Olwen

Pasaron ocho días desde que se me asignó a Camelia para vigilarla e impedir que la profecía se convirtiera en la catástrofe anunciada.

Al principio solo se trataba de una misión común, pero poco a poco fui sintiéndome cómodo a su lado.

Siento que me he acercado mucho a ella, quizá demasiado, después de todo solo soy su guardián, no se supone que debería verme como un amigo y yo a ella no debería verla de otra forma que no fuera el objetivo de mi misión, ¿estaré fallando por permitir que ella se acerque tanto?, o ,¿estaré haciendo lo correcto al ser su amigo?

—Quiero algunas luces navideñas, por favor —la escuché pedir en el mostrador al vendedor de la tienda de luces.

—Por supuesto, ¿necesitas luces para un árbol o en forma de guirnalda como cadenetas?

—Cadenetas, ¿pero, podría mostrarme también las luces para árboles?, Olwen ven a mirar por aquí.

—¿Qué sucede?

—Las luces del árbol en casa estaban un poco desgastadas, ¿crees que debería llevar algunas nuevas? —consultó mirando las luces de los árboles que adornaban la tienda y las tiendas del exterior.

—No veo problema, escoge las que más te gusten —respondí observando con atención el árbol con luces que semejaban a la nieve brillar.

—Se casaron muy jóvenes, pero su esposo es muy amable señorita —halago la dueña de la tienda saliendo con una caja de luces entre sus manos.

—¿Qué?

—Si son recién casados, ¿no les gustaría llevar adornos de pareja? —añadió su esposo para darnos las ofertas.

Al parecer la pareja que atendía la tienda era muy entusiasta con navidad y el amor. Nos confundieron a Camelia y a mí con una pareja de recién casados.

—Están al dos por uno, pero por ser ustedes les darémos un diez por ciento de descuento adiccional —ofreció mostrando luces de modelos que nunca antes había visto.

—No, no somos...—decidí hablar para evitar malentendidos, pero de pronto Camelia tomó mi brazo.

—Lo somos —sonrió—. Sígueme el juego —susurró antes de continuar—. Dígame, ¿puedo llevar aquellas también con descuento? —preguntó sin soltarse de mí.

Camelia parecía particularmente emocionada ese día. La idea de decorar un árbol la animaba, era realmente extraña.

—En el juego del capitalismo todo se vale —pronunció una vez que estuvimos fuera de la tienda—. Mira también obtuve descuento en estas que parecen nieve recién caída —mencionó mostrando la caja que antes miramos juntos.

—Me alegra —sonreí, sin saber muy bien porque solo pensé que su alegría se me contagiaba.

Continuará...