50. Las últimas palabras del lobo
Ya no puede ver las cosas igual
Porque en un mar de olvido todo ya quedó
La luz ya no ha perdido su color azul
Las estrellas miran
La luna la abraza
Y un ángel llora 🎶
«Déjame entrar, Wolf. Tenemos que hablar. Algo no esta funcionando.»
Wolf estaba tratando de respirar con calma mientras sentía -algo dentro de él, ese vacío enorme que había sentido durante meses y que sólo Ángel calmó aunque nunca se dio cuenta- como su alma se acercaba con cada paso que Stella daba hacia él, hacia su habitación.
De repente su ceño se frunció y estiró su mano, temblando, hacia Siela.
-¿Qué...? -ella se detuvo cuando Wolf señaló el sofá.
Wolf no lo dijo en voz alta, pero no quería este encuentro en su cama, en la misma cama que él y Ángel habían compartido durante algún tiempo, la que pudieron haber compartido quizá no por siempre porque Ángel se iría algún día -y así fue, aunque no estaba todavía en su Hogar, en el Cielo. Y por eso dolía mas, lo abandonó sin una razón-, pero sí tanto como fuera posible, tanto como su amor -cierto, por parte de Ángel no lo era- durara.
-No le digas... -un ataque de tos lo hizo interrumpirse, sus manos delgadas aferraban las de Siela con fuerza, sus ojos oscuros suplicantes-. No lo menciones...a Ángel -lo dijo en un susurro, su voz silbante y dificultosa-. Por favor.
No creía que fuera posible que una simple ¿bruja? -¿cómo se llamaba a lo que Stella era?- pudiera hacer daño a un ángel, un ángel real, pero no iba a arriesgarse. No a su Ángel.
Quién sabe lo que esta maldita mujer sería capaz de hacer si sabía de la existencia de un ángel y que había habitado durante tanto tiempo cerca del cuerpo vacío que ella dejó para morir.
Los ojos oscuros de Wolf seguían suplicantes sobre Siela cuando el repiqueteo de los tacones de Stella resonaron por el pasillo, acercándose.
El pecho de Wolf se apretó, su corazón se aceleró y su garganta se cerró. Cerró los ojos, las lágrimas fluyendo por sus mejillas. Había creído, ilusamente, que quizá Stella tenía buenas intenciones, que le devolvería su alma, que se sentiría mejor al estar ella cerca... Tan idiota; se estaba sintiendo peor con ella cerca. Ella, la maldita mujer; ella, su alma cautiva.
Cautiva. Cautivo. Y de repente se sintió tan mal por todo lo que le hizo Ángel. Se merecía que lo hubiera abandonado. Era justo que tomara su libertad, le pertenecía...aunque eso rompiera el corazón -lo único que le quedaba, porque alma ya nunca- de Wolf.
Siela besó una de sus sienes y susurró "Lo prometo", justo antes de que la puerta se abriera. Stella, con el entallado traje blanco y aquella sonrisa escarlata, los ojos tan oscuros que no parecían humanos, entró diciendo con total descaro: -Debo decir, cariño, creí que te encontraría muerto -se detuvo a mitad de la habitación, su mirada escudriñando cada rincón con suspicacia, sus ojos entrecerrados hasta que se encontraron con los suyos. Wolf se congeló, se sentía como taladrado por esa mirada-. Pero no. ¿Cómo es que sigues vivo, Darren Wolf?
A Wolf le costaba respirar. Siempre fue así con ella e, ilusamente, siempre creyó que era por tanto amor que le tenía. "Ella me roba el aliento", solía decir, cuando la verdad era que llegó a él por su alma.
-¿Qué es lo que quieres? -la voz de Siela era fría, tanto como sus manos cálidas en los hombros de Wolf-. Tomaste lo que querías, ¿a qué volviste?
Ella miró el espacio vacío en el sofá, pero lo descartó y tiró su sombrero y los guantes sobre la cama, donde cayeran, antes de sentarse ella misma, sus tobillos cruzados y las palmas sobre el colchón, tras ella. Era sensualidad pura como se estiró sobre esa cama en la que tantas veces estuvieron juntos, aun con ese traje blanco podía apreciarse su silueta perfecta y Wolf podía cerrar los ojos y recrear cada milímetro de esa aterciopelada piel oscura. Pero no quería hacerlo y ella lo sabía, ya no tenía ningún control sobre él. Y por eso estaba aquí.
-¿Podemos hablar a solas? No veo qué hace esta mujer aquí, ni siquiera es de tu familia. Tú no tienes nada, Darren. Nunca lo tuviste -hizo una mueca desdeñosa-. Claro, tienes dinero y poder; siempre lo has tenido, pero es lo único con lo que cuentas. Nadie, nunca, te ha amado. Ni nadie nunca lo hará.
* * *
El sonido era insoportable, incluso para ellos.
-¿Es normal que grite así? -el pequeño Mark preguntó, refugiado dentro de la seguridad de las alas de su amado Abdiel.
No podía ver su rostro, el propio enterrado en el pecho de su ángel, pero lo tenso de su voz lo decía todo: -No, no lo es. Un ángel, a menos que esté muriendo, no debería nunca sufrir tanto que merezca esos sonidos. E incluso muriendo, debería sentir la paz de volver al Creador...en otras formas.
Los ojos de Mark se abrieron enormes. -¿Ángel se está muriendo?
Otro grito saliendo debajo de las ruinas de aquella habitación resonó y los hizo estremecer.
Abdiel negó, apretando más fuerte a su pequeño humano contra él. -No, es aun peor: está muriendo su Ancla.
Los labios de Mark temblaron. -Tenemos que hacer algo. Es tu hermano, no podemos dejar que pierda a su Ancla. No podemos, Ab; te amo, te amo tanto que creo que incluso morir no rompería lo que siento por ti y sufriría tu ausencia toda la eternidad. ¿Quieres eso para él?
Abdiel sonrió. Su pequeño era tan dulce.
Pero, ¿qué podían hacer si Ángel se negaba a volver con Wolf, si él mismo se alejó de su Ancla a voluntad?
* * *
«Nadie, nunca, te ha amado».
Wolf sintió como si un cuchillo se clavara y retorciera con fuerza en su pecho, destrozando con su filo los restos su corazón.
Apretó la mandíbula y no gritó. No gritó a pesar de que Stella tenía el don -¿podía llamársele así?- de hacer que de verdad las palabras dolieran.
¿Cómo es que nadie notaba que ni siquiera era humana, a pesar de su cuerpo?
Bastaba mirar sus ojos, eran completamente negros para darse cuenta. Y quedaron a la vista cuando bajó sus gafas. -Sal.
Siela evidentemente iba a negarse, pero Wolf estaba ya cansado. Luchó un tiempo porque era lo que se esperaba, porque él era un guerrero y no iba a dejarse vencer tan fácilmente, incluso sin alma iba a vivir; si lo que mataba su cuerpo era parecido a un cáncer debía haber cura. Y, después, luchó porque Ángel le daba vida y ganas de vivir; porque aquel Ser bendito lo cambió todo sin saberlo, sin que los dos se dieran cuenta. Pero ya no tenía ninguna razón para hacerlo más y estaba de verdad cansado.
-Hazlo.
Siela miró a Wolf y no a Stella cuando ésta sonrió ante la única palabra.
"Te amo -Wolf no lo dijo, aunque lo pensó mientras miraba aquellos ojos azules de la que todos creían era sólo su ama de llaves-. Quizá nadie me ha amado a mí, pero yo lo he hecho. Has sido como una madre, a mi lado siempre. Y te amo, de verdad. Gracias por todo".
-Está bien -intentó sonreirle a la mujer que lo cuidó desde niño y lo veía ahora como si estuviera aguantando apenas las ganas de llorar-. Está bien, vete. Puedes irte, estaré bien.
Siela salió, con pasos pesados y lentos. Sabía que no podía intervenir en el destino de los que amaba -lo mismo sucedió con Alejandro Stevens- y cómo dolía no hacerlo. Pero este era el destino de ella y no podía cambiarlo.
La risa de Stella llenó el lugar cuando estuvieron solos por fin. -¡Ah, cariño, eres tan tonto! No te das cuenta, ¿verdad? Sin esa mujer, tu protección se ha ido.
A una velocidad inhumana, Stella dejó de estar sobre la cama y apareció sobre él. Una uña fría recorrió su mejilla, hacia arriba, provocándole escalofríos. -Llevo siglos haciendo esto, Wolf, y nunca había sucedido algo así -sus ojos brillaron un poco, era un negro extraño-. Es como si tu alma me rechazara, no tengo control. Dime por qué. No fue así al inicio, durante meses simplemente sentía tu dolor -ella sonrió ante el recuerdo-, pensé que morirías pronto y todo estaría acabado; eres especial, así que pasaría un tiempo hasta que tuviera que hacerlo de nuevo -su sonrisa se borró de pronto-. Pero no fue así. Y no sólo no moriste, sino que algo cambió. Tu alma...algo está pasando, Wolf, y tu alma no es libre... No me mires así, tampoco es mía. No sabes cómo me ha costado mantenerla. Dime qué hiciste, qué has hecho. ¿Por qué tu alma actúa así conmigo? Estás demasiado débil para luchar, así que no es por ti. ¿Qué le da fuerzas a tu alma?
Y es que, de haber tenido una, Wolf le hubiera entregado su alma libremente a Ángel. Porque era lo correcto. Aunque él no supiera nada al respecto, era su Ancla y le pertenecía.
Pero no tenía nada que darle, excepto su libertad. Y por eso lo hizo.
Wolf la miró sin entender nada de lo que decía, ¿por qué su alma lucharía cuando él mismo ya no lo hacía?, pero como hipnotizado por aquello que de ella emanaba. Sus manos se movieron, sin que él lo ordenara, hacia ella; hacia su cuerpo que contenía dentro algo suyo. Tan cerca...
Stella se alejó. Ya de pie, alisó su traje y lo sacudió como si lo limpiara también de él. -Me intrigas, pero no tanto como para aplazar esto. No pienso renunciar a tu alma, Wolf; porque, como ya dije, hay algo especial en ella. Y no me queda otra opción; ahora veo que no debí jugar contigo, tendría que haberte matado antes de irme -aquella sonrisa fría reapareció cuando volvió a mirarlo-, pero eso tiene arreglo y por eso estoy aquí. ¿Tus últimas palabras, mi indefenso Lobo?
Wolf miró aquellas uñas largas que más parecían garras ahora. Stella iba de nuevo hacia él, los ojos como tinieblas en los que podías perderte. Cerró los suyos y negó, no iba a suplicar por su vida si es lo que ella esperaba.
Pero sí hubo una última palabra, en su mente, en su corazón, en esa alma que no pertenecía ni a ella ni a él, porque estaba destinada a alguien más, algo superior... "Ángel".
* * *
Este capítulo dolió 😭💔 Wolf se rindió 😢
¿Qué piensan de Stella? ¿Qué es ella?
¿Y por qué los problemas con el alma de Wolf?
Y bueno, ¿será que regresa Ángel por fin?
He estado pensando, como he tenido tan poco tiempo y me atraso en todas las historias, voy a centrarme en algunas para actualizar más de ellas y avanzar. Espero comenzar precisamente con esta. Gracias por ser pacientes y seguir aquí ❤
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