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ESPECIAL: DÍA DEL AMOR

Nota: si no han terminado la historia, no lean este extra porque se harán spoiler.


Soy gay y no iré al infierno por enamorarme de un hombre. Y no porque lo digan los griegos que realmente existieron y se amaron entre sí libremente, sino porque un Dios cuyos castigos en su nombre hacemos nosotros mismos no creo que me juzgue por amar. Y si lo hace, entonces no quiero su Cielo.
(“Enamorándome del nerd”, otra historia de mi autoría)

Wolf no dejaba de mirar al hermoso ángel caído que dormía profundamente en su cama, a su lado.

Su piel pálida estaba iluminada por los rayos del sol que penetraban a través de las cortinas no del todo cerradas. Supuso que debería haberse levantado desde antes del amanecer para arreglar eso, pero no podía soportar alejarse ni siquiera un par de metros de él.

No después del infierno que fue vivir sin él durante todo un mes con la esperanza de que volvería, que nunca rompería su promesa, pero creyendo en el fondo que no lo haría, que lo había perdido para siempre.

«Ángel caído».

Wolf extendió su mano y se detuvo a punto de tocar su mejilla –era como una adicción, de verdad. Desde hacía un par de meses, cuando se reencontraron en la presentación del libro de Mark, "La primera caída", no podía dejar de tocarlo. Como si necesitara sentirlo para asegurarse de que era real–.

De repente sonrió y negó, todavía sin poder creerlo. Siempre supo que "Ángel" era, en cierto modo, un ángel caído; pero había sido por voluntad propia, simplemente quiso bajar un tiempo a la Tierra y cuando decidió volver, se le negó la entrada. Ese tipo de ángel "caído" se supone que era él, no el mismísimo Luzbel. El más famoso de los rebeldes, su líder.

Y lo peor era que todo lo que se sabía de él era mentira. Luzbel nunca se rebeló contra Dios, en ningún momento lo envidió o quiso ser igual o más que él; fue todo lo contrario, el Creador de todo no pudo soportar que su hijo favorito amara a uno de sus humanos. Así que lo condenó eternamente a caer hasta que aprendiera su lección y tomara la decisión correcta por fin. Su última prueba había sido hace poco más de un año, cuando se reencontró con el humano en cuestión...

Wolf se quedó sin aliento cuando esos hermosos ojos azules se abrieron.

Se perdió en ellos. En la profundidad de esa mirada. En el azul infinito que pareciera copiado del mismo cielo.

Wolf suspiró y por fin dejó que su mano rozara esa mejilla suave. Sintió como su cuerpo, su alma y su corazón se sentían diferente ahora. La sensación de “correcto”, “mío”, “tuyo”, “juntos” latiendo por sus venas.

No podía creer que su alma estaba aquí otra vez. Que tenía alma de nuevo. Aunque en realidad nunca la había perdido del todo, lo que le quitaron no era su alma completa; la otra mitad siempre habitó en este hermoso ángel.

Ángel se quejó adormilado, rodó lejos de la luz, enterró su rostro en la almohada, llevándose la mano de Wolf con él. —¿Por qué me mirabas? —murmuró, su voz amortiguada.

—Porque te amo —Wolf no podía creer lo bien que se sentía decirlo libremente, en voz alta, sin miedo a morir y perderse esto—. Porque eres mío y estás aquí. Porque no quiero perderte de vista en caso de que Dios decida que no te quiere conmigo... Otra vez.

Ángel sacó su rostro de la almohada y lo miró. Sus ojos más oscuros ahora, antes de que se volvieran dulces cuando se encontraron con los de Wolf. —No volverá a separarnos. Y si lo hace, ten por seguro que siempre te elegiré a ti, Darren Wolf. Cada vez. Porque entre un Cielo sin ti y un Infierno a tu lado, siempre elegiré ir ahí donde tú estés. Quizá no recuerdo cada vez que he caído por ti, pero puedo sentir aquí —llevó la mano de Wolf a su pecho desnudo, sobre su corazón— que lo he hecho y lo seguiré haciendo, si es que Él no se cansa, porque simplemente no hay otra opción para mí que no seas tú.

Wolf lo miró en silencio un momento antes de acercarse a él y besarlo. Comenzó lento, estaban volviendo a conocerse –al menos por parte Ángel que seguía sin recordar toda su historia–; pero, poco a poco, fue volviéndose más apasionado.

Wolf gimió, empujando su ingle contra la de Ángel. Ambos desnudos. Ángel también gimió antes de romper el beso y tomar su rostro con ambas manos, para mantenerlo cerca. Ambos estaban sin aliento.

Wolf frotó su nariz contra la de Ángel y después juntó sus frentes. Cerró los ojos y se acomodó sobre él, sus cuerpos juntos tanto como era posible. —Esto no se siente como el infierno. Pero si lo es, quiero seguir ardiendo contigo.

Supo, aunque no podía verlo, que Ángel estaba sonriendo.

Ángel.

Para él, siempre sería Ángel. Su ángel.

Probaron con "Luzbel", "Luz", "Bel", incluso "Luci"; pero nada de eso se sentía bien. Él era simplemente "Ángel".

Y aunque todavía no podía recordar sus últimos meses juntos, sólo los primeros que no fueron del todo buenos, sabía que lo amaba, que se pertenecían uno al otro y lo elegiría una y mil veces, que arriesgaría su vida por él siempre.

Miguel –que ahora estaba indefinidamente en la Tierra también, expulsado del Cielo y acusado de traición– les había contado todo: de la primera caída y las siguientes a esa, de la primera harpía, del alma de Wolf, de la última trampa para que lo olvidara y tomara así la decisión "correcta".

—Te amo —Ángel dijo.

Wolf sonrió y abrió los ojos. Dejó un beso suave en sus labios antes de alejarse. Se sentó a horcajadas sobre él. —Yo más, cariño. Y ahora respondiendo tu pregunta...

Los ojos de Ángel se entrecerraron, aunque estaba sonriendo también. —Creí que ya habías contestado a eso.

La sonrisa de Wolf se hizo más amplia mientras rodaba un poco sus caderas, moliéndose sobre su miembro ya despierto. Después gateó fuera de su alcance, antes de volver a acercarse sólo para morder el hueso de su cadera. —Lo hice, pero no terminé porque me interrumpiste. Te amo, amo mirarte y saberte mío, también tengo miedo de que si no te veo o te toco desparezcas... Pero, sobre todo, es que es 14 de febrero y ya que ahora vives en la Tierra debes saber lo que eso significa.

Ángel lo miró sin entender. —¿Es tu cumpleaños? —preguntó, haciendo una mueca. Sabía que los humanos festejaban eso. ¿Era el aniversario del nacimiento de Wolf, en esta vida, hoy?

—Ja-ja... —Wolf empezó a retirar las cobijas y tirar de él para sacarlo de la cama—. Muy gracioso. Es el día del amor y la amistad y...

—¿Y no deberíamos entonces hacer el amor? —preguntó Ángel, quizá un poquito ruborizado por el atrevimiento, mientras lo jalaba a su vez hasta que sus cuerpos desnudos chocaron de nuevo.

Wolf suspiró, cerró los ojos disfrutando de la sensación de sus cuerpos en contacto, el roce de la piel y de ciertas zonas empujándose, de los corazones latiendo juntos y cerca. —Más tarde podemos. Ahora vamos a empezar el día tomando una ducha rápida. Tú y yo tendremos nuestra primera cita oficial hoy.

* * * * *


—¿No hemos tenido citas antes? —Ángel preguntó, un par de horas después, mientras salían de la casa con rumbo desconocido.

Wolf, sin despegar la vista de la carretera, negó.

Ángel murmuró un "Hum" y luego dijo: —Estoy seguro de que sí. Dormimos juntos durante un año, aunque no lo recuerdo todo. Estoy seguro que almorcé contigo al menos una vez y me preguntaste si los ángeles comemos... —Ángel sonrió ante ese recuerdo.

Pero Wolf estaba demasiado tenso.

—¿Estás bien? —Ángel preguntó, buscando su mano.

Wolf suspiró y su molestia se fue desinflando cuando sus manos entraron en contacto. —Sí, es sólo que nunca tuvimos una cita oficial. No te invité o me invitaste. Y aunque lo hubiera hecho, eras mi ángel cautivo. Nada de nuestra historia contó. Incluso nuestra primera vez... —negó.

Ángel entrelazó sus dedos. —Fue perfecta. Porque incluso si yo no entendía la reacción de mi cuerpo, tiene sentido que él te recordara. Tu encendías cada célula de mi ser porque soy tuyo. Me molestaba profundamente que aunque yo creía odiarte por haberme comprado, mi cuerpo reaccionara así contigo. Creí que estaba enfermo, cuando lo único que estaba era completo de nuevo. Y nunca me lastimaste. Quizá no recuerdo todo, pero de eso sí estoy seguro. Y sé que nunca me hiciste daño. Te amo y no me importa si lo olvido otras mil veces, siempre lo volveré a sentir.

Wolf apretó sus manos juntas. —También te amo. Igual vamos a tener nuestra primera cita. Y como después no pienso salir de la cama ni dejarte salir de ella, tendrá que ser un inocente almuerzo juntos. Rápido.

Ángel sonrió. No le hacía falta una "primera" cita oficial, pero nunca le diría que no a pasar tiempo con Wolf y hacerlo feliz.

Así que sólo asintió y guardó silencio el resto del corto viaje.

* * * * *

Cuando llegaron al restaurante en el que iban a almorzar, mientras Wolf estacionaba el auto, Ángel sintió la inconfundible presencia de dos de sus hermanos.

Y dudaba seriamente que fuera casualidad.

Estaba por preguntar cuando miró a Wolf. La luz del sol estaba toda detrás de él, formando una especie de halo a su alrededor. Sus ojos dorados aparecieron tras un parpadeo –resultó que sus ojos no eran realmente esos pozos oscuros que Stella había dejado– antes de enfocarse en él. Estaba diciendo algo que Ángel no escuchó y sonriendo con esa sonrisa hermosa suya.

Y de repente Ángel entendió un poco cierta costumbre mundana. ¿No acababa de pensar él, hace sólo unos minutos y también milenios atrás, que siempre quería pasar tiempo con él y hacerlo feliz?

Seguramente por eso los humanos lo hacían. Se ataban, se encadenaban unos a otros “hasta que la muerte nos separe” porque se sentían como él.

—¡Hey! —Wolf, que seguía sonriendo, agitó una mano frente a su rostro.

Ahora la presencia de sus hermanos era más cercana. Definitivamente no una casualidad. Pero eso ahora no era lo importante.

Ángel tomó su mano cuando Wolf dijo algo más y se giró un poco para abrir la portezuela del auto y salir. —Cásate conmigo.

Wolf se congeló. Y luego, lentamente, se volvió hacia él. Lo miró como si estuviera loco.

Ángel empezó a balbucear: —Sé que no soy humano, ni siquiera existo ante sus leyes, y que nuestra vida juntos bien podría durar siglos o terminar mañana si mi Padre lo decide así. Pero un día volvería a encontrarte, estoy seguro. Y no me importa cuánto dure esta vez, quiero que sepas cuánto significa para mí. Sé que un anillo o un pedazo de madera procesada...

—Papel —Wolf dijo y sonaba sin aliento.

Ángel asintió. —Que un anillo o un pedazo de papel no hacen la diferencia cuando ya nos pertenecemos en cuerpo y alma, pero quiero que seas mío de todas las maneras posibles. Incluso las humanas, porque ahora estamos aquí.

—Ya soy tuyo —Wolf dijo.

—Quiero que te cases conmigo para poder llamarte "mío" frente a otros humanos y que ellos sepan que es real. Pero sobre todo quiero casarme contigo porque no puedo imaginar un segundo en el que no quiera estar a tu lado y hacerte muy feliz. Porque tú a mí ya me haces feliz. Yo me entregué a ti de la única manera que podía; lo grité en el Cielo cuando fui expulsado por amarte, según cuentan; te elegí a mi manera y me di a ti. Quiero que hoy, aquí en tu mundo, tú hagas lo mismo por mí. Pero si tú no...

—¡Yo quiero! —Wolf gritó, lanzándose hacia adelante. Sus cabezas chocaron y dolió, pero ninguno de los dos se quejó—. Sí quiero, sí —sus manos se aferraron al rostro del ángel—. Sí, sí, sí. Nunca pensé que querría casarme y hasta hace unos minutos no sabía que podría desearlo tanto. Pero ahora, si es contigo, lo quiero. Sí, Ángel, quiero casarme contigo. Acepto. ¡Acepto! —gritó antes de besarlo profundamente.

Alguien, que Ángel creyó era Mark, soltó un chillido y luego se fue alejando. La voz de Abdiel decía algo como “Esperaremos adentro” y su Ancla contestaba que “¡Quiero ser el padrino! ¡Lo merezco!”.

Cuando por fin dejaron de besarse y Wolf abrió los ojos de nuevo creyó ver a Charlie pasar y unos pasos detrás de él iba Miguel. Interesante.

Pero ahora nada más que ellos importaba. —¡Vamos ahora!

—¡¿Qué?!

—Vamos ahora —dijo Wolf, luchando por volver al asiento del conductor—. Vamos a casarnos ahora.

—Pero... No hay anillos ni fiesta planeada o invitados... —Ángel balbuceó.

Pero Wolf, que ya había encendido el auto, resopló. —Por favor, tengo un ángel que dejó al mismo Dios para estar conmigo y hoy quiere que nos casemos. No necesito nada más que volver a nuestra casa y hacerte el amor y cuando tus alas me envuelvan saber que son las de mi esposo.

Ángel suspiró. Eso sonaba bien. Quería poder llamarlo su "Esposo" cuando hicieran el amor en este día común y corriente que un día alguien decidió decir que era del amor. Y así cada día del año, todos los años que les quedaran por vivir.

Ángel asintió y tomó la mano de su prometido. Sus manos hicieron un movimiento extraño y entonces había ahí un anillo. —Polvo de mis alas —explicó—. ¿Está mal? ¿Prefieres oro o algún mineral de la Tierra?

Los ojos de Wolf, de un color muy parecido a su anillo, brillaron sospechosamente antes de que besara la mano de Ángel que todavía sostenía la suya. —Es perfecto y ahora, cuando me separe de ti aunque sea por un momento, siempre habrá algo de ti conmigo.

Ángel sonrió. No hacía falta decirle que incluso cuando se separaban, algo de él siempre iba acompañándolo. Su corazón.

—Te amo.

Wolf sonrió. —Yo también te amo y sé, porque llevo escuchando tus pensamientos negativos todo el día, que crees que esto es un día cualquiera que los humanos decidieron llamar "Día del amor". Pero si antes no era especial para mí, ahora definitivamente lo es. Feliz día del amor, mi ángel.

Dicho ángel sonrió y lo miró con adoración. —Date prisa porque si tengo que decirlo, quiero que la primera vez que lo haga pueda ya llamarte mi esposo.

«Feliz día del amor, Darren Wolf, mi esposo ahora y por siempre».






* ~ * ~ *

¡Hola! ¡Feliz día del amor, adelantado, para ustedes!

Espero les haya gustado este especial. Si están en el grupo de Facebook, ya saben la razón: hice una encuesta para un especial por el 14 de febrero y esta historia ganó.

Espero les haya gustado 🥺

Varias personas me han preguntado si en algún momento sacaré esta historia en físico. ¡Me encantaría hacerlo! Les avisaré si más adelante es posible. Muchas gracias por su apoyo y amor a mis bebés ❤️

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