V e i n t i s é i s
Róbame el aliento a cada segundo.
Retuércete bajo mis pies.
Hállame en profundos sueños y permanece siempre a mí lado para así caminar juntos por la vida.
Teniendo ganas de ti, Erik.
—Dejemos al deseo escapar.
Silenció cada latido de su corazón al pronunciar aquel secreto bajo llave. Liberándose de sí mismo y permitiéndose ser feliz junto a él. Siendo uno solo al entrelazar sus manos, acariciando todo de sí. Sacando todos los escombros que aún quedaban dentro de ellos mismos.
—Estando contigo nada importa, Charles —dijo, comenzando a pintar el lienzo que creaban sus sinfonías al ser atraídos por la gravedad, finalizando con el detener del tic tac, el suplente eterno del tiempo—. Siempre habrá luz y tranquilidad. Eres y serás como la ola más serena de la costa. Mí confidente, mí amado.
—Te amo, Erik. Cómo nunca he amado y cómo nunca amaré a nadie.
«Quizás sea demasiado temprano para acabar confesándose a flor de piel... O quizás demasiado tardío», creyó él.
—Du hast mir ein Lächeln auf das Gesicht gezaubert / Tú haces que una sonrisa se dibuje en mi cara —esperanzado se terminó de confesar y aliviar sus malestares. Bailando cuerpo a cuerpo. Vagando por la vía láctea, encontrándote por fin—. Ich liebe dich auch / Yo también te amo.
Dejándose amar por los besos del submarino perdido en aguas turbias, delineando sus ojos en tonos violentos y apasionados cómo su amor. Bebiendo su sangre ahora no añejada en tiempos del ayer, recibiendo todos éstos sentimientos y emociones con el corazón contento y los cantos de las sirenas satisfechas. Viendo a la oscuridad caer entre precipicios y acantilados del adormecer de las penas.
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