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20

Tristán

Escuche los huesos de mi mandíbula crujir, e inmediatamente un liquido caliente y con sabor a oxido me lleno la boca, escupí y después sonreí mirando a mi adversario.

— ¿Es todo lo que tienes? — le pregunte con total descaro, pude ver su frustración, se me vino encima lleno de furia y golpeando mi abdomen.

La gente gritaba a nuestro alrededor enardecidos, recibí otro golpe que me impulso hacia la gente, me detuvieron y me empujaron de nuevo al centro, volví a sonreír

Esta vez había escogido peleas callejeras, donde el ring por así decirlo, solo era un cuadro pintando de blanco y media treinta por treinta, no había jaula, no era oficial por lo tanto no había mas que una sola regla "Hasta que uno ya no se levante".

Las apuestas corrían a lo igual que el alcohol.

No había parte de mi cuerpo en la que no sintiera dolor, y eso me satisfacía ya que era lo que había venido a buscar, dolor para sentirme vivo de alguna manera. Pero ya era suficiente.

Lo analice, su respiración era muy irregular, se le notaba el cansancio, tenia la ceja y boca sangrando, tenia los nudillos destrozados a lo igual que los míos.

— ¿Ya te cánsate? ¿Quieres una silla? O mejor aun ¿Llamo a tu mama? — lo volví a provocar, y de nuevo arremetió con furia, y eso era lo que esperaba.

Le estrelle mi puño en su nariz logrando hacer que retrocediera desorientado, fui hacia el, lo tome con mis dos manos de su nuca para hacerlo bajar directo a mi rodilla, la cual estrelle con todas mis fuerzas en su pecho, haciéndolo levantarse por reflejo y llevando sus manos al lugar del golpe.

Puse una de mis manos detrás de su cabeza para sujetarlo y con otra mano aseste tres golpes continuos en su rostro, cuando lo solté cayo primero de rodillas y después de lado.

Los gritos se elevaron entre protestas e insultos, logre salir de todo aquel embrollo y fui a donde había dejado mi moto, me puse mi camisa y la punzada se hizo latente, escupí de nuevo de mi boca que aun emanaba.

—Muchacho, muchacho fuiste una gran revelación — me dijo un hombre que fumaba un puro — ¿Eres un profesional? Me gustaría hablar contigo ¿Tienes un minuto? — asentí, aunque ya sabia por donde iba el asunto, tenia que fingir que me interesaba.

—Bien, peleas muy bien y he pensado que bajo mi tutela ganarías mucho dinero.

—Suena interesante.

—Créeme te harías rico y ya no tendrías que robar — me dijo apuntando mi Harley, sonreí — Mira ten mi tarjeta llámame cuando te recuperes y concertemos una cita - Tome la tarjeta y me marche antes de que se pusiera serio el asunto.

En cuanto llegue a mi casa fui directo a mi habitación saque un pantalón de pijama, algunas vendas, cinta y medicamentos para el dolor. Llene la tina con agua caliente y me introduje en ella, los músculos comenzaron a relajarse.

Pero la incomodidad y el dolor se hicieron de nuevo presentes cuando me puse de pie, abrí el grifo de agua fría y me metí dentro de el, fue un gran choque de temperatura pero tenia un fin.

Salí de la ducha y tomando un gran suspiro me mire en el espejo ¡Maldita sea! Debí cuidar un poco mas la cara, mi ojo izquierdo ya se encontraba totalmente hinchado y amoratado y mi pómulo se encontraba en las mismas condiciones.

Sentía dolor en la espalda y abdomen, mis brazos comenzaban a ponerse rígidos y mis nudillos estaban visiblemente destrozados.

Con mucho esfuerzo me unte relajante muscular, me coloque las vendas y termine de vestirme, antes de meterme en la cama tome dos pastillas para la inflamación y dolor, consulte la hora y vi que eran cerca de las dos de la mañana, solo pedía que pudiera dormir algo

—Señor, señor — solo logre abrir un ojo, el otro no logre que se moviera, sentía que la cabeza me iba a estallar y que decir del cuerpo que no puedo ni mover sin sentir como se me clava el dolor.

— ¿Qué pasa gruñí?

—Ya esta aquí el señ... ¡Santo cielo! ¿Qué le paso? — grito Ángela cuando abrió la cortina y entro un poco de luz.

—Nada — le espeté.

— ¿¡Llamo a un doctor!? ¿Qué hago? — se movía de un lado a otro.

—Solo decirme que quieres - le gruñí.

—El señor Mondragon ya esta aquí y lo bus...

—¿Qué pasa Ángela? ¿Por qué el grito? — entro Fernando y entonces me vio, inmediatamente su semblante cambió — Ángela déjanos solos por favor.

—Si señor.

—Tristán — suspiro — Dime ¿Te sientes tan mal como te ves? — me dijo entre dientes.

—Peor.

—Pues me alegro.

Silencio.

—Amigo ¿Qué carajos te pasa? — No respondí — La única vez que te vi así fue cuando murió tu padre y Henry.

—Me pasa que soy un gran imbécil.

—Eso no es nuevo, ya lo se ¿Pero en verdad es necesario irte partiendo la cara? Solo para reafirmarlo.

—Fernando... te contare lo que pasa pero... no hoy, necesito tiempo.

—Lo entiendo, ahora descansa, si necesitas algo háblame, mientras pediré que te suban algo de comida y un par de analgésicos.

—Lo de la comida me parece muy bien gracias, pero ya tengo medicamento aquí.

En el transcurso de la semana nos pusimos a trabajar con afán, yo lo hacia desde casa, al principio por el dolor y después esperando que mi ojo mejorara su aspecto.

Conforme avanzaban los días me sentía satisfecho de haber tomado la decisión de quedarme, los arreglos para montar una oficina aquí estaba dando frutos.

Henry siempre decía que Nueva York la abriría más puertas a la compañía de papa, que seria la recompensa a sus logros, y que el nuestro seria llegar a Dubái, el sueño de todo arquitecto.

Y ahora por fin se estaba dando el primer paso, no le había dicho nada a mi madre aun quería sorprenderla.

Al paso de los días pensaba una y otra vez en lo sucedido con Paloma, reconocía que me había portado como el gran imbécil que era, pero siempre con ella perdía la cordura, aun recordaba la merecida abofeteada que me había dado, sabia que me tenia que disculpar pero también estaba seguro de que me daría con la puerta en las narices, así que no llegaba a nada.

Por fin después de diez días se había logrado la compra de la oficina en un edificio ubicado en una muy buena zona, estaba compuesto por mas oficinas de vienes raíces, abogados y otro mas donde se trabaja con aplicaciones tecnológicas.

—Lo logramos Amigo — Fernando palmeo mi espalda.

—Si y en mucho gracias a ti.

—Qué quieres es la ventaja de un tipo bien parecido como yo — me carcajee.

—Anda don Juan — se unió a mi risa — ¿Sabes?Algún día este edificio será totalmente nuestro, lo dividiremos en tres oficinas la constructora, la de arquitectos y el despacho de abogados.

—Ya hay uno — respondió Fernando.

—Lo se, pero no es tuyo.

—Eso seria genial — sonrió ampliamente.

—Algún día lo lograremos.

—Bueno ahora para celebrar — salió y regreso a los pocos minutos, mostrándome una botella y dos copas.

—Hay que celebrar.

—Por supuesto.

Habíamos consumido la mitad de la botella y estábamos sentados en el suelo, la noche ya cubría el cielo.

—Tristán creo que es un buen momento para que me cuentes — me miro con cautela.

—Si amigo lo es — le relate todo lo sucedido desde que ella enfermo aquella noche.

—¿¡Que la viste desnuda!?

—No, no la vi estaba tan preocupado que ni siquiera lo pensé — me defendí

—¿Y como lo tomo ella cuando lo supo?

—No lo sabe nunca me atreví a decírselo, me hubiera matado mientras dormía.

—Tenlo por seguro.

Seguí mi relato hasta el día que había terminado en la habitación de Meredith.

—¿En serio? ¿Que esta mal contigo? Nunca te había visto actuar de esa manera y mira que eres un cabrón — no respondí — Entonces ¿Estas decidido?

—No lo se... me repito que es lo mejor, recuerdo lo que paso la ultima vez, la insulte, la hice sentir mal y...

—Eso se llama Celos ¿Y ella? ¿Qué hizo?

—Me abofeteo y mi reacción fue pensar que no le gusto.

—Me alegro — lo mire — que te pusiera en tu lugar, por que si no lo hubiera hecho yo, aunque te estés recuperando, de verdad eres un gran gilipollas Tristán.

—Lo se — respondí resignado — Es por eso que pienso que la tengo que dejar en paz.

—¿La amas? — me miro fijamente.

—¿Qué? No, no lo se, me gusta estar con ella, adoro verla sonreír como sus ojos se iluminan, incluso me gusta que me ponga en mi lugar y te podría decir tantas cosas que me gustan de ella, pero no se si es amor, lo que si te puedo decir es que nunca me había sentido así.

—¿Ni con Anne?

—Anne — suspire — Ella siempre fue... diferente y yo no la supe amar como ella quería, y ya ves termine alejándome después de la muerte de Henry y... ya conoces el final de esa historia, es por eso que me quiero alejar.

—Paloma no es Anne, Tristán.

—Si lo se, pero aun así, es lo mejor para ella.

—Ya no te partas la cabeza seguro ya se te pasara, y lo que sientes por ella no es tan intenso — lo mire confundido - No me veas así, si fuera algo verdadero no hubieras terminado en la habitación de Meredith.

—Fernando, esa noche me sentí como un verdadero hijo de puta después de que la trate así, deliberadamente me fui a emborracharme y queriendo poner mas obstáculos entre nosotros fui a buscar a Meredith, ella por supuesto me recibió pero..

—¿Pero?

—Una vez ahí le pedí que si no volvíamos a encontrar nos tratáramos como solo conocidos, ella me pregunto el por que, se lo conté por que se lo debía y después me dedique hablarle de Paloma, ella al principio se porto condescendiente pero después,  quiso que nosotros tuviéramos intimidad "Nuestra despedida" lo llamo.

—Y caíste — afirmo Fernando.

—No tienes idea — sonreí, el me miro extrañado — De pronto sentí arcadas, corrí al baño y ya no salí de ahí, hasta la mañana siguiente - la carcajada de Fernando  retumbo en el cuarto vacio.

—¡No lo puedo creer! — Me decía entre risas — Ya me imagino a Meredith — volvió a reír.

-Cuando volví en mi, ella no estaba, me había dejado una nota donde me informaba que se iba a otra habitación, y que no tenia de que preocuparme que no le costaría trabajo fingir que ni siquiera me conocía.

—Pero ibas dispuesto acostarte con ella, y sin embargo te la pasaste hablando de otra, no puedes numerar las cosas que te gustan de  ella, por que te gusta todo,  te encelas de todo y te portas como un idiota si alguien se le acerca, y dejaste que te golpearan por que no puedes con lo que hiciste, así que dime algo ¿Ya no te la quieres llevar solo a la cama Para que se te pase el capricho?

—No — respondí después de unos minutos —Fernando la quiero tenerla en mi vida, quiero hacer el amor con ella y no solo una noche, quiero verla dormir y estar ahí cuando abra sus ojos por la mañana, que me riña cuando piense que me porto arrogante y...

—Oye pues si eso no es amor entonces no se que lo sea.





Paloma


—Señorita Villanueva - sentí como alguien me daba un golpe para llamar mi atención.

—Perdón.

—Señorita Villanueva es la tercera vez que la llamo, ¿Qué le sucede? ¿Esta enferma?

—No maestro, lo siento.

—Entonces ponga atención — de nuevo me había distraído, esto no podía seguir así o mis notas se irían a pique, y a estas alturas no podía darme ese lujo.

La clase termino empaque mis cosas y pensaba ir a la cafetería antes de la siguiente clase.

—Señorita Villanueva espere un momento — ¡Demonios! Lo sabía.

—Si maestro — me acerqué a él.

—Paloma en verdad si algo te sucede, deberías platicarlo con tus maestros, hace una semana que empezó el semestre y ya en varias ocasiones he tenido que llamarte la atención, cosa que nunca había sucedido.

—Lo se maestro, pero no es nada quizás solo la presión de ser el último semestre.

—Bien, pero te repito si necesitas algo no dudes en venir — asentí — Ahora el rector te espera.

—Iré ahora mismo.

—Adelante.

Tanto había querido evitar esto y aquí me encuentro actuando por inercia con la cabeza en un lado y mi corazón en otra.

Llegue a la oficina del rector y me recordé poner la mente donde era. La secretaria me cuestiono y después hizo una llamada, para luego indicarme que pasara.

—Buenas tardes — salude al hombre detrás del escritorio.

—Señorita Villanueva, adelante tome asiento — hice lo que me indico — Tengo entendido que busca una beca  para estudiar en la NYU ¿Correcto?

—A si es señor.

—He revisado su expediente y veo que es una alumna destacada, sus calificaciones son excelentes, aun así tiene que mantenerlas este semestre ¿De acuerdo?

—Si.

—La escuela la apoyara buscando a un benefactor o padrino que ayudara con gastos. Estos normalmente provienen de grandes empresas, las cuales apoyan a jóvenes sobresalientes para que no dejen la escuela. Aquí en esta carpeta tengo los documentos para la beca necesito que tu y tus padres los revisen y si están de acuerdo ellos los firmen, ya que oficialmente aun eres menor de edad.

—Muy bien señor — tome la carpeta.

—Cualquier duda acude a mí y la resolveremos.

—Si gracias.

Fui directo a la cafetería, vi una mesa y me senté ahí, y de nuevo me encontré pensando en el, toque mis labios cuando recordé aquel beso que me hizo temblar hasta las piernas. Suspire.

—Hola princesa.

—Hola Lu.

—¿Cómo pinta el semestre? — pregunto.

—Muy pesado, ya tengo horarios de las materias, pero ya es lo último, estamos a un paso de terminar.

—Si es lo único que me consuela.

—Mía — lo mire — Aun sigues triste — sonreí.

—Es tan fácil dar el corazón aunque sea sin permiso propio, pero es tan difícil recuperarlo.

—Lo siento.

—¿Y tu por que?

—En cierta manera llevo mi culpa, yo quería tanto que ustedes estuvieran juntos.

—Ya no importa, este príncipe azul no era para mí.

—¿Sabes? Los príncipes también destiñen — me dijo mientras tomaba mi mano, no pude evitar sonreír.

—Si, pero este se destiño muy pronto y quedo blanco - los dos nos soltamos a reír.

—¿Cómo ha estado el trabajo? — agradecí que cambiara el tema.

—Bien, habido poco movimiento, pero en unos días aquello se volverá de locos.

—¿San Valentín?

—A si es, ese día la gente enloquece.

—Hermosa Julieta, creo que nuevamente me veré postrado a tus pies frente a tu ventana este día de enamorados, ya que Cupido nos desprecia — me dijo en tono melodramático.

—¡Oh amado Romeo! Tu siempre serás mi príncipe encantador, mientras no te conviertas en sapo mi corazón es vuestro — hice una reverencia y nos atacamos de risa.

—Creo que nunca cambiaremos — me dijo aun riendo.

—Eso espero — lo abrace, estaba segura de que él era mi alma gemela.

Los días seguían su curso y pronto me vi sumergida entre la escuela, las tareas y mi trabajo. Pero con todo y eso Tristán se colaba en mis pensamientos o mis sueños.

Mario seguía insistiendo, me buscaba, me ofrecía llevarme a casa, que saliéramos que tuviéramos una cita. Tenia que reconocer que era tenaz y me tentaba la idea ¿Por qué no darme una oportunidad? Siempre me había negado a esa posibilidad de conocer a alguien y enamorarme, probablemente por eso había caído redondita en los brazos de Tristán, tenia que empezar a salir más, y Mario me había demostrado que su interés era genuino.

El timbre me sobresalto un poco, aun no estaba segura de la decisión que había tomado, pero de alguna manera sabia que tenia que dar un paso hacia adelante. Tome mis cosas y fui a la sala.

—Señora Lomeli me da gusto verla de nuevo.

—Gracias Mario, a mi también me da gusto y dime  ¿A dónde irán?

—Al cine y a comer algo ¿Esta de acuerdo?

—Si me parece bien, solo que tráela temprano a casa ¿De acuerdo?

—Lo hare.

—Hola — salude —Mama nos vemos mas tarde — le di un beso.

—Si, tengan cuidado.

—¿Qué película te gustaría ver? — Me pregunto en cuanto salimos —¿Algo romántico? — no pude evitar recordar el día que Tristán me pregunto lo mismo en hotel.

—No algo de acción.

—¿En serio?

—Si, no soy unas persona romántica ¿Sabes? — el deja vu no parecía terminar — ¿Oye y si solo caminamos por un parque? O ¿A tomarnos un café?

—Suena bien.


***

Mi teléfono timbro, no tenia que ver para saber quien era.

—Hola Lu.

—Hola princesa ¿Dormías?

—No, estoy acostada leyendo un poco.

—¿Cómo te fue?

—Bien pase una buena tarde — eso era verdad.

—¿Pero? - es lo malo cuando tu mejor amigo te conoce tan bien.

—Creo que me precipite aun es muy pronto.

—¿Te beso?

—Lo intento pero puse la mejilla, actué como una niña lo se.

—Ya pasara.

—Si por lo menos lo intente. — Aunque no era todo culpa de Mario yo era la que esperaba de nuevo esa magia que no se dio.

—Oye...

—¿Qué pasa? — Silencio — ¿Lu? — insisto después de unos minutos.

—Tristán... regreso - me quede muda -Voy a verme con el y Fernando.

—¿A si? — quise sonar despreocupada.

—Si pronto cumpliré la mayoría de edad y necesito su ayuda.

—Haces bien necesitas saber sobre que estas parado.

—Sera lo mejor, así que no podre llevarte al trabajo pero por la noche paso a recogerte.

—No Lu, no es necesario.

—¿Por qué? — No quería decirle que no me quería arriesgar a que Tristán fuera con el, me negaba a verlo.

—Le pediré a Mario que me lleve a casa, necesito hablar de una vez con el.


***

El café estaba a reventar, estábamos mas allá del tope, era fascinante ver lo que un día hace en las personas, hoy se derrochaba miel por todos lados, incluso presenciamos tres propuestas de matrimonio.

Por un lado me sentía muerta de cansancio y algo vuelta loca con tanta gente, pero por otro lo agradecía, el día fluía tan de prisa que casi no me permitía pensar.

Mario hoy se veía mas animado y trataba de ser cariñoso, eso me mato, tenia que hablar con el e hiciera como lo hiciera se que se sentiría lastimado. Pero aun así lo haría esta noche.

Un ruido estridente que provenía de la parte de atrás me hizo reaccionar, me gire para ver que había sido ¡Era una explosión!

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