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☃️1. Ángel de nieve☃️

Camelia

—¿Qué te parecen unas rosas? Son solo flores no pueden hacer daño a nadie —propuse, en mi décimo intento por encontrar un regalo adecuado para mi hermana mayor que pasará la prueba de seguridad.

—No, las espinas pueden herir a otros —negó Olwen nuevamente. —Además el polen es peligroso si son alérgicos y eso puede…

—De acuerdo, pensaré en otra cosa —lo interrumpí de inmediato.

No lo dejé continuar. Ya había aprendido después de pasar siete días a su lado, que cada vez que lo dejaba seguir hablando, Olwen se imaginaba los escenarios más alocados posibles para impedir que yo comprará algo.

Con el cansancio di un suspiro bajé la cabeza para recostarme, sobre la mesa del centro comercial en el que almorzábamos, pollo frito y jugó de frutas. Era una combinación poco inusual, pero quién pensaba en eso cuando ahí estábamos nosotros, un ángel de nieve y una chica sin esperanzas de encontrar un obsequio adecuado, ni siquiera para un solo miembro de su familia.

Era algo un poco imposible de sospechar cuando lo veías ahí sentado con ropa normal como cualquier otro chico, pero Olwen era en realidad un ángel, para ser exacta él era un ángel de nieve.

Los ángeles de nieve son magos que pueden controlar el elemento de hielo, ellos se encargan de cuidar y procurar que todos los habitantes del reino de Blaze celebren la Navidad de la mejor forma posible. Ahí es cuando la tarea de Olwen se interpuso en mi camino. Según la profecía que recibieron los ángeles de nieve, en Khione la capital del reino de Blaze habrá una gran catástrofe por culpa de un obsequio que supuestamente yo compraría.

No creo ser la única chica llamada Camelia en el imperio, pero por alguna razón los ángeles de nieve me tienen en la mira. En especial el ángel que me asignaron, Olwen Ivar.

El día que lo conocí, me sorprendió todo de él, en especial el par de alas resplandecientes en su espalda y esos hermosos ojos que se parecían a los chocolates del día de San Valentín. Esos mismos ojos que ahora tiene el chico frente a mí.

—¿Se te ocurrió otra idea? —preguntó al notar que lo observaba.

—Todavía no —confesé levantando mi cabeza de la mesa—, pero tengo la ligera sospecha, de que no importa lo que se me ocurra. Tú siempre le encontrarás algo peligroso o potencialmente destructivo.

Olwen no me respondió. Desvío la mirada y tomó un sorbo de su juego de frutas.

—¿Ni siquiera lo niegas?

—Todavía faltan dieciocho días para la Navidad, apuesto a que encontraremos un obsequio inofensivo que puedas darles a tus amigos y familiares sin que causes el fin del reino —respondió aparentando una seguridad que no me convencía del todo, pero si un poco.

Continuará…





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