Camelia

Debía entender que Olwen no se equivocó a propósito, pero aún así no podía de imaginar lo que ocurrió con ese beso. Mi corazón aún daba golpes como loco y parecía que nada podía tranquilizar mis pensamientos.

Incluso el pequeño zorro y los reinos en el establo me veían de forma extraña desde que entré ahí. Aunque pudo ser también porque no dejaba de caminar de un lado al otro buscando despejar mi mente.

—Esto es malo, ¿cómo puedo evitar que Olwen me guste? —pregunté aunque era ese tipo de preguntas que no necesitan respuesta y menos en lugar en donde no había nadie que respondiera.

Tan solo suspiré y voltee para tomar la bolsa de comida del estante. Ya casi era la hora de alimentar a los renos y también debía ir por algo de comida para el pequeño zorro.

—¿Por qué enamoraste de un mago? —dijo una voz detrás de mí.

Lo escuché claramente, pero al voltear no había nadie más ahí que el pequeño zorro blanco. Sus heridas estaban mejorando muy rápido, pero incluso si era un poco extraño jamás podría pensar que él fuera el duelo de aquella voz.

Era imposible, después de todo Olwen se ve como una persona normal y motivo dos, los zorros no hablan, ¿cierto?

Continuará…