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72. Epílogo

A veces me pregunto si la muerte es realmente lo peor, porque estar vivo y sentirse tan vacío y hueco parece ser mucho peor.
(M. Valentine)




[Un mes después]

Wolf suspiró. Tan profundo, tan cansado, antes de cerrar sus ojos y después abrirlos nuevamente.

Estaba de nuevo en el lado de la cama que durante meses perteneció a Ángel. No podía evitarlo, ni siquiera se daba cuenta que lo hacía.

El cielo había pasado de un negro profundo a gris oscuro, después más claro, uno azulado que fue tiñéndose de dorados, rojizos y naranjas cuando apareció el sol...

Todo esto lo miró a través de su ventana y cortinas abiertas. No las cerraba desde hacía treinta días, porque tenía esperanzas. Tenía fe. Y el camino debía estar libre para cuando Ángel volviera...

Porque lo haría, ¿cierto?

Tenía que creerlo porque todo había sucedido tan rápido. Mark y Abdiel lo habían dejado en casa, después de las buenas noticias: tenía su alma de nuevo y Stella se había ido. Y, entre que se sentía demasiado débil y extraño y que no quería molestarlo, decidió no despertar a Ángel; simplemente lo abrazó con fuerza y decidió que más tarde, o temprano, le contaría toda la verdad.

Porque ya no necesitaba su deseo. Porque su alma estaba de regreso. Porque podían ser felices juntos, para siempre...tanto como ese "siempre" durara. Y si Mark y Abdiel eran una pista, podrían ser siglos.

Excepto que no fue así.






«Después de un delicioso amanecer uniéndose una vez más a Ángel –y se negaba a creer que sería la última–, volvió a quedarse dormido.

Sólo para ser despertado por un Mark desesperado: —¡Noté que todavía tenía tu móvil! Y había una luz parpadeando insistentemente. Cuando intenté que se fuera, descubrí por accidente que era un mensaje de voz. Y sin querer lo reproduje... Juro que fue sin querer; no estaba siendo chismoso, Wolf... ¡Pero entonces Abdiel me contó que ayer Ángel llamó! Wolf, él lo sabía todo; sólo quería que Abdiel se lo confirmara. Y yo tengo miedo de que algo pase, porque ya sabes que las cosas con el Cielo nunca son tan fáciles y...

—Está bien —Wolf todavía estaba un poco dormido y no estaba seguro de estar entendiendo todo—. Todo está bien, Mark. Puedes estar tranquilo. Tengo mi alma de regreso; aunque tenemos que averiguar por qué Stella lo hizo tan fácil, después de todo. Y Ángel... —estiró su mano, buscándolo a ciegas. El colchón estaba vacío y frío. Abrió los ojos de golpe y se sentó—, ¿...está aquí? Mark, dame un momento...»



Y luego todo se había ido al diablo. Ángel no estaba y no entendía el último mensaje que le había dejado:

«Te amo. Te amo, Darren Wolf. Lo siento por no decírtelo antes. Dejé ir tantas oportunidades, por miedo y... Lo siento. Lo siento, Wolf. Si yo hubiera sabido... Pero lo voy a arreglar, Wolf. Vamos a estar juntos. Confía en mí, confía en que te amo y...»

No lo entendía. ¿De qué hablaba Ángel?

Quizá si la última parte se hubiera grabado, tendría una ligera pista: «Que incluso si no te recuerdo, nunca dejaría de amarte. Volveré a sentirte, a enamorarme de ti. Sólo dame una oportunidad.»

Pero aun si no lo entendía, todavía confiaba en él. Fue lo que Ángel le pidió: confiar en él.

Y lo hacía.

Lo que no impedía que doliera. Tanto.

Dolía tanto. Quizá más que cuando estaba muriendo sin alma.

Aunque Alejandro le había dicho que su alma seguía ahí. “En su mayor parte”. Y cuando Wolf le preguntó qué significaba eso, él se encogió de hombros y dijo que no lo sabía, que era muy nuevo en esto de las almas y lo único que podía asegurarle es que su alma seguía ahí...en su mayor parte.

Frotó su pecho, en el lado izquierdo, y estaba cerrando los ojos de nuevo, decidido a quedarse en la cama todo el día, cuando su teléfono sonó. Hizo una mueca cuando vio quién llamaba.

—Charlie, ya basta. Ya hemos hecho muchas pruebas. Es suficiente. El cáncer se fue, gracias a ti —era mentira lo último, pero él no tenía por qué saberlo—; simplemente déjalo estar...

—No —Charlie lo interrumpió—, n-no —sonaba nervioso— llamo por eso. Mira necesito que vengas...




* * * * *


Charlie bajó la mirada cuando terminó la llamada. Todavía no estaba muy seguro de por qué tenía que venir Darren. A veces sentía que Miguel sólo lo utilizaba.

Suspiró cuando sintió la mano del susodicho bajo su barbilla, alzando su rostro. Y se encontró mirando esos ojos azules con un tinte verdoso en ellos. —Gracias —fue todo lo que Miguel dijo.

Charlie gruñó en respuesta. Había conocido a Miguel unas semanas atrás. Lo vio la primera vez en aquella ocasión en que siguió a Wolf, cuando éste se encontró con el chico rubio. El jovencito que hoy presentaba su libro. Y después, hacía casi un mes, Miguel se presentó con él oficialmente.

Desde entonces se habían estado viendo varias veces a la semana. Y siempre preguntaba por Wolf. A veces miraba hacia el cielo como si pudiera encontrar ahí respuestas a preguntas que él no entendía y que Miguel no estaba dispuesto a compartir con él.

—Mira —Charlie dijo, después de mucho pensarlo. Ya estaba harto de enamorarse siempre de los hombres equivocados, de los que nunca iban a corresponderle; primero Darren y ahora Miguel—, si Wolf te gusta, deberías ir directamente a él. No soy una especie de puente para que sólo me uses. Aunque debo decirte que dudo que le intereses. Él ya está enamorado, aunque el hombre lo dejó... —se detuvo de golpe cuando volvió a sentir esa mano en su rostro.

—No me interesa Darren Wolf de esa manera. Si hay un humano —y ahí estaba de nuevo con su extraña elección de palabras— que me gusta, es este que está frente a mí —dijo todo esto mirándolo a los ojos y acercándose a él, sobre la mesa.

Charlie lo miró como hipnotizado. Sin poder hacer nada hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para que Miguel lo besara por primera.

Y oh, Dios mío, fue perfecto. Se sintió en paz consigo mismo por primera vez. Completo. Satisfecho. Feliz.

Aunque no pudo disfrutarlo lo suficiente porque una mano conocida en su hombro lo obligó a separarse.

—Estoy aquí —Wolf sonaba molesto—. Dijiste que era una emergencia, así que vine inmediatamente. Tan rápido como pude. Sólo para encontrarte besando a... —se detuvo cuando miró a Miguel. Sus ojos se entrecerraron—. ¿Tú eres un...?

Miguel de puso de pie rápidamente. Tan alto como cualquier otro ángel. Su postura perfecta mientras extendía su mano hacia él. Se sentía tan mal por todo lo que su Padre les había hecho a él y a... Ángel. Simplemente no pudo quedarse ahí y sólo mirar. Afortunadamente el Creador tenía a sus favoritos, esos que se negaba a perder o a dejar ganar –depende de cómo se viera–; mientras que a otros, cómo él, apenas les daba una segunda mirada. Así que pudo dejar el Cielo sin problema.

De cualquier manera estaba seguro de haber encontrado su verdadero Hogar. Miró a Charlie un momento antes de regresar sus ojos a los de Darren Wolf.

—Soy Miguel.

—¿Miguel cómo...? —Wolf no quería decir "el arcángel" porque Charlie estaba aquí.

Charlie hizo una mueca. Sólo su suerte sería que ambos terminaran en una relación y lo hicieran a un lado. Se puso de pie también. —Creo que deberíamos entrar ya. La presentación del libro está por comenzar.

—Vayan ustedes —Miguel dijo—, adelántense. Estoy esperando a alguien.

Charlie lo miró molesto. Sólo había venido a esta presentación, e invitado a Wolf, porque Miguel insistió. Y ahora resultaba que esperaba a alguien más.

De mala gana, tomó la mano de Wolf. Y juntos entraron a la presentación de “La primera caída” de Mark de Ab –como firmó su primera novela–.



* * * * *


—¡Pensé que no vendrías! —Miguel estaba tan aliviado cuando lo vio.

De nada habría servido esto que planeó junto con Abdiel y su humano, si él no venía. Miguel le había contado todo a ambos y a Mark, el pequeño de Abdiel, se le ocurrió escribir una novela y que ambos estuvieran presentes.

—Y no debería haberlo hecho. Sabes que a Padre no le gusta que dejemos nuestro lugar y mucho menos para venir aquí. Si se entera, estará molesto conmigo. Espero que sea rápido, como dijiste que sería.

—Lo será. Vamos. Aunque no me digas que no lo extrañabas. ¿No estás feliz de volver?

Él dudó, pero al final negó. —No puedo extrañar algo que no conozco. Nunca había estado en la Tierra, cerca de los humanos.

Miguel suspiró. Por supuesto que no recordaba.

Ojalá esto funcionara.



* * * * *


“La primera caída” —estaba diciendo Mark a un grupo reducido— no es la primera novela que escribo, pero sí la primera que publico. Y de verdad espero que les haya gustado.

La mayoría de todos los presentes ya la había leído. Por eso estaban aquí, antes de que estuviera disponible para todo el público y se hiciera una conferencia de prensa oficial.

—¿Tienen alguna pregunta?

—Yo —todos miraron a la chica que se puso de pie—. ¿Cómo te documentaste para escribir esto, sobre angeles, y que pareciera tan creíble y real? Porque va contra todo lo que sabemos y aun así... Wow, simplemente me encantó y casi elijo creer que esta es la historia real.

Mark miró con adoración a Abdiel sentado a su lado. Él era su "documentación". Gracias a él supo de la existencia de los ángeles. Después sus ojos se dirigieron a Miguel, quien le contó esta historia en particular. Y se abrieron un poco más cuando vio quién estaba a su lado.




* * * * *



—No me dijiste quién estaría aquí —sus dientes rechinaron. No sabía si odiaba a Abdiel por haber desobecido a su Padre y quedarse aquí con los humanos, o lo envidiaba. A veces sus ganas de bajar eran casi imposibles de ignorar. Sentía como si algo aquí abajo lo llamara, lo esperara.

Miguel no contestó, pero le hizo una seña para guardar silencio.

—Quiero leer este pequeño poema con el que inicia mi historia —el pequeño humano junto a Abdiel dijo—, que ya ustedes saben que es un gran spoiler —él les hizo un guiño y los demás se rieron.

Muchos siglos atrás hubo un ángel especial, el favorito de Dios,
Él era una Bella Luz.
Muchos lo envidiaban y otros lo seguían sin dudar,
Por eso después de lo sucedido, encontraron en él a quien culpar.

Nos hicieron creer que lo hizo por envidia,
Que por celos hacia Dios tomó la decisión,
Que tiró de sus hermanos cuando al abismo cayó,
Cuando el favorito dejó de ser al grito de “¡Traición!”.

Pocos saben la verdad.
Ni celos ni envidia ni traición.
Fue amor lo que lo hizo a la Tierra mirar,
Fue un simple humano lo que hizo latir su corazón.

Fue expulsado del Cielo por enamorarse,
Dios creyó que iba a notar su error y volvería arrepentido a su viejo Hogar.
Pero es que su Hogar estaba junto al humano,
Lado al lado.

Y fue otro el que tuvo celos,
Fue otro el que se sintió humillado,
Fue otro el que condenó ese amor.
Fue Dios el que los maldijo:
“El Lobo nunca con la Luz estará”.


—¿Lobo? —él preguntó. Su corazón acelerado y su piel erizada—. ¿Wolf? —el nombre simplemente surgió. Como si hubiera arañado todo a su paso para salir. Había un nudo en su garganta, en su pecho. Sus dedos, y algo más, cosquilleaban. Su cuerpo se sentía extraño, como si no fuera suyo. Aunque quizá era sólo por estar tan lejos de su Hogar.

Y ahora mismo pensar en el Cielo como su Hogar se sentía incorrecto por alguna razón.

—Sshh —Miguel lo calló de nuevo.

Amnesia fue impuesta como castigo,
Una y otra y otra vez.
“Cada que vuelvas a caer”, fue la sentencia de Dios.
“Siempre que vuelvas a caer, otra nueva oportunidad te daré.
Hasta que la elección correcta tomes
Y a tu verdadero Hogar decidas volver.
O

lvidarás cada una,
En blanco tu memoria para que puedas la pureza recuperar.
Una Bella Luz, como tú, no puede enamorarse de la oscuridad.”

La última vez, una Harpía el alma del Lobo se llevó
Y, para separarlos definitivamente, los recuerdos del Ángel Dios tomó”.


Cuando el chico dejó de leer, él sintió como si lo hubieran golpeado físicamente. Hizo una mueca. Sus oídos zumbaban y no escuchó nada más de lo que el compañero de Abdiel o los otros humanos decían.

—¿Ángel, estás bien?

Él lo miró mal cuando Miguel lo dijo. Él no era "Ángel", era Luzbel. La Luz bella de Dios.

Pero justo cuando estaba por decirlo, alguien al otro lado del salón llamó su atención. Iba llegando y apenas sus miradas se encontraron todo el malestar que últimamente estaba teniendo se fue. Se sintió mejor aquí, sólo mirando al extraño humano, que en los últimos tiempos en el Cielo.

Definitivamente llamarlo Hogar no era correcto.

—¿Wolf? —casi suspiró la palabra, medio preguntando. ¿Cómo lo sabía?

No tenía ni idea. Pero ya estaba yendo hacia él. Su cuerpo, su corazón y su alma lo necesitaban.



* * * * *

—Es que no quiero ir a la presentación de un libro... —Wolf estaba quejándose mientras Charlie lo arrastraba hasta el salón. Ahora mismo no quería saber más de ángeles. Después leería el libro de Mark; lo haría por él, pero no estaba listo todavía.

Pero entonces algo, alguien, al otro lado del salón lo hizo mirar. Y no podía creerlo. ¿Estaba soñando?

Quizá nunca despertó esta mañana. Seguía en su cama y esto era un sueño.

Pero se sintió muy real cuando esas manos, que tan bien conocía, acariciaron su rostro y limpiaron sus lágrimas. Sólo que a esas siguieron otras. No podía parar de llorar. Él estaba aquí.

—¿Ángel? —él también alcanzó a ciegas su rostro con sus manos.

—Yo... —él sonaba inseguro, dudando. Pero era su voz, eran sus manos, eran sus ojos, era su cuerpo. Y definitivamente eran su alma y su corazón cuando Wolf se pegó a él tanto como fue posible y lo besó.

Ángel se congeló, sólo un instante. Después, como si recordara cómo hacerlo, le regresó el beso. Uno de ellos gimió antes de separarse.

Y, después de lo que se sintió como una eternidad, Wolf sonrió. —Estás aquí. Volviste. Ángel, volviste —y lo abrazó con fuerza, decidido a no dejarlo ir de nuevo.

—Yo... —el ángel no sabía qué hacer con estos sentimientos, con lo que acababa de escuchar o con los fragmentos de sus recuerdos que luchaban por volver. No lo entendía. Lo único seguro es que no quería soltar al humano en sus brazos—. Soy... —“Luzbel” estaba en la punta de su lengua.

—Te amo, Ángel —Wolf dijo y lo apretó un poco más.

Y entonces, si así tenía que llamarse para ser amado, Ángel sería.

Sonrió, por primera vez en quién sabe cuánto tiempo. Y lo dijo porque, aunque no entendía del todo lo que estaba pasando, no había nada más real ahora mismo: —También te amo.

Wolf gimió suavemente. Escuchándolo en voz alta y en persona por primera vez. —Dime que no volverás a irte.

Y aunque seguramente no sería tan fácil, si ese poema era cierto, lo prometió: —No volveré a dejarte, Darren Wolf.

¿Y cómo sabía su nombre?

Quién sabe. Pero, después de todo, no eran tan importantes. ¿O sí?

¡FIN!








Lean los agradecimientos, ahí les aclaro cualquier duda y les digo si habrá spin off sobre Mark bebé y Abdiel ❤️

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