la nariz. Debía ser realmente fuerte, porque JP cayó al suelo. El azabache no esperó a que se levantara.
Una pequeña multitud se reunió alrededor de ellos mientras luchaban en el suelo. El del cuello tatuado asestó un puñetazo tras otro en la cara de aquel hombre. Quienes se habían congregado a su alrededor, se dispersaron para dar más espacio al ver la rabia en los ojos del joven Serpiente.
Estaba horrorizada, nunca había visto una pelea tan salvaje. El azabache casi estaba desfigurando a JP, sólo consiguiendo un par de heridas en la cara por los anillos del acosador.
No me di cuenta de que quise ir hacia él hasta que un chico de tez morena y cabello moderno y peinado me detuvo, poniendo un brazo frente a mí e impidiéndome avanzar.
—Estará bien.
JP dejó de devolver los golpes, ya estaba sangrando en el suelo, casi inmóvil. No pude evitarlo y me aferré al brazo del chico que parecía ser amigo del azabache. No me relajé hasta que llegó FP gritando y consiguió separarlos, tomando a JP de los brazos, mientras que un hombre de largo cabello castaño y gran estatura (lo reconocí como Tall Boy por lo que me contaba Jughead) sostenía al del cuello tatuado.
—¿Qué diablos les pasa? —gritó FP, rojo de la ira.
—¡Este niño tiene problemas! —gritó con sus pocas energías, escupiendo sangre.
El azabache no respondió, sino que forcejeó contra Tall Boy para volver a lanzarse contra JP, pero no lo logró, pues estaba muy bien apresado.
—¿Qué demonios, Sweet Pea?
El nombre me trajo recuerdos de las pláticas de Jughead. Eran amigos, recordaba las veces que lo había mencionado.
El azabache, Sweet Pea, miró a FP a los ojos, pero no respondió. Todavía estaba agitado y lleno de adrenalina.
—¡Respóndeme!
—Señor Jones —hablé. El moreno bajó su brazo para dejarme avanzar. Di un paso al frente, uniéndome al círculo vacío que se había formado en medio de toda la gente, y FP me miró—. No es su culpa. Estaba defendiéndome.
—¿Defendiéndote? —frunció el ceño, confundido. Su voz se escuchaba más tranquila— ¿De qué?
No señalé ni dije nada, sólo bastó con abrazarme a mí misma y mirar a JP para que los ojos de FP se volvieran como los de un toro furioso, tomara a JP por el cuello de su chaqueta y prácticamente lo arrastrara fuera del establecimiento.
Tall Boy soltó a Sweet Pea, diciéndole un bajo "bien hecho, muchacho, ya se lo merecía". La gente empezó a dispersarse, y de entre la multitud salió Jughead a abrazarme con fuerza.
—Harley, ¿qué pasó? ¿Estás bien?
Asentí, tragándome las lágrimas.
—¿Dónde estabas?
—Betty y yo terminamos —respondió, suspirando.
—Un tal JP trató de tocarme —contesté, omtiendo la parte en que de hecho sí me había agarrado el trasero.
Jughead perdió el color de su rostro.
—Tú ganas —murmuró, horrorizado—. ¿Estás bien?
—Sí, por suerte. Llegó justo a tiempo.
—¿Quién?
Busqué con la mirada mi alrededor, preocupada por no verlo, pero no tardé en ubicarlo. Destacaba mucho por su altura.
—¿Sweet Pea? —preguntó, levemente sorprendido. Luego suspiró aliviado— Le debo una grande... Bien, espera en la barra con Toni, ¿sí? Iré por unas cosas y nos iremos.
Sin despegar la mirada de Sweet Pea, asentí y lo dejé ir, sin preguntarle a dónde iba. Caminé decidida hacia donde estaba, hablando con el mismo chico que me había impedido acercarme a la pelea. Cuando el moreno se dio cuenta de que me dirigía hacia ellos, se despidió y se fue hacia la barra.
Sentí un dolor atravesándome el pecho cuando Sweet Pea volteó a verme y noté el ojo derecho hinchado y morado, además de un par de cortes en el rostro, especialmente uno en el tabique de la nariz. Al menos JP quedó peor.
—Quería agradecerte. Creí que nadie se daría cuenta o me ayudaría. Así que... gracias —dije, con las mejillas sonrojadas. Nadie nunca me había defendido, porque jamás lo había necesitado. Y en el peor momento, él me había salvado y defendido.
Sweet Pea asintió sin decir nada.
—Lamento que salieras lastimado —añadí.
—No es nada —respondió, encogiéndose de hombros. No le había alcanzado a lastimar la boca, pero tenía un moretón grande en la mandíbula—. ¿Estás bien? —señaló mi brazo.
Me sentí confundida hasta que bajé la mirada y lo vi: mi brazo estaba enrojecido debido a la fuerza ejercida por JP.
—No es nada —lo imité, cubriendo la zona enrojecida con mi mano, sin embargo, no pude evitar formar una mueca de dolor cuando el roce me ardió—. Nada que un poco de pomada no alivie.
—Sígueme —dijo, ladeando un poco la cabeza hacia el bar.
Tardé un poco en decidirme, pero finalmente elegí seguirlo, porque me parecía lógico confiar en él: me había salvado de un acosador, me había defendido y era amigo de Jughead.
Sweet Pea abrió la puerta continua al bar, que tenía un letrero de "sólo empleados", y me dejó pasar primero. Vi que no era más que una cocina con muchas repisas llenas de alcohol, refrescos, servilletas y demás cosas para el servicio de la barra. De la repisa que estaba llena de refrescos bajó una caja blanca de primeros auxilios, la abrió y de ella sacó un frasco con pomada para el dolor y las cortadas.
—Póntela. Calmará el ardor.
La acepté cuando me la tendió. Abrí el frasco, saqué suficiente con el dedo índice y lo esparcí en la zona roja. Realmente ardía, sobretodo porque yo era de piel muy sensible. Cuando se la regresé, la guardó y cerró el botiquín, dispuesto a salir de nuevo, y se encaminó hacia la puerta.
—Espera. ¿Y tus heridas?
Sweet Pea miró el botiquín, que había vuelto a poner en su lugar, y negó con la cabeza.
—Se curarán con el tiempo. Vamos.
Puse los ojos en blanco, quitándome la mochila de los hombros y dejándola sobre la mesa de metal que había en el centro de la bodega. Lo rodeé y fui por el botiquín, el cual abrí sobre la mesa, y busqué las cosas que necesitaba para ayudarle con sus heridas.
—¿Qué haces? —me preguntó con el ceño fruncido— No necesito...
—Si esperas curarte con el tiempo, esperarás meses. Anda —respondí sin levantar la mirada.
Sweet Pea suspiró.
—De verdad, no lo necesito.
Finalmente, alcé la mirada y lo miré con reproche y los mejores ojos de cachorro que pude poner (al menos, siempre funcionaban con Kevin, Archie, Jughead y, hace mucho, con mi ex novio).
—Déjame regresarte el favor —pedí—. Es lo menos que puedo hacer.
Sweet Pea parecía estar en un dilema, pero finalmente dejó caer los hombros con un suspiro y se acercó a paso lento. Siendo tan alto, me cansaría muy rápido tratando de alcanzarlo, así que me subí a la mesa, casi logrando quedar a su altura, y me quedé sentada mientras pasaba una bola de algodón mojada en alcohol para limpiar las heridas.
Fui rápida y ágil, y pude notar su sorpresa ante aquello. No me creyó que ya había terminado hasta que vio las envolturas de curitas sobre la mesa y el algodón con la sangre.
—Eso fue rápido —comentó, impresionado.
—No lo fue tanto. Probablemente sólo estabas muy metido en tus pensamientos —contesté, divertida. Se sintió bien verlo sacar una media sonrisa—. Cierra el ojo —le pedí mientras pasaba el dedo por la superficie cremosa de la pomada. Un poco desconfiado, Sweet Pea sólo cerró el ojo herido. Lo vi sentir el dolor y el alivio a la vez conforme le daba muy ligeros toques en la piel lastimada del ojo morado—. Si te lo pones diario, desaparecerá más rápido. Debes cambiarte todas las curitas antes de dormir y limpiarte con alcohol para evitar una infección.
—Pareces tener experiencia —comentó, aún con el ojo cerrado.
—Bueno... A Jughead lo molestaban de niño. A veces FP tropezaba cuando estaba ebrio, un amigo juega muchos deportes y mi madre trabaja en el hospital. He aprendido mucho a lo largos de los años.
Apenas terminé de hablar me di cuenta de que, conforme hablaba, Sweet Pea bajó la guardia y dejó que su otro ojo se cerrara. Ya había esparcido bien la pomada, pero seguí dándole suaves masajes, esperando que la crema se absorbiera, y miré cada detalle posible.
Me llegó el sentimiento de que lo había visto antes, algo en él me resultaba familiar, pero no podía recordar de dónde, así que descarté la idea de haberlo conocido en el pasado.
Aunque la luz amarilla del único foco del cuarto era tenue, seguía siendo suficiente para poder notarle hasta el últimmo lunar. Tomé más pomada y empecé a esparcirla por el golpe que tenía en el lado derecho de la mandíbula, cerca de la boca.
Tensó la mandíbula y sus hombros, no sé si por el dolor o por la cercanía, pero la reacción fue tierna. Una leve sonrisa se me dibujó. Sweet Pea era muy guapo, y alto (un atributo del que no hice caso omiso y no dejaba de pensar). Además, su actitud protectora era inevitablemente atractiva, como si su aspecto no fuera ya lo suficienemente fuerte para flechar a cualquier chica.
—Relájate —le pedí en voz baja, alentando los movimientos circularse en el golpe.
Cuando pude oler mi propio aliento mentolado, me di cuenta de lo mucho que me había acercado y que él tenía el rostro levemente inclinado para facilitarme el trabajo.
Sus labios, pequeños, carnosos y delineados, se entreabrieron levemente cuando mi pulgar se deslizó desde el moretón hasta su barbilla, atrayendo mi atención sólo hasta que abrió los ojos y chocamos miradas. Estaba muy segura de que sus ojos no se veían tan oscuros antes de haberlos cerrado, y ahora irradiaban una energía que probablemente era correspondida con la de los míos.
Mi corazón empezó a latir tan rápido que me dolió. Se acercó lentamente, y su visión descendió hacia mi boca. La necesidad de besarlo incrementaba. Y desde que la punta de su nariz rozó la mía, ladeó la cabeza y sus labios tocaron los míos, todo se sintió en cámara muy lenta.
Al principio sólo fue un toque, quieto, pero el calor en mi cuerpo aumentó por la necesidad y moví los labios. Eso fue como un detonante, o alguna clase de permiso, que lo llevó a profundizar el beso. Abrí las piernas y él se acecó, acortando la distancia al quedar entre mis rodillas. Nunca había sentido tanta vibración y energía en todo mi cuerpo, como si por primera vez se hubiera encendido. Me sentía en llamas, y sólo nos estábamos besando.
Poco a poco, colocó su mano en mi cadera, subiéndola por mi cintura, costillas, acariciando mi brazo hasta acunar mi nuca, buscando más cercanía, lo que consiguió cuando abrí mi boca, dándole paso a su lengua, que me llevó sentir una oleada de calor por la cálida sensación.
Dejó salir un ruido que me dio tanto gusto escuchar, que acerqué mis manos al borde de sus pantalones, jugando con su cinturón y dejando que sólo la punta de mis dedos tocaran su piel, que hervía tanto como la mía.
Cortó el beso, pero sólo para dejar un camino de cortos y húmedos besos desde mi mandíbula hasta mi cuello. Agarré con fuerza el borde de su pantalón, abrumada por el sentimiento. Su aliento contra mi piel me dio escalofríos, y succionó con fuerza, provocándome un gemido que lo llevó a terminar de dejarme un chupetón.
¿Qué me sucedía? ¿Por qué me estaba dejando llevar tanto con alguien que apenas había conocido? ¿Y por qué diablos se sentía tan bien? Con mi ex novio necesité un año para aceptar perder mi virginidad, para sentirme cómoda. Y con Sweet Pea era todo lo contrario, tan fácil y agradable, algo que nunca había experimentado y quería terminar de descubrir. Era un universo de emociones totalmente nuevo para mí.
Una voz en mí me decía que me detuviera, que apenas lo conocía, que estaba loca por besar a alguien con quien no compartía un noviazgo. Nunca había hecho nada que no fuera con mi ex novio. Sin embargo, la otra voz en mí, más fuerte y tentadora, me decía que no tenía por qué detenerme, si se sentía tan increíblemente bien y correcto. Ahí estaba lo extraño: se sentía correcto, como si nunca antes hubiera sido capaz de encontrar placer con mi ex novio porque todo este tiempo él estuvo existiendo.
Cuando volvió a besarme y le mordí el labio inferior, gimió en mi boca. Bajé mi boca por su mandíbula, y besé su cuello lento y suave. Me agarró las piernas y las apretó cuando deslicé la punta de mi lengua hasta su tatuaje, donde después dejé un chupetón, y gruñó contra mi oído.
Mi cuerpo hervía por el deseo, tanto que estuve a punto de quitarle la chaqueta, pero Here You Come Again de Dolly Parton se escuchó por encima de los gemidos y besos. Abrí los ojos y me separé, buscando mi celular en mi mochila con la respiración agitada.
—No respondas —pidió. Su voz estaba ronca y baja, tan agitada como la mía. Sus labios estaban rojos e hinchados. Verlo pedirme que volviera a besarlo casi me convenció de no responder la llamada, pero el constante ringtone me recordó que podría ser Jughead o mi madre.
—Lo siento —dije antes de estirarme hacia la derecha y alcanzar mi celular. Era Jughead—. ¿Hola?
—¿Dónde estás? No te veo por ningún lado. No te fuiste al tráiler sola, ¿verdad? —me preguntó con advertencia, alzando la voz para que lo escuchara por encima de la música del bar.
—Estoy en el baño. Tranquilo. Ahora salgo —le dije. Sweet Pea me miró entonces y yo colgué—. Lo siento, tengo que irme.
No parecía contento con que me fuera, trató de protestar, pero yo, apresurada y temerosa por que Jughead supiera dónde había estado los últimos veinte minutos, me bajé de la mesa en un corto brinco antes de voltearme hacia la entrada y salir de ahí como alma que lleva el diablo, incapaz de mirarlo a los ojos por la vergüenza. Yo jamás hacía cosas así. ¿Qué rayos me acababa de pasar?
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