59. Volvamos a (nuestra) casa
En otra vida, ellos podrían haber sido algo. Algo bueno, fuerte y brillante. Algo que no doliera.
(A.Hazard)
Ángel volvió a la habitación que compartía con Wolf. Intentando ignorar el dolor en su pecho –que era peor porque sabía era un reflejo del de Darren– y la envidia que sintió cuando pasó junto a Abdiel que tenía ya al pequeño humano con sus brazos y piernas enredadas en él y el rostro enterrado en su hombro...
No habían estado separados más de un par de horas quizá y Mark actuaba como si no pudiera vivir sin él. No es de extrañar ya que llevaban casi un año juntos, pero el tiempo se les terminaba, el plazo que el Creador les dio estaba por terminar y entonces las cosas cambiarían mucho.
Ángel casi hubiera querido conocer a Wolf antes. Haber disfrutado su tiempo juntos. Y, en vez de eso, se fue y les quitó meses que pudieron vivir amándose. Fue tan estúpido.
Aunque también, si era honesto, de haberlo conocido antes, no lo habría aceptado. Si ahora todavía le costaba hacerlo: creer que era su Ancla real, una que lo protegía y no lo limitaba como el Cielo y el Creador hacían durante toda la eternidad.
Cuando abrió la puerta de la habitación, Wolf estaba acurrucado de lado, aparentemente dormido.
Él se sentó a su lado, con cuidado de no despertarlo. Puso su mano en su espalda baja, podía sentir el calor de su piel a través de la suave manta que lo cubría. No quería molestarlo, pero no podía apartarse de él, necesitaba sentirlo: su pulgar comenzó a trazar pequeños círculos y se acercó un poco más a él. Quería, más que nada, recostarse a su lado y abrazarlo con fuerza; cerrar los ojos y dormir con él; y que, al despertar, todo hubiera sido un mal sueño y ellos fueran felices juntos.
—¿Wolf? —habló en voz baja, para no despertarlo si de verdad dormía profundamente. Wolf no hizo ningún movimiento, no hubo cambios en él, siguió inmóvil y respirando tranquilamente—. Wolf —la segunda vez su nombre fue casi un suspiro reverente—. Por favor, perdóname. Escúchame cuando despiertes. No me dejes, no te atrevas a dejarme. Yo...no creo que pueda seguir sin ti.
* * *
Darren Wolf podía no tener alma –literalmente–, pero seguía teniendo corazón. Y Ángel se encargaba de romperlo cada vez.
Se tiró en la cama y se envolvió en la manta que Mark le había prestado. Tendría que regresársela antes de irse y quizá podría hablar con él una vez más, el chico –que probablemente era mucho mayor que él– le había caído bien. No creía que hubiera tenido intención de herirlo al contarle todo aquello; no era su culpa que, sabiendo lo que sabía, Ángel hubiera decido dejarlo y volviera sólo cuando se dio cuenta que lo necesitaba.
Odió las malditas lágrimas que escaparon. Se congeló cuando lo sintió –su cercanía la sentía casi físicamente– y cerró con fuerza los ojos cuando escuchó la puerta abrirse. No pudo limpiar la humedad en su mejilla, se quedó inmóvil, intentando respirar lo más uniforme posible. Mordió con fuerza sus labios cuando sintió la mano de Ángel.
Te odio.
Te odio.
...
Debería odiarte.
Ángel comenzó a hablar y no quería creerle. No debería hacerlo, pero sonaba tan sincero mientras su mano grande y firme se arrastraba por su cadera y después a su espalda. —Te q-quiero, Wolf. Lo siento si tardé demasiado. Y sí, quizá volví a ti porque literalmente estaba muriendo sin ti, por ti...
Yo también. Yo también sentí que me moría. Yo también quería morir y acabar con todo ya porque no estabas.
—Te sentí. En mi agonía, podía sentir la tuya. Me dolías más que nada. Creo que te escuchaba. Y también podía sentir cuando... —sus dientes apretados hicieron un sonido desagradable—, cuando te consolaban.
Charlie.
—Charlie —Ángel hizo eco de sus pensamientos— y Siela, supongo, también. Y me odiaba y los odiaba...te odiaba por dejarlos. Porque estaban contigo y no yo. Porque ellos curaban tu dolor.
Wolf habría querido reírse. ¿Curar? Nunca curaron nada, sólo lo sedaban y le inyectaban aquella fórmula que según Charlie les daba un poco más de tiempo. Pero, incluso dormido, nunca dejó de doler su ausencia.
—Sé que probablemente no quieras escucharme cuando despiertes —ahora su mano estaba en la parte alta de su espalda y Wolf tuvo que contenerse para no estremecerse por los escalofríos que le provocaba—, pero no quise dejarte. No quería, Darren, de verdad, ¿me crees tan idiota para hacerlo cuando empezaba a sentir algo? Te quiero y desde las últimas semanas lo estaba sintiendo, quizá incluso lo hice desde los primeros días. Cuando me diste las llaves y mi libertad —sonaba tan frustrado—, por Dios, Wolf, yo iba a buscarte esa noche porque no aguantaba más sin ti, tu frío, tu indiferencia, ¡y tú simplemente me echaste como si no te importara!
Idiota, Wolf quería gritarle. ¿Cómo se atrevía a pensar eso?
—Y me dije que volví sólo por el Brujo y el otro chico, Alejandro, el Atrapador de almas...
Wolf se detuvo en esas últimas tres palabras. Almas. Atrapador de almas.
¿Sería posible que él pudiera ayudarlo? ¡¿Cómo es que nunca lo pensó?!
—...y la verdad es que volví por ti. No podía, no puedo, permitir que te pase nada. Tenía que protegerte. Y en los días siguientes a eso era cada vez más obvio que sentía por ti más que algo físico, no era sólo ese "contagio" sexual que me provocabas. Yo empezaba a quererte...
Wolf no quería creerle otra vez. No podía. Su corazón no iba a resistir más. Ya no.
—Te conté —Ángel habló después de una pausa muy larga, como si no estuviera seguro de decirlo— que todo esto fue mi culpa. Sé que has dicho que no es así y que no puedo obligar a otros a volver, como no los obligué tampoco a venir, que no puedo exigirles ser felices en el Cielo cuando ellos encontraron la verdadera felicidad aquí. No lo entendía, Wolf, pero ahora lo hago. Porque también encontré la mía —y Wolf ya no pudo guardar un suspiro bajo cuando los labios de Ángel tocaron su nuca.
—Y entonces soñé con uno de mis hermanos. El único que me ha apoyado en todo esto y busca conmigo a los demás aquí en la Tierra. Wolf —Ángel sonaba casi en pánico—, él me dijo que...que... Que si tú... Que yo... —parecía estar hiperventilando y Wolf no resistió más, se giró para verlo. Los ojos azules de Ángel estaban cristalizados y ellos no mentían, ni siquiera pareció notar el movimiento—. Ya no tenía que volver con todos para ser aceptado de regreso. Sólo tenía que... —las últimas palabras fueron un susurro adolorido—, que matarte.
Y la mano de Wolf, que había subido al rostro de su ángel, cayó de golpe.
¿Matarlo?
Su corazón dolió y amenazó con detenerse.
¿Volvió para matarlo?
* * *
La mano de Wolf en su mejilla lo hizo parpadear al presente. Como fuera de un trance. Una lágrima cayó de golpe, igual que la mano de Wolf se alejó. Sus ojos oscuros estaban muy abiertos –sorpresa o miedo, Ángel no lo sabía–, pero sólo lo miró; además de dejar de tocarlo, no hizo ningún intento por alejarse él mismo.
Su voz era fría y ronca cuando dijo, sin dejar de mirarlo: —Así que, ¿para volver a tu Hogar, sólo tienes que matarme? —sus labios se torcieron en una horrible sonrisa y sus ojos brillaron por las lágrimas que Wolf se negó a dejar libres.
Ángel asintió como hipnotizado.
Wolf asintió también. —Y has vuelto entonces. Por mí —Ángel no entendió la verdadera pregunta, así que asintió de nuevo. Sí, volvió, aquí estaba por él. Lo siguiente que Wolf dijo sonaba a alguien herido y traicionado profundamente; no era una pregunta, más una acusación—. Y me dijiste que me amabas.
—Porque te am... —Ángel no terminaba de entender lo que realmente Wolf quería decir, pero éste lo interrumpió tomando sus manos entre las suyas que temblaban y llevándolas a su cuello.
—Hazlo —la voz y la mirada de Wolf le provocaron escalofríos—. Sólo hazlo, termina lo que Stella comenzó —cerró los ojos y dejó caer sus manos, dejando las suyas alrededor de su garganta.
¿Stella? ¿Qué tenían que ver las estrellas en esto?
Ángel miró sus manos pálidas alrededor del cuello de Wolf y por fin lo entendió. Se estaba ofreciendo, rindiendo.
Y sería tan fácil apretar.
Un par de segundos y, en un parpadeo, volvería al Cielo.
Sin castigos, sin exilios, sin confusiones. Sin humanos –uno es específico– que lo hicieran sonreír, que acariciaran su cuerpo, que lo besaran sonriente; sin manos arrastrándose por su cuerpo y enredándose en su cabello, manos que aceleraran su corazón y provocaran sus alas; sin un cuerpo frágil acurrucado junto a él que lo hiciera sentir invencible; sin aquel “Te amo” que le dio sentido por fin a su existencia; sin felicidad; sin realmente vivir.
Las manos de Ángel se movieron. Una se arrastró hacia un lado de su cuello, acariciando. La otra subió por su mejilla, acarició el pómulo marcado y después delineó la ceja de Wolf. Lo sintió, más que verlo, abrir los ojos sorprendido; porque él ya se estaba moviendo a besar con ternura esa garganta. Habló sobre su piel: —Yo ya estoy en mi Hogar.
Wolf suspiró y se estremeció. Sus brazos lo rodearon y Ángel se rindió, cayó sobre él, aplastándolo con su cuerpo. Wolf no se quejó ni dijo nada, pero Ángel podía sentir su confusión.
—Me fui porque no podía hacerlo. Y no sólo eso. No quería que estuvieras en peligro por mí. Si yo no lo hacía, quizá alguien más... Pero si yo no estaba contigo, entonces perderían el interés en ti. Es un razonamiento estúpido. Ahora me doy cuenta. Igual te encontraron y yo no estuve para defenderte.
Wolf negó y dijo algo sobre ser mejor así, que no estuviera y que, además, no era su culpa.
Pero Ángel no le creía. —Si me dejas —se alzó para mirarlo, acariciando de nuevo su frente—, si me puedes perdonar, nunca volverá a pasar. No volveré a dejarte ni te pasará nada mientras esté contigo.
Podía sentir las dudas en Wolf. Y no podía culparlo.
—Está bien —poco a poco se retiró de él, se estremeció al perder el contacto físico—, ¿podemos volver a casa? Dame tiempo para demostrarte que no miento, que no volveré a irme. Déjame ganarme tu confianza y tu amor de nuevo. Por favor.
* * *
Wolf le creía, hasta cierto punto, y confiaba en él, que lo defendería aunque era el mismo Ángel quien más daño podía hacerle a su corazón.
Pero, ¿cómo explicarle su propio problema?
Y cuando Stella volviera para matarlo y tener el control total de su alma, porque lo haría muy pronto; si ellos dos eran Anclas, más poderosas que el mismo Cielo, ¿cómo afectaría a Ángel su muerte?
No encontró las palabras para hablar de todo eso. Esa vocecita, la espinita de Alejandro como posible opción empezó a clavarse y susurrar en él.
Tomó su mano antes de que Ángel se alejara por completo. Entendía, pero seguía herido y no podía hablar de perdón...todavía. Quizá con el tiempo, como Ángel proponía.
—Volvamos a casa —sonaba bien. El hogar de ambos esperaba por ellos.
Y seguramente también el desastre que Wolf dejó tras él.
Maldita sea. Si hubiera sabido que su alma estaba atada a un ángel, nunca se la habría dado a una arpía como Stella.
* * *
Hola aquí 🙆
¿Alguien había pensado en Alejandro: el Atrapador de almas?
Si no saben de él todavía, vayan a leer ATRAPA MI ALMA ❤
Nos acercamos, poco a poco, a lo que fue el comienzo de esta historia 🙈💔
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