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64. Tiempo contado

Por mucho que no quisiera, nuestra relación terminando en algún momento parecía inevitable, entonces, ¿por qué complicar las cosas diciéndole cuánto significaba para mí?
(A.Nolan)




«¿Puedes hablarme de eso, del tiempo? Mark mencionó que conoció a Abdiel hace un siglo, ¿es realmente así? ¿Por qué no ha muerto, si tú dices que dejarás de ser inmortal conmigo?»


Hubo un silencio inesperado. Después de lo atento, cariñoso y sincero, que Ángel estaba siendo con él, no esperaba que este tema los alejara. Quizá se había equivocado. Quizás no debería haber preguntado. O tal vez...

Wolf mordió su labio inferior y se arrastró lejos antes de hablar. Esta vez Ángel lo permitió. —¿Te arrepientes? Es decir, no sé cómo funcionan las Anclas, pero estoy seguro de que no es una elección, no es que quisieras que yo fuera vital para ti. Tú querías volver a tu Hogar, tenías planes perfectamente definidos y yo los arruiné. Tú... No estoy molesto, ¿ok? Ni busco, como tú lo dijiste, cualquier motivo para discutir —¿o lo hacía? ¿por qué no podían sólo ser felices y ya?—. Sólo quiero saber, ¿te arrepientes de perder todo por mí, por esto?

Sus ojos estaban cerrados. No dejó de moverse hasta que la última palabra salió. Se detuvo a mitad de la oficina. Conteniendo la respiración, sin darse cuenta. Fueron sólo segundos, pero esta vez no hubo vacilación de su parte. Ángel estuvo ahí en menos de un parpadeo. Sus brazos lo envolvieron y él volvió a respirar, el cuerpo se Ángel lo envolvió y su voz erizó su piel y calentó su corazón. —Nunca. Nunca podría arrepentirme. Darren Wolf, entiéndelo, yo no he perdido nada, lo gané todo contigo.

Las palabras se quedaron atascadas en su garganta y entonces Ángel lo estaba besando. Sostuvo su rostro con ambas manos y sus labios se encontraron. No era nada sexual esta vez, no fue agresivo o pasional; era todo dulzura y cuidado, como si tuviera incluso miedo de herirlo. Sus labios se frotaron juntos y se movieron un poco a ciegas, hasta caer sobre el sofá.

Dejaron de besarse entonces. Wolf jadeó en buscar de aire. Ángel lo sentó en su regazo. Ambos eran hombres altos y fuertes, pero aun así encajaban perfectamente. Ángel empezó a hablar tranquilamente, como nunca pensó hacerlo sobre este tema: —Sabes ya que mi trabajo era observarlos a todos ustedes, los humanos, su creación favorita. Pero no intervenir, nunca estuvo en mi destino cruzarme con alguno de ustedes de cerca. Pero eran tan interesantes, millones y millones de ustedes y ninguno era igual a otro, cada uno con sus peculiaridades. Pero muchos coincidían en algo, ¿sabes?

Wolf negó. No, no sabía. Guardó silencio y escuchó.

Ángel acarició una de sus mejillas con su pulgar, frotando círculos en ella. Habló como si estuviera haciéndolo desde muy lejos: —La mayoría vivía sin realmente vivir, sin disfrutarlo. Iban de aquí para allá, salían de casa, conocían gente, saludaban y contestaban en automático, trabajaban, se mezclaban con el resto... Pero iban como a ciegas. Hilos invisibles se entrecruzaban, como una enorme telaraña, y un día el milagro existía. Y esa oscuridad en la que dos seres se movieron durante toda su vida terminaba, había una luz que los hacía también abrir los ojos y entonces de verdad comenzaban a vivir. Esa luz podía durar mucho o poco y no siempre tenía que ver con ellos, a veces factores externos intervenían y se apagaba de nuevo, a veces era temporal y un día se encendería otra vez aunque no tan fuerte y otras tantas esa luz se extinguiría para siempre.

Wolf lo miró sin entender realmente. ¿Hablaba literalmente de luces? ¿Qué luces?

Ángel se rio y golpeó suavemente la punta de su nariz. —¡Tonto! —Había leído su pensamiento. La palabra fue dicha con cariño, la nariz de Wolf se arrugó y sus labios se fruncieron—. No hablo de luces. Sólo quería que te lo imagines. Una vida semi vacía, totalmente apagada, hasta que algo la cambia radicalmente. Ese 'algo', como yo observé durante tanto tiempo, solía ser siempre lo mismo. Puntos donde se unían definitivamente algunos hilos, nudos en esa telaraña enorme. Amor. Era un sentimiento lo que lo cambiaba todo. Los ángeles no conocemos el amor, Darren —su cabeza se inclinó un poco, hizo una mueca—, ¿no es triste? Somos su primera creación, aunque nunca su favorita. Somos perfectos, o solemos serlo casi siempre, de vez en cuando alguno de nosotros se equivoca...como yo. Somos fuertes, casi invendibles, pocas cosas pueden dañarnos y sólo Él puede terminar con nuestra existencia. Somos inmortales. Incluso si morimos, a manos de un humano o un ser de oscuridad por ejemplo, volvemos a Él y es quien decide nuestro destino. Y estamos tan cerca de Él como es posible, en su Hogar; no nos manda a recorrer un mundo de penas como a ustedes. No sufrimos, pero es sólo porque, como recientemente descubrí gracias a ti, no estamos hechos para sentir. Ni lo bueno ni lo malo. Por eso no amamos —algo de lo que estaba diciendo lo hizo reír—. ¡He sido tan tonto! —negó y ya no parecía estarle contando a Wolf, sino hablando consigo mismo—, nunca me di cuenta qué fue eso que tanto me atrajo de ustedes. ¡El amor, Wolf, el amor! Fueron esos puntos de luz los que me tentaron, los que picaron mi curiosidad hasta el punto de planear esta aventura que tanto nos ha costado. Y era yo, cegado completamente, caminando entre la oscuridad, quien iluminó el camino de muchos de mis hermanos y también yo quien se atrevió a condenarlos después. ¿Te das cuenta ahora? He sido un tonto y aun así algo te puso en mi camino y hoy puedo ver realmente. Wolf, no me has quitado nada, me lo das todo cuando nunca lo creí posible. Nunca debió ser posible.

Wolf estaba sin palabras.

Nada de esto era lo que había preguntado, pero era toda una confesión. Y su corazón se sentía como creciendo hasta el punto de no caber en su pecho. Era tan hermoso como lo dijo Ángel, lo hizo sonar como si él, él, Darren Wolf, fuera su milagro personal.

—Te conté que todos me siguieron libremente —Ángel siguió hablando—, la mayoría eran ángeles menores, de rangos muy inferiores. No me costó tanto despertar su curiosidad. Me siguieron, cayeron conmigo fácilmente. Pero hubo algunos otros que eran importantes. No tanto como yo, pero lo suficiente para hacerse notar. Abdiel es uno de ellos...

Wolf se removió antes eso. Aquí estaba el tema por el cual él preguntó. Se hizo un poco hacia adelante, por inercia, sin darse cuenta que estaban demasiado cerca ya. Sus rostros casi chocaron. Los ojos de Ángel se abrieron con sorpresa. Tenían un azul diferente y lejano, reflejaban realmente el cielo. Ese Cielo que dejara hace ya tanto tiempo.

—Fue interesante, por decirlo de algún modo, llegar aquí. Creo que Él ya lo sabía y simplemente nos dejó jugar un poco. Sólo un poco porque nunca le ha gustado que sus creaciones se mezclen demasiado. Había un límite, incluso si no lo sabíamos. Pero esa línea se rompió cuando Abdiel conoció a Mark. Él fue el primero. Te habló de ello, ¿no?

Wolf asintió. —¿Fue cuando ustedes llegaron por primera vez entonces? ¿Realmente hace un siglo de eso? ¿Cómo...? ¿Cómo es posible que siga vivo?

Algo cambió en la expresión de Ángel. —Casi un siglo, sí. Cuando llegamos nos sentíamos, como ustedes dirían, como niños en una juguetería. Era todo tan bonito. Y entonces Abdiel miró a Mark. Lo odié tanto, renegué de él como habría hecho nuestro Padre. No le di la oportunidad te explicarme nada, ¿cómo se atrevía a romper la reglas así, sólo por un simple humano bonito?

Wolf se rio. Era tan hipócrita enojarse cuando él mismo rompió las reglas primero.

Ángel lo miró mal. Sin decidirse entre sacarle la lengua o hacer un puchero. —Ya lo sé —suspiró—. En fin, nunca le di la oportunidad de explicarme nada. Y luego otros siguieron su ejemplo. Como te he dicho, no creo que todos hayan encontrado su Ancla, muchos sólo se dejaron llevar. Pero aun así. Yo no podía creerlo, todo se salió de control por su culpa. Entonces acudí a mi Padre por su ayuda, quería volver, no me gustaba ver a mis hermanos perdidos. Pensé que, siendo yo de sus favoritos, me perdonaría sin dudar y abriría sus puertas para nosotros. Que olvidaría mi pequeño desliz.

—¿No fue así? —los dedos de Wolf rozaron su frente fruncida. No le gustaba su dolor.

Ángel negó. —Fue entonces cuando me dijo que volveríamos todos o ninguno. Me dio un siglo para hacerlo, para buscar a cada uno de ellos y convencerlos u obligarlos a volver. Puede parecerte mucho porque ustedes viven menos que eso. Pero para nosotros, cuyo tiempo es infinito cuando estamos en la seguridad de nuestro Hogar, es sólo un parpadeo. Se ha ido tan rápido. Y pensé que lo lograría cuando llegué a esa subasta, tenía a muchos a mi alcance, iba a salvarlos... Y entonces llegaste tú.

—¿Lo siento? —Wolf lo preguntó, un poco confundido.

Ángel negó y sonrió. —No lo sientas. Tú me hiciste abrir los ojos. Y de no ser por ti, nunca habría hablado con Abdiel. Ya te lo dije, él piensa y creo que es así, que un Ancla real nos hace más fuertes. No entiendo por qué se nos niega esta libertad y fortaleza si es real, pero aquí estamos. Abdiel es ahora quizá más fuerte que yo y su longevidad se ha extendido hacia Mark. Por eso sigue vivo. Pero ninguno de ellos es inmortal ahora. Sólo comparten y extienden sus fortalezas al estar cerca. Mark puede parecerte un simple y frágil humano, pero hace mucho no lo es —su sonrisa era triste. Habría querido vivir también él con Wolf todo lo que Abdiel y Mark. Verlo convertido en eso.

—Pero... —Wolf no estaba seguro si entendió—, si ambos se hacen más fuertes al estar juntos, y estoy más que seguro que ninguno de ellos tiene planes de separarse, aun cuando no sean ya inmortales, ¿no vivirán mucho más tiempo? ¿Quizá siglos y siglos más?

Ángel hizo una mueca. —No diría que Él es vengativo, quizá ¿justo? Nunca hace algo sin pensar. Me dio una oportunidad con fecha de vencimiento. Ese siglo se cumple en este año mundano, pronto de hecho. Meses solamente. Entonces las puertas se cerrarán definitivamente para nosotros si no volvemos, seremos renegados, ya no más sus hijos. Perderemos todo. No sabemos si moriremos, simplemente descenderemos a un nivel quizá equivalente al de ustedes o tal vez el tener un Ancla nos ayude. Como bien podríamos morir y desaparecer en ese instante, podemos también ser más poderosos que antes cuando ya nada nos ate a Él y seamos sólo uno con nuestra Ancla.

Era tanto para procesar.

Y Wolf, quizá era un horrible egoísta, sólo podía pensar en esa vida –por corta que pudiera ser– compartida. ¿Quizá seguía vivo sólo por Ángel? ¿Tal vez el ser su Ancla le estaba dando tiempo para recuperar su alma?

No podía rendirse entonces. Ahora, con más razón, debía luchar por ella y por un futuro a su lado.









* ~ * ~ *

Espero que se haya entendido. Cualquier duda, preguntenme 🙈

Recuerden que su verdadero nombre no se ha dicho. ¡En este capítulo hubo una pista importante! ¡Lean con atención!

Ya estamos en la recta final de la historia, quedan pocos capítulos 😞

Y aquí se termina el maratón. Gracias por aguantar mis irregularidades de siempre ❤

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