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17. Tu libertad

Como daba besos lentos le duraban más los amores.
(Ramón Gómez de la Serna)

* * * * *

La suave y delgada sábana fría envolvía su cuerpo caliente, desde sus caderas, enredándose entre sus piernas desnudas. Estaba recostado sobre su estómago. Uno de sus brazos bajo la almohada que olía a Wolf, los labios de Ángel se curvaron un poco antes de que su rostro se enterrara más en la almohada, inhalando profundamente el aroma de su humano.

Casi quería poder guardarlo, así algún día, pronto, cuando volviera a su hogar, cuando dejara la Tierra, podría recordarlo. Cerrar los ojos y recordar exactamente cómo se veía Darren Wolf, cómo olía, cómo se sentía...

Supo el momento exacto en que entró a su habitación. No lo escuchó, pero, de algún modo, lo sintió. Igual que cuando el colchón se hundió con su peso cuando subió y gateó hasta él. Ángel no se movió, no le hizo saber que estaba despierto, que sabía que él estaba ahí.

Una mano se posó en su cadera, rozando apenas su piel desnuda. Ángel cerró los ojos con fuerza, y sintió su cuerpo temblar cuando la otra mano de Wolf acarició su espalda, subió dibujando patrones con las yemas de sus dedos, se detuvieron justo entre sus omóplatos y Ángel gimió sorprendido.

Sus ojos se abrieron de golpe, su espalda se arqueó, no alejándose de la caricia, sino acercándose. Aquella mano acarició un poco más y los labios del humano se posaron en uno de sus hombros. Los dejó arrastrarse hasta su nuca, lento y suave. Pero Ángel estaba perdido con la mano en el lugar exacto donde nacían sus alas.

Era una zona extremadamente sensible y delicada, uno de los puntos débiles de los ángeles. Del mismo modo que sus alas eran peligrosas para cualquier enemigo, especialmente un humano débil y frágil.

Si sus alas no estuvieran ocultas, Wolf no podría ni siquiera acercarse sin salir lastimado.

O eso se suponía...

¿Por qué Darren Wolf podía tocarlo?

Los labios del humano siguieron su camino de regreso hacia el hombro, la mano se alejó de su espalda, tocando su costado, las costillas, antes de hundirse, buscando su abdomen, bajó un poco más. Ángel se estremeció, era perfecto tener esas manos otra vez sobre él, pero ansiaba de nuevo el toque en aquel lugar prohibido.

Ángel no sabía que podía ser una zona erógena... Su miembro palpitó y se endureció, justo cuando sintió la erección de Wolf contra su cadera...




Ángel despertó sobresaltado. Sus ojos parpadeando varias veces, tratando de recordar, de ubicarse. Gimió cuando sus caderas se sacudieron, su erección bastante real y despierta frotándose contra el colchón. Gimió y se dejó caer sobre la almohada, aquella que no olía a Wolf.

—No puede ser —susurró, más para sí mismo—, no otra vez.

Los sueños eran cada vez más seguidos y más vívidos. Su piel todavía hormigueaba, recordando los labios del humano, sus alas se agitaban, rogando libertad, había electricidad zumbando por todo su cuerpo, rogando. Él quería ser tocado.

—Maldita sea —se quejó antes de sentarse, el aire frío golpeó su piel encendida.

No podía soportar más tiempo así. No entendía qué le estaba pasando o por qué, pero no podía más, otro día y se iba a volver loco.

Su cuerpo ardía de deseo, pero también había algo más. Un anhelo diferente. Quería toques tan simples como sentir la mano de Wolf sobre la suya en la mesa del comedor, o un beso de despedida cuando se iba a trabajar, un abrazo como los que daba a Siela después de un largo día cuando su rostro se volvía cansado y sus ojos parecían tristes...

Ángel había comenzado a parecer un acosador, tras la puerta lo escuchaba salir de su habitación, por la ventana lo veía ir hacia su auto o cuando desayunaba en el jardín.

Solo.

No volvieron a desayunar juntos desde que Wolf quiso, al día siguiente de la cena con Charlie, hablarle de éste: —Quisiera hablarte de Charlie... —había dicho Wolf cuando él bajó al desayuno juntos.

Ángel había fruncido los labios. Quería escucharlo, quería arreglar las cosas, habían estado tan cerca, pero recordar la sonrisa del humano o la forma en que tocaba a Wolf, aquel "El hombre más importante...", no podía. Algo ardía en su vientre y perdía el control. No había pretendido ser así, responder de ese modo: —No me interesa saber de ti, de tu vida. Es tuya. Ya una vez te juzgué y mira cómo acabó. No volveré a pasar por eso. Haz con tu hombre lo que quieras, no te estoy preguntando nada.

Entre más recordaba sus palabras, el tono usado, y la expresión de Wolf mientras lo miraba largo rato en silencio antes de asentir y levantarse sin siquiera terminar su desayuno, se sentía cada vez peor.

¿Por qué demonios había actuado así?

Sí, él era víctima del humano, era su prisionero, pero iba a escapar, y podría al menos intentar tener paz mientras eso sucedía, tal vez conocerlo como Siela sugirió, pero eso no iba a suceder si seguían peleados y cada vez más distantes.

Wolf ya no desayunaba con él, ni siquiera lo miraba, no preguntaba por él, incluso Siela no volvió a intervenir por su "niño" o a intentar convencer a Ángel. Parecían haberlo olvidado y eso debería ser bueno, ¿cierto?

Debería.

Salió de la cama, sin pensar realmente qué estaba por hacer, el piso frío sobre sus pies descalzos lo hizo estremecer, su piel se erizó completamente, podía sentir su entrepierna latir conforme más se acercaba a la puerta de la habitación, sólo el pasillo lo separaba de Wolf. Y su corazón dio un salto, de nuevo, no era sólo deseo. Ángel no entendía la otra sensación.

Si bien el deseo carnal era nuevo para él, podía identificarlo. La otra sensación no, nunca la había sentido o creído posible.

Su piel todavía hormigueaba, electricidad recorriendo su columna, zumbando entre sus omoplatos. Los sueños parecían tan reales y, aunque era un completo error, se encontró deseando que Wolf lo tocara justo ahí. Sólo para confirmar que era un sueño, que no era real.

Con sus alas ocultas no haría tanto daño al humano, y él no sentiría más que un dolor no tan grave.

Resopló. Era una maldita locura, igual que pretender cruzar ese pasillo, ¿qué iba a hacer, colarse a la habitación de Wolf y meterse bajo sus sábanas?

Lo peor es que no parecía tan mala idea. Gimió, su frente golpeando la puerta antes de abrirla. Su mano temblaba mientras lo hacía, igual que la que presionó fuerte contra su vientre, negándose a bajar más.

Dio un salto cuando del otro lado de la puerta se encontró al humano, parecía también recién levantado, incluso si todavía no amanecía, su cabello revuelto, alborotado todavía más por su mano que se pasaba entre los mechones oscuros. La otra estaba levantada, parecía lista para tocar la puerta.

Ángel tragó, retrocedió un paso, aunque lo que quería era acercarse uno más.

Los ojos oscuros de Wolf lo miraron de arriba a abajo, Ángel supuso que ya no tenía sentido intentar ocultar su obvia erección. Frunció los labios, esperando lo que sea que el humano fuera a decir.

O hacer.

Casi anhelaba que hiciera algo. Que lo tocara como antes, que lo besara como esa noche, que lo hiciera sentir de nuevo, despierto, no sólo en sueños.

Wolf dio un paso dentro de la habitación, sus ojos oscuros fijos en los azules de Ángel mientras tomaba su mano izquierda entre las suyas, sus dedos recorriendo el metal del grillete.

—No sé qué me pasa contigo, me vuelves loco —confesó en un susurro ronco que hizo a Ángel estremecerse. Parecían ecos de sus propios pensamientos—. No sé si es lo normal con un ángel, porque con un humano definitivamente nunca me sucedió. Me estás mat... —negó, sus labios y frente frunciéndose un momento—, no puedo, simplemente ya no puedo.

Una de sus manos mantuvo las suya mientras la otra tomaba su rostro, acunándolo, retirando los mechones rubios que cubrían uno de sus ojos. Wolf se inclinó sobre él y Ángel sintió que dejaba de respirar. Se quedó sin aliento incluso antes de que los labios de Wolf tocaran los suyos.

—Quiero disculparme...por todo dijo al retirarse, demasiado rápido para gusto de Ángel.

Mantuvo su mano, removió un poco el grillete, besó suavemente la piel pálida antes de soltarla, dejando algo metálico entre los dedos de Ángel.

—¡Espera! —no le importó gritar a media madrugada ni correr casi desnudo tras él. Sus dedos, sin mirar, recorrieron la forma de la llave.

—Eres infeliz —dijo Wolf, sin mirarlo—, soy infeliz. Nunca vas a ceder, y por alguna razón no puedo obligarte. Estaba decidido a hacerlo, pero no puedo. Tú...hay algo en ti. Y tampoco quiero tenerte cerca cuando se siente tan mal, realmente no estás conmigo. Creo que Siela tiene razón. Supongo que el diablo me tentó una última vez y caí. Esa es tu libertad, úsala ahora mismo si quieres.

Dicho eso, Wolf volvió a su habitación. Ángel escuchó el seguro de la puerta y se quedó ahí, a medio pasillo, con la llave del grillete en su mano.

Era libre.

No supo cuánto tiempo pasó sin poder moverse. Finalmente siguió por el pasillo, sin mirar atrás.

Era libre. Por fin.












* ~ * ~ *

¿Será que Ángel se va? 🙈

¿Y qué creen que les pasa a ambos? ¿Es sólo atracción y deseo físico?

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