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❝ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴠɪ ❞

«ᴜɴᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴇᴛᴀᴘᴀ. ᴜɴᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴀ́ɴɢᴇʟᴀ»

      Su estadía en Francia se había extendido a cinco días transitando por el país hasta llegar a la frontera con Italia y otro par de días más hasta llegar al corazón de Roma, Callida Fairchild nunca podría responderle con exactitud a su sobrina respecto al tiempo del viaje, pero ahora podía asegurarle con total certeza que le quedaban no más que dos horas para llegar al Instituto dirigido por los Ravenway. Su última parada para descansar había sido en Florencia o Firenze, como le decían los italianos, y a Ángela le hubiera encantado poder plasmar los paisajes y casi todas las obras de arte que existían en esa ciudad, sobre todo una bonita estatua de un hombre en medio de una fuente situada en la plaza de la Señoría para enviarla a Londres, pero en cuanto Callida se había percatado la arrastró lejos, insistiendo en que las jovencitas no suelen hacer ese tipo de cosas. Desde entonces, la castaña desistió por intentar dibujar todo lo que veía, no le serviría intentarlo después porque los detalles variaban a medida que apreciaba diferentes esculturas y salían de Florencia para avanzar por Siena y Viterbo, próximos a arribar a la tan esperada Roma.

—Te encantará el Instituto, está repleto de pinturas y estatuas como las que hemos visto antes. —Solía recordar Callida a menudo—. ¡Y la familia Ravenway!, ¿ya te he dicho que son viejos amigos? —Así se mantenía durante una hora o dos, remarcando lo buenos que eran y lo mucho que a Ángela le agradarían.

      En medio del constante y repetitivo relato de su tía, Angie cayó dormida sobre el asiento tapizado del carruaje, deseando que todo fuera un sueño y despertar de nuevo en Londres en los brazos de Charlotte, oyéndola narrar las historias que su padre le había contado una vez en el pasado y que, como hermana mayor, estaba obligada a repetírselas como legado.

      No supo cuánto tiempo paso desde entonces, pero cuando logró abrir los ojos luego de escuchar las quejas de Callida, se asombró al ver el inmenso instituto de Roma frente a ella. Frotó sus párpados cansados y volvió su atención al edificio, el cual estaba muy lejos de asemejarse al de Londres; este parecía haber sido tallado por los mismos ángeles en persona y el de Inglaterra sólo era una antigua iglesia pálida. Los colores del atardecer hacían que el Instituto de Roma brillara en tonos dorados y las esculturas de ángeles a los costados de la entrada parecían cobrar vida bajo el atardecer. Su corazón dio un brinco de emoción, ansiaba que Will y Jem pudieran verlo también. El instituto se alzaba sobre el cielo anaranjado, imponiendo poder y vida. Ángela creyó ver un par de gárgolas resguardando las ventanas superiores, pero ante la distancia no estaba muy segura de lo que podrían ser en realidad.

—Hemos llegado —anunció Callida.

      De pie frente a las inmensas puertas dobles de madera con algunas incrustaciones de cristal azul, la familia Ravenway se formaba en una sola línea para recibir a las Fairchild con los brazos abiertos.

—¡Callida! —exclamó una mujer, que Angie pensaba que era la señora Ravenway, unos cuántos años más joven que su tía. Llevaba el cabello oscuro atado en una trenza que caía sobre su hombro derecho, haciendo resaltar el celeste de sus ojos y la enorme sonrisa plasmada en sus labios—. ¡Mi gran amiga! —Bajó las escaleras con elegancia y recibió a Callida en un corto abrazo.

      Ángela se preguntaba en qué sentido la señora Ravenway se sentía contrariada con su tía.

—Lauren, siempre es un placer volver a verte —dijo Callida, siendo un poco más reservada. Lauren observó a Ángela con una pizca de curiosidad—. Te presento a mí sobrina, Ángela Fairchild, de la que tanto hemos hablado.

—¡Por supuesto que es ella! —La señora Ravenway le revolvió el cabello castaño y luego observó a los jóvenes de pie en la entrada del Instituto—. I miei tesori *. —Les hizo gestos para que se acercaran a saludar-. Mis tesoros más preciados, hijos míos, les presento a Ángela Fairchild.

      Sus tres hijos, eran dos chicos y una chica, que ella supuso que sería la hija del medio, se colocaron detrás de su madre y sonrieron educadamente a Ángela. Uno de ellos, el mayor quizá por al menos dos años, tenía el cabello rubio y bonitos ojos grises verdosos, con esa mirada encantadora y gentil que podía cautivar a muchas, su contextura delgada lo hacía parecer un poco más adulto de lo que pretendía y había una pequeña cicatriz blanca en su cuello. La hermana de este era un poco más baja y sus enormes ojos celestes se fijaron en la castaña para analizarla, a simple vista se parecía muchísimo a su madre; con el cabello oscuro peinado de la misma forma junto con la mirada enigmática con la veía todo. En cambio, el menor de los tres llevaba la ropa un poco desaliñada y profundos surcos bajo sus cansados ojos verdosos, su cabello castaño revuelto en cualquier dirección, como si recién despertara de una larga siesta.

—Él es Frank, mi hijo mayor. —Lauren señaló al niño rubio, quien no despegaba su mirada de Ángela—. Luego está mi dulce Bella y mi pequeño Edmund.

—Es un placer. —Saludó como correspondía a cada uno.

—¡Bueno! Empezará a oscurecer dentro de poco, será mejor que entremos para que puedan acomodar sus pertenencias con comodidad. —Lauren tomó la delantera y abrió las puertas para que todos pudieran ingresar—. Oh, el señor Ravenway no se encuentra en estos momentos con nosotros por algunos inconvenientes en Idris, pero pronto te lo presentaremos para que puedas conocer a nuestra familia completa.

      Ángela escuchó a Frank murmurar con molestia algo como: "Sí, claro, muy pronto".

      Si la fachada del Instituto la había sorprendido, el interior la dejó sin aliento; sobre las paredes colgaban retratos enmarcados en dorado de lo anteriores nefilim que estuvieron a cargo del Instituto, había enormes arañas de cristal que pendían del techo abovedado, en el cual estaba pintado justo en el centro la escena del ángel Raziel saliendo del lago Lyn con los instrumentos mortales en sus manos, rodeado de otros ángeles y cazadores de sombras asesinando demonios en su nombre.

Vedo che apprezzi l'arte * —dijo una voz suave a sus espaldas. Edmund Ravenway le sonrió con ternura, a pesar de parecer desear poder descansar unas cuantas horas más, en cuanto la mueca de incomprensión afloró en el rostro de Ángela—. Quise decir que puedo ver en tu mirada que te fascina el arte.

—Oh, sí, sí, me encanta -repuso ella retomando su sonrisa.

—Debí imaginármelo, Madre dijo que Callida comentó que sabes dibujar. —Colocó sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y observó la pintura en el techo con expresión dramática—. Hasta este momento había olvidado lo encantador que se ve Raziel en el retrato, lastimosamente desconozco el nombre de la persona que se ha tomado las molestias de pintarlo.

      Ángela le dedicó una mirada estupefacta, era la primera vez que escuchaba a un niño decir que Raziel se veía encantador brotando del lago como un ángel vengador. Lo analizó con detenimiento ahora que se encontraba distraído: Edmund tenía la estatura de Will y el físico de Jem pero poco se parecía a sus amigos, de igual forma se veía como alguien agradable.

      Acarició su cabello castaño con desinterés mientras conectaba su mirada con la de ella.

—Hay más pinturas como esas por si te interesa contemplarlas —comentó, percatándose de la mirada de Ángela—. Puedo enseñártelas más tarde.

—Sería fantástico, gracias.

Non sopraffare il nostro invitato, fratellino * —dijo Frank, acercándose a ellos con lentitud.

—No lo hacía, Francis —replicó Edmund de mal humor.

      Si Ángela tendría que escucharlos hablar en italiano, debería aprender el idioma cuanto antes para poder seguirles el ritmo.

—¿Vienes de Inglaterra? —preguntó el rubio, ignorando a su hermano-. Tu acento me cautiva.

—Sí, nací en Londres —respondió la castaña. Vio cómo la mirada de entusiasmo de Edmund caía sobre ella—. ¿Han estado antes en Londres?

—Madre no nos deja viajar tan lejos —contestó Ed, apenado—. Pero he visto la ciudad en pinturas y libros.

—Iré en mi año de viaje, por supuesto —agregó Frank, altivo.

—Ángela, tus maletas ya están ubicadas en tu nueva habitación, ¿por qué no vas a echarle un vistazo? —dijo Lauren cerca de ellos, al parecer seguía conversando enérgicamente con Callida sobre algo importante—. Más tarde recorreremos el Instituto juntas.

—Te acompañaré —dijeron los hermanos Ravenway al unísono. Bella largó una pequeña risita detrás de ellos.

—Por supuesto que no, ninguno de ustedes se va a acercar a nuestra invitada, par de atrevidos. —Bella enlazó su brazo con el de Ángela y, empezando a alejarla de los muchachos, agregó:—. Está mal visto que los hombres compartan tiempo a solas con las chicas.

      Angie pensó en todos los entrenamientos junto a Will y Jem, en las ocasiones cuando escapaban de Charlotte para recorrer las calles de Londres cerca del Instituto, en los momentos que se quedaban estudiando en la biblioteca y bromeando sobre los atuendos quemados de Henry, llegando a la conclusión que Bella Ravenway estaba equivocada, pues los hombres y las mujeres también podrían ser amigos entre ellos y pasar tiempo juntos bromeando, ¿verdad?

      El pasillo de las habitaciones se encontraba en el tercer piso, subiendo por las escaleras de piedra y atravesando los corredores con alfombras verde oscuro decorando el suelo y paredes cubiertas de madera clara, donde allí también se lucían cuadros de todo tipo, tanto de paisajes como de nefilim y ángeles. Ángela se fascinaba cada vez más con Roma. Durante todo el trayecto de camino a su nueva alcoba, Bella no había dejado de preguntar sobre Londres y quienes habitaban el Instituto, incluso llegó a preguntar qué tan guapos eran William y James, logrando que las mejillas de la castaña se sonrojaran más de la cuenta cuando describió brevemente a Jamie. Sin embargo, no entendía por qué el repentino interés por los muchachos londinenses.

—Bueno, hemos llegado a tu habitación. —Se detuvieron frente a una delgada puerta de madera con pequeñas incrustaciones de metal en el centro—. Cruzando el pasillo se encuentra la mía, —Bella señaló la última puerta al final del corredor—, la de mi hermano Edmund está junto a la tuya y la de Frank cerca de las escaleras. Te dejaré acomodarte y seguramente querrás descansar un poco luego del largo viaje, más tarde seguiremos hablando de Inglaterra si quieres.

      Ángela sólo atinó a asentir levemente antes de que Bella se deslizara hasta el final del pasillo para desaparecer dentro de su habitación.

      Ingresó a su nuevo cuarto y, por tercera vez en el día, se quedó asombrada. La luz del ocaso se filtraba a través del ventanal que daba hacia un pequeño balcón, logrando que los colores en la habitación fueran más suaves y acogedores. La madera lucía en un tono dorado brillante y el papel tapiz verde blanquecino tenía algunos dibujos de calas blancas. La cama era simple, con sabanas blancas y una cabecera grande de roble oscuro se destacaba por sobre los demás colores. Incluso había un escritorio y un arcón a los pies de la cama, todos parecían estar hechos de la misma madera de caoba que el armario al fondo de la habitación. Le hubiera encantado seguir maravillándose con su nuevo espacio, donde seguramente llenaría las paredes de dibujos y teñiría la madera del suelo con sus pinturas, pero unos pequeños golpecitos en la puerta la detuvieron.

—Soy Edmund. —Escuchó que decían desde el pasillo—. ¿Puedo pasar, por favor?

—Adelante. —Aceptó poco después. Su mente recordando la semana anterior, cuando Jamie le había pedido ingresar a su viejo cuarto en Londres para tocar una bella pieza en su violín. Cuanto los extrañaba.

—Yo elegí la habitación para ti —comentó él de pronto—, y veo que no he fallado.

—¿De verdad? Pues fue una excelente decisión. —Concordó rebosando de alegría, contagiándole su entusiasmo al castaño.

—En cuanto se comentó que eras una artista y de mi edad, supuse que te encantaría tener la mejor vista a Roma desde el Instituto para poder practicar tu arte y que, cada vez que observaras a través del balcón, recordaras que tu hogar sigue allá fuera esperando por ti, pero que por ahora Roma te acogerá con su elegancia y gratitud. —Mientras hablaba de paseó por la habitación en dirección al ventanal, abriendo las puertas dobles que lo guiarían hacia el balcón—. Es lo menos que podemos hacer por ti.

—Son demasiado amables. —Reconoció Ángela, su corazón latiendo lleno de nostalgia—. Y tus palabras fueron más que hermosas y sabias.

—Por fortuna, no soy un niño tonto como cualquier otro. —Sonrió burlón—. Leer por las noches me ha ayudado a adquirir un poco más de visión respecto a las palabras.

      Si tenía que apostar por alguna buena primera impresión, Edmund Ravenway se estaba llevando el primer premio.

—Sé que tan solo pasó media hora de tu llegada pero, ¿me dejarías ver tus dibujos? Me ha estado dando curiosidad. —Vislumbró a Edmund en el vestíbulo, apreciando las pinturas y comentando que Raziel se veía encantador (cuando no lo era en absoluto), y su oferta de recorrer las demás instancias del Instituto para admirar los cuadros restantes. Supuso que no sería mala idea que pudiera ojear un poco sus dibujos y brindarle una opinión sincera, pero también sentía que estaba revelándole una parte de su alma a un desconocido, ella tan desconfiada, entrando en dudas.

—Oh, eso —balbuceó, indecisa—. Yo...

—Entiendo, demasiado apresurado. —Él asintió despreocupadamente, entendiendo la inseguridad de Ángela sin siquiera juzgarla—. No hay por qué alarmarse. —Sonrió enseñando una hilera de brillantes dientes blancos—. Bueno, creo que te dejaré tranquila así puedes acomodarte a tu gusto. Si necesitas algo, mí habitación es la de la izquierda.

🦋🦋🦋

      Le permitieron un par de horas a solas para ordenar todas sus pertenencias; colocar sus libros -incluido el obsequio de Will- sobre el escritorio, guardar sus vestidos en el armario y tragarse las lágrimas por extrañar a su familia. Se preguntó qué estaría haciendo Lottie a esa hora, si había logrado leer sus cartas y responderlas, decirle que la Clave se había retractado y devuelto la custodia a ella, así podría volver a casa de una buena vez. Luego miraba a Roma desde el balcón, las cúpulas resaltando en el horizonte, las luces brillando en cada calle, el arte que florecía en cada centímetro de la ciudad, y su mente le decía que ese sería su nuevo hogar, que no había que lamentarse. Una nueva etapa, una nueva Ángela. Los Ravenway le dieron una cálida bienvenida, no podía retribuirles con berrinches.

      Cuando la hora de cenar había llegado, todo le pareció extraño. El comedor de por sí era más luminoso y lleno de vida, ni un pequeño rastro de la vida londinense; los candelabros se disponían cada cierta distancia sobre la mesa y alrededor de la sala, el mantel blanco con encaje hacía que la vajilla de porcelana celeste resaltara en su máximo esplendor e incluso algunos aperitivos eran diferentes. Había mucha pasta para ingerir. Según lo dicho por Lauren, uno de los tantos platillos para degustar esa noche se llamaba bistecca alla fiorentina, algo que involucraba carne de ternera, y otro era risotto, por lo demás no estaba muy segura. No obstante, se encontró deseando escuchar las habituales discusiones entre Jessamine y Will, algún comentario por parte de Jem sobre las diferencias en la comida de Shanghái y Londres o una sorpresiva explosión causada por Henry en su laboratorio. Los Ravenway eran menos escandalosos a la hora de comer.

—¿Te está agradando el Instituto, Ángela? Seguramente es un poco diferente a lo que estabas acostumbrada en Londres —preguntó Lauren como si leyera los pensamientos de la castaña.

—Eventualmente se adaptará a sus costumbres. —Intervino Callida en tono mordaz. Algo serio estaba ocurriendo entre ellas dos.

—Por supuesto, todos lo hacen cuando se mudan a otro lugar. —Convino la señora Ravenway, dedicándole una mirada breve a la tía de Ángela antes de continuar con su comida.

      La cena avanzó en silencio y pronto cada quien pudo volver a sus actividades particulares, Edmund se había ofrecido a acompañar a la castaña de nuevo a su habitación para que no se perdiera por el Instituto y de nuevo le cedió un poco de espacio, recordándole que estaba en la habitación contigua en caso de que necesitara cualquier cosa.

      Ángela se concentró en el obsequio que William le había hecho y decidió romper la envoltura de una buena vez, admirando su nueva libreta de cuero oscuro para dibujar. Acarició la superficie con suavidad, notando que en el centro de la cubierta había una A mayúscula tallada en el cuero, en honor a ella. Sonrió encantada y prosiguió a hojear el contenido, donde al final del libro descansaba una carta.

Angie:

         Confiaba en que era mejor con las palabras escritas pero ahora solo se han desvanecido en mi mente, sin saber mucho lo que podría decirte a modo de despedida. Le pedí un poco de asistencia a Jem pero de sus labios no sale otra cosa que cursilerías tontas, ¿de verdad quieres a ese niño como tu amigo? Es muy extraño, no hay dudas de eso.

          Supongo que lo correcto sería decirte que es probable que vaya a extrañarte, tal vez un poco, sabes que eso no va conmigo, y pedirte disculpas por lo idiota que fui. Eres una gran amiga y no quise aceptarlo. Pero tu no te preocupes por eso, sólo regresa pronto. Quién sabe, quizá podríamos arreglar nuestros mal entendidos. Bueno, creo que puedo imaginarme tu rostro ceñudo por lo que acabas de leer. No pienso disculparme por eso.

          No sé muy bien lo que se debe decir en esta ocasión. Por favor, llena las páginas de este libro con todo lo que puedas dibujar, confío en que lograrás plasmar la belleza de Roma tanto como se te sea posible, así para cuando regreses a nosotros podamos ver Italia a través de tus dibujos.

          Regresa pronto, por favor. No me obligues a ir por ti, aunque Jem estaría encantado.

De tu más intimo, encantador y bello amigo,

William Herondale.

PD: Jem me pidió que agregara que va a extrañarte, por si te olvidas alguna de esas cien veces en las que te lo dijo, y que le envíes dibujos y relatos de tus aventuras.

PD: A mí también.

      Cuanto amaba a sus amigos, a pesar de la distancia igualmente lograban sacarle una enorme sonrisa. Aunque con algunas lágrimas. Guardó la nota en su lugar y cerró la libreta, mientras que con la mano libre limpiaba sus mejillas húmedas.

—¿Ángela, aún sigues despierta? —Edmund había vuelto a aparecer para interrumpir sus pensamientos.

—¿Sí? —preguntó amablemente luego de abrir la puerta para encontrárselo esperando en medio del pasillo.

—Me preguntaba si... no sé, tal vez... —titubeó, rascaba su cabello castaño como si estuviera nervioso o se hubiera arrepentido de algo—. Sé que es tu primer día pero, ¿quisieras entrenar conmigo? Mis hermanos se encuentran con mi madre justo ahora y quizás tú...

—Claro, sería buena idea. —Aceptó. De alguna forma u otra debía conocer la sala donde iba a entrenarse a partir de ahora.

—¿De verdad? —Edmund sonrió enormemente, a gusto con la respuesta de Ángela.

—Sí, sólo debería cambiar mi vestido por el equipo.

—De acuerdo, cuando estés lista sólo llama a mi puerta.

      De camino a la sala habían estado debatiendo qué instituto lucía mejor para Ángela, llegando a un acuerdo de que el de Londres era igual de magnifico que el de Roma, hasta que entraron a la enorme estancia y Angie quedó petrificada. El tamaño era como el de cuatro habitaciones juntas, lo que ya era mucho decir; del lado izquierdo relucían las armas serafines y otros tipos de armas pendían de la pared; del derecho estaban dispuestas las dianas y muñecos de entrenamiento. Sobre sus cabezas y a lo largo de la sala se encontraban las extensas vigas.

—¿Por dónde quieres iniciar?








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[EDITADO]

*I miei tesori: Si google traductor no se equivoca, la traducción correcta sería "Mis tesoros". (Perdón abuela, enséñame italiano plis)

*Vedo che apprezzi l'arte: "Veo que aprecias el arte".

*Non sopraffare il nostro invitato, fratellino: "No abrumes a nuestra invitada, hermanito".

      Hooola. Como la parte 2 fue extensa, no hice la actualización seguida :( pero espero que les guste este cap 

      Les dejo una pregunta para que la piensen bien: ¿Por qué los Ravenway, que ni siquiera tienen apellido italiano, están a cargo del Instituto de Roma?

      Aclaro que tampoco sé cuántos días te tomaba ir de Francia a Italia en carruaje, yo solo puse al azar y listo jajaja. Nunca voy a poner datos precisos, así que me disculpo de antemano 💚

      Creo que en la primera edición de esta historia atiné muy bien a algunas características del instituto sin siquiera haber leído sobre este antes, me siento a gusto con mi lado italiano oculto.

      Se suponía que Will no tenía que ser encantador (la maldición cof cof) pero no me resistí y agregué lo que había pasado en la versión anterior (mucho mejor que antes :D) porque me dio ternura.

      AH, y en el capítulo cinco alguien dijo que por qué escribía cosas tan hermosas. Paso a aclarar que en general, soy Shrek en esta foto... Creo que eventualmente van a terminar dándome la razón jajajaja.

ROSE CARSTAIRS 🌹:

(LadyOfShadows03)

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