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Paloma

— ¿Segura que no hay problema?

—Por supuesto que no mama, para mi es un placer acompañarte — puse mi mejor sonrisa, la verdad era que solo quería estar en mi casa metida en mi cama con mi pijama y con el libro que me tenia sin dormir.

—Se que eres mas feliz pasando la tarde con un libro, es por eso que te lo agradezco aún más — palmeó mi pierna, no había la menor duda si alguien me conocía bien, aparte de Lu era mi madre no les podía mentir.

Llegamos a una zona residencial.

—¡Wooo! Vaya tu amiga vive muy bien — se me escapó antes de pensar.

—Recuerda que yo viví con muchos privilegios, por la tanto me codeaba con gente del mismo nivel. Ella era mi vecina — note algo de tristeza en su voz.

—Cuéntame de ella — la interrumpí evitando escuchar de nuevo las historia del por que cambio su vida.

—Bueno... creo que podría contarte muchas cosas de cuando éramos adolescentes pero... será mejor te cuente la última parte — apreté mi puño con fuerza después de tantas años aún le dolía recordarlo y eso me enfierecía— Vivían termino la universidad, se fue en un viaje de graduación a Inglaterra. Ahí conoció a Henry Hamilton, estuvieron en contacto cerca de un año, cuando él formo su propia empresa le pidió matrimonio. La última vez que la vi tu tenias cinco años, ella no había vuelto a México desde entonces.

—¿Y por que ahora? ¿Por que después de tantos años?

—Por hace un año su marido e hijo mayor murieron en un accidente, y por lo que se apenas termino todo lo de la herencia.

—Siempre hay perdidas, ya sea por la muerte o por abandono —sentí la mano de mi madre en mi rodilla y me di cuenta de que lo había dicho en voz alta — ¿Tiene mas hijos? ¿Familia?

—Si tiene un hijo, parientes lejanos ya que fue hija única, a pesar de que ella era mayor que yo, siempre tuvimos mucha afinidad. Al ser yo también hija única éramos como hermanas, ella siempre me apoyo cuando todos me dieron la espalda — cuando hablaba de ese o recordaba su mirada se volvía triste y eso me llenaba de rabia.

Mi madre era una gran mujer, luchadora en la vida y aunque en ocasiones las tormentas la habían golpeado con toda fuerza, siempre decía "Mañana será otro día, mañana saldrá el sol" y por eso sentía una gran admiración por ella.

—Aquí es, esta es la casa.

Una hermosa residencia de color blanco, rodeada de jardines se erguía frente a mí. De pronto me sentí intimidada ¿Como seria la señora Hamilton y su hijo? Quizás los años la habían cambiado y ya no sentí ningún tipo de afecto hacia mi madre. ¿Y si la menospreciaba? Pues no se lo permitiría esa era una de las razones por la cual la había acompañado. Ella ya había sufrido mucho, había aguantado desprecios y humillaciones pero no más.

En cuanto el coche se detuvo la puerta principal de la casa se abrió, una mujer alta, delgada con el cabello oscuro y muy elegante salió, enseguida vino directo al lado del conductor.

—¡Alejandra!

—¡Vivían!

Las dos se abrazaron y comenzaron a gritar y dar saltitos, la imagen en si resultaba cómica, y eso me hacia feliz ver a mi madre actuando como niña, si una niña muy feliz, mi madre nunca se quejaba o hablaba mal de las personas que la habían traicionado y siempre procuraba mostrase feliz sobre todo cuando yo estaba con ella, pero su mirada es triste y muchas veces la escuche llorar cuando creía que no me daba cuenta.

—Tu debes ser Paloma — después de varios minutos reparo en mi, asentí. Me agrado que me llamara por mi nombre y no por el apodo que todos se habían acostumbrado a llamarme.

—Mírate, eres una chica muy guapa, recuerdo la última vez que te vi llevabas el pelo en dos coletas y un vaporoso vestido de vuelo, pero ya entonces prometías ser hermosa. Pero vamos entremos. — siguió hacia la casa  sin soltar la mano de mi madre.

La casa por dentro era mucho mas hermosa, los grandes espacios tenían muebles clásicos muy elegantes, los tonos blanco, azul y crema predominaban. La sala de estar consistía en una clásica sala de tres piezas, dos sillas a juego un tapete, tres mesas dos laterales y una de centro, un gran candelabro que colgaba del techo. Pero lo que mas llamo a mi atención fue la chimenea de mármol que se imponía en la sala y de la cual en la parte superior había un cuadro.

La fotografía mostraba a la señora Hamilton, con un hombre mas o menos de su edad alto, delgado, rubio de ojos azules reconocía que era un hombre muy atractivo para su edad, los acompañaban dos jóvenes muy parecidos físicamente a pesar de sus rasgos eran muy idénticos la diferencia la hacia el color de cabello y ojos. Si también eran atractivos. Pero hubo uno que llamo mi atención, en la imagen reflejaba que era muy feliz, sus ojos azules se veían amigables, confiables, me transmitían paz y confianza y tenia una sonrisa que cautivaba.

Me sentí como una intrusa al estar observándolo tanto, pero no podía dejar de hacerlo, estaba segura de que ellos eran la familia... recordé lo que mi madre me había dicho " Regreso por qué perdió a su esposo e hijo mayor" tenía que dejar de mirar y no cometería la grosería de preguntar.

—Querida ¿A ti que te sirvo?

—¿Mía? Hija te hablan. — la voz de mi madre me saco de mis pensamientos.

—Mmm ¿Cómo? Ahhh perdón, lo siento señora estaba un poco distraída — bien lo bueno es que no quería ser grosera, me contuve de poner los ojos en blanco. Una señora como de unos sesenta años me miraba.

—No te preocupes llámame Marie por favor — me sonrió  y eso me desconcertó.

—Yo... yo no se si deba, usted es mayor y yo...

—Paloma, Marie lleva muchos años trabajando con nosotros y créeme no te dejara en paz hasta que la llames así. — me aseguro la amiga de mi madre.

—O si prefieres llámame Nana. — su sonrisa se hizo más amplia y eso me confundió aún más.

—¿Nana? — eso me sonaba aún más raro.

—Si Tristán me llamo así en cuanto aprendió hablar y desde entonces la mayoría me llama así.

—¿Tristán? — la pregunta salió de mi boca.

—Si mi hijo. — me dijo la señora Vivían mientras le daba un sorbo a su taza.

Me moría de ganas de preguntar cual de los dos era, si el chico de ojos azules y mirada feliz o el chico de ojos verdes y mas serio, muérdete la lengua me repetía mentalmente.

—Señora Hamilton — la curiosidad pudo más.

—No querida llámame Vivían — eso no era lo
Que esperaba, me sorprendió su naturalidad.

—No lo siento, no creo que pueda, además no es correcto y lo mismo con usted señora Marie.

—Alejandra tu hija es su vivo retrato me lo recuerda tanto —¡No! ¡Por Dios no! —Su cabello castaño, su piel blanca, los ojos color marrón verdoso son como los tuyos pero si no me equivoco en sus modales y terquedad también las heredo de el. ¿Cierto?

—Así es —respondió mi madre con un dejo de tristeza ¡Maldita sea! Me molestaba como siempre me comparan con él. Gracias a Dios la señora Vivían entendió y ya no lo menciono.

Nos despedimos haciendo la promesa de que volveríamos a visitarla. Durante el trayecto de regreso mi madre no dejaba de hablar del tiempo de antaño y yo por verla feliz me gustaba que me contara.

—Lo único malo es que no pudimos ver a Tristán, me hubiera gustado conocerlo — dijo de pronto mi madre.

—Si una verdadera lastima, me imagino que el Junior estaba muy ocupado para recibirnos. — me mofe, la verdad  se me había hecho una grosería que no se presentara.

—Mía no seas así, quizás tuvo algún problema.

—¿Problemas él? Si tal vez no podía decidir que ropa se pondría, que coche usar o como gastar dinero. El que quizás nunca ha tenido la preocupación de tener comida en la alacena, desesperación por la colegiatura de la escuela. No mamá no creo que el tenga problemas de ningún tipo.

—Deja de ser tan dura con los demás.


Tristán

—¡Maldita sea! Fernando me estas diciendo ¿Qué hay paro absoluto? — grite en el teléfono.

—Escucha tranquilízate, te estoy informando por que tienes que estar al tanto, pero ya me estoy haciendo cargo del asunto. — ¿Tranquilizarme? ¿Era una maldita broma?

—¡Salgo inmediatamente hacia ahí¡ — dije tajantemente.

—No vale la pena que lo hagas, para cuando llegues todo se habrá resuelto. — la voz de Fernando sonaba segura.

—¡Maldita sea! Quiero que llegues al fondo de esto, necesito saber ¿Quién? O ¿Qué lo provoco? Es la única manera de que no salga inmediatamente hacía allá ¿Entendido?

—Cuenta con ello. — Me aseguró y eso me tranquilizó un poco.

—Hasta las ultimas consecuencias. — le pedí.

—¿Alguna vez te he fallado? — me pregunto con molestia.

—Nunca, amigo sabes que eres el único en quien confió. — y eso era cierto.

—Entonces deja esto en mis manos, además tienes que estar preparado para la junta general de mañana. Aparte de rendir los informes estoy seguro de que te cuestionaran sobre este desastre.

—Tienes razón, pero ten cuidado no sabemos a que nos enfrentamos.

—No con certeza, pero conocemos perfectamente a tus enemigos y sabemos que aún mantiene la esperanza de poder quitarte de en medio. — sabía exactamente a quién se refería.

—Si cobardes que me ponen su mejor cara pero en cuanto me doy la vuelta buscan la manera de incrustarme el puñal, nunca perdonarán que me haya sentado en la cabecera  solo por herencia. No me moveré de aquí hasta que esto se haya resuelto cualquier cosa infórmame.

—Muy bien como usted ordene Jefe — sonó condescendiente.

—Fernando gracias.

—No me las des aun, ya nos iremos de copas cuando esto termine.

—Es un trato. — termine la llamada.

El resto del día lo pase organizando todos los detalles, sabia muy bien que en la junta revisarían todo con lupa para poder cuestionarme todo. Escuche unos golpes en la puerta.

—Adelante — conteste molesto — Señorita Ruiz que acaso no fui lo suficiente claro.

—Si Señor, lo que pasa...

—No creo que no — la interrumpí con fastidio, me froté la sien — Cuando digo que no quiero se me moleste eso significa ni una sola interrupción.

—Ss-siii señor pero es que ya son mas de la siete de la noche — me dijo en un hilo de voz.

—¿Las siete? — pregunte mirando mi reloj.

—Si y me gustaría saber si necesita algo más o me puedo marchar. — me miraba con cautela.

—Disculpa no me había percatado de la hora y si puedes marcharte — le di la espalda.

—Señor... me he dado cuenta de que no salió a comer, si gusta puedo ordenar que le traigan algo.

—Si por favor eso estaría bien — respondí sin mirarla.

—Además si me necesita me puedo quedar — Si, era un hijo de puta sin corazón como decían.

—No, no es necesario solo la comida — esta vez me gire para verla.

—Bien señor — se marchó.

La comida era de un buen restaurant gourmet, pero aun así no pasaba bocado. ¡Maldición! La comida, tome el teléfono y llame a casa.

—Diga.

—Nana soy yo — respire profundo ya sabía lo que venía.

—Si ya me di cuenta — ¡Ahí estaba!

—Nana por favor pon a madre en el teléfono — le
Pedí respirando profundo.

—Bien pero no te has librado todavía en algún momento tendrás que venir a casa —rodé los ojos, por supuesto que no lo dejaría pasar.

—Lo se — Dios la amaba pero en estas ocasiones la quería ahorcar.

—Tristán.

—Madre lo siento mucho, se que para ti era muy importante que estuviera contigo hoy, y realmente quería conocer a tu amiga pero... — me detuve no necesitaba preocuparla también a ella

—¿Pero? —pregunto.

—Mañana tengo que rendir el informe anual y aun me faltan detalles — Eso era algo que ella creería.

—No te preocupes ya habrá otra oportunidad, pero dime ¿Esta todo bien? — tan perspicaz.

—Si ya casi termino, pero no me esperes.

—¿Ya comiste? Puedo ordenar que te dejen algo a la mano.

—Si no te preocupes, mi secretaria ya se ocupo de eso. Madre descansa te veo mañana ¿Desayunamos juntos?  — le pedí, para esa hora el problema se tenía que haber resuelto y le tenía que decir antes de la junta.

—Si querido.

—Buenas noches.

Me pare frente al ventanal de mi oficina, el manto oscuro de la noche ya cubría la ciudad, veía las luces de los coches a lo lejos. Aquí el movimiento de empleados era mínimo y el silencio comenzaba a reinar, suspire me deje caer en el sillón, mi respiración comenzó a dificultarse afloje el nudo de mi corbata, pero no fue suficiente.

Una oleada de calor me golpeo, me quite el saco pero sabia que no serviría de mucho, busque agua pero no la pude beber, me recosté en el sillón, cerré mis ojos, me imagine montado en mi coche yendo a gran velocidad con el aire golpeándome el rostro, vislumbraba la carretera de un lado me acompañaba el desierto que resplandecía con el brillo del sol y del otro una gran mancha imponente de color azul con el sonido del va y ven de las olas que me arrullaban...

Mi respiración comenzó a tener normalidad, pero la ansiedad aún me dominaba, seguía sumergido en mi pensamiento me negaba abrir los ojos, me negaba dejar mi oasis. El sonido del teléfono me despertó, me había quedado dormido después del ataque de pánico.

—Fernando.

—Todo resuelto por el momento.

—¿Por el momento?

—Si los obreros están trabajando de nuevo, pero hice un nuevo contrato de trabajo, digamos que el que tenían era un fraude.

—¿Un fraude? — eso no me lo esperaba.

—Si ya lo veremos eso juntos, pero no te preocupes conociéndote les ofrecí mejores condiciones y les prometí que tu mismo vendrías y los escucharías, y cumplirías lo que les ofrecí.

—Cuenta con ello ¿Cuándo?

—En dos día después de la reunión.

—De acuerdo ¿Y del responsable? — era lo que me interesaba en ese momento.

—No te preocupes lo tenemos. ¿Y tú ya tienes todo listo para mañana?

—Lo tengo — le aseguré.

—Bien, revisa el correo que te mando necesito que estés en ello también. Lo siento pero esta noche no vamos a dormir mucho, yo ya estoy en el hangar voy de regreso te veo mañana, y Tristán en la reunión los tomaremos de las bolas. — su voz sonaba con satisfacción y eso me tranquilizó aún más.

—Ya me imagino de donde vino ese problema.

—Como siempre, pero esta vez a ese hijo de puta no lo salva nada, él solo se puso la cuerda en el cuello.

—¿Tu crees? ¿Esta ve será suficiente? — pregunte con recelo.

—No creo que la junta directiva este de acuerdo con la mala publicidad, además de perder dinero. Ya te envié el correo con toda la información. Aunque estoy seguro de que ya le informaron que el problema fue resuelto, es demasiado arrogante para creer que lo tenemos.

—Bien lo revisare, cuídate y nos vemos a primera hora para esto.

—De a cuerdo.

El informe detallaba como se había establecido el antiguo contrato de trabajo, ofrecía las condiciones reglamentarias pero en nada se habían cumplido. Ese bastardo tendría que dar muchas explicaciones, mire mi reloj eran las doce de la noche guarde los documentos bajo llave, en unas cuantas horas estaría de regreso sopese la idea de quedarme aquí total en unas horas tendría que estar aquí. La oficina estaba equipada con baño y además tenía un pequeño guarda ropa.

No, me iría a casa además había quedado en desayunar con mi madre, aunque eso significara escuchar el sermón de Nana. Monte en mi coche inmediatamente me arrepentí de haber despachado a Jefferson, me hubiera gustado no tener que manejar de regreso me sentía tan agotado. Tal vez la próxima vez lo pensaría dos veces.

Salí a las calles y para mi sorpresa aun había trafico, tal parecía que esta ciudad no dormía, maldecí de nuevo puse la música para tratar de relajarme. Quince minutos mas tarde me encontraba en un embotellamiento por un accidente de trafico, frote mis sienes con frustración ¿Era en serio? Que día de mierda.

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