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Voz oscura

En todos los años de amistad nunca le contó a Dayoung sobre su miedo a la oscuridad ni de sus pesadillas. El hecho de que ella ahora supiera todos sus secretos lejos de hacerlo sentir incómodo, le daba tranquilidad. Cuando sus padres se cansaron de vivir con las altas facturas de luz, lo mandaron a un dormitorio de estudiantes donde los servicios básicos eran más económicos. A pesar de desear su independencia, en el fondo tenía miedo de vivir solo y a la disposición de las sombras que lo perseguían. 

—Me parece conveniente el viaje, lo tomaremos como un nuevo experimento —la psicóloga cruzó las piernas y golpeó su lapicero contra la mesita de vidrio que tenía a un lado—. Los lugares desconocidos nos provocan diferentes sensaciones y emociones. Puedes usar esto a tu favor para convencerte de que cualquier lugar es seguro. 

—No lo son —murmuró y reinició el conteo de los golpes del lapicero para encontrar la constante. 

—Hyungwon, ¿por qué no intentas dormir con una sola lámpara? 

Levantó la cabeza rápidamente al escuchar la pregunta y negó. Era muy pronto y las pesadillas habían vuelto.

La mujer suspiró y asintió. 

—Bien, es todo por hoy. ¿Te veo aquí el próximo mes?

—Sí —dijo poniéndose de pie. Hizo una reverencia rápida y salió del consultorio. Miró la hora en su reloj y apresuró el paso.

Hanjeu estaba a cinco horas de Seúl y si quería llegar antes de que se ocultara el sol debía tomar el autobús de las doce. Envió un rápido mensaje a Dayoung que estaba bien y prometió comprarle un regalo bonito. 

Después de un baño de agua tibia y de comer un sándwich de solo jamón tomó sus maletas, las llaves de su casa temporal y cruzó la puerta de su departamento. Tal como lo esperaba, Dayoung estaba abajo recargada del automóvil de su mamá y secándose las lágrimas. 

—Vas a tener que llamarme todos los días, mínimo cinco veces —dijo señalándolo con un dedo. 

Hyungwon asintió caminando hacia ella. 

—Estaré ocupado, pero haré un esfuerzo. 

—No. De verdad, tienes que llamarme o iré a buscarte y no seré amable —amenazó quitándole las maletas y metiéndolas en la cajuela—. Wonnie. 

El alto la miró en silencio a punto de entrar al auto. 

—Consíguete una novia. 

Hyungwon rodó los ojos y le mostró el dedo de medio. Dayoung cada vez era peor con sus chistes y culpaba al idiota de marketing con el que salía. 

—Creo que tu petición no se adapta a mis necesidades —le dijo con una mirada triste.

—Claro que no. A ti solo te excitan los libros de historias y los pectorales masculinos —encendió el auto y lo miró—, aunque debo admitir que lo segundo también me interesa. 

—Deberías buscarte otro novio —se burló. 

Dayoung encendió la radio y él se concentró en trazar círculos aleatorios en el vidrio de la ventana. Escribió su nombre y rio cuando la cara de un niño quedó “encerrado” en uno de sus dibujos. El auto avanzó y se detuvo diez metros adelante en un semáforo. En la acera, una figura oscura y amenazante se perfilaba bajo la luz parpadeante de una farola. Hyungwon sintió un escalofrío recorriendo su espalda. La figura parecía estar envuelta en sombras, como si absorbiera la luz a su alrededor. Al mirar con más atención, pudo distinguir unos ojos brillantes y maliciosos. Trató de mantener la calma, pero su respiración se volvió rápida y superficial. 

El hombre vestido de traje negro, con una siniestra sonrisa, fijó sus ojos brillantes en Hyungwon. Una voz fría y escalofriante resonó en su mente, tan clara como si el demonio estuviera sentado a su lado en el auto. 

¿Por qué estás aquí?—susurró—. ¿Qué buscas?

Hyungwon miró a su lado y vio a Dayoung tarareando la canción que sonaba en la radio, completamente ajena al hombre que los miraba.

¿Vas a liberarlo o has venido a unirte a él en la eternidad?

Abrió los ojos y la boca y miró sus manos que de pronto se sentían calientes. Parpadeó mirando anonadado la sangre escurriendo de sus dedos. Levantó la mirada al mismo tiempo que el semáforo cambiaba de color y el automóvil avanzaba.

Hyungwon sintió un estremecimiento aún mayor y la marca en su cuello ardió. Sacudió la cabeza y trató de concentrarse en la carretera, pero las palabras seguían en su mente alimentando su miedo y curiosidad. La sangre había desaparecido al igual que el extraño hombre en la acera.

—Ya estamos cerca de la estación —anunció la chica junto a él—. Voy a extrañarte mucho, Wonnie.

—Y-yo también —dijo y se maldijo porque su voz delataba todas sus emociones. Afortunadamente Dayoung no comentó nada al respecto, quizás ni siquiera lo había notado.

Cuando Dayoung lo dejó en la estación de autobuses y le dio un fuerte abrazo como despedida, tuvo la intención de comentarle sobre lo que había visto en la calle, pero no encontró el valor ni las palabras para explicar aquel miedo que sintió. Subió al caminó y escogió los asientos del fondo, sacó su celular y sus auriculares y se concentró en la música de piano. Los notas suaves y los agudos que le dieron paz a su alma.

El viaje fue relativamente corto, tomando en cuenta que la mitad del tiempo lo ocupó para recuperar las horas de sueño que perdió por las pesadillas. Cuando abrió los ojos, los pasajeros ya se formaban para bajar. Hyungwon se quitó los audífonos y levantó su bolso del suelo sintético. Miró por la ventana antes de unirse a la fila y respirar la primera bocanada de aire limpio y puro.

”Bienvenido a casa”

Hyungwon se tensó y miró a todos lados como si no fuera consciente de que se encontraba solo en mitad de la acera. Tragó saliva y apretó las correas de su bolso. La misma voz que le habló en la calle en Seúl se había vuelto a meter a su cabeza.

”Suerte, Hyungwon”

Preso del pánico caminó fuera del estacionamiento fingiendo que su corazón no latía desenfrenado y que no escuchaba pasos detrás de él. Había llegado a la pequeña ciudad justo antes del atardecer, cuando los últimos rayos de sol doraban el horizonte y tenían el cielo de todos cálidos.

—Solo estoy cansado —se convenció parándose de repente. Levantó la mirada de sus zapatos y se encontró con una pared extensa pintada de blanco y un puente de madera pintado en el centro. La imagen le resultó conocida, como si se tratara de un lugar específico donde hubiera estado.

—¿Hola?, ¿necesitas ayuda? —preguntó una voz infantil y femenina.

Hyungwon apartó la mirada del mural y se volvió hacia la niña.

—Hola —dijo y enarcó una ceja. La niña parecía tener menos de diez años, usaba un vestido lila con flores blancas en la falda y una corona de plástico en la cabeza. Sus pequeñas manos sostenían la manija de un carrito con plataforma roja.

—Parece que eres nuevo en el pueblo, ¿quieres que te ayude a llevar tus maletas? —preguntó con una sonrisa—. Mi nombre es Mina y conozco toda la ciudad. ¿A dónde vas?

Hyungwon miró su equipaje y pensó que no era mala idea. Todavía no tenía idea cómo funcionaba el pueblo y guiarse por un lugareño era mil veces mejor que usar el navegador del celular.


Al entrar por el camino principal, notó de inmediato el encanto tradicional de la ciudad. Las casas estaban construidas en el estilo clásico, con techos de tejas y elegantes estructuras de madera. Los jardínes estaban cuidados con esmero, con pequeñas fuentes de agua y árboles cuidadosamente podados . El sol comenzaba a descender atrayendo la noche y por primera vez, no se sintió ansioso por llegar a casa y esconderse debajo de las sábanas. Le sonrió a un grupo de niños que jugaban con una botella y sacó la cámara de su bolso para fotografiar a un par de ancianos que estaban inmersos en una partida de ajedrez.

A medida que avanzaba por las estrechas calles, Hyungwon pudo ver que muchas de las casas aún conservaban los faroles de papel colgados en las entradas. Deseó no temer a la oscuridad para poder salir tranquilamente y poder apreciar la luz suave de los faroles. Inhaló profundamente logrando sentir el aire impregnado de aromas de comida casera que salían de los restaurantes y puestos a lo largo de la calle. Sintió una sensación de paz mientras caminaba por las calles adoquinadas, disfrutando de la belleza de los edificios y el ambiente apacible de la ciudad.

—¿Estamos muy lejos de la casa? —preguntó parándose en uno de los tantos cruces peatonales. No pasaba ni un solo carro pero creyó conveniente tomar un descanso.

—A dos cuadras de aquí —dijo y jaló el carrito con una facilidad que sorprendió al universitario.

—Mina, ¿sabes sí hay un museo o alguna biblioteca cerca?

La niña estacionó el carrito en la esquina de un restaurante, entrecerró los ojos y señaló un edificio de estructura de madera de diseño clásico y tejas de cerámica negra que brillaba bajo los pocos rayos de sol. Los detalles en rojo y verde daban un toque vibrante a la fachada, mientras que los pilares de madera sostenían el techo con elegancia.

Hyungwon abrió los ojos y separó los labios admirado. Era hermosa.

—Esa es la biblioteca —dijo Mina—. El museo está muy lejos. Tienes que caminar veinte minutos y después subir la colina que es otra media hora— explicó y señaló vagamente hacia un camino de terracería que no parecía ser muy transitado—. Oppa, incluso si no te gusta caminar deberías visitarlo.

Hyungwon la miró con curiosidad.

—¿Es así?

Mina asintió muy sonriente y entró en un callejón suficientemente iluminado para que las flores en macetas se mantuvieran floreciendo a la perfección. Hyungwon tomó varias fotos esperando llegar a la casa para enviárselas a Dayoung.

—¡Sí! Mi mamá me lleva ahí en todos mis cumpleaños —comentó con una sonrisa que le cubría la mitad del rostro y le llegaba hasta los ojos—. Hace mucho tiempo fue la mansión de un astrónomo y una pintura. Oh, ¡también había un príncipe!

Los ojos grandes de Hyungwon se abrieron graciosamente. Según lo que había leído e investigado, Haeju era una de las ciudades cercanas a Joseon, pero jamás encontró datos de un príncipe asentado en esa ciudad.

—¿Un príncipe? ¿Quién?

Mina se cubrió la boca con su manita.

—No era un príncipe de verdad —dijo y se rió de su broma inocente—. Pero sí era un joven muy inteligente y muy hermoso.

Hyungwon asintió y correspondió a la diversión de la niña con una sonrisa. Cuando finalmente llegaron, tomó sus maletas y le agradeció a Mina por la ayuda sin olvidarse de darle unos billetes como pago.

La casa que había alquilado era estilo tradicional, con el techo curvado cubierto con tejas oscuras que le daban un aspecto auténtico y acogedor. Deslizó la puerta y se sorprendió al ver los materiales naturales, como la madera y el papel de las paredes y la puerta. Todo tenía un aire de sencillez pero elegancia que lo transportó a otra época. Se sacó los zapatos y entró lentamente. El piso se sintió cálido bajo sus pies, proporcionando una comodidad que nunca había experimentado antes.

Recorrió las pocas habitaciones admirando los muebles minimalistas y la decoración discreta que resaltaban la belleza natural de la casa. A pesar de no saber cocinar se dirigió rápidamente hacia la cocina y tal como esperaba, la cocina conservaba la esencia de las antiguas costumbres culinarias aunque mezcladas con los electrodomésticos de la nueva era.

Su teléfono vibró en su pantalón y no hizo falta leer el nombre en la pantalla para saber de quién se trataba.

—Estoy bien. Encontré la posada exitosamente y ahora espero descansar para empezar mi búsqueda mañana temprano.

—¡Sabía que podías hacerlo! —gritó Dayoung y Hyungwon tuvo que alejar el celular de su oreja porque no terminaba de acostumbrarse a los gritos de la chica—. Yo también me encuentro bien por si lo preguntas.

Hyungwon sonrió y se arrastró a su habitación temporal.

—Tomé algunas fotos, ¿quieres que te las envíe ahora? —preguntó y rápidamente alejó su oreja del celular para soportar la respuesta positiva y efusiva—. Ok, las enviaré y te llamaré mañana.

Estiró su brazo sobre su cabeza y bostezó.

—Estoy muerto y me interesa mucho probar la calidad de la cama —susurró y agradeció encontrar un colchón. Por mucho que le gustaba la historia, dormir en el suelo estaba lejos de ser una costumbre que pudiera adaptar—. Adiós, te amo.

—¡Yo igual!

Dejó el teléfono en la mesa de noche después de programar una alarma a las seis de la mañana, confiando que el sol salía antes que en la ciudad, y regresó a la sala por su maleta. Sacó unos pantalones de chándal, una camiseta blanca y su lámpara inalámbrica de tortugas. Hizo un corto viaje al baño para cambiarse y lavarse los dientes. Al salir, miró involuntariamente hacia la ventana encontrando las primeras pistas de que la noche estaba cerca.

Hyungwon inhaló profundamente y se acostó dándole la espalda a la ventana y a la figura que comenzaba a formarse en la esquina de la habitación, donde los escasos rayos del sol no lo delataban.

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