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❝ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ɪɪ❞

«ᴍᴇ ᴠᴏʏ ᴘᴀʀᴀ sɪᴇᴍᴘʀᴇ»

    Ya había transcurrido una semana de haberse enterado que debía partir a Italia, un lugar totalmente desconocido para ella, y no tenía más alternativas que abandonar a su hermana, amigos e incluso su hogar, donde vagos recuerdos de sus padres aún prevalecían junto a ella. ¿Qué podía lograr una niña de once años para hacer que su tía desistiera de la decisión? A esa edad no era más que una pieza de juego a la que los mayores movían a su gusto; manejando su vida como si fueran los propietarios sin importar lo que sintiera ante sus acciones. De momento no era nadie.

    Según Charlotte, la Clave había transferido la custodia a Callida Fairchild pasando ahora a ser la tutora legal de Ángela. Y la verdad era que Italia no era lo único desconocido para ella, sino que también su tía lo era. No se habían visto desde el casamiento de su hermana con Henry Branwell, por lo que no esperaba un buen reencuentro entre ellas tres luego de la reciente noticia.

    Repasó una última vez la carta y luego arrugó el papel con furia, transformándolo en un bollo pequeño y lanzándolo lejos de ella deseando que las palabras de su tía jamás hubieran llegado a su vida.

     Despojándose de las lágrimas que anteriormente habían acariciado sus mejillas, prosiguió a tomar la libreta de dibujo de su escondite en la pantorrilla para contemplarla y esperar que la inspiración volviera a sus manos, deseosa por descargar su frustración en un dibujo. Pero no podía. No lograba focalizarse y eso la enojaba mucho más.
   
    Cerró con fuerza el cuaderno y dejó que las lágrimas volvieran a caer, empapando el cuero que cubría la tapa de la libreta y la tela de su vestido de tarde, sollozando inconteniblemente y rogando porque el día acabara lo más pronto posible.

    Se encontraba en el patio trasero del Instituto, donde prácticamente nadie asistía, para observar el atardecer o al menos lo que podía de él. No era como si el instituto tuviera la mejor vista desde ese lugar, pero valía la pena si de momento se mantenía alejada del resto. Cerró los ojos e intentó controlar la marea de emociones para dejar de llorar, ella no era así, era fuerte y valiente. Podría afrontar lo que estaba por suceder.

    Escuchó que alguien se acercaba desde detrás suyo y giró para saber de quién se trataba esta vez. Efectivamente, reconoció a Jem caminando hacia ella con un pedazo de papel arrugado en sus pálidas manos. Sus ojos oscuros repasaban lo escrito una y otra vez como si no fueran capaces de creer lo que leían.

—¿T-te irás? —preguntó confundido.

    Se sentó junto a ella en el suelo y le tendió la carta a Ángela disculpándose con una simple y adorable mirada, a lo que ella se encogió de hombros restándole importancia. Llevaban apenas siete días juntos y Ángela ya sentía que podía confiarle incluso hasta la vida a James, quien era muy atento y amistoso con ella, apoyándola cuando William le hacía daño o se sentía triste.

—Así parece —contestó y desvió su atención al suelo, no quería verse triste mientras la persistente mirada de Jem aún permanecía sobre su rostro.

—¿Pero por qué? —insistió.

—Me figuro que se debe a que mi tía quiere que estudie y entrene más, supongo un enorme peso para mi hermana mientras ella intenta dirigir el instituto —dijo pensativa. A lo mejor sí era por esas razones.

—¿Cuándo te marcharás?

—En unas semanas. —Soltó un suspiro de derrota.

     El silencio los rodeó por un instante, ninguno habló por temor a lo que las palabras podrían provocar en el otro y dejaron que el tiempo pasara con libertad. Para ser sinceros, no sabían qué decirse para intentar animar al otro, era como si las palabras se hubieran vaciado de sus mentes y quedaran en blanco total. Sus miradas estaban fijas en el sol ocultándose en el horizonte, perdiéndose como si cayera del cielo dejando oscuridad a su paso en lo que ellos permanecían quietos e incómodos.

     Jem estudiaba el cuaderno apresado entre las manos de Angie porque deseaba abrirlo y ver las maravillas y desastres que las hojas llevaban grabadas a tinta. La miró suplicante, logrando hacer que de sus rosados labios brotara una pequeña risa.

—Está bien —dijo en una sonrisa tímida—, haré una excepción y te permitiré ver mis dibujos. —Jem sonrió de igual manera y empezó a hojear las páginas, una por una, quedando sorprendido por lo que veía.

     Encontró dibujos de Charlotte y Henry tomados de la mano y sonriéndose mutuamente, luego otros de Will en la sala de entrenamientos o la biblioteca y de Jessie sentada en el desayuno. Cosas simples, como recuerdos o retratos normales, pero estos estaban cargados de sentimientos, expresando sus emociones por cada integrante de su familia en dibujos. También encontró paisajes y alguna que otra flor o animal, como los caballos Balios y Xhantos. Se detuvo en el dibujo que más llamó su atención y que parecía ser muy reciente; eran él y Will, aquel chico con corazón de piedra, en la sala de entrenamientos practicando el lanzamiento de dagas.

—Es... —Estaba sin palabras.

—Lo siento, es que fue lo primero que vino a mi mente y lo dibujé. —Le arrebató el cuaderno de las manos repentinamente avergonzada.

—No, no, es hermoso. —Aseguró con sinceridad—. Aunque me gustaría ver un dibujo de mí en tu libro. —Bromeó.

     «Si tan sólo supieras», pensó Ángela.

—Lo intentaré algún día. —Sonrió de la forma en la que Jem había esperado ver en toda la mañana: con mucha alegría a causa de él.

—Es una promesa.

—Así es, antes de partir prometo entregarte un dibujo, ¿pero qué quieres que dibuje? —preguntó pensativa.

     James lo meditó unos cortos minutos intentando decidir qué tipo de dibujo elegiría para atesorar por siempre.

—Tal vez un retrato tuyo. —Aventuró—. Quiero decir, para que todos podamos recordarte mientras estés ausente.

—Suena algo triste. —Frunció el ceño un poco disgustada.

—Y tú podrás llevar un dibujo de mi rostro para recordarnos mutuamente. —Propuso en una brillante sonrisa, aunque luego creyó que la idea no le iba a gustar a la castaña, él no se consideraba lo suficientemente atractivo como para ser retratado. Ángela pensaba todo lo contrario.

—Sabe negociar muy bien, señorito Carstairs. —Sin dejar pasar otro segundo, sintió que la inspiración para dibujar volvía y se apresuró a tomar sus lápices para iniciar, acomodándose frente a Jem mientras elegía una hoja en blanco.

     Él observó con atención cómo Angie empezaba a mover su lápiz por el papel con naturalidad; trazando líneas y otras formas para estructurar su dibujo como si le fuera igual de fácil que respirar. Le llevó su tiempo acabar con el que sería el cabello de Jem para continuar con el rostro, aplicando más técnicas para capturar el brillo que regalaba su mirada cada vez que la veía a ella y deslizando el lápiz para formar la nariz y los pómulos, siguiendo con los labios y el mentón hasta completar el rostro. Para replicar la vestimenta no puso mucho empeño, pues sólo quería retratar el rostro, aunque sí logró que las runas prematuras resaltaran un poco y agregó otras que él no tenía alrededor del cuerpo para darle otro aspecto. Incluso trazó un poco de paisaje para no quedar tan vacío, como la banca de piedra en la que estaba sentado y lo que se podía apreciar del Instituto a sus espaldas.

     Jem estuvo a punto de pedirle la libreta para contemplar con mejor ángulo el dibujo, pero una voz interrumpió su accionar.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Will inexpresivo.

—Ángela estaba dibujando —respondió Jem.

—¿Dibujando? —inquirió un poco ofendido—. ¿A ti? —Señaló a James.

—¿Te molesta? —replicó Angie—. Jem se merece ser retratado infinitas veces, Will.

—Sí, por supuesto —masculló—. Charlotte me pidió que viniera a buscarlos para la cena, si es que no están demasiado ocupados dibujando, claro —espetó de mal humor.

     Ángela soltó una pequeña y casi imperceptible risita, luego aceptó la mano que le ofrecía Jem para ponerse de pie y caminaron muy pegados del otro hacia el interior del Instituto.

—Prefiero que Will no sepa nada sobre la carta que leíste —dijo en tono confidencial—, quiero contárselo después.

—Cuenta conmigo, no diré nada. —Prometió sobre su oído.

🦋🦋🦋

     Cuando arribaron al gran comedor se encontraron con la cena ya servida en el centro de la mesa. Como siempre, Jessie ya estaba ubicada junto a la cabecera frente a Henry, que para sorpresa de todos había llegado temprano, y sólo faltaba que Will, Angie y Jem tomaran asiento para dar inicio a la cena.

     Will se sentó junto a Henry y le dedicó una profunda mirada a Ángela como esperando a que ella se ubicara junto a él, pero Angie ya había tomado su lugar a un lado de Jessamine y Jem le siguió casi al instante.

—¿Van a contarnos dónde han estado casi toda la tarde? —cuestionó Lottie, tal vez sospechando de que ciertos niños habían vuelto a escapar.

—En el patio trasero —respondió Jem con gentileza—. Es un bonito lugar.

—Un desagradable lugar. —Corrigió Jessie en una mueca—. Jamás lo consideraría un bonito espacio, carece de elegancia y estilo, no es más que un espacio sucio y verde. Totalmente sin gracia —refutó. Con tan sólo once años, Jessamine Lovelace tenía un muy entrenado sentido para la moda y decoración.

—Sólo es un patio y ya, Jessie. No todo debe contener perlas brillantes y colores a la moda —dijo William, siempre llevándole la contra a la rubia.

     Jessie abrió la boca indignada y, antes de que se pusiera a gritar con histeria, Ángela dijo:

—Lottie, tenemos hambre, ¿podemos comer ya? —Su hermana le hizo un gesto agradecida por haber evitado una pelea y pidió que empezaran a servir la cena.

     Ángela había optado por llenar su plato con abundantes verduras y apenas un trozo de pollo asado y arroz, aún sentía esa molestia en el estómago luego de ser notificada que debía abandonar su hogar, su vida. En cambio, los muchachos disfrutaban demasiado de los trozos de carne que Agatha había marinado en su salsa especial y secreta. Will profería pequeños ruiditos de satisfacción y Jem saboreaba el arroz con mucho entusiasmo, quizá recordando algún platillo típico de Shanghái, aunque la comida londinense estaba muy lejos de asemejarse.

     Angie le dedicó pequeñas sonrisitas que ninguno pudo captar, pensando que los extrañaría con todo su corazón y estaba segura de que en las próximas y futuras cenas recordaría los sonidos que hacía Will al comer. Evitó largarse a reír en ese momento. Sí, los extrañaría a todos. Al principio le pareció injusto, pues no quería dejar a su familia, pero ¿y si su tía estaba en lo cierto? Observó a Charlotte, que en ese instante estaba entablando una suave conversación con su esposo, y se dijo a sí misma que en realidad sí estaba siendo una carga para su hermana. Quizá ella decidiría tener hijos muy pronto, quién sabe, Lottie siempre deseó formar su propia familia, y Ángela podría estar siendo tanto un impedimento o un estorbo, cuidar de ella llevaba mucho tiempo del cual a veces Charlotte no disponía.

     Quizás era mejor irse. Decir adiós y vivir algo nuevo, ¿eso estaba bien? Siempre existía la posibilidad de volver a visitar Londres, de tomar el té con Jessamine en un par de años –si es que Jessie aceptaba porque parecía despreciar a Angie casi siempre–, otra posibilidad de combatir demonios codo a codo con William y tal vez también con Jem y, además, ser aconsejada por su hermana mayor sobre la vida y disfrutar de los inventos de Henry.

     No lo supo en ese momento, pero ya se sentía lista para partir.

—¿Por qué tienes esa expresión en tu rostro? —inquirió Will agitando una pata de pollo en su mano.

—No tengo nada. —Se excusó ella para volver su atención a la comida.

     No había notado que todo ese tiempo que llevaba pensando sus manos se habían cerrado sobre los laterales de la silla, apresando la madera con fuerza logrando que sus nudillos se volvieran más pálidos. Y que la cálida mano de Jem se encontraba sobre la suya, dándole apoyo en silencio mientras le dedicaba una mirada tranquila. Al instante los músculos tensos en ella se relajaron.

—Pareces haber visto un fantasma. —Siguió Will.

—¿Sabes, Will? —dijo Ángela—. Siempre me pregunto si cada vez que comes pollo o pavo no te viene a la mente el recuerdo de un pato, quiero decir, físicamente son similares ¿no?

     Will dejó caer la pata de pollo y el tono de su rostro cambió a uno verdoso descompuesto.

🦋🦋🦋

     Cuando la cena llegó a su final, Lottie le pidió a su hermana que la acompañara a la biblioteca un instante para hablar un tema privado. Ya se imaginaba qué tema sería ese.

—¿Y bien? —Lottie dejó caer su peso prolijamente en el borde de la alargada mesa—. ¿Cómo has estado?

—Bien —respondió un poco tímida sin saber por qué se sentía así. Era con su hermana con la que estaba conversando.

—Puedes decirme la verdad —repuso ella en tono suave—, quiero saber cómo te sientes respecto a mudarte a Italia —dijo esforzándose por no llorar.

—Creo... creo que necesito pensarlo un poco más —contestó. No iba a decirle que ya no le preocupaba ir a un lugar desconocido con Callida porque estaba segura que haría que Lottie se quebrara frente a ella.

—Podemos posponerlo si así lo deseas. —Avanzó hacia ella y reposó en el sillón en el que Ángela descansaba—. Hablaré con ella y si tengo que convencerla lo haré. —Sostuvo las manos de su hermanita con delicadeza.

—¿Es bueno irse, Charlotte? —preguntó inesperadamente—. Quiero decir, ¿a veces es bueno alejarse de lo que uno más ama para conocer y aprender cosas nuevas?

     Lottie pareció pensarlo un largo rato.

—Lo es, sí. —Asintió lentamente—. Es bueno tomar distancia algunas veces, ver el mundo con tus propios ojos y, sobre todo, vivirlo. No debes ver el mundo desde la perspectiva de alguien más, incluso si yo te dijera una vez que el cielo es verde y el césped rojo, tendrás que salir tu misma para averiguarlo y formar tu propia opinión sobre lo que ves y experimentas. —Angie sopesó sus palabras con mucha atención—. No vivas la vida a través de mí o de alguien más, vive la vida a través de ti.

—¿Entonces está bien si decido irme a Italia? ¿Nadie se enojará conmigo? —Charlotte sonrió levemente.

—Nadie debe enojarse por algo como eso, Angie. A mí me provoca tristeza porque mi pequeña se irá lejos, pero a la vez me pone feliz saber que conocerás lugares nuevos y a otros Cazadores de Sombras, a ti que tanto te encanta hacer amigos.

—¿Crees que voy a agradarles? —Continuó preguntando un tanto atemorizada.

—¡Por supuesto que sí! Eres la niña más amigable que cualquiera puede conocer, todos querrán ser tus amigos en cuanto te vean, ya lo sabrás. —Rodeó a Ángela con sus brazos y la atrajo en un fuerte abrazo fraternal—. Sólo no olvides una cosa, Angie. Recuerda que te amamos y que te estaremos esperando con los brazos abiertos.

—Volveré, Lottie. —Prometió—. Sabes que siempre volveré a ti.

🦋🦋🦋

     Charlotte le había pedido a su hermana que volviese a su habitación para descansar, pero Ángela sospechaba que ella la había despachado de la biblioteca para poder llorar a solas un rato. Cosa que la hacía sentir peor.

     Pero Ángela no tenía sueño. Las palabras de su hermana aún rondaban por su mente y seguía todavía sin tomar una decisión. Tal vez distraerse un poco la ayudaría a despejar la mente. En lugar de subir las escaleras de camino a su cuarto, se desvió para adentrarse en la sala de entrenamientos sin que nadie la atrapara en medio de la acción. De la mesa de armas extrajo unos cuantos cuchillos y se paseó por la estancia pensando en todo.

     Se sentía un poco egoísta por abandonar a Charlotte y triste por tener que desistir en sus esfuerzos para volverse amiga de Will, había avanzado mucho el último tiempo y ahora él la seguiría viendo como la misma niña insoportable de siempre. También estaban los demás, quería mucho a Henry e iba a extrañar sus inagotables charlas sobre artefactos mecánicos de los cuales ella desconocía rotundamente. Y Jem, a él también lo iba a extrañar.

     Lanzó el primer cuchillo a la diana.

     James Carstairs se había vuelto tan importante para ella como lo eran Will, Charlotte, Henry y Jessamine, y al que todos ellos, se ganó un lugar en el corazón de Ángela, que también le dolía dejarlo. ¿Por qué todo tenía que complicarse?

     "Creo que Ángela necesita una nueva etapa en su vida." Rezaba la carta de tía Callida. ¿Ella qué sabía de las necesidades de Ángela? Ni siquiera la niña estaba segura de recordar el rostro de aquella mujer y la señora hablaba de Ángela como si fueran íntimas conocidas.

     Lanzó otro cuchillo más.

     Sí, claro, de seguro Ángela necesitaba una nueva etapa en su vida. Cómo no.

     La tercera daga se había incrustado en la pared muy por debajo de la diana.

—Creo que llegué en mal momento —murmuró Jem ni bien había abierto la puerta de la sala.

—No, está bien, Jamie. Pasa. —Angie dejó sus pensamientos de lado y dejó que su amigo se acercara.

—¿Entrenando a estas horas? —preguntó viendo a los cuchillos clavados en la pared.

—Sólo quería pensar un momento antes de ir a descansar.

     Jem caminó hacia la diana y extrajo los cuchillos que encontró, volviendo sus pasos en dirección a la castaña y tendiendole las armas tranquilamente.

—Ha pasado un tiempo largo desde la última vez que alguien me llamó Jamie —mencionó en una pequeña sonrisa.

—¿Está mal si te llamo así? —inquirió ella un poco avergonzada—, creo que es un lindo apodo.

—Lo es si sólo lo dices tú. —Ángela recibió aquel comentario con una enorme sonrisa.

—De acuerdo, de ahora en adelante serás Jamie para mí. —Jem profirió una corta risa, muy a gusto con la propuesta.

—¿Sabes? He visto a Will hace unos minutos, lucía bastante alterado luego de la cena.

—Sí, aún debo hablar con él. —Asintió apenada—. Pero me figuro que se ha comportado así por mi comentario sobre los patos.

—Tal vez, —Concordó Jem—, aunque creo que será mejor que de verdad hables con él sobre... bueno, tu partida —dijo en tono bajo y algo triste.

—¿Crees que éste sea el momento?

—Mientras más pronto lo sepa mejor resultará todo después. —Se encogió de hombros.

—Sí, tienes razón —repuso en tono pensativo—. Iré a hablar con él ahora mismo, con permiso.

     Se despidió de Jamie con un suave beso en su mejilla y salió en busca de Will a paso firme. En el camino sintió que sus mejillas se sonrojaban por lo que acababa de hacer, mas no le dió importancia en cuanto encontró al pelinegro de mal genio deambulando de arriba abajo en el pasillo de las habitaciones.

—Will —llamó con gentileza, pues si lo asustaba en plena oscuridad y de imprevisto estaba segura que él se alteraría bastante.

—Angie, ¿dónde diablos te habías metido? —exclamó Will de mal humor.

—Estaba con mi hermana en la biblioteca, ¿qué sucede? —Se acercó un poco más y notó que él había estado esperando justo frente a la puerta de su habitación, con un ademán lo dejó ingresar y mientras Will se acomodaba sin la menor preocupación, ella se dispuso a encender una vela para iluminar un poco su cuarto.

—Eso mismo me estoy preguntando sobre ti, los últimos días has estado comportándote extraño —refunfuñó.

—Ahora soy la que se comporta extraño, qué irónico —susurró levemente molesta—. Creí que no te importaría el hecho de estar lejos de ti unos instantes ya que eso es lo que has intentado lograr desde que te conocí.

     La mirada distante de Will gritaba que no estaba para nada cómodo con el rumbo que tomaba la conversación.

—Ya empezaba a acostumbrarme a tu ruidosa compañía —dijo en un tono gélido, apartando la mirada de ella y enfocándola en la pequeña vela que se consumía frente a él.

     Ángela se preguntaba desde cuándo los ojos de Will se habían vuelto tan oscuros e intensos, siempre los recordaba de un tono azul suave casi celeste, pero ahora lucían como una embravecida tormenta en altamar.

—Yo... —titubeó buscando las palabras correctas—. Yo me voy, Will. —Confesó con los ojos fuertemente cerrados, temiendo observar la expresión de William luego de soltar la gran noticia.

—¿Pero qué dices? —Lo escuchó reír—. Si esta es tu habitación, ¿por qué habrías de irte?

     Ángela abrió uno de sus ojos oscuros y lo fijó en Will, quien sonreía burlón ante la actitud de la castaña. Claramente no había entendido sus palabras.

—No, no me refería a dejar mi habitación —explicó—. Quiero decir que me iré de Londres, Will. Me voy para siempre.












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[EDITADO]

     HOLA, ¿cómo han estado?

Les dejo la nueva versión de éste capítulo que sin dudas amé, sobre todo la conversación entre Angie y Lottie.

   Quería decir que hoy se terminó el warbot en Twitter de TSC en el que participaba y finalmente puedo asegurar que tengo un poco más de tiempo para seguir editando y leyendo. Tengo que terminar El Héroe Perdido de Rick Riordan o lloro.

     Espero que estén bien, las amo. Gracias por siempre comentar y votar, me hacen muy feliz 💚

—Rose Carstairs 🌹
L a d y   O f   S h a d o w s   03

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