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3. Marzo.

Hi~ Nuevamente atrasada un día, pero acá estamos con este pequeño fic. Me siento bastante emocionada porque ahora que aparece otro personaje se van develando las trabas alrededor de las que gira la historia, además de que el ambiente me es bien ameno. Está escrito con mucho amor siempre.

¡Espero que les guste!

Ash empuja un chillido de frustración a lo más profundo de su garganta tras observarse en el tocador de su madre, se mira como un desastre, ha escogido un conjunto relativamente simple para dichosa velada, optando por unos pantalones de franela entallados, una camisa blanca realizada a la medida con la que sus pretendientes siempre babean y un chaleco a cuadros prensado con la lana de buey más costosa del mundo, su padre le obsequió estas prendas antes de irse a bancarrota, sus criados solían alabarlo por su magnánima belleza, así que debería verse bien, es un seductor, un Don Juan, todo un rompecorazones, un ángel caído del cielo, ¡sí! Debería sentirlo, pero no lo hace.

Se ve como un desastre.

Un desastre que tendrá una cita con Eiji.

Se sonroja ante el mero pensamiento y niega con brusquedad, no es una cita, es una simple reunión en la casa de un colega, nada extraordinario, además, no quiere una cita con él, es un profesional.

Luego de la primera conversación en febrero no se ha podido despegar del entrañable profesor con ojos de ciervo, Aslan siente que actúa como un felino encaprichado a su lado, exige atención en sus propios términos y saca sus garras si se propasan. Le agrada aquel inesperado descubrimiento de su identidad, y fue gracias a ello que se percató de lo sometido que se encontraba a una vida de nobleza y a la misma mansión. El mediodía no solo era el mediodía ahí dentro, era la hora en que Jim y él terminaban de comer los fines de semana, las tres de la tarde tampoco eran solo las tres de la tarde, era la hora donde se sentaba con Griffin a leer mientras lo veía tejer fuera del invernadero, las cinco de la tarde eran las exhaustivas reuniones de alta sociedad a la que su apellido lo ataba, las siete era la cena familiar, las once cuando le debían dar la medicina a su padre. Su reloj, sus días, e incluso su identidad se veía determinada por estas cuatro paredes.

Con Eiji no debe ser nada de eso.

Incluso ha conseguido una nueva identidad: «Ash Lynx».

Le encanta absolutamente todo de ese nombre, desde la fonética y armonía de las letras, la adorable manera en que Eiji le añade pequeñas «u» al final, hasta el anonimato que le ofrece, es un don nadie cuando lo usa, no el señorito malcriado que dejó morir a su madre y hundió a su familia por capricho sobre aventuras y estudios, sobre ser escritor. Irónico, el nombre que su madre le escogió es reflejo de lo amado que es, un jade al amanecer, destinado a una existencia repleta de júbilo y brillo, y aún así, siente que este apodo es mucho más él.

¿Aslan Jade Callenreese? Mejor Ash Lynx.

—¿Qué piensas tú? —El interrogatorio se dirige a Buddy, quien yace ahogado en el montículo de ropas en la habitación, intenta menear su cola bajo los pesados trajes de tweed en vano—. ¿Me veo atractivo? —El cachorro ladra en respuesta, aunque no entiende el significado ha decidido traducirlo a su conveniencia.

Te ves increíble, papá. Es obvio que le dijo eso, no por nada tiene 200 puntos de IQ.

—Sabía que me sentaba de maravilla, no estaba seguro de usar un chaleco rojo, pero tienes razón, resalta perfecto. —Se gira al tocador, acomodándose el cabello con un viejo peine de plata, dándole cepilladas suaves y delicadas al rubio lustroso de su flequillo, está nervioso y quiere verse bien. ¿Para qué? No tiene idea, sin embargo, un deseo chispeante de que Eiji lo alabe arde en su interior.

—Te ves encantador. —No es necesario que se voltee, puede vislumbrar a Griffin a través del reflejo en el tocador—. Eres la viva imagen de mamá. —Sonríe con melancolía, paralizando los movimientos entre sus cabellos para darse vueltas a la puerta. Aún si lady Callenreese no era la madre biológica de su hermano mayor, la amó como tal, esto también debe ser duro para él, piensa.

—Gracias. —Deja el peine sobre un viejo joyero repleto con perlas y trozos de tul—. Tú eres la viva imagen de papá.

—¿Me estás llamando feo? —Griffin luce increíblemente indignado por el comentario.

—Tal vez.

—¿Piensas que estoy panzón?, ¿es eso? Porque he comenzado una dieta.

—¿Crees que papá es panzón? —Se burla, alisándose el chaleco bajo las palmas, procurando que cada arruga se deshaga con esos toques de mariposa—. Y eso que eres su hijo favorito, le romperás el corazón.

—Por favor, tú eres su hijo favorito. —Bufa.

—No creo que él tenga favoritos.

—¡El patrón lo tiene! —Sin que nadie lo haya llamado, Max se abre paso dentro del cuarto, colgando un brazo diferente en el cuello de cada hermano Callenreese—. Soy yo, mi futuro suegro me adora. —Ash chilla horrorizado por el coqueteo, no necesitaba de esto antes de su (no) cita.

—Eres asqueroso, viejo. —Le replica con el entrecejo tenso y los brazos cruzados, está esbozando un puchero y lo comprueba cuando el soldado le picotea la mejilla porque es muy maduro, claro.

—Te ves realmente guapo, Aslan. —La sinceridad que gotea en su voz lo toma con la guardia baja, traga duro, nervioso por el cambio en la atmósfera—. Me siento orgulloso de verte hecho un adulto. —Su atención salta hacia el montículo de prendas que cae desde la cama hasta sus tobillos, no era consciente de la exuberante cantidad de ropa que tenía hasta dejar el armario vacío.

—Gracias. —Finalmente murmura con la cabeza gacha y las mejillas tibias, Buddy ladra y esta vez sí logra mecer la cola, es todo un luchador.

—¿Te pusiste así de guapo para el monsieur? —De pronto—. Va a quedar fascinado con tu belleza. —Quiere vomitar.

—¿Por qué piensan eso? —El horror retiembla en su voz, retrocede, provocando que la mano de Max caiga y cuelgue en el aire igual que un péndulo de metal, ha palidecido, lo aprecia en el tocador, se ve absolutamente enfermo y asqueado con su pretendiente, no debería ser así.

—Porque hoy es miércoles, Dino tiene reunión con el resto de los miembros del Club Cod y te quería llevar como su acompañante, ¿no es así?

—Cierto. —Musita, abrazándose a sí mismo, se siente mal—. Lo había olvidado. —Está asfixiado, afiebrado y mareado, todo llega de un solo golpe al mismo tiempo, es como si las paredes de la casa se le estuviesen viniendo encima y no pudiese huir de ese inminente derrumbe porque él ha lanzado raíces en ese lugar, no le queda escapatoria.

—Aslan... —Pero Griffin no tiene palabras de consuelo para darle, ni tiene que dárselas, ha asumido la responsabilidad que conlleva pertenecer a este apellido—. ¿Estás seguro de ese matrimonio? —Claro que no, aborrece la idea, es más, aprendió a desarrollar un asco visceral por la mera presencia de ese cerdo (caballero o monsieur es para cuando están en sociedad).

—Estoy conociéndolo todavía.

—Porque no tienes que hacer nada que no quieras.

Ja.

Cómo si fuera tan sencillo.

Tanto Griff como su padre se han mostrado benevolentes en sus caprichos, no lo increparon cuando se negó a buscar pretendientes aun si había cumplido la mayoría de edad y tenía responsabilidades que satisfacer a causa del apellido, jamás lo menospreciaron por querer ser escritor o negarse en el cumplimiento de sus deberes en el negocio Callenreese, le permitieron ser y deshacer como quisiera porque era el mimado de mamá, claro, ha pagado las consecuencias por esa presunta libertad falsa, es tan libre como los pájaros en el invernadero a fin de cuentas, habitando una realidad de ensueños que es una simple jaula. Así que ahora quiere compensarlos, desea despertar, demostrarles que es más que una simple carga o deshonra.

Además de todo eso, se juzga como un terrible hermano e hijo. Griff se ha sacrificado siempre para anteponer sus necesidades, ¿va a permitírselo otra vez? Se prometió hacerse cargo de esto, injusto, es sumamente injusto obligar a su hermano a casarse cuando desprende estrellas al mirar a Max, él por otro lado, nunca ha estado enamorado y si Dino Golzine les ofrece una salvación, que así sea.

—Perdonen la interrupción. —Blanca golpea la puerta antes de pasar, hace una reverencia con esa sonrisa impasible y caballerosa que tanto lo caracteriza—. El médico ya terminó de revisar al señor y necesita darle las instrucciones a uno de sus hijos. —Griff suspira, tirándose el cabello para atrás.

—Yo iré. —Declara, hay constipación empañando sus ojos azules y le duele—. Pero la conversación no se ha acabado, señorito. —Porque Griffin siempre se deja atrás por anteponerlo, se anula como persona y Aslan está cansado de verse reducido a un parásito que succiona vida ajena, sino es capaz de sacrificarse por quienes ama, ¿los ama en realidad?

—Gracias, Blanca. —El nombrado se retira junto a su hermano, dejándolos a solas en la habitación.

No sabe mucho de Blanca, era el sirviente preferido de su madre, tenían un vínculo bastante especial y fue la única persona que se negó a abandonarlos a pesar de la bancarrota, aunque su padre insiste en que le permita un plazo mayor para pagarle, le niega, diciendo que cuida de ellos encantado, eso es sospechoso e intrigante. Nunca entiende lo que pasa por la cabeza de ese sujeto, al menos, tiene buenos gustos literarios, eso se lo reconoce.

—Entonces... —Max se sienta de golpe en la cama, quiere darle una de esas charlas paternales y le dará en el gusto, necesita un consuelo de cualquier tipo a estas alturas, es patético—. Sino te pusiste bonito para Dino, lo hiciste para Eiji.

—¿Cómo supiste? —Debe hacer un esfuerzo sobrehumano para disimular el exalto en su voz.

—No soy tonto, muchacho. —Con un par de palmaditas lo invita a sentarse a su lado, Buddy los mira con sus grandes ojos vidriosos desde el nido que construyó con sus ropas, sus conjuntos más finos y elegantes han quedado repletos de pelusas delgadas y doradas, tendrá que lavarlos a mano—. No has dejado de hablar de Eiji desde que lo conociste.

—Es interesante. —Murmura, acomodándose a su lado, el colchón de plumas se hunde con el peso recién incorporado y él siente que flota—. Es tan diferente a todo lo que he conocido, Eiji es un alma libre, no está atado a apellidos nobles o algo así, es aventurero, conoce Downtown como la palma de su mano y no lo sé, es intrigante, estar a su lado me genera un cosquilleo de adrenalina aunque seamos tan diferentes, porque siendo franco, ni siquiera puede leer una novela entera, eso es lindo.

—Te gusta. —El calor hierve en sus mejillas ante tan atrevida confesión.

—Claro que no. —Gimotea, cruzando sus brazos sobre su pecho—. Somos colegas. —Max rueda los ojos, se cree una especie de sabelotodo cuando en el fondo apesta aconsejando.

—Te gusta la clase de persona que es. Aslan, nunca has podido tener amigos de tu edad, has vivido aislado entre estas paredes, claro que estás emocionado por conocerlo.

—¿Qué hay de Yut-Lung?

—Él da miedo, es un amigo aterrador y grosero. —Ambos asienten—. Además Yue está en tu mismo entorno, Eiji es ajeno a todo esto y quizás, por eso sientes más libertad para mostrarte cómo eres, sin temor a los juzgamientos. —Aslan procesa esas palabras como si fueran un cuadro de chocolate en su lengua, se dedica a saborearlas, permite que se derritan, empapando sus papilas gustativas de amargor hasta finalmente tragárselas.

—¿Cómo es posible que hayas dicho algo tan inteligente?

—Por esa razón le gusto a Griffin, porque soy diferente, genio.

—¡No seas asqueroso! Eres terrible, incluso Michael cree que apestas como papá.

—¡Michael cree que soy genial! —Rebate—. Él dice que tus clases son aburridas. —Vuelve a repasar la conversación de manera mental, la deja correr igual que el gramófono quebrado de su papá.

—Alto... —Lo mira anonadado—. ¿Sabes que le gustas a Griffin? —Un tímido rubor se asoma por las orejas del soldado, espolvoreando su piel bronceada de un tono más robusto.

—Quizás. —Aslan alza una ceja, juzgándolo—. Es un poco evidente, me sigue como un cachorrito.

—¿Entonces por qué no haces algo? —La pregunta descarada lo hace ruborizarse tres tonos más, Max alarga sus puños en las cubiertas de franela, tensa la boca y lo mira con reticencia.

—Alguien como él merece ser cortejado con cuidado y dulzura, estoy descifrando cómo seducirlo todavía, no es tan fácil.

—Gallina. —Aslan se levanta de la cama, sacudiéndose los pantalones como si hubiesen quedado empolvados de tierra o de hollín—. Eres toda una gallina, Max. Sino encuentras tus pelotas le pediré a Yue que le consiga un pretendiente adecuado que tenga el coraje para cortejarlo.

—¡Mocoso! —Aunque chilla, no lo regaña más—. Eres insoportable. —Porque tiene razón.

—Es mi placer. —Y Aslan se retira satisfecho, sabiendo que es dueño de la ley y la verdad.

¿Amor? Puff, es tan fácil leerlos, él es un experto en el romance.

—Buenos días, Ash.

Pero entonces pasa a buscar a Eiji en el carruaje y su cerebro hace cortocircuito. No es justo, se mira extraordinariamente suave y lindo en esa delgada camiseta blanca, con un pantalón negro y un par de zapatos de cuero que impresionan anticuados, no es un conjunto especial, se asemeja demasiado a lo que usa durante las clases, no obstante, esto es mil veces peor por la pequeña corbata amarrada en un nudo, es roja, hace juego con su propio suéter de cuadros y eso lo deja con el corazón doliendo por lo agradable que es. Traga duro, subiéndose al carruaje e intentando disimular la emoción de ir por primera vez a la casa de alguien más, sí, ha ido a las mansiones de los otros tipejos de sociedad, pero incluso la residencia de los Lee es... Fría. Esto es diferente, es ir con un amigo.

Amigo, claro.

Son amigos, todo cool.

—¿Seguro quieres venir? —Eiji se deja caer contra el soporte mullido de la carroza, es un transporte de calidad inferior, lo nota por el desgaste de la cuerina, se ha empezado a desprender en pétalos polvosos y ha impregnarse a su ropa. —Te ves incómodo.

—No es eso. —Le asegura, intentando enfocarse en cualquier otra cosa además de la cercanía de este chico, en las herraduras de los caballos contra los suelos de pavimento o lo colorida que resulta Downtown—. Estoy nervioso por esta velada.

—¿Nervioso? —Sus grandes ojitos cafés parpadean—. ¿Por qué? Solo soy yo. —¡Por eso! Eres tú.

—No suelo frecuentar las casas de mis amigos. —Otra forma de decir que es un perfecto antisocial.

—¿En serio? —El rocío se cuela a través de las cortinas de las ventanas, hace calor—. Es extraño, te ves como la clase de hombre que atrae a las personas a su alrededor. —De pronto, sus hombros se están tocando y Eiji huele demasiado bien, no como esos perfumes que la alcurnia tanto adora presumir, esto es sutil, como mañanas soleadas o regaliz dulce, es hogareño.

—¿Acaso me estás llamando guapo, onii-chan?

—¡Yo no...!

—Sé que lo haces, descuida. —Lo interrumpe divertido.

—Tienes razón. —Y claro que Eiji encuentra nuevas maneras de dejarlo anonadado con esa pequeña aunque intensa, punzada en el corazón—. Eres guapo, Ash. —El estruendo de la confesión sobre el eco de las herraduras le deja la sangre helada y la mandíbula tumbada. Si Max lo viera se burlaría, apuesta su colección entera de Hemingway a eso.

—Gracias. —Las mejillas le arden pero no puede dejarlo de ver, encantador por donde se mire, es la clase de persona de la que debería alejarse y no puede, se profesa absolutamente deslumbrado.

—Si te hace sentir mejor. —Sisea, tensando sus puños sobre sus rodillas—. También estoy nervioso.

La casa donde habita Eiji es... Un cuchitril, en palabras del mismísimo Yue. No es por ser despectivo, Aslan jamás había estado en esa clase de ambiente y no puede prevenir que el choque de realidades sea violento, pero el lugar se encuentra repleto de carencias. Consiste en una mansión reconvertida en una casa de huéspedes: a la izquierda, donde debería encontrarse el salón, hay una especie de sala de desayunos con media docena de mesas de estilos diferentes y una docena de sillas cada una con su propio estilo, salta a la vista que los muebles no son de buena calidad, aunque entonces mira en un rincón un bello escritorio de finales de siglo parecido al suyo y se acerca a observarlo, le dio la impresión de que hacía meses que no lo pulían. Su aventura continúa escalera arriba, la alfombra está desgastada y raída en las orillas, mientras suben, Eiji le explica cuántos se alojaban en el lugar (veinte, contándolo) y cuánto tiempo llevaba ahí (unos cuatro años).

—Es conveniente, queda en el centro de Downtown y el arriendo es barato. —Le explica, sin parecer en absoluto acomplejado por aquel entorno de pobreza y el estado de descuido que rodea a cada cliente de la residencia—. Rara vez tienen cupos abiertos, se llenan rápido.

—Ya veo. —Y entonces, entran al cuarto de Eiji y es mil veces peor, apenas hay muebles, la cama es tan pequeña que parece para niños, el papel tapiz se desprende de las paredes descolorido, hace tanto calor dentro que Aslan debe desabotonarse el cuello para no sofocarse.

—Está un poco oscuro, perdón. —Musita, se mira avergonzado y lo comprende, ese chico de lengua sagaz y afilada le está confiriendo una inusitada muestra de vulnerabilidad por primera vez.

—No te preocupes. —Las cortinas se abren, resaltan los defectos y la precariedad del cuarto bajo el fulgor, aunque eso no es lo que le interesa, sino la forma en que el sol danza a través de esa mugrosa ventana para convertir al cobrizo tan característico del japonés en dorado, es un estrago, la centella adorna sus ojos cafés, haciéndolos ver cómo caramelo recién hecho, es hermoso—. Eiji...

—¿Sí? —Si los ángeles se dejasen vislumbrar sin duda tendrían esa clase de mirada tan dulce aunque inquebrantable, eso fue lo que lo engatusó del inicio.

Eiji es una persona apasionada por la vida. Ash no.

—¿Por qué me invitaste?

—¿Te molesta? —El moreno le da una sonrisa blanca y perfecta que francamente lo derrite.

—No. —Él juguetea con las suelas de sus zapatos, da un bocado violento de aire en busca de coraje y valor—. Pero últimamente pasamos mucho tiempo juntos.

—Es lo normal ¿no? —Encoge sus hombros restándole importancia, sacando de un diminuto velador lo que impresiona ser un juego de té—. Me gustas.

—¡¿Eh?! —Apenas consigue respirar—. ¿Hablas en serio?

—Sí, tu compañía me agrada, me gusta pasar tiempo contigo.

—Oh... —Alto, ¿por qué se siente tan decepcionado?

—¿Eiji? —Una tercera voz lo deja congelado, se pega contra la pared como si fuese una especie de insecto en busca de escondrijo—. ¿Ya estás en casa? —Y no le gusta para nada lo que ve, tan vulgar.

—Shorter, buenos días. —Un hombre con el torso desnudo entra al cuarto sin darle importancia, tiene el cabello de un color sumamente extravagante y feo, genera su desdén de inmediato—. Traje a un amigo del trabajo, te lo había mencionado antes. —El desconocido se restriega con flojera los párpados antes de mirarlo, tiene los ojos rasgados y afilados, le da un escalofrío.

—Cierto. —Y ni siquiera se esfuerza en mentir bien, si Eiji le cree es un ingenuo—. Soy Shorter Wong, su compañero de piso. —¿Dos hombres habitan este cuchitril? No puede creerlo, naturalmente sabe que muchas personas usan esta clase de alojamientos, pero no conocía a ninguna y mucho menos había entrado a este tipo de establecimiento.

—Ash Lynx. —Responde por cortesía—. Un placer.

Se queda a solas con Shorter mientras Eiji prepara el té, tiene que bajar hacia el salón de la residencia para disponer de agua caliente y la brecha entre sus realidades lo abruma. ¿Qué esperaba? Que Eiji fuese un hombre culto que impartía clases en una escuela por caridad, no por necesidad, Ash se fijó en la belleza de su arte y supuso que era acomodado aún si las diferencias de círculos fue el motivo para verse seducido por Okumura. Aslan suspira, sentándose en la cama, clava su atención en aquel horrendo suéter que el japonés suele llevar y de pronto, se percata de lo desgastado del estampado y sabe que ha tenido señales por todas partes sobre aquella brecha y las ignoró. Decidió que Eiji era una cosa e hizo caso omiso de las contradicciones, y de pronto, las diferencias lo acomplejan y se da cuenta del poco mundo que tiene. ¿Alguna vez ha sido ciertamente libre? ¿O solo es una marioneta jugando en un mundo creado a imagen y semejanza de los Callenreese? Un mundo privilegiado que ahora le es enormemente reducido y descolorido en comparación, es un pájaro en un invernadero.

Son de mundos diferentes, piensa.

Desearía no ser un Callenreese.

—Ash Lynx. —Shorter repite su nombre con un tonito impertinente y desagradable, lo raspa en su lengua igual que una lima antes de arrojarse a su lado en la cama—. Nunca había escuchado hablar de ti por aquí, ¿eres nuevo en Downtown? —La hostilidad detrás de su sonrisa es evidente, lo pone... Nervioso. Traga duro, hundiendo sus puños en una colcha tan rasposa que parece virutilla.

—Algo así. —Ríe, apartándose por inercia—. Eiji y yo nos conocimos en el trabajo.

—Así me contó. —Shorter cruza una de sus piernas sobre la otra, divertido, los resortes del colchón lanzan un alarido ante la irregularidad de su peso, al menos se puso una camiseta por cortesía, le ve el lado positivo—. Trabajas en la escuela a la que van Skip y Michael.

—¿Los conoces?

—Todos en Downtown nos conocemos. —Suelta con una falsa casualidad—. A menos que seas de otra parte, por supuesto. —Oh, así que por acá va la conversación.

—Con todo respeto, no es de tu incumbencia de dónde vengo.

—Con todo respeto, lo es. —El corazón le pellizca, ahora que lo recapacita, ¿cuál es la relación entre esos dos? Tal vez asumió de nuevo que eran meros compañeros de piso porque le dolería creer algo más—. Lamento si soy tan directo contigo, pero si te atreves a jugar con Eiji no saldrás ileso de acá.

—¿Eh? —Aslan frunce el ceño, colérico—. ¿Qué te hace pensar eso?

—Es ingenuo y lo han lastimado antes sujetos peligrosos como tú. —Shorter se inclina, observando con detenimiento sus prendas—. Parecen ropas de calidad, es raro verlas por esta parte de la ciudad.

—¿Estás insinuando algo?

—Insinúo que si eres otro señorito que le vio cara de bobo a nuestro ojos de ángel, puedes regresar por la alcantarilla lujosa de donde viniste.

—¿Ojos de ángel? —El desconcierto que escalda en su voz es genuino, Shorter aparenta notarlo, de pronto se pone pálido y sudoroso—. ¿Qué es eso?, ¿un seudónimo?

—Mierda, metí la pata.

—¡Hey! —Eiji golpetea afuera (probablemente con el pie pues el juego de té es pesado)—. ¿Pueden ayudarme? —Si bien, no es propio de Ash romper las normas de la etiqueta, no espera a que Shorter reaccione para tomar la perilla y cargar aquel precioso, aunque gastado, conjunto de loza.

—Pude haberte acompañado. —El japonés niega con una sonrisa dulce.

—No era necesario, no quería que vieras la parte baja de la casa, es fea. —Esas reiteradas muestras de vulnerabilidad le punzan en el pecho con violencia, abriéndose paso hacia sentimientos con los que nunca ha tenido que lidiar—. ¿Se han podido conocer mejor? —Shorter (aún en trance), asiente.

—Ash se mira como una persona decente. —Es lo único que puede articular y es tan indignante que sino fuese por Eiji y aquel adorable puchero, habría arremetido verbalmente contra Wong—. Es diferente a esa otra escoria que trajiste. —El juego de té retiembla bajo las palmas del profesor de arte, atrapando su interés y sobre todo, su curiosidad.

—No tienes que seguir poniendo el tema, ¿sabes? —Esta es la primera vez que lo escucha molesto de manera genuina—. Ya aprendí de mis errores, no soy tonto.

—Lo siento. —Ash no tiene idea dónde meterse en esa conversación, así que se queda pegado a la pared hasta que se le ocurre una pregunta banal para aligerar aquella sofocante tensión.

—¿Se conocen desde hace mucho? Se escuchan cercanos. —Logra su objetivo, Shorter recupera su vitalidad al instante con una sonrisa floja y descarada antes de colgarse del hombro del japonés.

—Hace años. —Proclama con el pecho inflado cual palomo—. Nos conocimos en el club nocturno.

—¡Shorter! —Eiji chilla, rojo hasta las orejas.

—¿Qué? Es tu amigo, no va a juzgarte. —Dice y son obvias sus intenciones de avergonzarlo, no es tan desagradable supone—. Nosotros trabajamos en un club nocturno juntos, yo aún lo hago, soy bailarín y Eiji era un mesero que se la pasaba dibujando en su tiempo libre hasta que lo descubrieron.

—Gracias por el respeto a mi privacidad. —Bufa, alzando el mentón aterrorizado, le encoge el alma que piense que se atreverá a juzgarlo por su anterior pasado—. ¿Estás disgustado? —Y que lo ponga en palabras es infinitamente peor. Oh, Eiji.

—Claro que no. —Ash toma la pequeña taza de porcelana entre sus manos, es cálida, agradable y tiene un bellísimo dibujo de cerezos—. Me sorprende que hayas encajado en ese ambiente.

—¿Encajado? —Shorter bufa—. Tenía a todos comiendo de su mano, incluso le ofrecieron trabajo de bailarín al ser tan popular. —La imagen de Eiji desempeñando semejante oficio, desprendiendo sensualidad en el escenario mientras se contornea lo hace atorarse con el maldito té y enrojecer de golpe, está afiebrado, probablemente Jim lo contagió, sí, es eso.

—¿Tienes que humillarme justo en estos momentos? —Claro que el japonés lo asiste con una ternura abrumadora, dándole palmadas en la espalda hasta que la tos cese y el contacto quema.

—Si va a convertirse en tu novio es lo menos que puedo hacer. —Eiji toma una de las almohadas para arrojársela hacia la cara, completamente indignado.

—Pareces haber cambiado rápidamente de opinión sobre mí. —Su tono es más sañoso de lo que pretendía y no lo puede evitar, odia los malos tratos y el menosprecio.

—Sí... —Shorter se rasca la nuca, verdaderamente afligido—. Perdón por eso, creo que te confundí con alguien más, te asemejas a un señorito del alto mundo.

—Ajá. —Ash rueda los ojos, más relajado. No tiene muchos amigos y la idea de entablar una relación no hostil con alguien tan genial como Shorter (jamás lo admitirá en voz alta, por supuesto) lo atrapa.

—De verdad, me disculpo. —Queda frente a él, extendiéndole su mano—. ¿Empezamos de nuevo? —Es impropio de Aslan mostrar benevolencia a los errores, es una persona caprichosa y rencorosa.

—Claro. —No obstante, tiene el presentimiento de que pese esta rocosa presentación, se convertirá en alguien importante en su vida, es una sensación más tenue que cuando vio a Eiji por primera vez, pero sigue presente—. Empecemos de cero. —La promesa queda cerrada con un apretón de manos.

—Qué alivio. —Balbucea, relajando los párpados con un toque de histrionismo—. No quise ser tan precavido aunque ya sabes lo que dicen, es mejor evitar a cualquiera involucrado con Dino Golzine.

—Yo no... —El hilo de coherencia se corta desde su cerebro hasta su boca—. No sabía.

No dice más.

¿Qué diablos sabe sobre Dino Golzine?

Ash se queda flotando en el pensamiento un poco más, intenta empujarlo detrás, patearlo hasta los rincones más profundos de su cabeza, pero no lo logra, siempre está ahí presente en la velada, justo en el rabillo de su ojo. Ciertamente, no sabe mucho acerca de su pretendiente, Golzine es un hombre respetado en demasía en sociedad, tiene un negocio importante en el comercio con el extranjero y además impresiona tener algo con sus amigos del Club Cod, aunque no está seguro, algo se siente terriblemente mal con ese sujeto, lo nota en el revoltijo de entrañas que le genera, más allá de una fealdad física, esto es visceral y que Shorter haya puesto el tema solo despierta más su curiosidad.

—Lo lamento si Shorter te incomodó. —El aludido se fue a trabajar hace algunas horas, dejándolos a solas dentro del pequeño cuarto, la humedad de las paredes hace que el colorido papel tapiz caiga con un aire de melancolía en cámara lenta—. No acostumbramos a tener visitas en casa.

—¿Es así? —La sonrisa de Ash es coqueta y divertida, se inclina hacia Eiji para golpearle el hombro y otra vez lo deja maravillado lo fácil que es tontear con este sujeto—. Porque te escuchas bastante popular en ese club nocturno. —Entonces el japonés rueda los ojos y ríe, qué risa más encantadora, lo piensa mil veces más.

—Oh, cállate. —Cállame, está tentado a decirle pero se contiene—. Aunque tal vez te sorprenda, no soy el mejor adaptándome a las situaciones.

—¿Es así? Porque tu estampado de pájaro obeso y feo definitivamente me dice lo contrario. —Y el impertinente esta vez lo golpea, es apenas un roce tímido con su hombro, sin embargo, le agita el pecho y le corta la respiración. La mayoría de sus interacciones son así y le dejan doliendo el corazón.

—Eres un idiota. —No lo dice en serio—. Nori Nori es genial.

—Otra vez con ese tal Nori Nori, ¿algún día me dirás? —Eiji frunce la boca y dirige su mirada hacia el techo craquelado, tensa el entrecejo tal como si estuviese buscando una respuesta allí arriba.

—No creo. —Se burla—. Tendrás que vivir con la pequeña duda. —Tanto los hombros como el borde de sus piernas se tocan gracias al tamaño de la cama, están muy cerca, pero al mismo tiempo, Eiji se concibe distante—. Ash... —Ama cómo estornuda su nombre, podría escucharlo para siempre y quizás, lo haga, la mera fantasía hace que su corazón lata con fuerza aunque no vislumbra la razón.

—¿Sí?

—¿Cómo estás con el trabajo? —La pregunta lo toma por sorpresa, voltea lentamente, la tarde está apagando Nueva York y en ese cuarto apenas cuentan con algunas velas—. Te veías desanimado la última vez. —El moreno se explica, encogiendo sus manos encima de su regazo con una timidez que no puede ser descrita más que adorable.

—Nunca encontré mi libreta. —Confiesa en un suspiro—. Así que he estado un poco deprimido.

—¿Tenías borradores ahí dentro? —Asiente, consiguiendo que la expresión de Eiji se deforme en una mezcla de impotencia y tristeza que jamás han manifestado en su nombre. En lo más profundo de su alma, se dispara un dolor físico por no poder extender sus manos y entrelazarlas, es un deseo incontrolable que ha surgido sin explicación—. ¿Qué te gusta escribir?

—No sé. —Se permite ser vulnerable—. Estoy en un bloqueo. —La mueca del contrario se intensifica un poco más, volviéndose hosca y amarga, aun así, no existe reproche, no hacia Ash al menos.

—¿Qué te gusta leer? —Eiji lo detiene—. Si me vas a decir algo sobre peces plátanos o leopardos tendremos serios problemas. —Parpadea, poniéndose tan rojo que cree que le hervirán las orejas.

—¿Cómo...?

—Los niños hablan. —Pequeñas mierdas con dos patas.

—Bien. —Refunfuña, cruzándose los brazos encima del pecho, debería estar molesto, no obstante, es imposible con este impertinente picoteándole la mejilla y diciéndole a sus pucheros adorables—. No sé, supongo que me da algo de miedo escribir, más bien, no poder pensar en nada significativo o interesante que plasmar, eso me aterra, se supone que escribir es fácil, que debe nacer del corazón si es escritura de verdad, pero a veces lo siento como algo complicado y denso y me ahogo.

—Ash...

—O peor, ¿qué pasa si ni siquiera tengo algo que decir?, ¿qué pasa si siempre me quedo en blanco? Eso me da mucho miedo, el intentarlo duro para ser un completo fracaso. Porque aun si escribiera para mí mismo, existe cierta expectativa de ser escuchado. ¿Qué pasa si nadie me lee porque no soy digno de ser visto?, ¿qué pasa si al escribir me doy cuenta de que no sé nada sobre mí y me angustia pensarlo? —Se calla, ha dejado que Eiji vislumbre demasiado, más de lo que le ha permitido a otro ser humano y probablemente, ahora venga el rechazo. Es poco atractiva la debilidad.

—Oh, Ash. —Pero el moreno no parece tener intenciones de rechazarlo, al contrario, lo toma de los hombros con gentileza antes de voltear hacia la ventana empañada por el gélido del cuarto y apenas alumbrada por una vela—. ¿Qué ves? —Le cuestiona con calma, no demandante o exigente.

—A un terco que me roba el favoritismo de los niños. —Aquello lo hace sonreír y sabe que ha dicho lo acertado, ahora pueden fingir que el tema nunca salió y que se ha zanjado, que pasan de página y ya.

—¿Y a su lado? —Pero claro que Eiji no deja el tema, es llevado a su idea y no teme demostrarlo.

—Veo... —Ash se enfoca en su propio reflejo, sin embargo, lo concibe borroso y distorsionado, como si fuese una imagen recubierta por una gruesa capa de escarcha que le impide la claridad—. Veo a alguien muy perdido. —Finalmente concluye, humillado, vulnerable y avergonzado.

—Es fantástico. —Aquella reacción lo toma por sorpresa, en ningún instante Eiji rompe el contacto visual, es intenso, chispeante y lo tiene engatusado—. ¿Sabes por qué? —Niega, atónito.

—¿Por qué es fantástico?, ¿cómo puede ser algo bueno estar perdido?

—Porque la mejor parte de las cosas perdidas es que pueden ser encontradas. Y tal vez, te dé miedo encontrarte escribiendo, está bien, es duro tener que encontrarse, pero siento que quedarás con el remordimiento si no tratas de verdad. Puede que te guste lo que veas o puede que no, eso es algo que solo tú puedes averiguar y responder, no obstante, la punzada de lo que podrías encontrar ahí dentro, aún si efectivamente no hay nada, no desaparecerá hasta que lo hagas.

—Eso fue... —No logra articular una respuesta coherente, la información se repite una y otra vez en su cabeza—. Pareces saber del tema. —Eiji sonríe, nostálgico.

—Verdad. —Musita aunque impresiona que balbucea para sí mismo—. A veces te pierdes aún más si te encuentra la persona incorrecta.

No tiene espacio para metabolizar lo sucedido camino a casa, Eiji es un misterio del que apenas está rozando la superficie y ser tan consciente de eso: de las brechas, de las incoherencias e interrogantes al aire, es tan aterrador como emocionante. De cualquier manera, se queda congelado en su propio pórtico, Dino se encuentra al interior de la residencia, bebiendo cómodamente una copa de vino en un traje elegante y lo recuerda, prometió acompañarlo esta noche pero se quedó demasiado con el japonés.

—¿Te divertiste? —No desea lidiar con ese sujeto ahora, ¿acaso no hay respeto por la miseria ajena?

—Olvidé completamente la reunión. —No se disculpa, aun si sabe que es lo correcto, prefiere morir a tener que darle alguna palabra de remordimiento a este saco repugnante de grasa. Vaya, supone que no debería tener semejantes pensamientos alrededor de su futuro marido, necesitarán terapia.

—Me humillaste frente a los demás. —Dino se levanta con un semblante diferente, es peligroso, lo presiente apenas retrocede por inercia hacia la puerta—. Escuché que tu padre empeoró durante el último mes, es una verdadera pena, me siento terriblemente acongojado, solo imagínate, acabas de perder a tu madre, ahora agoniza tu padre y próximamente tu hermano. —Algo como plomo cae profundamente en sus entrañas y algo similar al hielo le detiene los latidos, es como estar sumergido en agua gélida, el cuerpo se le congela por completo y el alma se le paraliza.

—¿Esa es una amenaza? —Entonces, Golzine sonríe genuinamente divertido por su impertinencia, se levanta, revolviéndole los cabellos, el toque es asqueroso y lo hace querer vomitar.

—Solo digo que probablemente heredes la fortuna Callenreese luego. —De pronto, haber estado volando tan alto con Eiji hace un par de horas, habiendo alcanzado la cima del mundo en un segundo se profesa irreal—. Y yo me encargaré de convertirte en un buen esposo. —Y ahora se encuentra en una caída en picada. Abajo. Abajo. Abajo. Va a estrellarse—. Nos vemos, sweetheart.

Crash.

¿Dino es un personaje turbio acá? Siempre y de hecho, el siguiente capítulo tenemos una fiesta porque nunca pueden faltar en mis historias y la aparición iconica de nuestro divo favorito, porque tampoco es un fic decente sin el toque de Yue, amo mucho la amistad/rivalidad entre estos dos, lo resalto siempre. Muchas gracias por haberse tomado el cariño para leer.

¡Nos vemos el lunes!

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