▄︻デ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈 ══━一
Al llegar al aeropuerto, Samael estacionó el auto y sacó el recibo y las llaves cuando le entró una llamada bastante indeseada.
—Linda ¿crees que puedas entregar las llaves?— dijo viendo la pantalla de su celular.
—Sí claro, ya vuelvo—
Fue extraño que la llamara así, pero la notable incomodidad con la llamada fue suficiente como para darle a entender que algo no andaba bien. Se acercó al mostrador para terminar con el papeleo mientras Samael atendía su celular.
—¿Qué quieres? — la voz del hombre sonaba tensa.
—Me gustaría saber algo, y quiero que seas honesto— su hermano del otro lado sonaba divertido.
—¿Como por qué debería? —
—Por que creo... Creo que tenemos el mismo "problema"— no le gustaba admitir que la chica se convertía en un problema.
—¿Y cuál es? —
—Se llama Romina, Romina Zambada—
—¿De donde la conoces? — La sangre se le fue a los tobillos y se tuvo que recargar en el auto.
—Eso no importa, lo que importa es que no podemos estar los dos en su vida— su voz empezaba a sonar poco paciente.
—Creo que tu y yo sabemos que soy la mejor opción—
—Te recuerdo que estas casado hermanito, además... No creo que a tu esposa le guste saber que fantaseas con una adolescente—
—¿Me estas amenazando?— esa era una de las muchas razones por las que odiaba a su hermano, se creía el rey de todo.
—Eso depende de tí, solo mantén tu verga lejos de mi mujer—
La llamada se cortó, ¿Quién se creía ese imbécil? Le hervía la sangre pero tenía que mantener la calma, en algo Aarón tenía razón Samael estaba casado pero no por mucho tiempo.
Los antecedentes de aquellos hermanos eran algo sospechosos, hijos de un líder de un cartel el cual ahora se había retirado. Ahora, los Ángeles de la muerte respondían ante un nuevo líder.
Aarón Ignacio Esquivel Rivas, un joven de 23 años que dirigía con mano de hierro a cada uno de sus subordinados que sin embargo vivía a la sombra y "cuidado" de su hermano mayor.
Ramiro Samael Esquivel Rivas, un renombrado abogado de 38 años que poseía una de las más grandes empresas de México. Y lo que más odiaba era tener que limpiar los destrozos de su hermano menor.
Aarón siempre era el de la suerte con todo, el dinero, las mujeres e incluso las oportunidades; Samael sabia que era por qué la gente le tenía miedo y las mujeres querían su dinero, pero esta no. Él estaba convencido que Romina era una en un millón que no se dejaría impresionar ¿o si?
Al llegar con la chica solo la tomó del hombro para que comenzarán a caminar. Notaba que la joven lo miraba algo preocupada pero no quería ser metiche.
—Entonces, ¿todo bien? — era la pregunta más segura que podía hacer.
—Sí todo está bien, vamos antes de que se nos haga más tarde—
Mientras caminaban, Samael quería preguntarle por Aarón; quería saber si realmente a ella le interesaba él o no. Pero prefería que no supiera que había una conexión entre ambos.
Llegaron a la sala de abordar viendo a lo lejos a Mónica, la cual corrió a abrazar a su amiga.
Ambas estaban emocionadas pero Romina notaba tensión entre Beatriz y su esposo. Se sentía extrañamente culpable por ello y ella no sabía pero Betty comenzaba a sospechar que su marido tenía algunas intenciones con la joven amiga de su hija. Pero no había pruebas de que realmente así fuera; por su parte Samael claramente no lo iba a admitir pero Romina tenía algo que le atraía.
Unos minutos más tarde abordaron, las chicas se sentaron juntas y sus padres delante de ellas.
Romina y Mónica venían platicando y riendo mientras Betty descansaba plácidamente en el hombro de su marido; éste revisaba su celular y cada tanto usaba el reflejo para ver a la chica. La amiga de su hija siempre era muy sonriente y eso le atraía aún más, había admitido que la quería pensando que ya era mayor; sabiendo que no lo era lo hacía sentir culpable.
Se distrajo tanto que no notó que Romina lo miraba gracias al reflejo del celular, éste al percatarse apartó la vista rápidamente. La chica se acercó un poco y fue cuando él volvió a mirarla encontrando así los ojos de la fémina mirándolo; ella de regalo una sonrisa y él se la devolvió.
El resto del vuelo paso mientras ellos dos se miraban de tanto en tanto por el reflejo del celular, como si de algo prohibido se tratara.
Al llegar, el chofer llegó por ellos; el hombre le ayudó a su jefe a subir las maletas mientras que Betty y Mónica subían a la camioneta. Antes de subir, Romina noto algo de parte de Samael.
—Permiso bonita— le dijo en voz baja mientras la tomaba delicadamente de la cintura para moverla.
—Oh, perdon— lo miro algo nerviosa.
Éste le guiñó un ojo y se dirigió hacia el chofer, Romina por su parte se subió a la camioneta con una sonrisa tonta disimulando esta con el celular. No tardaron mucho en llegar a casa de su amiga, un arco enorme marcaba la entrada a un lujoso fraccionamiento donde las casas eran enormes.
Fascinada, Romina miraba por la ventana aquellas mansiónes donde la gente con dinero vivía; nada que ver con la casa donde ella y su familia vivían.
—Mira Romi esa es mi casa— la chica le tocó el hombro a su amiga señalando una de las casas.
Era una mansión de tres pisos con un patio delantero hermoso, una cochera exterior y al parecer una interior. La entrada era de ensueño y los autos que se encontraban afuera también.
Al bajar del auto, tomó su mochila y camino junto con su amiga la cual emocionada la tomó de la muñeca y la llevo hasta la entrada.
—Te tengo que mostrar toda la casa— con una risita espero a que su padre abriera la puerta.
Mientras entraban notó que Betty volvía a subir a la camioneta y se marchaba. No quiso prestarle atención así que siguió a su amiga; la casa por dentro era aún más grande. Una lujosa Sala de estar resaltaba recién entraban; a la derecha estaba el comedor hecho con madera de pino el cual recibía a 10 personas cómodamente sentadas. Detrás estaba la cosina la cual estaba hecha de mármol y acero, con una ventana al patio trasero sobre el fregador. Justo aún lado estaba una puerta de cristal templado la cual daba a un enorme patio trasero con una piscina y un jacuzzi para 5 personas y un espacio para comer.
Las escaleras de carol estaban en el centro del enorme salón, Mónica subió a toda prisa seguida de una todavía sorprendida Romina. La segunda planta era aún más espectacular, habían 5 habitaciones repartidas a ambos lados del pasillo el cual formaba un círculo casi perfecto a excepción de una saliente que hacia de terraza.
Mientras Mónica abría su habitación, Romina siguió con la mirada a Samael el cual se encerró en su habitación.
Sospecho algo, y más al ver la manera que la miró.
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