Capítulo 10
Apenas Nina entró en el dormitorio de Madyson, supo que algo andaba mal.
La pelinegra estaba de cabeza en libros, con un caos visible en su mitad del cuarto. Llevaba los auriculares a todo volumen mientras escuchaba una canción en loop, ni notaba la presencia de su amiga.
Lo primero que notó la rubia, fueron las ojeras que enmarcaban el rostro y la dedicación con la que leía cada línea del libro viejo, como en búsqueda de algo. Sus ojos se veían rojos, como inyectados de sangre.
Había libros esparramados en cada parte de la habitación, alineados en las esquinas, otros rotos por y garabateados. Una bolsa sin tocar con unos cuantos discos descansaba en la sillita del escritor diminuto.
Era un gran contraste en comparación con la mitad de la habitación que le pertenecía a su compañera.
La chica quedó pasmada por la imagen, ni siquiera la luz del pasillo hizo que Madyson saliera de su trance. Nina medio cerró la puerta detrás de ella y se acercó lentamente a su amiga, no la había visto en todo el día y llevaba esquivando sus llamadas, preocupada, se puso frente a ella ondeando la mano para llamar su atención, Mady apenas pestañeaba.
—¿Madyson? ¿Mady? —La sacudió de los hombros y es que la pelinegra entró en conciencia viendo a su amiga con ojos saltones y pestañeando repetidas veces.
—¿Qué...?
—¿Estás bien?
La cabeza le dolía, tenía una punzada en las sienes bastante insoportable y apenas entendía que hacía rodeada de tanto texto. Del tiro estornudó, sus dedos estaban manchados de tinta y polvo.
—¿Qué ha pasado?
—Eso te pregunto yo a ti. ¿Tienes tu móvil? te he llamado mil veces, pensé que algo te había sucedido, ha sido una suerte encontrarte aquí.
Ella frunce el ceño. —Nina.. No- no tengo idea de cuando llegue a aquí. —Le confiesa. —No recuerdo bien qué pasó.
La rubia aparta los libros de la cama y le mira bien. —¿Es esto como la otra vez? ya sabes.
Ella niega. —No, es decir, no estoy poseída.. Creo. —La mira bien. —Deberíamos hablar con Alessia, no entiendo que ha pasado, y tuve un mal sentimiento cuando salí a comprar discos, no recuerdo haber llegado al dormitorio y...—Ella pasea sus ojos por los libros. —No entiendo el idioma de nada de esto, si es como la vez pasada necesito hacer algo antes de que suceda.
Nina achica sus ojos de por si rasgados, colocando su mano en el hombro de la ojiverde. —Mady, si esto tiene que ver con Irisiana y las cosas que viste puedes contármelo, se que ha sido duro, incluso para mi, y no he tenido tanto contacto con toda esta locura como tu.
—Sinceramente a veces creo que estoy soñando, que nada de lo qué pasó, en realidad ocurrió... Es decir ¿ángeles? ¿magia? hechiceros...
.... —Y luego la veo a ella en sueños, operando mi cuerpo mientras estoy atrapada en el fondo de mi mente, indefensa, con ganas de gritar que me ayuden y sin poder defenderme.
—Mady...
—¿Cómo se supone que sobrelleve algo así? No entiendo ni la mitad de lo que sucede, no quiero hacer sentir mal a Alessia, pero es tan difícil estar atrapada ahí como consecuencia. Si esa mujer, Dios, Nina.
—¿Si esa mujer qué?
—No viste sus ojos... como se rasgo la piel. Es como si la maldad de hubiera apoderado aún más de ella. ¿Y si de alguna forma sigo conectada a ella? ¿Qué podrá pasarme?
—No te ocurrirá nada, conseguiremos una solución. Alessia nos ayudará. Ella es nuestra amiga.
Madyson suelta un suspiro sonoro.
—No puedo evitar pensar en la chica que era su compañera.
—¿Por qué?
—También era su amiga, Samuel igual y mira como terminaron ellos.
Las luces eran tenues, cálidas, pero la corriente de aire era helada. Mi piel se erizaba con el mínimo contacto con la brisa, incluso si el vestido lleno de capaz me abrazaba o el cinturón apretaba mis costillas lo suficiente como para olvidar el clima.
Lograba moverme en sin hacer mucho ruido, mientras parecía que flotaba a través de los pasillos de madera por mi vestuario. Cada paso que daba era angustiante, sin saber porqué, mi corazón latía cada vez más rápido, conseguía avanzar, en dirección a un ruido, el sonido de las voces que seguía de la música, el chocar de copas de vidrio y el vertedero de vino tinto.
Olía a licor, a frutas, a miles de flores.
Lo primero que captaron mis ojos fue al Arcángel Miguel, iba con una vestimenta elegante, que se veía costosa, del tipo de trajes que solo se pueden hacer a la medida, pero no llevaba ese aire de superioridad, pues estaba concentrado en sostener la mano de una mujer.
Desde mi esquina escondida, sólo podía verle la espalda, con cascadas de hebras negras llenas de horquillas doradas, y un vestido azul cielo a juego con el traje del ser celestial. Ambos reían y danzaban, él la miraba con ternura, me parecía increíble que fuese capaz de observarla de esa forma.
No era el Arcángel Miguel que había amenazando mi vida por poder, creado la profecía del sello, era casi como...Como ver a Azzio y a mi. Ver a dos personas enamoradas.
La forma en la que el ángel me miraba tenía demasiada semejanza.
Él la amaba.
Fruncí el ceño, aferrándome al marco de la entrada majestuosa. La mujer volteó y su rostro tranquilo y sonriente se dejó ver, ella estaba feliz, Miguel le abrazaba mientras dejaba besos en su mejilla, levantaba la mano de ella, blanquecina; Y besaba sus nudillos, donde uno en especial dejaba expuesto una joya dorada brillante.
Si bien la sala estaba llena de personas, para ellos no había nadie más ahí. Demasiado absortos el uno en el otro.
Y en un parpadear, todo cambió. La mujer pelinegra había cambiado, y ahora un rostro idéntico al mío me devolvía la mirada. No poseía una expresión tranquila sino acusadora. Su iris brillaba con el deje de un citrino reluciente, el cabello cobrizo enmarcaba las facciones en aros rizados, pero Miguel no se daba cuenta, seguía mirándole con amor, mientras ella se veía sin alma, hermosa y malvada.
Era imposible dejar de verla, su vestido se teñía de rojo desde la falda, y detrás ya no había una pared decorada con flores, sino casas ardiendo en llamas. A sus pies, el cuerpo de la pelinegra yacía inmóvil, parte de su piel negra y chamuscada, repleta de cortes diminutos, hechos con sus propias horquillas.
El charco de sangre crecía, y una de las manos ensangrentadas de mi propia imagen, me saludaba.
Desperté.
Abrí los ojos de golpe, el césped picaba en mi mejilla y tenía marcas de gravilla en las manos. Apenas podía incorporarme entre quejidos, a mi alrededor no había nada más que murmullos lejanos, las columnas de la academia se alzaban en el cielo, entre las luces y la poca iluminación de la tarde. El sol se ocultaba tras los edificios.
¿Qué hacia ahí? ¿Qué había pasado?
No tenía ningún recuerdo en mi mente más que el sueño tormentoso y la sangre a montón. Tanteé mis bolsillos solo para encontrarlos vacíos. La cabeza me punzaba como si de un golpe se tratara, justo en la nuca. El resplandor del astro rey que se ocultaba picaba en mis ojos, de pronto era muy consiente de la sed, hambre y cansancio que tenía.
Llevaba puesta mi pijama y en la sección del jardín no había ni un alma. El crucifijo se sentía pesado en mi piel, su peso se asentaba en mi pecho. Como pude me levanté entre mareos para ingresar a la academia.
Esta ala era una sección que poco frecuentaba, donde lo más cercano era el otro extremo de dormitorios mixtos. Con mucho esfuerzo me puse de pie para poder avanzar y salir del jardín.
Todo mi cuerpo ardía, casi parecía que había olvidado como caminar, mientras trastabillaba en el camino. Nada parecía diferente, y eso me desconcertaba, la última vez que había quedado sin conciencia habían pasado dos meses.
Me encaminé directo al dormitorio de Madyson, el más cercano, ella podría prestarme algo de ropa para llegar hacia el otro extremo de la academia y averiguar que había pasado, o al menos llegar a mi habitación, no tenía fuerza ni para tratar de usar la magia en mi misma.
Iba a tocar la puerta cuando escuché las voces procedentes del cuarto... Apenas una línea de luz que provenía de la entrada.
Me fue imposible no oír lo que decían, no sentir mi cansado corazón como un órgano drenado y seco, me costó no sentirme culpable porque lo era, egoísta, horrible. Pero más me costó, no caer de rodillas frente a la puerta.
Las chicas salieron de la habitación a causa del ruido, y me vieron ahí, lágrimas nublando mi vista y apenas respirando.
—¡Alessia! —Gritaron ambas.
Yo ya estaba cayendo una vez más en el sueño.
Azzio llevaba el estilo arrollador de siempre, la chaqueta de cuero y los jeans de diseñador, pero esta vez, el factor que destacaba era su ceño fruncido y el porte imponente. Mucho más que la ropa, su caminar y postura rígida gritaban aléjate.
Estaba cabreado.
Sus ojos ocultos bajo las gafas de sol cuadradas, mientras avanzaba por el pasillo de la AUAP. El alumnado parecía abrirse ante él, evitando toparse con el moreno por accidente.
No era secreto alguno que Azzio tenía un club de fans activo, pues varias de las chicas parecían hechizadas cada vez que le veían, no había que negar que el ángel por más que le gustara pasar desapercibido, no lo lograba mucho, su belleza era uno de los rasgos angelicales que más le caracterizaban, ya que la muerte supondría el último vistazo de divinidad para un humano. Los ojos verdes y la cabellera en rulos sedosos y castaños hacían juego perfecto con su piel oliva.
Y a pesar de tener tantas opciones a su disposición, luego de Jezabel, no quiso saber nada del amor. No hasta Alessia. La pelirroja testaruda con un millón de problemas, esa que actualmente estaba enojada con el sin razón alguna, pensó él.
Normalmente el ángel podía sentir donde estaba Alessia, pues el crucifijo lo guiaba siempre que estuviera cerca, ahora, solo escuchaba silencio, por ende ella no debería estar usándolo. Y eso le molestaba. ¿Como podría ser tan imprudente?
No sabía que pasaba por la mente de ella, pero ciertamente su terquedad le ganaba la partida. Aunque el orgullo tenía que quedar de lado debido a la información nueva. Si su vida estaba en peligro, no importaban las peleas estupidas que pudieran tener. En parte Alessia le lograba ver la humanidad que él pensaba no poseía, Azzio siempre se veía como un ser superior, algo intocable, con poder. La vida de los humanos le importaba poco, pues siempre se encargaba de estar presente cuando esta terminaba.
Con Alessia, el ángel se encontraba dividido, seguía siendo el ángel de la muerte, pero a su vez se sentía un simple chico enamorado de una adolescente quisquillosa. Vulnerable, expuesto, con debilidades.
Azzio avanzó por entre los estudiantes hasta llegar a un ala solitaria de dormitorios. El tramo contrario donde habitaba Alessia. A esta hora seguían algunas de las clases por lo que pocos de los estudiantes yacían en sus habitaciones. Fue directo al cuarto de ella, mientras redactaba un texto en el celular y abría la puerta.
¿Dónde estás? Tenemos que hablar.
No se sentía con muchas ganas de hablarle, y era contradictorio porque la extrañaba. Creía ser la primera vez que tenían un desacuerdo tonto, lo más cercano a una pelea real de adolescentes, teniendo en cuenta de que él no era ni cercano a un chiquillo.
Pero habían prioridades, rondaba suficiente peligro con los hechiceros y Lucifer, no era necesario averiguar que más podría hacerle daño a la cobriza.
El ángel hizo un paneo en el interior de la sala, las luces estaban apagadas y no había señal de Alessia o Nina por ningún lado. Entró por completo, cerrando la puerta a sus espaldas, de inmediato sintió el deje de energía como la esencia de un perfume cítrico en el aire.
Aquello le desconcertó.
Había cosas que identificaban a los seres celestiales, podrían ser rasgos físicos, sentimientos que inspiraban, sensaciones u olores; El cabello cobrizo, las alas de color disparejas, la calidez en los ojos digna de revelar cualquier secreto o...el aroma cítrico, vainilla o dulce, como un halo de humo anunciado tu llegada.
Había algo fuera de lugar pero no podía identificar que o quién. Nunca había sentido aquel aroma.
La puerta a sus espaldas se abrió de golpe, en la oscuridad, la imagen de Alessia se dejaba ver. Llevaba la ropa habitual de ir a clases y el cabello en una coleta, un suéter de botones y una camisa de tirantes que exponía sus clavículas y cuello, desnudos.
De pronto la cercanía del crucifijo, el latir de la plata llegó a su corazón de golpe, Alessia estaba cerca, pero no tanto, lo sentía. Y aunque veía a la chica frente a él, no había rastro de la joya en su cuello.
—¿Azael?
—¿...Alessia?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro