Sabía que él se iría tarde o temprano. Ariel no sirvía para estar siempre en un mismo lugar; amarrado de una persona, forzado a estarlo. No, él no era ese tipo de persona, no era el hombre común. Era como una especie de nómada yéndose de un lado a otro. Escapando de todas y de todos. Sin querer ceder en quedarse en un mismo espacio y tiempo; jugando con las reglas establecidas por la sociedad.

Lástima que él no era esa clase de persona para haberlo acompañado. Él era de una sola línea, no de muchas. Él estaba empeñado en mejorar y construir un mundo mejor. No vivir la vida en vano, perdiéndose en sí mismo por las aventuras de una sencilla y cualquiera noche para acandilarlo. Saltando de la cuerda floja y cayendo al abismo, desvaneciendo por el peso que cargaba sobre sus hombros.

Eran simplemente polos contrarios y los dos lo sabían, sabían que nunca estarían destinados a estarlo, no coincidían en el universo. No podían estar juntos. Aunque lucharan por ello, no podrían. Porque el lienzo ya no está listo para ser pintado a su manera. Son caminos distintos que no van en la misma sintonía.