V e i n t e
Afuera llovían llamas que besaban mis párrafos, mis letras, mí todo y los hacía desprender[se] hasta donde los llevara el viento, arrancando el eco al silencio que surgía en ese momento. Olvidándome de los acordes y borrando mis cicatrices que se acrecentaban en mi alma; aumentando el insomnio, fingiendo dormir y comenzar a soñar. Grabando todos mis sueños rotos que ya no cabían abajo de la almohada por lo grande que se habían vuelto, tratando de leer poesía finalmente, para olvidar mi sequedad que producen mis pupilas y mis párpados. Un desierto despierta entre mi imaginación, con el corazón sediento de bombear. Con mis ojos de estrellas, lleno de luces apagadas y explotadas en su máximo esplendor. Sangrando mis manos pensando en el caos, terminando por consumirme a mí mismo. Esquivando las voces que reclaman atención, otra vez. Intentando sumergirme en ese opaco y apagado mar del baúl de mis recuerdos. Llevándome a parar enfrente de él, sollozando al caminar entre los arbustos del fuego que alardea su bienvenida y lo acerca a la pequeña fogata en la sala. Recibiendo el calor que yacía allí, estando más cómodo de lo normal. Sonriéndole a la nada, sonriéndose a sí mismo por haber cumplido su meta. Por estar ahora con Erik, pudiendo oír su respiracion y saber que está con vida. Haciéndole compañía en aquellas noches amargas. Suspirando por el dolor que se mantenía en su pecho, enjaulado de no ser.
El no ser tiene la oportunidad de ser.
Más allá del horizonte de las formas, más allá del cosmos, más allá del universo, más allá del límite de las cosas permitidas que nos conlleva el ahora. Perdiéndome, dejando mi vista a la deriva. Depositándola al abandono, no haciéndome cargo de ella.
—¿Qué?—Preguntó él, malhumorado por su insistente mirada que le atravesaba el alma. Charles podía tener esa facilidad de ver a través de él, como ninguna otra persona lo había hecho antes.
—S-Sólo...—Avergonzado bajó la mirada ante los penetrantes ojos del contrario, provocando un repentino sonrojo de su parte. Acribillado se sintió por unas simples palabras que no decían nada—Miraba, sí.
«Claro, sólo observaba», pensó irónicamente con el breve comentario de su adversario.
—Estoy algo cansado, me iré a acostar—levantándose rápidamente del suelo en donde estaba sentado, con el calor de sus mejillas y en su cuerpo por los comentarios ya hechos, y también por la ardiente fuga. Sacándolo de sus pensamientos y de un inminente quicio—.
No—intervino, dejando de lado a su conciencia y terminar por preocuparse del instinto. Sujetándolo fuertemente del brazo, mirándolo directamente, perdiéndose en sus ojos increíblemente azules, que en la oscuridad se le veían más oscuros de lo normal.
—Duele...Suéltame, por favor—Gritó para que lo escuchase, a través del instante en que el dolor crecía. Soltándole inmediatamente mientras reaccionaba del trance, como sí su piel quemara de alguna manera. Desviándose de ellos mismos, yéndose a perder entre el silencio.
—Sufrí mucho en mí juventud y a medida que avanzaba la adultez.—Rompió la soledad que quebraba la compañía, avanzando hacia un callejón sin salida, en un cambio radical. Queriéndose expresar ante su "creador", la persona que le otorgó nuevamente la oportunidad de respirar. Dándole la confianza merecida para contarle todas sus anécdotas que lo llenaban de melancolía y en una ola de tristeza a los segundos que avanzaba la manecilla del reloj.
—¿Por qué?—Interrumpió, sumamente metido en la conversación, preocupándose por cualquier mínimo detalle que saldría de él.
—Por ser diferente, al ver que no cumplía con las reglas de "normalidad" en la multitud.
—Estando solo por necesidad—dictaminó, entre decidido y acabado por sus memorias fallidas—, sólo por serlo, por no ser como los demás.
—Exacto, destruido en totalidad. En las ofensas hacia tu persona, por miles de excusas que te llenan la boca. Y en general, por todo lo que hicieses serías castigado por ellos. Sin derecho a voto. Hasta... Que la conocí, ella era mi ángel de la guarda, siempre me ayudaba y me protegía, era mi defensora. Terminé enamorándome. Intentando hacer una bella familia —suspiró—. Pero, tal vez no todo era perfecto y color de rosa... En el último minuto todo se perdió. Ella... Murió en el parto de mi pequeña bebé, Lucy —le tembló la voz sin poder disimular—. ¿Sabes lo que se siente ver a la persona que más amas dar su último suspiro en tus brazos?, ¿su fría despedida? No sabía lo que hacía, me aguardaba en el alcohol y en las penas. Me sumergía en ellas. Sin darme cuenta del daño que estaba cometiendo, el dolor que le estaba provocando a mi hija. Y me arrepiento tanto, no hay día en que no piense en ella. En cómo hubiese sido de otra forma... Me la quitaron, Charles. La hicieron desaparecer de mi vista.—Dijo en un mar de lágrimas, terminando por romperse aún más.
—¿Quién?
—Shawn,—llenándose de veneno, rabia e impotencia con sólo pronunciar su nombre—¿por qué? Te preguntarás, por ser considerado un fenómeno, un mal padre que no podía tener la custodia totalmente. Y ahora, le demostraré. Al fin y al cabo nadie se mete con los Lensherr.
—Entonces, ten por seguro que cuentas con mi ayuda, Erik.—Le susurró, afirmando sus dichos.
—Gracias...—Sonrió, una sonrisa torcida que mostraban gratitud y que a la vez pasaban de un estado anímico bajo—Aún recuerdo como caminábamos y jugábamos en la playa, como se balanceaba y pedía a gritos que la protegiera en las noches, como se divertía en la arena; haciendo castillos y cubriéndose a sí misma. Como me tiraba agua para que empezáramos una batalla. Como encubrábamos volantines y lo volabamos lejos. Jugábamos a la hora del té y se entretenía mientras con mi pelo. Se colgaba entre mi espalda y saltaba por toda la casa; danzando, dibujando en las paredes, tarareando una canción. Simulando ser una estrella de rock. Tantas acciones, tantos momentos que compartí y yo nunca los aprecié como merecían.
—Aún así te diste cuenta de tu error y aún hay tiempo para remediarlo, a fin de cuentas tú sigues siendo su papá. Y lo serás siempre.—Convenciéndole, abrazándose para darse fuerzas mutuamente.
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