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Un testimonio crucial, ¿o no?

Estación de policía
1400 horas de ese día

Por órdenes del comandante Ramirez había sido llevado a comisaría, por segunda vez en el mismo día, el sujeto que encontró en horas de la mañana el cadáver de Raúl en aquel almacén. Y ahora se encontraba en la sala de interrogatorios esperando a que le volvieran a tomar declaración aunque, en esta ocasión, sería el mismísimo comisario quien hiciera las preguntas.

Para Emiliano desenmascarar al psicópata que se encontraba detrás de crímenes tan atroces se había convertido horas atrás en una deuda personal que saldar. El tipo llevaba semanas jugando a su antojo con el cuerpo policial y las familias de las víctimas creyéndose un invencible justiciero y eso debía terminar. Nadie tenía derecho a hacer justicia por su propia cuenta. Mucho menos de tan inhumana manera.

―Buenas tardes, señor Falcón―saludó amablemente el policía cuando ingresó a la sala. Su madre, Reina, se había encargado de dejar bien arraigados en él los buenos modales. Aunque tal vez su interlocutor no lo mereciera.

Fabián Falcón era un hombre de mediana edad que se ganaba la vida trabajando como custodio en un complejo industrial que poseía varios almacenes. Entre ellos, ese donde fue encontrado el cuerpo de Raúl.

―No entiendo para qué me trajeron de nuevo. Ya dije todo lo que tenía para decir cuando me tomaron declaración esta mañana. Esto es una pérdida de tiempo para ustedes y de baro para mí porque ya en el jale me advirtieron que me van a descontar parte de mi salario este mes por andar hablando con la tira ―replicó en tono hosco el testigo cruzándose de brazos. ―Y ya esta es la segunda vez en el día que tengo que venir hasta acá. ¿Acaso soy sospechoso de algo? ―Añadió suspicaz.

El investigador contó mentalmente hasta diez antes de responder. Obviamente el celador estaba descartado como culpable porque era calvo pero bien podría ser cómplice del crimen. Era una posibilidad real. A fin de cuentas, ¿cómo explicaba el no haberse dado cuenta de lo que sucedía en la escena del crimen?

―Para empezar, está aquí porque yo, el comisario, lo ordené ―fue claro. ―Leí su declaración y hay cosas que no me cuadran así que le estoy dando la oportunidad de cantar como pajarito todo lo que sabe antes de verme en la penosa obligación de acusarlo por falso testimonio y obstrucción a la justicia. Es usted, señor Falcón, quien decide cómo procederé pero tenga en cuenta que, en casos como este, cualquier dato que omita será usado en su contra ―advirtió con seriedad. ―Y hasta podría ser incriminado por algo que no hizo.

Tal vez pareciera que Ramirez estaba excediéndose y pasando los límites de lo legal amenazando en cierto modo al testigo. Quizá fuera así. Sin embargo, lo importante era conseguir la verdad.

―¿Me está chantajeando? ―Cuestionó Fabián.

Emiliano negó.

―Simplemente le estoy informando de lo que podría suceder.

Intimidado por la seguridad y convicción que demostraba el agente del orden el calvo suspiró. Sabía que estaba acorralado…

―Dígame qué es lo que quiere saber ―murmuró acomodándose debidamente en la silla.

El comandante sonrió. Sospechaba que de este interrogatorio sacaría algo bueno. Su instinto de viejo sabueso se lo gritaba. Y nunca le había fallado.

―Me alegra tu actitud colaborativa. Lo tendré en cuenta más adelante ―dijo aún con la sonrisa en su rostro. ―Ahora, cuéntame todo desde el principio ―exigió regresando a su rostro serio e imperturbable.

Fabián dudó.

―¿El principio?

―Sí. El principio ―respondió tajante el policía.
Si lo que sospechaba era cierto, el custodio había visto al criminal.

Transcurrieron unos segundos antes de que el interrogado comenzara a relatar su historia. Al hacerlo, poco a poco las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.

―Ayer, cerca de las seis de la tarde llegué al trabajo como corresponde. Esta quincena me ha tocado el turno de la noche y, como en ese horario el complejo está cerrado casi siempre, fueron guardias bastante tranquilas. Pero anoche pasó algo raro. Una pareja apareció de la nada frente a la garita preguntándome si los patrones estaban rentando algún almacén o espacio donde se pudieran guardar muebles. Les dije que no, que todos estaban ocupados, y siguieron insistiendo por un buen rato hasta que tuve que contestar la llamada que el supervisor hace todas las noches a las nueve para checar que todo esté en orden. Le conté sobre el interés de esos dos, porque me pareció extraño, y me dijo que los echara. Por eso dejé el teléfono descolgado con el jefe en la línea esperando y salí para mandarlos a chingar a su madre… el problema fue que ya no estaban ahí. Se habían esfumado. Y cuando le dije a Miguel, el supervisor, lo que había pasado le quitó tanta importancia que la cosa ahí quedó. Luego, con lo del muerto se me encendió la bombilla y pensé que tal vez esa gente tuvo que ver pero no tenía sentido porque el sitio solo tiene una entrada y una salida así que lo descarté. Por eso no se lo mencioné al otro detective.

Ramirez escuchó cada palabra pacientemente y, a medida que el hombre hablaba, una teoría en su cabeza iba tomando forma.

―¿Podrías hacer un retrato hablado de esa pareja que dices haber visto? ―Preguntó sintiendo que un destello de luz aparecía en la oscuridad en la cual el caso estaba.

Claro, sin lo encontrado en horas de la mañana por la forense y los peritos el nuevo interrogatorio probablemente ni siquiera se hubiera llevado a cabo. Fue esa chispa de esperanza la que motivó al comandante a revisar minuciosamente cada informe relacionado con el ahora fallecido Raúl. Y los resultados estaban siendo evidentes.

―Del tipo no sé pero de la morra y de la troca hasta un dibujo mejor que los del DaVinci puedo hacerle ―respondió sin dudarlo un segundo.

―Perfecto. Siendo así, le agradezco su aporte a la investigación. En breve llegará un agente para que le ayude con los retratos y la descripción del auto. Hasta entonces quédese aquí ―sentenció satisfecho con los nuevos avances. Se dispuso a despedirse para ir a informar sobre el reciente hallazgo a los detectives a cargo del caso pero, repentinamente, recordó algo leído en la primera declaración del hombre que tenía enfrente. ―Señor Falcón, en su declaración mencionó también que fueron empleados de una empresa sobre las diez de la noche a recoger un encargo autorizado por el dueño del complejo donde usted trabaja y esa información fue confirmada ―habló echándole un vistazo al documento ―, sin embargo, ¿podría decirme la hora a la cual se marcharon?

La pregunta sorprendió al celador pero no dudó.

―Creo que después de la medianoche aunque no estoy del todo seguro. Fueron de parte del patrón así que no les hice mucho caso. ¿Por qué?

―Curiosidad ―se limitó a contestar Emiliano aunque había decidido que valía la pena investigar una nueva posible hipótesis. A fin de cuentas tampoco iban a perder mucho por ahondar en esa vertiente investigativa. O quizás sí.

Lo real era que en menos de un día habían habido más avances en el caso que en semanas y eso solo podía significar dos cosas: el criminal estaba errando al dejar cabos sueltos o estaba dejando pistas falsas para tener confundida a la policía. Cualquiera que fuera la verdad, lo tangible era que al menos habían ya un par de teorías que descartar o confirmar. No obstante, todo a excepción de la huella y el ADN era netamente circunstancial y basado en un testimonio que podría ser crucial, ¿o no?

***

En algún lugar a las afueras de Mexicali
En la noche de ese mismo día

Lo ocurrido la noche anterior se reproducía en su cabeza como una película. Una y otra vez. Sin parar.

Sabía que, al menos por un tiempo, esa era la última vez que hiciera algo así y por ese motivo decidió que debía ser un trabajo hermosamente perfecto. Y, en una macabra forma, lo consiguió. Sin embargo, ahora se preguntaba cómo se las ingeniaría para aparentar normalidad frente al resto de la gente.

¿Cómo podría fingir ser amable con quienes le rodeaban si lo único que anhelaba era convertirlos en sus nuevas creaciones? De hecho, tenía la certeza de que cada uno de ellos luciría mejor siendo un cadáver. Mientras más ensangrentados mucho mejor. Pero estaba consciente de que gustos así no eran aceptados por la mezquina sociedad… y por ello llevaba años aparentando lo que no era.

No obstante, aunque pudiera parecer difícil en casos como el suyo, lo cierto era que dominaba a la perfección el arte del engaño y las mentiras. Eso es lo que a futuro complicaría el doble descubrir su identidad.

El misterio le envolvía y así debía ser hasta que quisiera dejarse ver como lo que realmente era: el Ángel de la Muerte.

Nota de autora:

Hola nuevamente, mi querido lector y compañero detective :⁠-⁠)

¿Qué te ha parecido el capítulo? ¿Cuáles son tus teorías? Recuerda que leo tus comentarios.

Pd: ¿Cómo imaginan al asesino?

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