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❝ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ xᴠɪɪ❞

«ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴍᴀ́ɢɪᴄᴀ»

      No llevaba más de veinticuatro horas en Londres y ya había arrasado con el buen clima de la cena en cuestión de segundos. Vaya persona que era.

      Las miradas expectantes siguieron sobre ella por al menos un par de minutos en los que todos se mantuvieron en silencio aguardando a que la castaña soltara un poco más de información para aclarar las dudas latentes, pero no hacían más que incomodarla y obligarla a sentirse la peor persona del mundo al decidir que de momento se guardaría las novedades hasta nuevo aviso, puesto que aún necesitaba investigar para estar segura de lo que diría o si debería decírselos. Eso no quitaba el hecho de que había arrojado una poderosa bomba sobre la mesa y que tendría que afrontar las consecuencias venideras por su reciente adquirido hábil don de la mentira.

—Lo siento, es todo lo que sé —dijo a modo de respuesta a la docena de preguntas que había recibido.

      La expresión de preocupación en Charlotte incrementó aún más.

—Entonces continuemos con la cena por favor.

      Los ojos de Ángela se dirigieron hacia Henry cuando recordó que aún tenía que pedirle un favor especial.

—Angie, ya cuéntanos qué tal la vida en Italia —rogó Jessamine—. ¿Has encontrado al candidato perfecto para casarte? —La pregunta fuera de lugar de la rubia y la mirada picara en su rostro lograron que la castaña se atragantara con la bebida y entrara en un ataque de tos, que Will escupiera el licor que había estado tomando y que Jamie dejara de lado su porción de comida para enfocar sus ojos platinados sobre Ángela un tanto preocupado. De nuevo todos se sintieron ansiosos por respuestas.

—¡Jessamine! —recriminó William.

—No responderé eso —dijo Angie con incomodidad.

—¿Eso quiere decir que te has encontrado un posible candidato? —inquirió Lottie escandalizada.

      Jem bajó la cabeza apenado.

—¡Por supuesto que no! —Ángela necesitaría de un poco de brandy para relajarse antes de que su rostro carmesí delatara su nerviosismo. ¿A qué se debían tantas preguntas incómodas?—. ¿Podríamos conversar sobre otro asunto?

—Bueno, es que he oído que los Ravenway son sumamente atractivos —repuso Jessie ganándose una mala mirada por parte de Will.

—¿Se puede saber desde cuándo te interesan los nefilim, Jessie? Hasta ayer huías despavorida lejos de los cazadores de sombras.

      Y como para no perder la costumbre, Will y Jessamine se sumergieron en una intensa discusión que muy seguramente acabaría con la vajilla volando por los aires.

      Ángela reconoció que en su interior había añorado las peleas entre ellos y la calidez del hogar, estar rodeada por la familia era una de las sensaciones más hermosas que experimentaba. Ahora solo deseaba una buena copa de cualquier bebida alcohólica para deshacerse del dolor que sentía, el cual parecía haberse instalado por tiempo indefinido en su interior sin intenciones de querer desaparecer.


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      Finalmente, tras varios embarazosos momentos, la cena había culminado en nuevos y gratos abrazos de bienvenida para Ángela y luego todos se dispersaron a sus respectivas habitaciones y oficinas. Seguramente Will y Jem habrían salido a patrullar y Charlotte a atender asuntos del Instituto, por lo que Angie optó por subir las escaleras a paso acelerado y dirigirse a la sala de entrenamientos para descargar un poco de tensión. Sería la primera vez que entrenaría sin Edmund.

      «Prometimos que iríamos a donde el otro fuera, pero ahora no podrás venir a donde yo voy ni yo a dónde tú estás porque me pediste que siguiera aquí. Te juro que intentaré reunirme contigo lo antes posible, mi parabatai, porque mi vida sin ti ya no es una vida, sino un infierno. Se paciente y aguárdame, mi partida no habrá de tardar.» expresó en su interior.

      A pesar de no sentirse entusiasmada con la idea, rogaba en su interior porque el día finalizara para ver qué tenía preparado el destino para ella a la mañana siguiente. Ya bastante disgusto había generado al mencionar a los Lightwood planteando alianzas con Callida, sobre todo sintiéndose aún peor luego de darse cuenta que estaba ocultándole a su familia lo que venía arrastrando desde mucho antes de la muerte de su parabatai, ¿pero qué obtendría diciendo todo eso? ¿Justicia? Ángela era fiel creyente de que la justicia no se generaba con palabras, sino con actos, y sabía que a partir de ahora debía hacer muchas cosas para obtener todo lo que le habían arrebatado en sus largos seis años fuera de casa.

      Habría sido mejor permanecer en Italia para iniciar su investigación en el lugar de origen. ¿Qué sentido tenía empeorar las cosas al seguir mintiendo porque su tía lo había ordenado? ¿Qué era eso tan preciado que Callida, Benedict y Lauren estaban ocultando a los demás? ¿Qué tipo de negocios llevaban a cabo?

      Con un nudo en su pecho por la incertidumbre acabó arrastrándose hasta la sala de entrenamientos ubicada en el ático del Instituto.

      Una vez dentro admiró en silencio la habitación la cual seguía tal y como estaba antes; con la amplia mesa apoyada en la pared izquierda rebosante de armas, la pared derecha cubierta de espadas, mazos y lanzas para entrenar, las vigas sobre su cabeza y los viejos muñecos de madera abandonados en uno de los rincones esperando para ser utilizados. Respiró profundo y se acercó a la mesa que contenía los cuchillos serafines, decidiéndose en empezar con las dagas arrojadizas para afinar su puntería.

      Se situó en el centro del cuarto frente a la diana pintada en la pared y enfocó su atención en el círculo del medio, tomando la daga desde la hoja afilada y estirando el brazo hacía atrás antes de lanzar el arma. Cada tiro parecía llevar consigo un trozo de la furia que Ángela venía acumulando hacía ya tiempo atrás, volviendo cada lanzamiento un poco más intenso que el anterior acompañado de profundas exhalaciones y gruñidos mientras la concentración pasaba a segundo plano, dejando que las dagas se incrustaran en cualquier lugar en la madera sin importar si daba en la diana o no.

      «¿En qué estabas pensando, Ángela?» Se reprochó con rabia. «Fue una mala decisión volver, ¿por qué tuve que obedecerla?».

      Limpió el sudor de su frente y se acomodó el vestido desarreglado debido a los feroces movimientos anteriores. Exhaló un poco más relejada y se dispuso en juntar las armas que había utilizado, las cuales estaban desperdigadas por todo el suelo, para luego devolverlas a su lugar.

—Usualmente usamos nuestros trajes de combate para entrenar —dijo la voz de Will desde la entrada de la sala—. Pero creo que tienen una manera diferente de hacerlo en Italia. —Tomó una de las dagas que se encontraban cerca de la puerta para luego devolvérsela a la castaña mientras la observaba con un gesto burlón. Se encontraba muy feliz luego de volver a ver a su amiga.

—No te preocupes, ya estaba de salida —repuso ella en tono neutral encaminándose hacia la mesa de armas para depositar cuidadosamente los cuchillos sobre la misma, aún sintiendo la mirada de Will clavada en su espalda.

      Sabía que el pelinegro estaba merodeando detrás suyo con miles de preguntas recorriéndole la mente, quizás decidiendo cuál formularía primero en lo que Ángela se ocupaba de ordenar el desastre de las dagas.

—Noté que has cambiado mucho en estos seis años que has estado lejos —objetó él—. ¿Cómo ha sido tu vida en Roma?

—¿Qué debería decir al respecto, Will? —inquirió enarcando una ceja aunque no pudiera observar su rostro puesto que permanecía de espaldas a él—. Las personas cambian con el tiempo, para bien o para mal, eventualmente cambian.

—¿Y tú en qué sentido has cambiado? ¿Para bien o para mal?

—Aún debo averiguarlo —respondió en un susurro, saliendo de la sala con Will pisándole los talones.

—Cuando lo averigües no dudes en notificarme. —Pidió él—. Temería perderme la novedad.

—Serás el primero en saberlo, sí —expresó en tono sarcástico y acelerando el paso para tomar ventaja de Will.

—Una cosa más —dijo este trotando tras ella para alcanzarla, cansándose de perseguirla y tomándola del brazo para que se detuviera al menos por un segundo—. No has respondido a ninguna de mis cartas.

      «Genial, alguien de verdad no quería que supiera nada sobre Londres» pensó con amargura.

—Lo sé —suspiró molesta con la situación—. Se lo he dicho a Jem antes y la verdad es que no me ha llegado correspondencia de ninguno de los dos. —Observó la expresión dubitativa en Will antes de agregar:—. Por cierto, él me ha dicho que ahora son parabatai, felicidades. —Siguieron avanzando por los pasillos en absoluto silencio hasta que se detuvieron frente a la habitación de Ángela y ella lo miró expectante, intentando descifrar si Will diría algo más o solo se mantendría callado observándola fijamente con expresión rara—. ¿Sí?

—Sigo sin poder descifrar qué ha cambiado en ti —contestó pensativo.

—Espero que puedas descansar con la incógnita aún en tu mente —dijo mientras ingresaba a su cuarto.

—¡Aguarda! —exclamó antes de que ella cerrara la puerta en su rostro—. Sobre los Lightwood... —Ángela cerró la puerta en medio de un resoplido molesto sin permitirle a Will terminar la frase.


🦋🦋🦋


      Will sintió el roce de la madera sobre su nariz y luego la sensación de hormigueo y picazón en la zona afectada, soltando insultos por lo bajo en gaélico mientras masajeaba la nariz adolorida y reprimiendo las lágrimas acumuladas producto del golpe.

      «Al menos si hubieras respondido mis cartas tal vez tú serías mi parabatai ahora. Así jamás tendrías que haberte ido lejos.» Se dijo Will internamente, regresando sus pasos por el corredor para internarse en su habitación a verificar el estado de su nariz.

      Después de todo, William no era el único lleno de curiosidad. Jem ansiaba descubrir la respuesta a todos los enigmas que había traído Ángela consigo a Londres, o siquiera encontrar una explicación ante el cambio rotundo en la actitud de la castaña. Siempre habían creído que, dado un posible reencuentro, verían las incansables sonrisas en su rostro y recibirían fuertes abrazos todo el tiempo, llenándose de una felicidad inexplicable que solo Ángela desprendía. Ahora cada vez que la observaban se topaban de bruces contra un inmenso muro de hielo que les impedía apreciar a la auténtica Ángela Fairchild tras el cristal. Y eso los asustaba.

      ¿Qué tanto debía experimentar una persona para cambiar drásticamente?

      Jamie detuvo sus pasos en medio del pasillo cuando vio a Will desaparecer en el otro extremo, preguntándose si habría estado anteriormente conversando con la castaña, girando hacia la puerta de la habitación de Angie –ubicada justo frente a la de él– mientras se debatía si debía llamar a la puerta o no, decidiéndose en bajar la mano rendido. A lo mejor Ángela necesitaba tiempo a solas para habituarse de nuevo en su cuarto. Mañana podrían conversar más tranquilos.


🦋🦋🦋


      Ángela no había logrado conciliar el sueño como predijo, pasando toda la noche sentada al borde de la cama mientras revolvía el interior de la caja que portaba el emblema Ravenway y Fairchild, recordando sonsamente cuando Edmund le había pedido que lo dibujara a modo de celebración por su recuperación tras días inconscientes por culpa de una extraña fiebre luego de la unión parabatai. Diagnostico que había dado Benedict Lightwood.

      Ella sabía que debía recordar algo respecto a ese hombre pero no podía descifrar qué era.

      Sus pensamientos y recuerdos se vieron interrumpidos cuando Sophie llamó a la puerta para anunciar que el desayuno iba a estar listo a la brevedad, ofreciendo su ayuda para vestir a la joven Fairchild pero ella se negó rotundamente, rememorando el hecho de que las heridas en su espalda aún no habían sanado por completo y le aseguró a Sophie que podía vestirse por sí sola esa vez. Eligió un vestido sencillo color rosa pastel con encaje en blanco y luego bajó hasta el comedor para reunirse con los demás, encontrando solamente a Lottie y Jessamine en sus lugares.

—Buen día —saludó mientras se ubicaba junto a Jess, quien no dejaba de examinar el vestido que la castaña había escogido para esa mañana.

—¡Angie, cariño! ¿Cómo ha sido tu primera noche en Londres luego de mucho tiempo? —preguntó su hermana mayor con una sonrisa encantadora.

—Bien, muy cómoda, gracias por preguntar —respondió enfocando su mirada cansada en su taza de té, deseando repentinamente desayunar un par de cannolis italianos recién horneados como solía desayunar en Italia a menudo.

—Adoro tu vestido, Ángela. —Señaló Jessamine—. Debería conseguir uno como ese. Dime, ¿es italiano o lo has comprado antes de llegar al Instituto?

—Lo hicieron para mí en Roma, ¿por qué preguntas? —inquirió Angie un poco a la defensiva, aún no olvidaba la mención del casamiento y eso la hacía sentir incomoda.

      Los ojos de la rubia brillaron de deseo.

—Quiero uno —susurró antes de regresar a su desayuno.

—Señorita Gray —exclamó Charlotte en cuanto una joven de cabello castaño y tez pálida se arrimaba a la mesa con timidez.

—Buenos días —expresó un tanto nerviosa.

      La joven señorita Gray lucía de la edad de Ángela, cargando una tierna expresión de inocencia en su rostro delgado, con un cabello castaño deslumbrante y bellos ojos grises. De su pecho resaltaba un hermoso collar de un ángel metálico que contrastaba con el vestido celeste que se le había obsequiado, el cual Angie sospechaba, le quedaba demasiado ajustado y era probable que la hiciera sentir incómoda dentro del vestido. Tal vez la castaña debería prestarle alguno.

—Ángela, Jessamine, les presento a la señorita Theresa Gray. —Presentó Charlotte—. Señorita Gray, le presento a mi hermana menor, Ángela Fairchild y a la señorita Jessamine Lovelace. —Indicó con un elegante movimiento de mano a cada una de las jóvenes—. Lamento no haber podido ir por usted para guiarla hasta aquí, pero espero que la compañía de Sophie bastara para eso.

—Es un gusto conocerla, señorita Gray —saludó Angie al recordar que era la joven que había arribado al Instituto horas antes que ella.

—Puedes llamarme Tessa.

—Por supuesto. —Accedió Ángela.

      Tessa se las quedó observando en silencio incluso luego de que Charlotte le indicara que podía tomar asiento frente a las chicas. Ángela le dedicó una corta mirada y la otra castaña le sonrió levemente, gesto que Angie no correspondió, y luego todas enfocaron su atención en la estruendosa entrada que había hecho Will, quien ingresaba al comedor enérgicamente a pesar de ser las siete de la mañana.

—Buenos días —dijo Charlotte hacia el pelinegro y este solo asintió con la cabeza distraído, tomando asiento junto a Tessa y sirviéndose un poco de té.

      «¿Dónde guardarán el whisky?» Se preguntó Ángela mientras buscaba con la mirada en cada rincón de la habitación algún indicio de bebidas alcohólicas.

—Maleducado —masculló Jessamine en dirección a Will.

—¡Ah, Jessamine! No había notado que estabas aquí —replicó él y desvió su mirada azulada hacia Ángela, percatándose de las ojeras bajo sus ojos castaños—. Hola, Angie. ¿Has descansado bien? —La recién nombrada le regaló una mirada filosa y enarcó una ceja, ¿desde cuándo le interesaba si descansaba bien o no? En la infancia ni siquiera le había dedicado los buenos días. Devolvió su vista hacia la mesa y optó por no responderle—. Vaya, pero qué entusiastas hemos amanecido —susurró—. ¿Dónde se encuentra el insensato de tu marido, Charlotte? ¿Y Jem?

—Henry está de camino y Jem tuvo uno de sus días, decidió ausentarse hasta recomponerse —respondió en una mueca fría, advirtiéndole algo con la mirada a Will que nadie supo descifrar.

—¿Cómo que uno de sus días? —cuestionó Ángela a su hermana—. ¿Se encuentra bien? ¿Es grave? —El corazón de la castaña aleteaba preocupado. ¿Habría sido ocasionado por su enfermedad? seguía preguntándose. No iba a decirlo, pero en Italia había estado investigando por su cuenta los efectos del yin fen y no era nada bueno.

—Se pondrá bien. —Lottie puso fin al asunto carraspeando suavemente la garganta y dándole un sorbo a su bebida caliente.

—Lottie, amor —llamó Henry haciendo acto de presencia. Llevaba una de las mangas de su chaqueta llameando a la altura de su codo y el fuego avanzaba hasta el hombro. Todos sospechaban que era cuestión de segundos para que su cabello del color del jengibre pronto se incendiara también—. He estado analizando el sensor...

—¡Henry! —exclamó Charlotte horrorizada.

—¿Sí? —dijo este ajeno al fuego.

—Tu brazo, Henry —señaló Ángela con prisa y poniéndose de pie—. Se está incendiando.

      Por fortuna, Will había sido más rápido que el resto y corrió hacia uno de los floreros para verter el contenido sobre Henry, extinguiendo las llamas al instante.

—Oh, vaya. Gracias, Will —dijo el pelirrojo con una sonrisa.

      Las flores lilas ahora adornaban el traje gris empapado y una pequeña nube de humo se alzaba sobre su brazo izquierdo, donde la tela chamuscada emitía leves gorgoteos y brotaban gotas de agua sobre el suelo.

—Henry, acompáñanos a desayunar por favor —pidió su esposa.

—Claro, claro. —Henry se sentó junto a Charlotte y le dedicó una corta mirada a Tessa—. ¡Yo te conozco, sí! ¡Me mordiste! —dijo asombrado sin ninguna pizca de molestia, sino más bien divertido, como si el hecho de que Tessa lo hubiese mordido le maravillara.

      Todos observaron a la invitada.

—Tessa —llamó Ángela—. ¿Cómo es que has llegado al Instituto?

      Tessa se vio repentinamente cohibida por la atención.

—El señor Herondale me rescató de la casa en donde me mantenían cautiva y me trajo hasta su Instituto para ponerme a salvo. —Sentado junto a Tessa, Will sonreía orgullosamente ante las palabras de la castaña.

—Unas señoras a las que apodan Hermanas Oscuras la habían secuestrado cuando llegó a Londres —agregó Charlotte—. ¿Sabe algo sobre el Club Pandemónium?

—Creo haber visto ese nombre en el carruaje de las hermanas.

—Es una organización de mundanos que intentan invocar demonios utilizando magia oscura —explicó Lottie.

      Ángela no estaba entendiendo mucho de lo que estaban conversando pero tampoco quería perderse entre sus pensamientos, le aterraba lo que podría encontrar allí, así que concentró toda su atención en tratar de seguir el hilo de la charla para captar de qué iba todo.

—Luces cansada —Will se inclinó sobre la mesa para susurrarle mientras que Tessa y Charlotte compartían datos—. ¿Está todo bien?

—Sí, de maravilla —respondió sin una pizca de humor.

      Cuando Charlotte pasó a nombrar la investigación que realizaba Will la noche anterior, este compartió varios detalles de lo que había encontrado. Mencionó un símbolo de uróboros, el de las dos serpientes que se mordían mutuamente la cola, y que eso lo llevó a buscar información al Club Pandemónium donde lo derivaron a la casa de las Hermanas Oscuros que, según le habían dicho, funcionaba como un burdel. Tessa se sonrojó levemente ante esa mención. Y luego Will había encontrado a la joven Gray presa en una de las habitaciones.

—¿Crees que el hermano de la señorita Gray tenga el mismo poder que ella? —preguntó a Charlotte—. ¿Será por esa razón que lo han secuestrado a él también?

—Nate no es como yo, jamás ha demostrado ser tal cosa —intervino Tessa—. Aunque bueno, tampoco sabía de este don hasta que las Hermanas Oscuras me capturaron.

—¿Y cómo se siente? —preguntó Jessie—. Debe ser extraño enterarse sorpresivamente que es una subterránea, ¿no? ¿Cuál es su marca? —indagó interesada.

—¡Jessamine! —reprendió Charlotte—. ¿Qué manera es esa de hablarle a nuestros invitados?

—¿Marca? ¿Qué clase de marca? —A Tessa se la notaba bastante desconcertada sobre el asunto.

—Los brujos son reconocidos a simple vista por portar una marca que los distingue del resto —explicó Ángela como si estuviera recitando un manual de instrucciones, con un tono constante y carente de emociones, aburrido—. Pueden ser alas, la piel de un color llamativo, cuernos, cola, ya sabes. Alguna de esas cosas.

—Yo..., tengo una cicatriz que me hice a los seis años en la pantorrilla —balbuceó inocentemente.

      Ángela soltó una pequeña sonrisa casi imperceptible, Tessa comenzaba a agradarle y mucho más cuando no se contenía en soltar comentarios de ese tipo.

—Todos poseemos una cicatriz. Principalmente los cazadores de sombras, cada uno de ellos lleva consigo una cicatriz de batalla —repuso Will. Ángela contó mentalmente las líneas dispersas en su espalda y la runa parabatai blanca en su hombro, llevaba varias batallas perdidas.

—¿Podría mostrarnos alguna habilidad? —Insistió Jessamine—. Charlotte se rehúsa a decirnos cuál es su poder.

—No creo que sea oportuno ahora, si no quiere hacerlo no está obligada, señorita Gray —aclaró Charlotte con voz suave.

—¿Qué? —inquirió Jessie—, debemos cerciorarnos de que realmente posea una habilidad, a menos que sea de esas personas mentirosas y traicioneras que sólo juegan con tu bondad, Charlotte.

—Es muy feo apuntar con el dedo de esa forma, Jessamine. —Defendió Ángela—. Ni siquiera conoces a Tessa para poder juzgarla de una manera tan cruel. —La recién nombrada le dedicó una mirada amistosa a la castaña.

—Se me es más fácil mostrar que explicar. —Cedió Tessa—. Suele ser algo extraño. —Advirtió.

—¿Qué es lo que necesita, señorita Gray? —consultó Charlotte.

—Un anillo, collar, un lazo, lo que sea —contestó mirando a Jessie—. Si no le molesta, claro.

      Reprimiendo una queja, Jessamine le tendió uno de sus tantos anillos con un gesto de desconfianza, temiendo que de repente el objeto no volviera nunca más a sus manos.

      Todos contuvieron la respiración cuando Tessa cerró los ojos y apretó el anillo en una de sus manos. A los pocos segundos comenzó a cambiar. Literalmente se estaba transformando frente a ellos en un espectáculo jamás visto antes; su piel tomó un tono más claro, su rostro adelgazó levemente y el cabello se tiñó de rubio desde las raíces hasta los extremos con rapidez. Bastaron unos pequeños minutos para que hubieran dos Jessamine Lovelace en el comedor del Instituto.

      Cuando la Tessa abrió sus hermosos ojos grises se encontró con cinco rostros bañados en sorpresa.

—¡Santo cielo! —exclamó Jessamine indignada llevándose las manos al rostro—, ¡¿por qué nadie me dijo que tengo una nariz horrenda?!















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[EDITADO]

¡Hola! ¿Cómo han estado? Espero que bien.

No voy a extender mucho esta nota, solo quería recordarles que por favor, si les gusta este fic, no se olviden de dejar un voto. Últimamente estuve notando que nuevos lectores aparecieron para darle un oportunidad a esta historia y me gustaría que votaran, eso me motiva a escribir este fic y me hace saber que de verdad les gusta.

Y no se olviden de pasar por mi tablero, suelo dejar algunos spoilers y si quieren podemos interactuar por ahí :)


ROSE CARSTAIRS 🌹:

(LadyOfShadows03)

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