66. Mitos
Zeus, furioso con Fineo –rey de Tracia, que tenía el don de la profecia– por haber revelado sin consentimiento secretos de los dioses del Olimpo, lo castigó confinándolo en una isla con un festín del que no podía comer nada, pues las Harpías (seres con apariencia de hermosas mujeres aladas) siempre robaban la comida de sus manos justo antes de que pudiera tomarla.
(Mitología griega)
«—¿Me lo dirías tú ahora? Sin secretos, ¿recuerdas?
—...
—¿Wolf, me escuchaste? ¿Cuál es tu deseo?»
Wolf miró la rosa en su escritorio. Una de las diez que le habían llegado hace unos días. Se estaba secando, aunque la había puesto en agua. Quizá era masoquista de su parte haberlo hecho, pero lo necesitaba. Ese claro recordatorio de que si no hacía algo pronto, su vida estaba terminada.
¿Algo divertido –para nada, en realidad–? Las rosas que estaban en su casa seguían perfectamente bien.
Y lo más seguro es que fuera sólo una casualidad, ¿no? Porque Stella no tenía forma de saber que él tomaría precisamente esa... ¿O sí?
Quizá sólo se secarían todas en cualquier momento. Tal vez incluso era sólo una broma, ¿no? Puede que su vida no se redujera a diez semanas... Nueve, ahora que casi había pasado una.
Gruñó un poco frustrado y se puso de pie, apenas resistiendo el impulso de tirar de un golpe la rosa. Salió de su oficina sin pensarlo mucho. Ángel había ido al baño. La culpa lo comía por lo que estaba a punto de hacer y doblemente por la respuesta que le había dado:
«—¿Qué importa ya mi deseo? —había dicho, un poco bruscamente. Antes de relajarse, esto no era culpa de Ángel—. Lo que quiero decir es... Sí, nos conocimos debido a eso, y no fue el mejor comienzo ni mi mejor decisión, pero en retrospectiva no me arrepiento. Gracias a eso te conocí y hoy estamos aquí. Ya no importa qué deseo tenía, hoy sólo importamos tú y yo en este preciso momento.»
Ángel lo había mirado con escepticismo obviamente, pero no insistió.
¡Y ahora prácticamente estaba huyendo de él!
Por ir corriendo por el pasillo, no vio a la persona que venía hacia él. Charlie. “Oye, Wolf, tenemos otra muestra de...” se calló de golpe cuando chocaron. Wolf gimió, porque esto obviamente no era pasar desapercibido como él quería. Sus manos sostuvieron con fuerza a su amigo, apenas impidiendo que cayera y Wolf sobre él. Sus rostros quedaron muy cerca. Charlie humedeció sus labios y parecía a punto de decir algo...
Cuando Wolf oyó la puerta de su oficina abrirse, su corazón se aceleró y sus ojos se abrieron un poco más. Los puso de pie y rectos en un movimiento rápido. Presionó con fuerza los brazos de su amigo y habló deprisa: —¡Deten a Ángel!
—¡¿Qué?! —la voz de Charlie fue un chillido y casi se cae cuando Wolf lo soltó y dijo “¡Distráelo, una hora más o menos, POR FAVOR!” y luego se fue corriendo.
Charlie se quedó ahí, a medio pasillo, sin poder creerlo. ¡¿De verdad lo había dejado así?!
¿Cómo se supone que distrajera al novio de su amigo?
¡Ugh, maldito Wolf!
* * *
Wolf no dejó de correr hasta que estuvo fuera de la empresa. Apenas estaba tratando de recuperar la respiración cuando un deportivo rojo se detuvo de golpe, frenando frente a él, la puerta del copiloto se abrió y un muy sonriente Mark bajó sus gafas oscuras y le guiñó con un “¡Entra rápido!”.
Wolf lo miró sin poder creerlo, pero al final negó y subió todavía riéndose. —¿De dónde sacaste esto? —le preguntó, apenas colocando el cinturón de seguridad cuando Mark ya iba arrancando demasiado rápido. Porque no creía que la Estación de policía donde trabajaba Alejandro les dieron autos deportivos a sus agentes y servidores.
—¡Lo renté! —le comentó Mark, pasándose un alto que aparentemente ni notó por su intensa emoción—. ¿No va genial con nuestros papeles?
«¿Papeles?», Wolf lo miró y se rio. Había llamado a Mark para verse y ponerse al día y el chico se había hecho toda una historia en la cabeza. Él estaba usando su hora de comida, mientras que Wolf estaba huyendo de Ángel. El peor novio y Ancla de la historia, gracias.
Ni siquiera cinco minutos después se detuvieron frente a un restaurante. Mark bajó con un movimiento grácil y le dio las llaves al chico que ya estaba ahí para recibirlas, luego corrió a abrir la portezuela de Wolf y le ofreció su mano para ayudarle. Wolf dudaba que alguien pudiera enojarse nunca con él. Aceptó su ayuda y caminaron con los brazos enlazados.
—¡Tengo algo que mostrarte! —Mark le susurró, todavía más emocionado si es que eso era posible.
Wolf quería preguntarle tantas cosas –no sólo de su "trabajo" temporal y de Alejandro, sino de él, de su vida, de todo el tiempo vivido y cómo había sido eso– que ni siquiera sabía por dónde empezar.
Cuando se detuvieron en una mesa apartada de las pocas personas que había a esa hora, Wolf comenzó a mirar en la carta porque suponía que Mark no quería despercidiar su hora, pero el chico ya estaba buscando en su móvil y casi trepó sobre la mesa para mostrarle una imagen. —¡Mira! —le puso el aparato tan cerca que estuvo a nada de golpearle el rostro.
Wolf se echó para atrás y lo tomó para poder verlo. Frunció un poco el ceño y se acercó e hizo zoom varias veces para poder ver las líneas. Luego miró a Mark y alzó una ceja. El chico suspiró y dijo: —No es la mejor foto, ya lo sé. ¡No pude hacer mucho porque Alejandro no se separa de su block nunca! Tuve que espiarlo durante dos días enteros antes de poder acercarme cuando él fue al baño... Lo que en realidad fue bueno, porque no vas a creer quién aparentemente buscaba lo mismo y llegó justo después de que Alejandro saliera —bufó molesto—, la razón por la cual la fotografía no se ve bien... —no detuvo su parloteo hasta que una de las manos de Wolf tomó la suya sobre la mesa. Sus bonitos ojos azules miraron a Wolf y se ruborizó profundamente cuando le preguntó “¿Tomaste esta fotografía sin permiso del block de Alejandro?”. Mark tragó y asintió.
—¿Por qué? —Wolf no entendía nada. Mark gimió y se arrastró un poco más abajo en su silla. La mano de Wolf apretó la suya, mientras su mirada volvía a la fotografía—. Deja de intentar escurrirte ahí y explícate, por favor.
Mark hizo un puchero que Wolf no vio tan concentrado en la imagen en su móvil. Liberó su mano para poder expresarse mientras hablaba y, por alguna razón, bajó la voz: —Bueno, nunca llegué a explicarte lo que sucedió el día que empecé a trabajar. No me recibió ningún rudo Oficial ni nada por el estilo —sonaba un poco decepcionado por eso—, fue esta mujer de la que ya te hablé. Susan. Ella no me gusta, ya te lo dije. Ese día Alejandro recibió una llamada y su amigo, el otro oficial, el rubio, ¿Theo?, él se puso mal. ¿Y sabes qué hizo ella?
Wolf levantó la mirada, sus vellos estaban ya de punta por alguna razón. Negó.
—Pues ella parecía que quería devorarlo ahí mismo, a Theo, o matar a Alejandro... ¡No te rías, Wolf, hablo en serio! Tenía una mirada asesina. Y luego, como si ella no fuera una subordinada... Y lo es, porque ya investigué y está muy por debajo de Theo y de Alejandro. ¡Regañó a Alejandro por tomar llamadas personales en horas laborales! —Mark sonaba escandalizado y emocionado a partes iguales—. Y luego simplemente se llevó a Theo durante el resto del día, ¿puedes creerlo?
Wolf se le quedó mirando, esperando. Cuando no agregó nada más, preguntó: —Ajá, ¿y...?
Mark se encogió de hombros. —Y nada, ¡te digo que algo está mal con ella! Y Alejandro también lo nota, aunque obviamente no habla conmigo porque no somos amigos y ser mandadero aparentemente no está relacionado con su trabajo. Pero, debido a lo observador que soy, describí algo: está tratando de hacer un retrato de ella. Pon énfasis en tratando porque no puede. ¡Parece cosa de magia!, siempre pasa algo: la punta de su lápiz se quiebra, la hoja se rompe, algún líquido le cae encima, alguien pasa demasiado cerca y lo golpea por accidente... Cosas absurdas, pero nunca ha terminado un sólo dibujo. Al principio pensé que era por su trabajo, ya sabes, el retrato de algún criminal. Pero luego noté cómo la mira. No una mirada de alguien interesado en ella como mujer, no es atracción o interés de ese tipo; creo que él sabe que algo está mal con ella y trabaja a su manera para descubrirlo: dibujando.
Wolf se mordió los labios y consideró decirle cuál era el don de Alejandro.
—Creo que ella no se ha dado cuenta —siguió Mark— porque no la dibuja en esos momentos. Sólo la observa y después, mucho después, saca su block. Así que, en realidad, no sé qué la llevó a querer verlo. Yo quería mostrarte su retrato ya que me preguntaste por ella, porque no puedo simplemente tomarle una foto. Ya parece que me odia y me quiere lejos de ella, aunque no entiendo por qué. Entonces, ¿por qué crees que ella quería ver los retratos?
Wolf se perdió un poco entre la imagen y el parloteo de Mark. Golpeó con su uña la pantalla. —No está terminado, ¿verdad?
—No, pero creo que es lo más lejos que ha llegado. La tomé ayer.
Wolf asintió. Era bonita la mujer del dibujo, pero no era Stella. Y aun así, incluso en la foto tomada a un retrato, podía sentir que Mark tenía razón: algo estaba mal con ella.
—Creo que deberías renunciar, Mark.
—¡¿Qué?! —Mark gritó indignado y le arrebató su móvil—. ¿Por qué? —luego hizo un puchero—. Te juro que lo estoy intentando, Wolf. Quiero ayudarte —un puchero más grande—. Y me estoy divirtiendo, ¡es como un gran misterio todo ahí en la Estación! Tal vez, al final de todo, no haya sido una total mentira y sí vuelva a escribir —le sonrió esperanzado.
Wolf no pudo evitar sonreír de vuelta. Movió la silla que estaba a su lado y le indicó que viniera para estar más cerca, lo que iban a hablar no era fácil ni quería que nadie lo escuchara. —Ven aquí.
Mark prácticamente saltó de su silla, pero no fue a la otra. Se dejó caer en el regazo de Wolf. Éste lo miró sorprendido y luego se fijo si nadie los veía mal. Mark era muy diferente a él e incluso a Ángel. Ángel se estaba volviendo cariñoso y demostrativo, pero no creyó que llegará a ser así nunca. Los ojos de Mark lo miraban con atención; era demasiado inocente, obviamente no veía nada malo en sus posiciones ni estaba tratando de coquetearle o algo por el estilo. Asintió como diciendo “Te escucho”.
Wolf tragó nervioso y pensó en cómo explicarlo. Se sentía un poco como una traición contarle cuando le guardaba el secreto a Ángel. Pero tenía que hacerlo si Mark iba a ayudarle con Alejandro y a guardar sus pensamientos. Miró al pasado y comenzó: —Hace más de un año conocí a una mujer. Ella llegó a la empresa de la nada. Era muy bonita, exótica, misteriosa, sensual, pero con esta vibra pesada que te hacía mirarla dos veces... —sintió a Mark tensarse, seguramente pensando en la tal Susan. Acarició su espalda para tranquilizarlo—. Lo mismo pensé, pero no creo que sea ella. Stella, ella es la mujer que yo conocí. No se parece a la del retrato. Entonces, esta mujer llegó haciendo un escándalo, no era de pasar desapercibida. Charlie la odió desde ese primer momento y lo mismo cada empleado de mi empresa, podía notarlo, incluso Siela me dijo que no le gustaba cuando se la presenté. Yo...había algo en ella que tampoco me gustaba, ¿sabes?, no puedo decirte con seguridad qué era, pero cuando pensaba en enfrentarla, como lo hice ese primer día, ella me llevaba a solas y todo se me olvidaba, las dudas se esfumaban. Entonces...lo que digo es... Ella y yo, ya sabes... —Mark hizo una mueca fea y su nariz se arrugó haciendo reír a Wolf que le dio un golpecito en la punta. Mark le dio un manotazo y dijo “Ella, tu Stella, no me gusta”. Wolf negó—. Sí, a mí tampoco. Pero me di cuenta demasiado tarde. Ella...una noche, después de estar juntos, me confesó que estaba muy enferma, dijo que ningún médico o medicamento podían arreglarlo. Era difícil para mí creer en lo que me decía, ¿sabes? Porque soy...era —se corrigió— un hombre de Ciencia, ¡tengo una empresa farmacéutica, por Dios! Y ella me hablaba de vibras, magia, poder, almas... Me dijo que su alma estaba débil, me habló del Mito del andrógino, ¿lo has escuchado?
Mark sonrió y asintió. Por supuesto que lo había escuchado: el principio del ser humano. Cuando eran dos seres en uno solo y luego, al molestar a los dioses con su insolencia, fueron divididos en dos como castigo. Condenados a buscar por toda la eternidad a su otra mitad para volver a estar completos.
—Bueno —Wolf siguió— pues ella me dijo que lo creía firmemente. Que creció creyendo en eso, en ese Mito, en las medias naranjas, las almas gemelas y que yo era la suya. “Por eso llegué directamente a ti” me dijo, “porque tú eres para mí y yo para ti. Y sin ti voy a morir”. Lo dijo así y yo, que no sé muy bien en qué estaba pensando o por qué demonios no pensaba, le creí. Sentí su miedo a la muerte. Ella me dijo que ambos estaríamos bien; que ya que fuimos divididos antes, si yo le daba mi mi alma, seguiría vivo, que no me afectaría.
Mark jadeó, su ceño fruncido. Ahora entendía ese vacío que sentía en Wolf. Pero no podía ser, un humano no vive sin alma, ¿por qué Wolf no había muerto?
—Dime que no aceptaste. Que te negaste. Que la quiso, quizá aún la quiere, pero tú no eres tan tonto como para...
Wolf hizo una mueca. —Lo hice. Lo fui, fui estúpido y le creí. Le cedí mi alma. Creo que todavía creía que era una broma, un juego. Accedí a sus ritos absurdos, todavía riendo. Creo que supe que era en serio cuando sentí el tirón, fue como si me arrancara algo de muy adentro. Me dejó ahí tirado, en lo que se sentía como un mar de sangre. Me sentía como herido de muerte. Casi estaba seguro que me había cortado por la mitad y sacado algo. Dolió, Mark, dolió como no tienes una idea.
La expresión de Mark estaba rota cuando lo abrazó con fuerza. —No fuiste idiota. Ella te engatusó. Era seguramente una Harpía. Sabes que todos los mitos son reales en parte —tomó el rostro de Wolf mientras hablaba y lo obligó a mirarlo—. Las Harpías fueron estos monstruos bellos pero malditos que sólo traían desgracias y hacían sufrir. Inicialmente ellas robaban la comida de este hombre condenado a vivir en una isla y padecer hambre, justo antes de que él pudiera llevarse a la boca los alimentos, ellas lo tomaban. Pero después no fue suficiente, ¿entiendes? Querían más, no sólo la diversión de verlo sufrir y alimentarse de su dolor. Y ya no querían obedecer a los dioses, querían ser libres y poderosas. Una de ellas, la más fuerte, la líder, fue matando una a una a sus compañeras. Los dioses miraron curiosos y lo permitieron, porque era extraño y les divertía ver a sus creaciones salirse de los moldes. Cuando ya era demasiado, simplemente acababan con ellas. Cuando ella empezó a alimentar al hombre, los sorprendió porque habían creído que lo mataría. Y no sólo no lo mató, sino que comenzó a alimentarlo y cuidarlo a diario. Eran de diferentes especies, pero ambos sufrían castigos y tareas impuestos por los dioses. Aprendieron a comunicarse. Y él pronto empezó a enamorarse de la harpía. Los dioses no podían creerlo y reían y reían. Los hombres eran tontos, pensaron, más de lo que creían. “Mira que caer frente a una criatura sin pensamientos” dijeron. Pero se equivocaban, ella por supuesto que tenía pensamientos. Era inteligente y lo demostró cuando logró que él le diera lo último que le quedaba: su vida. Pero no era sólo su vida lo que ella quería, no quería simplemente que él muriera por ella; quería poder y lo obtuvo cuando tomó su alma. Una alma dada libremente. Un trozo de alguien más, de una de las creaciones favoritas de los dioses. Curó el cuerpo herido y el corazón roto del hombre sólo para después dejarlo vacío. Él no murió inmediatamente, vivió unos días más hasta que los dioses se comparecieron y acabaron con su sufrimiento. La buscaron a ella para matarla, pero ella fue lista y lo hizo una y otra vez, para cuando dieron con su paradero era más fuerte. Podía ya tomar nuevas formas, parecía humana y no una bestia. No una mezcla. La primera Ladrona de almas fue una Harpía.
Wolf parpadeó cuando Mark terminó. Forzó una risa: —Esos son sólo mitos, Mark. Ella, Stella, ella no ha vivido...¿qué? ¿Hace cuánto de esto?
Mark se encogió de hombros. —¿Siglos? ¿Milenios? No lo sé. No digo que así sucedió tal cual. Pero fue el inicio. Y no sería ella, por supuesto. Ella ya ha muerto, pero tuvo descendencia. Pero están condenadas, no viven por sí solas, necesitan alimento para vivir. Es como un castigo, ya sabes que los dioses son rencorosos —sus cejas se alzaron juguetonas, ellos y sus ángeles lo sabían mejor que nadie—. Su primer tarea había sido tomar el alimento de otro. Ahora ellas necesitaban su propio alimento: almas. Sin almas no pueden vivir, porque las hijas de la Harpía nacían todas sin alma. Su madre, la primera, dio partes de las suyas para sus hijas. Pero ellas ya no tenían sentimientos, Wolf, ellas no compartían, incluso se mataban entre ellas por un trozo de alma, como animales hambrientos y salvajes. Tienen cuerpos y necesidades fisiológicas parecidas a las de un humano, pero por más alimentos y bebidas que consuman, sin un alma mueren. Pero esta tiene que ser dada libremente, como la primera. Un alma robada las envenena y las mata. Así que eligen —dijo lo siguiente suavemente, acariciando la mejilla de Wolf— almas ya rotas — después besó su frente fruncida.
Wolf quería alegar, gritarle que él no estaba roto. Pero sabía que sería una mentira. Nunca fue más que un cascarón vacío, fue fácil confiar en Stella, dejarse querer, porque siempre estuvo solo hasta que ella lo miró y prometió enseñarle lo que era el amor. Hoy creyó saber porque siempre se sintió incompleto, a pesar de los muchos amantes –hombres y mujeres– que tuvo: porque no había conocido a Ángel todavía.
Mark suspiró y se movió a la otra silla, pero tomó sus manos y no las soltó. —¿Hace cuánto? La conociste hace más de un año, ¿pero cuándo le diste tu alma? ¿Qué dijo Ángel de eso, puede hacer algo?
Wolf hizo una mueca. —Sí... Uumm... Por eso te hablé. Quería saber de la mujer que hablabas, tuve miedo de que fuera la misma. Pero también porque necesito ayuda con lo que prometiste: cuidar mis pensamientos.
Mark jadeó cuando entendió y golpeó sus manos con fuerza. —¡Se lo estás ocultando! —lo acusó y se levantó.
Wolf lo volvió a sentar y se arrodilló frente a él, deteniéndolo. Las pocas personas ahí ya los estaban viendo curiosas. Bajó la voz: —Escucha mis razones, por favor. No puedo decírselo.
—¿Por qué? —Mark preguntó, todavía viéndolo mal.
—¡Porque lo amo! —Wolf dijo, adolorido—. Porque lo amó y lo conocí sólo porque quería su deseo. Quería que él, el ángel que compré en una maldita subasta, me devolviera mi alma. Tú no entiendes, yo no tuve un inicio bonito como tú y Abdiel. Pero lo amo, hoy lo sé, lo siento. No puedo arriesgarlo a ella. Y no puedo tomar su deseo porque... —se detuvo. «Porque quizá lo necesite para volver a su Hogar, si todo sale mal conmigo».
Mark negó. —Díselo. ¡No puedes ocultarle algo así a tu Ancla! Él podría ayudarte.
—¿Y si no? —Wolf ya lo había pensado también. Pero, ¿y si no? Entonces Ángel moriría por su culpa y no era justo, merecía un plan B, merecía poder volver con sus hermanos si Wolf ya no estaba, merecía vivir.
Mark negó. —¡Entonces debemos hacer algo! —volvió a ponerse de pie, furioso.
Wolf se rio y volvió a sentarlo. —Y eso estoy intentando. Por eso estás con Alejandro. Necesito su ayuda y, mientras la conseguimos o no, debo proteger mis pensamientos. ¿Puedes ayudarme, por favor?
Mark asintió de mala gana, después de pensarlo un momento. —Sigo pensando que deberías decirle, pero te entiendo. Yo también buscaría primero proteger a Abdiel... Entonces, sobre los pensamientos... —luego algo lo detuvo—. Espera, ¿cómo puede ayudar Alejandro?
Wolf dudó de nuevo. No era su secreto. Pero confiaba en Mark. —No puedes decirle a nadie —le advirtió—, a nadie, es peligroso para él si lo supieran. Alex es un Atrapador de almas —le susurró al oído, para evitar que alguien lo escuchara— en sus dibujos —le dijo cuando Mark preguntó “¿Cómo...?”—. Las atrapa en sus retratos —le dijo cuando volvió a su asiento.
Mark se quedó ahí en su silla. Encogido, pensativo y casi con miedo. Si era un Atrapador de almas, ¿no era casi como ellas?
—¡Claro que no! —Wolf soltó ofendido—. No las toma para él. Y está aprendiendo. Antes lo hacía sin darse cuenta y dibujaba sólo a personas malas, delincuentes. Ahora ya es consiente de lo que puede hacer y no en cualquier retrato lo hace, creo. Nunca ha dibujado a cualquiera —que él supiera sólo hacía los Retratos hablados y había dibujado a Michael y a su hermano. Hasta ahora.
—Pero... —Mark parecía estar pensando en lo mismo. Estaba por preguntar por Susan. Luego se le ocurrió y volvió a ponerse de pie. Esta vez Wolf también lo hizo—. Susan podría no ser Stella, ¡pero sí una de ellas! Wolf, pueden ser Ladronas ambas. Stella quiere la tuya, tu alma, pero ¿qué quiere Susan?
Y la respuesta era fácil, ¿no?
* ~ * ~ *
Este capítulo quedó más largo de lo que esperaba y ni siquiera lo terminé, espero subir otro esta misma semana. Recuerden, estamos en recta final 🙈, a nada de que sepan por qué el prólogo de la historia 😅
¿Qué les ha parecido lo de las Harpías? (Sólo el inicio lo tomé de la mitología, ya lo de las almas fue cosa mía para estar historia)
¿Y qué piensan de Susan y Stella?
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