3. La petite mort
Mi destino, si se puede llamar así, empieza y termina con él. Estoy seguro de eso. Lo que sucedió anoche fue mágico. Él fue el primero y será el último.
(R.J.Scott)
* * * * *
La primera noche en la casa del lobo, Ángel se sintió perdido y, a la vez, encontrado.
Wolf le había puesto su abrigo y Ángel sintió ese gesto como algo más, como si la calidez de la prenda fuera sólo simbólico. Como si Wolf lo estuviera protegiendo del mundo, si este humano pudiera ser su refugio...
Pero eso había sido un completo error. Al menos eso había pensado Ángel al inicio. Porque el humano demostró, al menos en sus primeros encuentros, que sí era realmente oscuro.
No es que hubiera maltratado o abusado de Ángel. No de ese modo. No lo humilló en público. Cuando llegaron a la enorme mansión de Darren Wolf, éste mantuvo la puerta del auto abierta para que él bajara. Lo mismo con cada una de su casa, hasta llegar a su habitación.
Le quitó las cadenas y los grilletes de las manos, pero en los pies únicamente soltó la cadena. —No puedes huir de mí, cariño —le había dicho, mientras lo sentaba en la orilla de su cama e, inesperadamente, masajeaba sus pies.
Eran estos gestos -el abrigo, el masaje, las caricias, las palabras dulces- lo que tanto confundían a momentos a Ángel. Y eso seguiría sucediendo en el tiempo que compartirían juntos, hasta descubrir que Wolf no era el monstruo que él creía, era sólo alguien roto.
Pero eso no fue la primera noche.
Esa primera noche, mientras Ángel masajeaba sus propias manos, Wolf hizo eso con sus pies todavía con grilletes. —Eres mío ahora. Puedes estar tranquilo. Lo mío siempre lo cuido. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Ángel tragó y sintió todo su cuerpo tensarse. Si fue por la pregunta o porque una de las manos grandes y fuertes de Wolf fue subiendo por su cuerpo, acariciando y erizando la piel a su paso, envolviendo suavemente su pantorrilla antes de subir hasta su muslo y presionar hasta que Ángel sintió su cuerpo reaccionar y encenderse.
Sus ojos azules se cerraron con fuerza, ocultándose de los oscuros de Darren. Tratando de apagar también su cuerpo, pero era imposible cuando esa mano subía un poco más, acercándose a su ingle, a su miembro ahora semiduro.
Ángel no sabía que el cuerpo podía desobedecerle de este modo. No sabía que podía reaccionar a toques que él no quería que le gustaran.
No, no, no, se repetía él en su mente. Esto no podía ser normal. Si no fuera Wolf un simple humano, él pensaría que lo estaba hechizando. Porque él no podía estarse excitando con el toque de alguien que acababa de comprarlo, de robar su libertad y arruinar su vida.
—Tu nombre —Ángel se había ido arrastrando sobre el colchón, hasta el centro de la cama, y Darren lo había seguido. La tela de sus prendas de vestir rozando la piel desnuda de Ángel. Pero no era eso lo que le molestaba, eran las manos sobre su cuerpo, cómo se sentían sobre su piel, era el aliento y los labios del humano cerca de su oído, bajando a su cuello—. Dime tu nombre, hermoso. De cualquier forma, ya eres mío, y vas a darme lo que quiero.
Ángel sintió su cuerpo vibrar cuando Wolf mordisqueó su piel sensible y esa mano cálida envolvió su miembro ya completamente erecto. Sus caderas se alzaron, tal vez inconscientemente. Pero todavía tuvo fuerzas para la última defensa: —Ángel. S-soy Ángel —la única mentira a la que podría aferrarse en todo su tiempo juntos, lo que podría ser su salvación.
Aquellos dientes soltaron su piel sensible y luego su lengua acarició, calmando el dolor. Esa mano comenzó un movimiento que tuvo a Ángel en un cielo muy distinto al que él conocía. Cada caricia, cada toque, cada apretón lo tenía gimiendo, su cuerpo se sentía como nunca antes. Mientras Wolf lo masturbaba y lo llevaba al límite, él mismo frotaba su miembro duro contra el interior del muslo de Ángel.
Ángel mordió sus labios, probó su propia sangre, mientras intentaba no gemir más. Era humillante perder el control así.
Y entonces sintió aquella lengua acariciar su labio inferior, provocando que sus dientes lo soltaran y sus labios se entreabrieran. Wolf aprovechó eso para un segundo beso. Mientras una de sus manos detenía su cadera y la otra seguía con las caricias en su miembro, desde la punta que ya goteaba hasta la base y después más abajo.
Ángel sintió una explosión en su mente y en su cuerpo cuando alcanzó su primer orgasmo. El mundo parecía haber terminado y comenzado en ese momento. Dejó de pensar, no supo cuánto tiempo, mientras su cuerpo se recuperaba y su mente seguía perdida.
La petite mort.*
Darren sonrió cuando lo soltó. Se separó de él, desabrochado sus propios pantalones y liberando su erección. Era un milagro que no se hubiera corrido con sólo ver al Ángel bajo su cuerpo.
—Eres tan perfecto —las primeras palabras cariñosas y sinceras que le decía, mientras acariciaba una de sus mejillas encendidas.
Y Ángel no las escuchó.
Cuando Ángel volvió a la realidad, Wolf estaba en la ducha.
* * * * *
*La petite mort (nombre del capítulo): la pequeña muerte, ese momento después del orgasmo 😌
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