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Capítulo 6

—¿Por qué estás tratando de hacer que te mate, rubio? ¿Acaso ya no habías superado tu etapa de estupidez?

Samuel le mira con fastidio, plantándose cara a cara frente a Azzio. —¿Tú me llamas estúpido a mi? —El moreno le acorrala contra los casilleros, visiblemente enojado.

—No estoy tratando. Estoy esperando a que me ayuden de una vez por todas con lo que sucede con Iris.

Azzio le mira en confusión, su agarre disminuye pero aún así lo mantiene en lo alto pegado al metal.
—¿Qué sucede con Irisiana?

Siento que mis mejillas arden cuando noto el ligero toque de preocupación en Azzio. Sin embargo evito mirarle, concentrada en Samuel y lo molesto de su existencia en este momento.

—¡Pues mira! Si ni siquiera Alessia te ha dicho...¿Cómo esperas que me quede tranquilo cuando sé que no van hacer nada para ayudarla?

La pregunta es suficiente como para que me interponga entre ellos y Azzio le suelte, provocando que Samuel caiga sobre si mismo en el suelo. Desde arriba mi primer impulso es patearle y me sorprendo de mis pensamientos violentos. Estoy cabreada hasta más no poder.

—Si no le he dicho a Azzio lo que ocurrió con la hechicera insoportable es porque apenas ayer lo vi desde hace días. —Suspiro, odiando que la voz me tiemble a causa de la rabia. —¿Qué quieres? ¿Qué sea lo primero que le diga cuando al verlo? ¿Qué mi prioridad sea ayudar a una persona que más de una vez planeó hacerme daño? ¿Matarme?

Samuel traga saliva pero yo le instó a levantarse, Azzio se mantiene a una distancia prudencial, soy yo quien está iracunda. —¿Por que debo ser yo quien se preocupe por los demás siempre? Irisiana trato de matarme, se alió con mis enemigos, lastimó a mis amigas. ¿Se supone que yo detenga mi vida porque ella se puso a jugar con fuerzas desconocidas por su magia?

—¡¿Qué?! ¿Cómo vas a decir eso? —Samuel me empuja con fuerza pero automáticamente levanto una mano, el brillo azul actúa como un trampolín que lo impulsa a estamparse contra el metal de los casilleros.

El olor de la sangre es lo primero que percibo, bajando por su frente. Tintando el cabello claro. Pero no me detengo, no me doblego, no me hago pequeña. Él no es más que yo.

Azzio me mira con los ojos muy abiertos, ni siquiera dio tiempo de que él actuara. Sé lo fría que debe estar mi mirada, congelada en el rostro del que una vez fue mi amigo.

—¡Si Irisiana esta así es por tu culpa! ¡Tu trajiste todo esto a nuestras vidas!

Aprieto la mano en alto, haciendo que se retuerza de dolor en el piso.

Esta vez Samuel se dirige a Azzio únicamente, suplicando. —¡T-tienes que ayudar! Irisiana esta ciega, y aislada, completamente fuera de si.

Azzio frunce el ceño, acercándose a mi y haciendo que baje mi mano lentamente. Sacudo la cabeza como saliendo de un sueño, parpadeando repetidas veces hasta que logro mirarle, sus ojos brillantes y su tacto caliente ahora concentrádose en mi mejilla.

—Tranquila...No vale la pena. No quieres hacerle daño.

Asiento, con la cabeza nublada, el rubio sigue inmóvil pero no me molesto en verlo. Esta vez Azzio parece más civilizado, como un negociador correcto. Su voz es pasiva cuando habla: —Hay cosas más importantes ahora que arreglar otro desastre de Irisiana. Lo que haya surgido en consecuencia a su impaciencia e imprudencia no es nuestro problema. Alessia no decidió tomar su magia, como no decidió ser víctima de ella.

El ángel hace amago de darle la espalda pero se arrepiente, regresando para decir con la filosa huella de una advertencia. —No voy a tolerar otro arrebato de este tipo y menos contra Alessia. Ya has visto que ella es capaz de hacerte daño y la próxima vez no la detendré. Se acabaron mis modales contigo.

—¿Qué está pasando aquí?

Los tres volteamos en dirección a la voz en el final del pasillo. La profesora Núñez, sale de una de las aulas centrales, portando una visible mueca de la molestia.

Parece impresionada de ver a Azzio. —¡Señor Di' Magro, hasta que nos deleita con su presencia! ¿Se puede saber que está sucediendo?

Yo carraspeo tratando de darle pie a que Azzio hable. Poco me he concentrado en comentarle que cada vez son más las mentiras que hay que decir para justificar sus ausencias.

Azzio disimula la molestia con una falsa cordialidad cuando se dirige a la profesora. Utilizando la sugestión para hechizarla de tal manera que se le olviden las faltas, la interrupción a su clase y cualquier recuerdo que nos asocie con un problema.

Ella se va, y giro en mis talones solo para darme cuenta que Samuel aprovechó el momento para su huida. Aun así no olvido la mirada de decepción y repele, el asco que proyectaba hacia ambos.

No olvido el deseo que tenía de lastimarlo.

Azzio coloca un brazo a mi alrededor y me guía por el pasillo.

No debería sentirme culpable por pensar en mi. Por querer ser egoísta, por conservar mi propia cordura. No obligué a nadie a estar a mi lado, no pedí pasar por todo esto.

No, ella no me importaba.

Irisiana estaba dispuesta a entregarme a mi ejecutor sin remordimientos. Me quería acabada. Actuó en mi contra.

Yo en cambio solo estoy dejando que ella misma se destruya.

—¿Qué tal? ¿Parezco adolescente?

El ángel Alessia chequeaba cada parte de su anatomía en el gran espejo de la tienda departamental. No era fan de la ropa barata, pero para entrar en papel y conocer a su enemigo, debía mezclarse, eso implicaba vestir como su copia. O lo más parecido.

Graciel le miró con pulgares alzados.

—Acabo de ver a a dos chicas usando lo mismo.

—Bien. —Dijo ella arrugando la nariz. —Supongo que este atuendo corriente será suficiente.

Claro que para ella, un atuendo corriente constaba de jeans ajustados de marca y una camiseta de tirantes y encaje rosa, algo sutil y angelical, justo como imaginaba a su contraparte. Pues el objetivo de esta visita sería estudiarla, a ella, a su comportamiento y las personas que frecuentaba.

El plan que había trazado era simple, incluso perfecto, pocas cosas podrían salir mal. El tipo de plan que ella más disfrutaba, aquel que le garantizaba la victoria.

El ángel de principios repaso su labial en el espejo, un tono brillante que acentuaba sus ojos castaños y las pestañas tupidas. Los ángeles eran hermosos, no necesitaban de maquillaje, pero el toque haría más creíble su fachada.

—¿Sabes que hacer? —Le pregunta, Graciel asiente, un poco fastidiado con la reafirmación constante.

—La mantendré dormida lo suficiente como para que pueda investigar, mi señora.

—Bien, te dejaré saber is necesito algo más luego.

Se le ve decidida pero su acompañante titubea, si bien es poderosa, también lo es el ángel de la muerte.

—¿Y si él la descubre?

La sonrisa de Alessia no flaquea. —No lo hará.

Asher rueda nuevamente en los cobertores oscuros de la pequeña cama, la madera debajo del colchón rechina con su peso y asemeja el crujir de huesos. Su imaginación vívida, o mejor dicho, los recuerdos de sus extremidades colgadas pendientes de cadenas ardientes de energía, en la cueva, mientras la figura imponente de un ángel le aterrorizaba.

Su frente estaba cubierta por perlas de sudor, el ceño fruncido en sueños mientras el corazón aceleraba su paso, reviviendo la escena que le atormentaba. El repicar del agua cayendo en gotas afuera de su ventana, confundiendo el sonido con los segundos que en su mente le quedaban de vida.

Asfixiado, cansado, torturado.

Cada parte de su sistema nervioso quebrándose para luego presenciar un choque y hacerle recobrar el sentido. Parpadear, encontrar solo oscuridad y soledad a su al rededor. Una garganta seca que ya no podía proferir sonido más que quejas leves.

Y en medio de la desesperanza...Su rostro. Los ojos soñadores, cafés, la piel blanca llena de pecas ligeras, las pestañas tupidas y los labios regordetes, el marco de cabello castaño y la sonrisa amable; Su madre.

Entonces la ensoñación se desvaneció como el reflejo en un charco de agua. Y Asher abrió los ojos agitado. Una mano en su pecho mientras trataba de recomponerse. Tenía el corazón acelerado y los truenos que traían las lluvias lo ponían más ansioso.

Se pasó una mano por la cara, triste, desconcertado, y fue que notó el pedazo de papel colocado en su mesa de noche. El mobiliario rota en una de las patas, haciendo que estuviese desnivelada.

Puedo ayudarte, si tú me ayudas a mi.

Miró a todos lados en la oscuridad, frenético, pero no había nada más que silencio.

Las puertas y ventanas cerradas. ¿Quién había escrito aquello? ¿Quién conocía que su mayor deseo era entender?

Los ojos verdes del ángel de la muerte, los cuales de clavan en el cerebro de Asher; Contestaron por él.

Sí, necesito ayuda.

Asher tomo la nota y leyó el resto de esta, letras cursivas que lo aprisionarían más que las cadenas de energía celestial.

Él titubeaba, sin conocer el trato que acababa de aceptar.

...Y sus consecuencias.

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