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9

Para empezar mi investigación decidí ir al pueblo de donde viene Kerfuffle, siendo este un lugar seguro para mí, pues todos me conocían aunque no recordaba bien sus nombres. Al llegar, fui recibido por el alcalde, me invitó a su casa y gracias a él me entere de varias cosas que estaban ocurriendo.

—¿Entonces no hay una nueva princesa, Sunny Skies? —le pregunté curioso al alcalde mientras me acomodaba en la silla, pues mi dolor de espalda volvió.

—Había, se llamaba Twilight Sparkle pero abdicó al trono de forma temporal —explicó mientras bebía un poco de café.

—¿Porqué abdicó? —. Mi dolor de espalda se estaba reduciendo mas nunca se iría.

—Sólo se declaró que necesitaba tiempo, pero se dice que fue al funeral de un poni muy especial —dio un sorbo a su taza—. Por lo visto, era alguien importante para ella.

—Entonces Celestia volvió al trono… —pensé en voz alta— ¿Y qué pasó con su hermana?

—Está cuidando a Twilight. Celestia está organizando una cumbre de emergencia para aclarar todo lo ocurrido, pero no todos los gobernantes irán pues se han vuelto muy desconfiados.

—¿Y sabes dónde será esa cumbre? —pregunté mientras me tomaba mi vaso de leche.

—En un lugar llamado Monte Metazoa, cualquier mapa de Equestria debería guiarte allá —se levantó de la silla pero antes de irse volteo y me habló con nostalgia en su voz—. Equestria ha cambiado para mal, el tiempo no le ha ayudado —. Salió, dejándome sólo, con mis pensamientos.

Después de la plática me quedé a dormir en el hotel del pueblo, pero antes de cerrar los ojos le llamé a Mefisto para decirle que había un cambio de planes. Al siguiente día me fui planeando rumbo al Monte Metazoa, tomándome dos días para llegar; tres menos de los que me tomó llegar a Equestria, sin contar pausas.

Llegué al monte entrada la noche y pude ver varias construcciones en la cima de las montañas, entre estas una especie de castillo verdoso con detalles amarillos y una enorme cascada en uno de los lados. Había una escases de guardias notable y junto con la oscuridad me permitieron colarme sin muchos contratiempos. 

Iba volando, para no hacer ruido con mis prótesis, recorriendo las diversas entradas, salidas, escaleras, balcones y mesas; todo esto en un ambiente con baja iluminación pues aún se seguían usando velas para iluminar el sitio. En una de las mesas había un cartel con la palabra “Registro” escrita en mayúsculas, un par de plumas y unas hojas encima de estas las cuales procedí a leer. Era una lista de los asistentes al evento, nombre y especie a la que pertenecen. Revisándola me di cuenta que había muy pocas criaturas ajenas a las ponis: el gobernante Changeling, la jefa de los búfalos, el príncipe Yak, la gobernante Kirin, la Lord de los Dragones y poco más. No había ningún hipogrifo, grifo, reno, ciervo, minotauro… ni ninguna cebra. Fue entonces que tomé una de las plumas y anoté en la lista:

Abadón, Maestro Constructor de algunas Cebras.

Seguí recorriendo el castillo encontrando algunos sitios muy interesantes como una sala enorme de vitrales: en cada vitral había una representación de cada criatura de Equestria, excepto nosotros. También encontré una enorme biblioteca de varios niveles, apenas iluminada, y clasificada por números. Curioseando me di cuenta que solo eran tratados, tramites, declaraciones, acuerdos, pactos… en fin cosas bastante aburridas pero creo vale la pena salvar. Así que, confiando en mi nuevo cuerno, levité todos los papeles y libros del lugar para copiarlos y comprimirlos en ocho libros, los cuales hice aparecer en mi casa. 

—Este cuerno de acero es prefecto, antes no podría hacer eso con tantas copias —pensé en voz baja mientras recuperaba el aliento, pues ese hechizo me agotó mucho, además de que el cuerno pareció calentarse durante el hechizo.

Iba a salir del lugar, pero la puerta empezó a abrirse así que me escondí en una gaveta amplia y casi vacía. De la puerta salió un dragón verde claro, agarró unos papeles y se volvió a ir. Salí de mi escondite y lo seguí a una distancia segura, hasta que entró por una enorme puerta de madera y con detalles dorados. Pegué mi oreja a la madera para poder escuchar sus pláticas:

—¿Entonces la princesa Twilight está incapacitada para gobernar? —cuestionó una hembra.

—Yak preguntarse si rumores ser ciertos —ese tono era grueso y tosco.

—Lo único que deben saber es que ella necesita un tiempo lejos de la política. Mientras tanto asumiré el trono—. Reconocí esa voz, no era la misma que la de mis sueños, pero estaba seguro de que era ella.

—Princesa Celestia, debo decir que muchos no confiamos en usted por el secretismo que ha usado para este caso —habló otra hembra—, y además la situación en las ciudades no es buena.

—Hay descontento en todos los reinos, no puede esconder eso por mucho tiempo—. Habló otra criatura con tono masculino, pero frágil.

—Bueno, debo decir que hay que garantizar la armonía hasta el regreso del Elemento de la Magia —ella tenía una fingida voz condescendiente—. Equestria ha vivido en paz durante siglos y no voy a permitir que todo se pierda tan fácilmente ¿O sí? —. Se escuchó el ruido de las puertas azotándose y muchos pasos metálicos dentro de la estancia.

—¡¿Pero qué demonios está pasando aquí, princesa?! —gritó una de las presentes— ¿Se ha vuelto loca?

—No, sólo es un pequeño ejército para garantizar la paz, aunque sea por las malas… —habló ella con tono maliciosa— ¡Ahora largo de aquí!

Se escucharon muchos pasos y ruidos indicándome que todos estaban abandonando la estancia. Pasado un tiempo ella empezó a hablar con ella misma:

—Esto está mal, pero no hay de otra pues las criaturas están perdiendo su parte pacífica y empiezan a romper las leyes —se quedó callada un tiempo pero luego continuó— No, no pueden, no voy a dejar que mi reino se venga abajo sin pelear. 

Algo dentro de mí me hacía sentir que era el momento, así que abrí lentamente la puerta de madera y entré en la estancia. Parecía un teatro, con varias sillas y bancas en el lugar, en donde estaría el escenario había un atril decorado y cerca de él estaba la princesa, viendo como bajaba la escalera con mis prótesis huesudas, con una expresión muerta en su rostro.

Llegué a donde estaba ella y me detuve a un lado, a una distancia media, callado durante micho tiempo hasta que Celestia rompió el silencio.

—¿Quién eres tú? —preguntó con una voz indiferente.

No respondí hasta que paso un tiempo inestimable.

—Creía que esto iba a ser diferente —hable algo apenado.

—¿Disculpa?

—Estás igual a como te recuerdo —le dije con un tono frio.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó confundida. 

—Soy Abadón, una cebra cualquiera —me quedé callado otro rato —. Veo que seque tu color de ojos —dije señalando sus ojos.

Se quedó en silencio durante mucho tiempo. El ambiente era pesado e incómodo pero sentía mucha curiosidad de escuchar su respuesta. Después de un buen tiempo Celestia dijo algo:

—Maldita sea, lo que me faltaba… —su hablar denotaba hartazgo— ¿Qué quieres de mí: oro, poder, una abrazo tal vez?

—Sólo quería preguntarte ¿Porqué? —contuve las lágrimas para poder hablar claro— ¿Porqué nos hiciste eso, a mi y a las demás cebras?

—No tenía de otra —fue a sentarse en una de las mesas— Luna y ustedes amenazaban la paz de Equestria, y ya tenía demasiados problemas.

Ella se sirvió un poco de agua, se tomo toda y dejo caer el vaso, rompiéndose en la caída.

—La paz ¿De verdad vale la pena hacer tanto por un concepto irreal? —me senté a lado de la alicornio.

—Pues claro, no puedo perder el poder pues sin él yo no sería nada —pensó algo y lo expresó—: además no puedo dejarlos sin un gobierno que los oriente, pues estoy segura que todo seria una locura sin mí o los elementos de la armonía.

—No, nadie debe de estar a cargo pues nadie es bueno —expliqué con una voz suave— que hagan lo que quieran, sin que se les impongan ideas.

Ella no dijo nada.

—¿No te parece mejor? —iba a darle un abrazo, pero en eso ella me disparó un rayo con su cuerno, sacándome volando hasta estrellarme en la pared y cayendo en seco en el piso.

—Lo siento pero como te dije, sin el poder no soy nada y no tendría todo lo que tengo —. Por una de las ventanas alcancé a ver una peculiar ave surcando los cielos—, piensa que yo he gobernado Equestria durante cientos de años; este tiempo que estuve en el retiro fue una pesadilla pues no tenía nada que hacer —se empezó a acercar a mí a paso lento— yo dependo y necesito de este sistema, de la parte productiva de la sociedad, además mi trabajo es uno de los más importantes y me merezco todo lo que tengo y más.

En ese mismo instante una de las paredes se fue abajo, apareciendo el avión dentro del lugar. Una puerta de metal se abrió y de esta salió Pazuzu con un cilindro de metal y lo uso para dispararle una pirotecnia a Celestia antes de que se levantará, mandándola hasta el otro lado del recinto.

—¿Te gustó eso? —preguntó mi amigo mientras me ayudaba a levantarme.

—¿Qué demonios pasó? —respondí adolorido.

—Un fuego artificial mejorado: menos color y más explosión —puso una sonrisa al terminar de decir eso—,  ahora, es tiempo de irse.

Entramos en el vehículo aéreo, tenía bastante espacio por dentro, y cerré la puerta mientras Pazuzu encendía el motor, usaba su magia para darle la vuelta al avión y avanzamos, saliendo por el agujero que hizo. Al principio fuimos en caída libre y poco a poco ganamos altitud hasta volver al mismo nivel que el castillo.

—Abadón ve a la parte trasera y activa el mecanismo de bombas aéreas.

—Pero ¿Y nuestro pequeño ejército? —cuestioné.

—Están esperando, ¿O acaso quieres que detonemos las bombas con nuestras cebras cerca? —respondió con sarcasmo.

Fui a donde me indicó mi compañero, encontrando 20 barriles en un mecanismo especial y junto a esos tres palancas con los números 1, 2 y 3 arriba de ellas. Active la palanca uno y se abrió una compuerta, con la palanca dos los barriles empezaron a moverse hasta quedar en el exterior y con la última se inflaron unos globos para luego soltar la carga, la cual permaneció en el aire. El mecanismo empezó a hacer eso de forma automática así que regresé con mi amigo y decidí preguntarle algo:

—¿Y cómo sabes que los barriles irán al lugar correcto y no se perderán?

—Paciencia, deja que los vientos del Oeste hagan su trabajo.

Esperamos unos segundos mientras veíamos como los barriles empezaban a rodear las montañas.

—¡Pum! —Pazuzu tomó su móvil, marcó una combinación, conectó su magia y de reojo, alcancé a ver una potente y quemante luz, causando que tuviera que cerrar los ojos. Luego de un tiempo los abrí para admirar el panorama: el cielo estaba lleno de nubes negras y rojas, y una potente onda expansiva destruyó muchos de los edificios y montañas que se encontraba cercanas a los barriles. El castillo verde también fue afectado, pero en menos medida pues solo dos barriles explotaron cerca de él. Recibí una llamada de Mefisto para preguntarme a dónde debían ir.

—Vayan a aquel castillo verdoso, ahí está Celestia.

Nosotros también fuimos ahí y empezamos a sobrevolarlo. Veía como nuestro pequeño ejército de langostas llegaba al lugar, siendo atacados por algunos guardias, tanto ponis como algunos dragones de tamaño medio e incluso criaturas similares a los kirins pero con una melena y cola prendidas en fuego azul.

—Vamos a apoyar a nuestras cebras —dijo mi amigo para luego girar dos manivelas, me di cuenta que salieron unas ametralladoras en cada lado y empezaron a disparar, dándole a algunas criaturas en el proceso.

De una de las ventanas destruidas salió la alicornio blanca, malherida y caminaba cojeando, además de que una parte de su cuerpo estaba quemada. Tenía un cilindro de metal y me di cuenta que nos estaba apuntando con él.

—Pazuzu, ¿Dónde dejaste el lanzador de pirotecnia?

—Se supone que está aquí ¿Por…?

La alicornio encendió la mecha y disparó uno de los cohetes, destruyendo una de las alas y provocando que empezáramos a caer en picada, terminando nuestro viaje al estrellarnos contra la biblioteca del lugar.

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