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Capítulo 12

Nina y Madyson me miraban con ojos achicados y cejas juntas. Literalmente se cuestionaban si estaba demente. Si es que había lugar para que pensáramos que algo era una locura en este punto.

—¿Me estas diciendo que no recuerdas nada?

Suspiro, la verdad no tenía idea de lo que hablaban. —No, lo último que tengo en mente es haberme ido a la cama, nunca hablé con ustedes.

Madyson abre los ojos impresionada. —Alessia, te vimos en clase, Nina te encontró en el dormitorio como loca buscando tu móvil. Creo que de eso ya dos días.

—¿Dos días?

Ellas asienten, la rubia parece más afectada mientras habla. —Incluso me agradeciste cuando te aconsejé que buscaras debajo de la almohada. Lucías perfectamente bien.

—Yo...no sé qué decir, ni siquiera cargo el móvil encima creo que lo perdí.

—Bueno pero, seguro tienes alguna idea de que fue lo último que conversamos, tal vez si regresamos a eso puedas recordar, como una especie de retroceso en pasos.

Frunzo el ceño, el dolor en mi cabeza resulta insoportable. —No recuerdo nada, me duele hasta pensar.

—¿No será esto una situación similar a la de Mady?

—¿Insinúas que estoy poseída? Tengo la magia de todos los hechiceros de Cevale, no creo que sea posible.

Para este momento las chicas ya están dando vueltas de un lado a otro, si fuera una caricatura, hubiera un hoyo en el suelo. Agradezco para mis adentros que la compañera de cuarto de Madyson haya decidido dormir en otro lugar, no tenia energía para ser cautelosa o tratar de explicar a un humano que carajos estábamos diciendo.

—Pues me rindo, no le encuentro explicación.

Me encojo de hombros. Esta vez es Madyson quien habla deteniéndose para ver a Nina.

—Si Alessia tiene toda la magia..¿Cómo explicas lo que me ocurrió?

—Esperen, esperen ¿Qué te paso?

Mady hace una mueca.

—Si bueno... sentí el llamado de Irisiana, muy similar a cuando estaba en mi cuerpo. Estoy segura de que debe ser ella, tal vez no tiene control sobre mi físicamente, pero si algún tipo de conexión.

—Tenías que haberla visto, la encontré leyendo desesperada entre millones de libros. —La rubia hace un ademán señalando los ejemplares esparcidos por el suelo. —Parecía como en trance.

Apenas y parpadeo.

—¿Hay una posibilidad de que Irisiana tenga un poco de su magia y nos esté afectando con ella?

—No estoy segura pero es lo más lógico...Debería hablar con Azzio

—¿No habían discutido? Es de todo lo que hablan en los pasillos.

—¿Qué? ¿Se supone que también discutí con Azzio?

Llevo una almohada a mi cara para acallar el grito que sale de mi, nosotros estábamos perfectamente bien. —¿Qué mierda pasó?

Nina se encoge de hombros, genuinamente sin saber que decir. —Solo escuché que tuvieron una riña en los pasillos y él se marchó.

No se ni que decir, pero Madyson se encarga de interrumpir: —Creo que nuestra nejor opción es hacerle frente a la bruja, tal vez si entre nosotras le amenazamos...

La rubia abre mucho los ojos. —Dirás Alessia. ¿Qué tipo de ventaja tendríamos nosotras para intimidar?

—¡Bueno! Si en algún caso hipotético les dejaría acompañarme. —Digo mientras ambas me miran mal. —Eso no garantiza que lógrenos nada, o se olvidan de Samuel y su mierda de que ella es una víctima y yo una egoísta desgraciada.

Mady ya luce apunto de estallar. —Entonces si tenemos que ir con Azzio...

—No pensé que alguna vez diría esto pero, nada intimida más que el ángel de la muerte.

Me llevo los dedos a las sienes para tratar de masajearlas. —Chicas, la cabeza me va a explotar, de verdad que no puedo con tantas cosas al mismo tiempo.

Ellas toman asiento, y de pronto me arrepiento porque ahora el silencio parece dejar en claro cada duda, asentándolas en nuestras expresiones de preocupación.

—Tal vez lo mejor será que tratemos de descansar, y ya mañana veremos que hacer.

Madyson apoya la idea de Nina, alargando el brazo para colocar su mano en la mía. —No te dejaremos sola.

Las miro con ojos llenos de lágrimas. Estoy cansada, confundida, molesta. Tengo tantos sentimientos mezclados que no puedo concentrarme solo en uno. —No sé cómo agradecerles lo que hacen por mi.

Y enserio no tenía idea, eran mis únicas amigas, las únicas personas normales con las que podía ser sincera.

—No digas tonterías, te amamos.

Por la mañana cada parte de mi cuerpo dolía, sentía mis extremidades cansadas, la boca seca y los ojos me ardían. Mi garganta estaba rasposa, como si no hubiese tomado agua en días, tal vez estaba deshidratada.

Mi habitación se sentia extraña, lucia igual pero no se percibía de la misma forma. La cama estaba hecha y todo en su lugar, pero por alguna razón no la sentía mía.

Tomé una ducha rápida para deshacerme de la tierra en el cabello y ayudar a mi cuerpo, el dolor tal vez se comparaba con ser arrollada. Trataba de buscar pistas en mi cabeza, alguna laguna mental, pero me encontraba con un gran espacio en blanco, no tenía ningún recuerdo, solo silencio, oscuridad. Lo único que se repetía en mi mente eran mis sueños.

No dejaba de recordar a la mujer que bailaba con el Arcángel Miguel. Mis pensamientos llenos de curiosidad, por ella y por Elihad. No sabía como tomar el hecho de que parte de su alma estaba en mi, en realidad quería no creerlo, además que estaba tan cansada que mi mejor explicación seguramente sería que mi subconsiente había inventado todo.

¿Y si eso es lo que había pasado?

Las respuestas están donde menos crees.

¿Dónde? Ni siquiera sé cuál es el lugar obvio donde encontrarlas, como llegaría a la conclusión de "Donde menos creo".

Me coloqué un jersey color vino, no tenía energía para otra combinación que no fueran jeans y converse. Mi cerebro se debatía si debía si quiera contarle a Azzio lo que había pasado, que no tenía idea de cómo explicarlo tampoco, y me aterraba pensar en tratar de contactar a Elihad. No porque no fuera capaz, sino por la idea de lograrlo.

Eso significaría que era cierto. Su alma estaba acompañada de la mía.

Pero no creía prudente hacerlo sin hablar con Azzio, con mi suerte podría terminar violando alguna ley, mal utilizando la magia. No quería exponerme a un peor destino.

Definitivamente tenía que hablar con el moreno, por eso y por la supuesta discusión que tuvimos de la que no recuerdo nada, como todo lo que me han dicho últimamente.

Tomo el bolso con los libros y salgo en dirección a su cuarto, es temprano, todavía falta una hora para entrar a clases, aunque dudo que él asista. Me aseguro de cerrar la puerta con cuidado para no despertar a Nina.

Tal vez nisiquiera esté en la recámara, pero sin mi móvil y sin señales de él, esta es mi mejor opción. Estaba tan acostumbrada a Azzio buscándome siempre que había quedado un poco descolocada por el hecho de que sin saber de mi toda la noche, él no haya hecho nada.

Empiezo a creer que en mi estado de falta de memoria hice más que solo discutir, lo que me preocupa. No quiero que nada ande mal, al contrario lo que más anhelaba era que todo estuviese bien.

Cada vez me sentía más cerca del pasado, de nuevo al principio, cerca de esa chica que recién se enteró que ella era una profecia y su destino era morir de una forma u otra.

No quería ser más ella...no quería estar indefensa.

Toco varias veces en su puerta sin recibir respuesta. Frunzo el ceño, tratando con la cerradura, el pomo de la puerta no cede. Supongo que no estará dentro, pero casi estoy segura, puedo escuchar un ligero sonido hueco. Como si algo cayera dentro de la habitación

¿Y si hay alguien en el cuarto de Azzio?

Mi mente viaja a mi última prueba con la magia. Si pude hacer que la galleta cambiara, puedo hacer que una puerta se abra. Me cercioro de que no haya nadie alrededor, no se que podría inventar para justificar una luz azul en plena mañana. Para mi suerte el pasillo sigue desolado, apenas unos cuantos rayos de sol abriéndose paso por las ventanas.

Concentro mi vista en la cerradura, con la respiración calmada, imagino como cedé y el trozo de madera se revela ante mi, no toma mucho tiempo cuando la punta de mis dedos se ilumina al igual que mis venas, el azul recorriendo cada centímetro como si se tratara de mi sangre. La puerta se abre.

Dentro, de pie y con la expresión inescrutable está Azzio.

—¿Cómo...?

Levanto una ceja. —¿Me estabas ignorando a propósito?

Él parpadea. —¿Abriste la puerta con magia?

—¿Me ignorabas?

El moreno toma asiento en una de las camitas y me mira cansado. —No sabía que eras tú, simplemente no quería ver a nadie.

Ingreso por completo en la habitación, cerrando la puerta detrás de mi. Me es imposible no notar que se tensan sus músculos, va sin camisa y parece que no ha dormido nada. Si era posible que un ángel luciera tan cansado, él era el ejemplo exacto.

—¿...Quién más entraría a tu cuarto?

—¿Qué necesitabas?

Automáticamente le miro mal. —Bien entonces es cierto, discutimos.

Los ojos verdes de Azzio me detallan de una forma en la que de pronto me siento demasiado pequeña.

—¿De qué hablas ahora, Alessia?

Suspiro, tocando mi cabello con nerviosismo, en ocasiones se enreda en el crucifijo y resulta molesto. —Bien, no quería hacer un problema de todo esto pero...

—¿Por qué llevas el crucifijo?

—¿Qué?

—Ayer te pregunté dónde estaba...¿Acaso has cambiado de opinión?

—Yo...nunca me lo he quitado, Azzio. Siempre lo llevo conmigo.

—¿Y ahora soy Azzio de nuevo? ¿Ya no más Azael? ¿A qué juegas?

Retrocedo en mi lugar como si me hubiese golpeado. El tono de voz que usa es glacial. No se ni como hacerle frente a su indiferencia.

—No estoy entendiendo nada, Azzio. Pero, lo que trataba de decirte es que algo ocurrió, no estoy segura de que exactamente pero....

—Alessia, no estoy de ánimos para tus cambios de humor últimamente. Cuando quise hablarte, pues tú negativa fue muy clara. Me dirás después.

Quedo en silencio. Se me hace muy claro de pronto el porqué perciben a Azzio como inalcanzable, y malhumorado. Siempre ha sido así, solo que no conmigo.

Tiene un gesto impaciente, del cual simplemente quiero escapar. Me doy la vuelta sin decir más. Los ojos verdes clavados en mi espalda. Parte de mi quiere marcharse con el orgullo en alto, sin dejarle ver que su actitud me afecta, quiero ignorar a la voz en mi cabeza que me dice que no le importa. Está herido y actúa de tal forma. Sé que de pedirle ayuda, Azzio estará para mi.

Y aunque estoy dispuesta a razonar, mi mirada cae en la foto que descansa entre el desorden del escritorio, la misma que me mostró hace unas noches. La imagen de la mujer idéntica a mi, esa que el nefilim aclamaba era su madre, esa por la que él dudó de mí.

Tomo la foto y la alzo al aire, dándole la cara, Azzio abre los ojos que ya tenía cerrados, mientras tomaba el puente de su nariz en un intento de calmarse. Ahora todo tiene sentido. No hay más explicación para mi. ¿Por qué no recordaba lo que había hecho? ¡Porque no lo había hecho yo!

—Me he desmayado en la puerta del dormitorio de Madyson, para no recordar nada, las chicas diciéndome que tuve interacciones con ellas que no recuerdo. Que tuve una discusión contigo. —Le digo alterada. —Tuve todos estos sueños sin sentido con Elihad, estaba aterrada, me he sentido tan casada y solo quería hablar contigo, buscándole lógica a lo que había pasado... ¿Qué más lógica?

Me encargo de arrojarle la fotografía en la cama, la hoja termina en su regazo pero su vista queda en mi. —Seguramente hasta tú notaste algo extraño...—Le miro, con demasiada molestia contenida. —Dime Azzio. ¿Qué es más fácil? ¿Asumir que de la noche a la mañana soy alguien distinto o escucharme? ¡No puedo creer que seas así! ¡Yo pensaría que un puto ángel de mil años sería al menos maduro y razonable!

El moreno no dice nada y solo consigue estresarme más, tal vez esté en shock, pero estoy demasiado cabreada para tener consideración.

...—Si ya terminaste de ser un imbécil, vístete para que tengamos una conversación sensata. —Me cruzo de brazos a la vez que él se coloca la camiseta.

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