65. Miedos y dudas
La sola idea de estar separado del hombre hacía que fuera difícil respirar, como si el aire estuviera siendo chupado de mis pulmones en agonizante lentitud. Me dolió el corazón, pensando en alejarme con él parado detrás de mí. Parecía lo contrario a lo que debía hacer, un error que debía evitarse a toda costa.
(M.Calmes)
Unos días después Wolf estaba sentado en su jardín, solo, con su espalda apoyada en el tronco de un árbol. Desde aquí podía ver la ventana de su antigua habitación. Su ceño se frunció mientras esperaba una respuesta de Mark –el compañero de Abdiel–, quien había prometido ayudarle a contactar a Alejandro. Wolf negó y bufó, sus labios se torcieron en una sonrisa inevitable recordando el último mensaje del chico:
«¡Hola, Lobo! Aquí el Chico Ángel –son hombres claves, por si no lo notas–. Estoy en proceso de cumplir con mi parte. ¡He entrado a trabajar a la Estación de policías! ¿Puedes creerlo? Y tengo que decirlo, la energía que emana de Alejandro es... ¡Wow! ¿Cómo nadie se da cuenta? Tiene demasiado poder contenido en él, ningún hunano debería tener algo así. Es peligroso. Ni siquiera yo, que he pasado casi un siglo con Abdiel, tengo esa vibra. ¿Qué es él? Porque hay magia fluyendo en sus venas, pero es algo más, ¿cierto?»
¿Por qué Mark no podía simplemente ir y hablar con Alejandro? ¿Por qué tuvo que ir y trabajar con él? Era algo que Wolf nunca entendería. El chico era un misterio.
«En fin, es un proceso. No sé cómo hablarle de ti, no ha surgido la oportunidad todavía porque no me dejan a solas con él. Está siempre ese compañero suyo a su lado, el rubio, ¿Theo? Y luego está esta mujer...ella no me gusta, Wolf —así de fácil olvidó los nombres clave—. Es mala, lo puedo sentir. Y, por cierto, mi primer día aquí sucedió algo muy extraño. Necesito más información sobre todos; Abdiel se va a enojar si me meto en problemas por no saber nada. Ya, para empezar, le mentí: le he dicho que estoy en un proyecto para escritores. Él piensa que estoy escribiendo de nuevo, pero no, ¡estoy aquí entre policías, criminales y esta mujer que parece una bruja!»
Wolf se había reído inevitablemente mientras leía los mensajes de Mark. Había mucho que quería preguntar –¿Había visto al brujo, Michael, por ahí? ¿Cómo estaba Alejandro? ¿Qué es eso que había sucedido en su primer día? ¿Creía que ese "poder" de Alejandro sería suficiente para curar su maldición?–, pero al final, y debido a esto último, se decidió por algo que llamó su atención de todo lo que le había dicho. Sus vellos estaban de punta mientras escribía: «¿Cómo es esa mujer?»
Y aquí lo tenía Mark, casi mordiéndose las uñas mientras esperaba una respuesta. Miró la hora de nuevo, ¿sólo le había escrito hace diez minutos?, se sintieron como horas.
Aunque el tiempo últimamente era muy relativo. Wolf lo odiaba. Cuando Ángel no había estado, cuando lo dejó creyendo que era por su bien, es como si hubieran pasado años y no sólo un par de meses. Y ahora, en cambio, era como si volara. El tiempo a su lado se iba escurriendo entre sus dedos y no podía hacer nada para aferrarse a él.
Su tiempo, con vida, se estaba acabando; podía sentir a la muerte respirándole de cerca, cada vez más cerca. Si no hacía algo pronto, iba a morir por la falta de su alma.
Y eso lo llevaba a la segunda cuestión: el tiempo de Ángel, el plazo de el Creador le dio, también estaba llegando a su fin. Y Wolf no podía evitar preguntarse si no era egoísta de su parte no dejarlo libre; porque si él se moría, ¿de qué servía el sacrificio de Ángel y su elección? Quizá él también moriría al irse Wolf. Pero él mismo lo dijo, mientras estuviera en buenos términos con su padre, Él sería el único en decidir si su tiempo con vida realmente había terminado. Y tal vez, aunque no todos los ángeles volvieran, Ángel podría conseguir un nuevo trato para él. ¿No debería Wolf darle esa posibilidad, en caso de que Alejandro no pudiera ayudarle? Quizá debería dejarlo libre ahora, antes de que...
Sus pensamientos de autosacrificio fueron interrumpidos cuando su móvil, que había estado girando entre sus manos inconscientemente, vibró. Dejó salir el aire que no había notado retener, exhaló con fuerza y frotó su pecho, había un dolor ahí sólo de pensar en Ángel lejos de nuevo.
Expulsó el aire lentamente una segunda vez y frotó sus ojos, un poco húmedos, antes de leer la respuesta de Mark:
«Uumm... ¿Te refieres a físicamente? Es bonita, supongo. Físicamente atractiva, si es que te gustan de ese tipo. Voluptuosa, curvilínea... Usa ropa atrevida, que uno pensaría que no es correcto en un trabajo como este, pero nadie le dice nada. Pero no es su aspecto el problema. Yo no soy quisquilloso, pero he vivido demasiado tiempo al lado de un ángel como para notar cuando algo no es "normal" y créeme que ella no lo es, es como...»
Wolf siguió leyendo y sintió su piel erizarse más y más con cada palabra ahí escrita. Un escalofrío lo recorrió porque, ignorando toda la parte física, es mujer tenía la misma mala vibra que Stella. Como si la describieran a ella o alguien de su tipo.
Su corazón estaba acelerado y estaba por escribirle que tuviera mucho cuidado y quizá incluso que dejara ese trabajo y él mismo buscaría qué excusa darle a Ángel para poder ir solo con Alejandro, cuando algo lo hizo levantar su mirada. Tuvo que entrecerrar los ojos y protegerse con una mano, no sólo por la luz del sol, era toda esa luminosidad, todo ese dorado que envolvía al hermoso ángel que caminaba hacia él con un ramo de rosas rojas. Su boca se abrió, floja, así como su mano que dejó caer el móvil.
Se levantó lo más rápido que pudo, encontrándose con Ángel que estaba ya casi frente a él. Y no, no venía sonriente. Sus labios eran, de hecho, una mueca de desagrado y sostenía las flores como si fueran venenosas.
Wolf limpió sus manos, que repentinamente estaban húmedas, en su pantalón y lo miró sin entender. Las extendió, para recibir el ramo de rosas que ahora dudaba –como inicialmente fue su tonto pensamiento– fueran un regalo de Ángel. Cuando le fueron dadas duramente, Wolf volvió a buscar su mirada. —¿Quién...?
Los labios de Ángel se fruncieron un poco más, deformando su hermoso rostro. Hubo un sonido indignado, sospechosamente humano, como “Jum”, antes de que dijera: —Hay una etiqueta —que él obviamente no había revisado pensando que eran del maldito Charlie que no se rendía ni entendía que Darren era suyo—, pero no hay firma.
—Ow, cariño —Wolf apretó las rosas con un sólo brazo para poder abrazar a Ángel con el libre, quien se resistió un poco al inicio pero al final se quedó de buena gana contra él. Wolf besó su frente, sin poder dejar de sonreír—. Estás celoso —Ángel gruñó y quiso safarse de nuevo, insistiendo en que “Obviamente no, no seas ridículo, ¿quién se pone celoso de alguien que ni siquiera da la cara?”. Pero Wolf no lo dejó, lo apretó más fuerte y luego buscó sus labios con los suyos, fue más una caricia que un beso. Hubo un agradable sonido satisfecho de su parte cuando se separaron y durante un breve momento Ángel lo siguió como si quisiera más—. No te preocupes, tonto. No me importan las rosas, por más bonitas que sean, si no vienen de ti.
Ángel gruñó de nuevo, pero hizo una nota mental para conseguirle rosas.
Wolf lo soltó, todavía sonriendo, para poder mirar mejor las rosas –que eran muy rojas, como la sangre al acumularse. Un color interesante. Y olían...uumm...el aroma le provocó una mueca, no era un mal olor, sólo...extraño– y buscar la tarjeta.
—¿Todo bien? —Ángel, preocupado por su expresión, preguntó. Acercándose de nuevo.
Wolf asintió distraídamente y abrió la tarjeta. Creyó escuchar a Ángel resoplar que “Te lo dije: sin firma. ¿Quién hace eso? No mandas algo para que no sepan que has sido tú, es tonto”, pero él no podía concentrarse en nada más que el pequeño recuadro en su mano. Su corazón rutumbaba con fuerza, no acelerado, sólo con fuerza; cada latido fuerte y claro, marcado, como si su corazón supiera que era el final y debía dar lo mejor de sí antes de que fuera la última vez. Ángel se equivocaba completamente, la tarjeta sí venía firmada.
Para empezar, el mensaje era un código, uno que sólo ellos dos conocían, uno que solían usar cuando eran novios: el montón de números significaba: “No te he olvidado, cariño. Si es lo que pensabas. No estoy segura con quién o en qué te has metido ahora...siempre en la boca del lobo. Pero sigo viva y voy a volver a ti, por lo que me pertenece. Cuenta las rosas, Wolf, esas semanas de vida te quedan. Disfrútalas...si puedes”.
Y la firma, porque sí la había, era muy clara para él: “Tuya en alma –la palabra en negrita– y corazón. De tu ⭐”.
No era una palabra la última, era una estrella. “De tu estrella”. 'Stella' significaba 'estrella' en italiano.
Y eso debería haber sido algo que se cuestionara desde el principio: ¿por qué alguien que venía de una remota tribu de África tenía un nombre italiano? Pero nunca lo hizo, nada cuestionó nunca, ni siquiera su repentina llegada a su vida. Nunca dudó de ella, hasta que ya era demasiado tarde y ya le había quitado todo lo que importaba. Charlie siempre desconfió, pero porque temía por la empresa, por el dinero; Stella nunca buscó eso, ella quería su alma. Y cuando la tuvo, se fue.
Hasta ahora.
—¿Wolf, estás bien? —Ángel volvió a preguntar, tomando su rostro y haciéndolo mirarlo. Parecía genuinamente preocupado.
Pero Wolf no podía mirarlo a los ojos, ni siquiera lo vio realmente. Asintió y, con un movimiento brusco, liberó su rostro. Había un nudo en su garganta, su voz ronca: —Sssí —la "s" arrastrada y adolorida mientras contaba las rosas—, vamos a ponerlas en agua —sus ojos picaron por las lágrimas y dio un paso sin esperar a Ángel, luego otro... Diez, eran diez malditas rosas. Le quedaban diez semanas. Menos de tres meses.
Ángel miró de repente el árbol en el cual se había estado recargando Wolf, recogió el celular a sus pies y de paso acarició el tronco con cariño. Lo siguió después de eso. —¿Sabes? Una vez estaba aquí, tratando de entender por qué no podía odiarte; anhelando mi Hogar, que en ese momento pensé que era el Cielo. Hoy sé que eras tú, estaba molesto y triste porque no estabas, no me hablabas más. Entonces Siela apareció, esa mujer... —Ángel se estremeció, todavía no sabía qué había en ella, pero no era un simple humano—, ella me dijo que debería escucharte, que tu deseo no era egoísta y debía darte una oportunidad. Pero no me dijo cuál era... —alcanzó el brazo de Wolf y lo sintió estremecerse—, ¿me lo dirías tú ahora? Sin secretos, ¿recuerdas?
Wolf tropezó. «¡Mierda! ¿Por qué le preguntaba ahora?». Habría caído, si no fuera por Ángel que lo detuvo y lo mantuvo vertical. Su Ancla, su equilibrio. Dios.
—¿Wolf, me escuchaste? ¿Cuál es tu deseo?
Wolf luchó con fuerza para no pensar en nada. Debía ir pronto con Mark, necesitaba más que nunca proteger sus pensamientos. Por Ángel, por su bien. Él no debía saber de Stella, ni ella de él. Quién sabe que podría hacerle si supiera de su existencia; quizá entonces ya no le bastaría con su alma.
* ~ * ~ *
Hola 🙆
No recuerdo si antes les pregunté si querían saber de Stella, pero creo que ahora es tiempo de que sepan cómo convenció a Wolf de darle su alma 🙈, ¿qué se imaginan?
Si quieren saber más de Mark, ya apareció en mi historia Almas entrelazadas ❤
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