D i e z
Delirios, ilusiones de una vida pasada, lagunas mentales. Ésto y mucho más es lo que Charles tenía que frecuentar en sus días, volviéndose parte de ellos. Envolviéndolo en una bruma de sentimientos como pan de cada día. Despertándose agitadamente y desesperado de sus sueños en sus tristes finales. Pesadillas es lo que le hacían delirar, sudando a más no poder. Su cabeza se llenaba de imágenes, lapsus de tiempo que en él habitaban y rondaban vagamente, haciéndolo temblar por todo su cuerpo.
«Quédate»,
decían.
No paraba de retroceder, sus voces no callaban, se volvían más ásperas y gruesas, atrayéndolo entre sí. Sumergiéndose en el espeso mar, con marejadas y oleadas a cada segundo, en cada momento. Sujetando su cabeza en un acto de desesperación al desplomarse en pleno desarrollo del sueño. Un intento en vano para transfigurar su futuro ante su plenitud de querer salvarse de algo que ya estaba previsto, predestinado de llevar acabo y terminar con lo que es inevitable e incapaz de presenciar, complicando sus visajes apreciativos.
No respondí,
sólo escuché el sonido de su risa y la grabé en mí memoria.
Espumas, era lo que sobresalía al nadar queriendo despertar. Deseando escapar de allí, en su más incómodo escondite. Y sólo para esconderse de sí mismo. Toda esperanza se volvía un paisaje gris; anonadado por la brisa tenue que apuntaba, cegado por la lucidez y la lucha débil que ejercía sobre ellas. Ahogándose en sí, rondando la oscuridad y abrazándola para sentirse en calidez después de tanto. Para no morir en vano... O eso es lo que creía.
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