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49. Stella

Los que no se mueven no notan sus cadenas.
(Rosa Luxemburgo)






«—Déjame entrar, Wolf. Tenemos que hablar. Algo no está funcionando...»

Wolf, sacando fuerza de quién sabe dónde y apoyándose en Siela, se había puesto de pie. Todo su cuerpo temblando, escalofríos lo recorrían y un sudor frío resbalaba por su frente. Miró, con algo que Siela no reconocía, la pantalla que mostraba las imágenes que venían de la cámara de seguridad de la puerta principal: la mujer alta y delgada, vestida de blanco, sus piernas al descubierto en por esa corta falda entallada y el escote que se apreciaba en el saco abierto, en una de sus manos llevaba un guante también blanco y las gafas de sol que se había quitado, sus ojos eran negros...literalmente negros.

Desalmada —susurró Siela. Y no era sólo un decir: la mujer estaba desprovista de un alma. Y, de algún modo, había convencido a Wolf de entregarle libremente la suya.

Wolf no la escuchaba, su respiración volviéndose agitada y sus mejillas húmedas por las lágrimas recientes.

Durante un breve instante, Siela vio en la mirada de su niño el dolor desgarrante que esa maldita mujer dejó cuando se fue.

Siela lo había sabido entonces. Alguien de su familia nunca se perdería el vacío en los ojos de Darren Wolf: su alma se había ido también.

“No voy a vivir ni siquiera dos años —Wolf le había confesado, algunos meses después de lo sucedido—, poco más de uno a partir de ahora —y había una sonrisa triste—. Es...creo, por los exámenes médicos que me he hecho, que actúa igual que un cáncer. Charlie se empeña en encontrar una cura...él no sabe que no hay cura para lo que realmente me sucede. Pero, ¿quién sabe?, quizá eso me compraría un poco más de tiempo, así que lo dejo que siga buscando.”

Eso fue sólo unos días antes de que Wolf se enterara de la Subasta de Ángeles. De deseos. ¿Y qué no podría curar el deseo de un ángel?

Aun así, había algo más. Y ese algo –alguien, si a Siela le preguntaban– fue lo que hizo a Wolf acudir esa noche en que conoció a Ángel.

«Fue hace más o menos dos años cuando se conocieron.

Stella llegó una mañana lluviosa a Sao Fada –“Larga vida”– para pedir empleo. Su currículum era perfecto, pero había algo en ella que no terminaba de encajar. Charlie no quería aceptarla a pesar de sus muchas recomendaciones, pero no tenía un motivo real; así que sin alterarse ni levantar la voz siquiera, la señorita exigió hablar con el dueño o alguien más capacitado –hubo una mirada desdeñosa y una sonrisa burlona– que él.

Wolf había salido de su oficina –justamente ese día, por alguna razón, había decidido no faltar y no salir en ningún momento de la empresa, como si supiera que algo iba a suceder– por el escándalo que Charlie y no la chica estaba haciendo.

—¿Qué es lo que pasa aquí? —todos se detuvieron al escucharlo y voltearon a mirarlo. Charlie estaba claramente furioso, sus mejillas rojas y sus labios y manos temblaban. Ella, en cambio, estaba exageradamente tranquila; sus ojos oscuros brillaron al encontrarse con los de Wolf, pero mientras que los de Darren –también oscuros– eran siempre cálidos, los de ella eran fríos; su sonrisa parecía la de un depredador a punto de atrapar a su presa.

—El señor Wolf, supongo —ella medio preguntó, dejando a Charlie con su rabieta y dando un par de pasos hacia Darren. El repiqueteo de sus tacones altos resonando en el silencio del lugar, atrayendo la atención de todos que ya miraban atentamente cada movimiento de ellos.

Wolf aceptó su mano extendida, estaba fría a pesar del guante que usaba. Un escalofrío lo recorrió, pero también algo ardió en su pecho. Tardó un largo momento en reaccionar y pedirle que entrara a su oficina. Stella sonreía discretamente mientras lo seguía, como si ese hubiera sido su plan desde un inicio, como si ya hubiera logrado lo que buscaba.

Wolf nunca le dijo a nadie lo que sucedió ahí dentro y la verdad que él mismo lo recordaba demasiado. Era extraño, pero su cabeza dolía cuando intentaba recrear el momento y su conversación con ella, ¿qué fue lo que lo hizo aceptarla?

Sí, su currículum era excelente, muchos cursos incluidos y debía ser una genio porque siendo tan joven tenía ya varios doctorados. ¿Cómo alguien que –y Wolf no quería ser un clasista al preguntárselo– venía de una pequeña tribu de África había logrado tanto?

Era de admirarse, pero aun así no explicaba por qué Wolf ignoró la opinión de su mejor amigo y quien se encargaba de las contrataciones en la empresa.

Y, lo cual habría bastado para que Wolf la rechazara, la mujer no le gustó a Siela. Cuando, sólo un mes después, Darren la llevó a su casa y la presentó como su novia oficial.

Wolf sintió que la amaba, que realmente la amaba. Con toda su alma –oh, la ironía–. Con todo su corazón.

Después de todo lo ocurrido, ya no estaría seguro de si realmente la quiso o ella también lo hizo creer que lo sentía.

Y aun así, maldita sea, ¡cómo dolió cuando ella se fue!

Wolf podía sentir el vacío dentro de él, a su alrededor, en todas partes. Algo le faltaba. Era físico y también algo más. Sintió que iba a morirse, de verdad sintió que estaba muriendo.

Aunque sería pronto. Stella, con una sonrisa torcida, se lo había dicho: —Pronto, mi amor. No te preocupes. No te dolerá mucho más. Tu sufrimiento terminará pronto y yo te lo agradeceré siempre, cariño. No te preocupes, tu alma está en buenas manos.»




Entonces, ¿por qué demonios volvía ahora? ¿Qué más quería?

Wolf no sabía cómo lo habría encontrado de no haber conocido a Ángel.

Ni tampoco en qué estado estaría si no lo hubiera abandonado.

Pero, ¿ya qué importaba?

Casi se cae cuando presionó con fuerza el botón del intercomunicador. Siela lo sostuvo, tan delgado y frágil, mientras él decía con voz silbante y débil: —Puedes pasar.

Stella sonrió cuando la reja se abrió ante la orden de Wolf.

Wolf se estremeció con fuerza. Su alma, ahí estaba su alma de vuelta.

Y aun así, todo en lo que podía pensar era en Ángel. Su corazón. De algún modo, él lo había hecho sentir completo de nuevo. Dolió también, y mucho, pero él le daba algo que le faltaba. Nunca se dio cuenta de cuánto realmente...hasta que ya no estaba.

—¿Por qué la recibes? —Siela preguntó con cariño, quitando los mechones húmedos de su frente.

Wolf intentó sonreír mientras lo llevaba de vuelta a la cama. —Ya lo perdí todo. ¿Qué más puede quitarme?

Se detuvo un momento, sentado en la orilla, tratando de recuperar el aliento. —¿Lo escuchas? —tenía que asegurarse de que no era su imaginación—. Tú también lo escuchas, ¿verdad?

Siela asintió. Un ángel –ellos bien sabían quién– lloraba, un ángel sufría.

Siela sólo se preguntaba si sentiría cuánto lo necesitaba Wolf en este momento. Y, más importante, ¿cedería y volvería?

Wolf no se veía muy lejos de la muerte. Y ahora, con esta mujer cerca...











* * *

Resumida, después habrá más detalles, la historia de Wolf y Stella...

¿Creen que Ángel volverá ahora?

En el prólogo ellos llevan un año juntos y Ángel está raro... En lo que va de la historia ha pasado más o menos la mitad de ese año, ¿qué se imaginan que pasará en lo que resta?

Prometo ya no tardar siglos, gracias a quien siga leyendo ❤

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