Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo I: Crueles caminos - parte II




El destino pocas veces respeta deseos, y mucho menos los hace realidad. Debió haberlo sabido, o al menos no permitirse olvidarlo.

Así habría dolido menos.

Esa mañana llegó a la universidad a la misma hora de siempre, sin siquiera haber modificado un poco su rutina y, tampoco había sido una particularmente perfecta para compensar la amargura del trago. Su mente lo supo en cuanto solo vio a hechiceros y humanos, y ninguna señal de la nigromante. De hecho, de ninguna hechicera.

Su sangre se congeló y sintió que le faltaba el aire, los gusanos bajo su piel se removieron incómodos y arañaron con mayor ahínco sus entrañas. Buscó por todos lados, aferrándose a esa diminuta esperanza de que fuera una simple coincidencia, y estuvo tentada de ir al salón de la nigromante solo para verla y que su presencia le indicara que la prueba aún no empezaba. Se resistió, por fortuna, pero solo hasta el receso.

Tan pronto pudo, corrió a su escondite y aguardó nerviosa por Raphaella Marlowe, si ella también había faltado entonces era innegable que la prueba estaba por realizarse... Pero la nigromante sí apareció y respiró aliviada cuando lo hizo.

El resto del día fue tranquilo, aunque un poco extraño en honor a la verdad, la sensación ominosa de la mañana al ver solo a hechiceros no la había abandonado del todo incluso después de ver a la nigromante. Una vez en casa, Adrián no le pidió ayuda en sus quehaceres. Cosa rara. Su hermano acababa de servir el arroz cuando su padre llegó del trabajo. De vez en cuando solían demandarle horas extras.

—Esos naturales —maldijo—, todo por sus costumbres nos hacen trabajar más.

—¿Qué hicieron ahora? —preguntó y se llevó a la boca un poco de arroz.

Su padre aventó su maletín al sofá y se acercó a la mesa.

—Gracias —le dijo a Adrián luego de que le pasara un plato—. La Prueba de Sangre Digna empieza esta noche, así que como muchos van a faltar para monitorear a las participantes, los que nos quedamos tenemos que hacer trabajo doble.

La mirada de Adrián descansó en ella, algo de su propio dolor se reflejó en sus oscuros iris. Tragó con dificultad, y fue consciente de que sus ojos se anegaron en lágrimas. No era posible. No. Raphaella Marlowe había ido a la universidad, si la prueba fuese a comenzar esa noche, la nigromante, como cualquier otra hechicera, habría faltado para entrenar.

—¿Estás seguro?

Su progenitor asintió y se llevó una cucharada de arroz a la boca.

—¿Bien seguro?

Volvió a asentir.

—¿Seguro como que hay un pantano cerca de casa?

—Sí, Sarah, sí, ahora come... ya veremos después quiénes perdieron —indicó malinterpretando su interés.

Lo imitó robóticamente, aunque tragar le costó una barbaridad. El nudo en su garganta era tan denso que no se iría hasta que ella hubiese llorado largo y tendido. Terminaron el resto de la cena en silencio, y su padre se retiró temprano para descansar.

—Lo siento —murmuró Adrián mientras ella lavaba los trastes.

—No importa, tampoco quería casarme joven —mintió y su voz se rompió.

—Además, ninguno te merece. Demasiado suaves que podrían romperse una uña si te tocaran.

Sarah rio, aunque por dentro se sentía morir. Su hermano continuó guardando las cosas.

Volvió a su habitación dispuesta a tirar por la ventana el inútil conjuro, pero desistió. Sus valores se lo impidieron. Nunca había negado la existencia de la magia felona, mucho menos desperdiciado ingredientes en vano y no se atrevía siquiera a evocarla si no habría de usarla.

Los gusanos en su cuerpo se movieron, como recordándole que su conjuro era real, era útil y funcionaría. Devolvió la jofaina a su lugar. Luego, rompió en llanto y lloró hasta quedarse dormida.

La prueba duró poco más de tres semanas, y días después se supo de los compromisos. Solo prestó atención a dos: la nigromante se prometió a Dagmar Von Lovenberg, y Andrea Espejel a Viktor Czajkowski.

Bufó, conocía a Andrea. Una hechicera termo, engreída en ocasiones y déspota en la mayoría. Andrea era la presidenta de la cuarta generación próxima a salir de la universidad, había logrado el mejor promedio y resaltado, por lo visto, también en la Prueba de Sangre Digna.

Sarah tuvo la desgracia de conocerla un año antes en la biblioteca, ambas habían solicitado el último ejemplar disponible de "Composiciones de distintas tierras", todavía recordaba el título. Por supuesto, la hechicera termo lo consiguió y se marchó airosa, no sin antes recordarle a Sarah que como hechicera exigua de nada le serviría estudiar, y que era su deber servirles a los superiores.

Sarah sonrió y le dejó el tomo, sin al menos recibir oportunidad de sacarle copias o tomarle fotos. Era eso o meterse en más problemas. Esperó más de dos días para tener un ejemplar en su mano, apenas con el tiempo suficiente para estudiar para el examen.

—Era de esperarse... —dijo Adrián durante la cena.

—¿El qué? —inquirió.

Su padre comía en silencio.

—Que Raphaella terminara con Dagmar. La nigromancia era casi un mito, hasta ahora.

—Pobre muchacha —interrumpió su padre.

—Ah ¿sí? —inquirió con cierta sequedad, pobres ellos en más de un sentido, pero la nigromante no tenía nada de ese calificativo.

—Es solo un animal de cría, quieren revivir la línea de los nigromantes.

—¿Y por qué con Dagmar? —preguntó de nuevo—. Allí se podría perder.

—Todas las familias desearían tenerla en su seno, pero dime a quiénes no se les puede negar nada.

Luego de ello, no volvieron a hablar.

Si bien era cierto que Raphaella había asumido ese papel, lo era para todas las hechiceras en la isla. Todas se mantenían a flote y sobrevivían a través de matrimonios, no era solo el destino de las que participaron en la Prueba. Y si tenía que ser animal de cría, para Sarah qué mejor que serlo en una mansión y con sirvientes a su disposición.

Un par de semanas después, la muerte del Dómine Filcquemont llegó a sus oídos. Lancelot Filcquemont ascendía. Le resultó curiosa su muerte en medio del mar de cadáveres que tenía la ciudad, pero los naturales no alegaron asesinato ni nada extraño, así simplemente era el curso natural de la vida.

Sarah estaba dándose por vencida. No había visto nada que dejara caer que su conjuro había funcionado, por el contrario, ahora veía cada vez menos a la nigromante debido a su compromiso. Quizá lo mejor era olvidarse de ello. Limpió su cuarto y lavó la jofaina para regresarla al sótano.

Sarah fue a la Biblioteca de los Hijos después de comer. Cada tanto solía pasar el tiempo allí, descubriendo la utilidad de las letras que los naturales desechaban... mas esa tarde fue diferente. Cuando la vio, pensó que estaba alucinando; sin embargo, cuando la nigromante le frunció el ceño y los gusanos se removieron supo que era de verdad. Fingió volver a la lectura, pero en realidad prestaba más atención a los recién llegados. Y Raphaella Marlowe estaba en aprietos...

—Es una biblioteca mágica —dijo.

La hechicera volteó a verla con el orgullo brillando en sus iris, y la molestia de ser abordada en forma de sonrojo en sus mejillas.

—Lo sé.

Respiró profundo y se recordó por qué estaba haciendo las cosas. Le explicó con paciencia el funcionamiento del sitio y cuando recibió un torpe «gracias», le supo a triunfo.

—De nada.

Se marchó a su lugar, y pasaron largas horas antes de que Raphaella y su séquito se retiraran. Ella esperó una hora más, temerosa de que la nigromante reparara en ella y percibiera los estragos que los gusanos causaban. La magia felona había funcionado, no como lo hubiera deseado, pero al menos ya tenía una pequeña puerta para acercarse a la nigromante. Podría averiguar sus intereses y después "casualmente" ser una experta en ellos. La Prueba de Sangre Digna no era la única manera de conseguir un buen prospecto.

Cuando el sol se puso, supo que era tiempo de volver a casa. Y, entonces, descubrió que la última parte de su conjuro apenas estaba por concluir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro