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❝ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ xxᴠ❞

«ᴅᴇꜱᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴀꜱ»


          Ángela finalmente halló a su hermana encerrada en la oficina del Instituto escribiendo algunas cartas a un destinatario desconocido para la joven, y en cuanto la mayor alzó la mirada del papel para verla, la expresión de Lottie volvía a demostrar desaprobación hacia ella tal y como la última vez que se habían encontrado. Claro, de nuevo volvía a quebrantar las reglas y hacer de las suyas sin pensar en las consecuencias, peor aún con Callida Fairchild en la ciudad y todo el Enclave presente, quién sabía qué clases de problemas afrontaría Charlotte ahora por culpa de su hermana menor.

—Lo siento, Lottie sé que no debíamos ir y... —Empezó a disculparse, muy al tanto de cuál era el motivo de su disgusto.

—¿Entonces por qué aun así insististe en ir a casa de De Quincey? —cortó Charlotte, no parecía querer gastar su tiempo escuchando tontas excusas.

—No lo sé —contestó—. Quería ayudarlos, eso es todo. —Fue el único pretexto tonto que logró encontrar en su apesadumbrada mente.

—No, no es cierto. —Lottie dejó de lado la carta y se puso de pie tras el escritorio, apoyó los brazos sobre los papeles e inclinó el rostro hacia Ángela—. Siempre ha sido así contigo hermana, te dicen que no y aun así desafías las órdenes que se te imponen sin importar las consecuencias. Creía que pasar tiempo en Italia junto a la rigurosa educación de nuestra tía lograrían apagar ese instinto tuyo de desobedecer cada orden que te fuera designada, pero me he equivocado. ¿No te has dado cuenta ya lo que tu falta de criterio implicaría? ¿La gravedad del resultado de tus actos? —Ángela podía percibir cierto temblor en la voz de Charlotte, como si se contuviera de gritar o decir algo inapropiado, controlando su temperamento como siempre hacía cada vez que se trataba de la menor. En eso no había cambiado.—. ¿Acaso debería hacerlo al revés? Tal vez debí haberte dicho que fueras a sacrificar tu vida frente a la Enclave, que te pusieras en peligro o que dejaras que uno de esos vampiros te cortara el cuello en dos así a lo mejor tomabas la dirección opuesta. Existen límites y consecuencias muy graves si los traspasas.

—Estoy al tanto sobre la gravedad de las consecuencias, Charlotte —espetó en tono filoso, uniendo las manos tras su espalda y estrujando los dedos bajo los guantes con fuerza, sintiendo la inquietud de las cicatrices al arrugarse la piel—. Pero empiezo a entender que no me molesta demasiado el desafiar a la "autoridad", con el tiempo notarás que el ser impulsivo podría hacer la diferencia, para bien o para mal siempre hace la diferencia.

—¿Y qué diferencia has logrado esta noche?

—El que no asesinen a ninguno de mis amigos tal vez. —Se encogió de hombros sabiendo que eso irritaba a su hermana—. Lo que importa es que el señor Gray está con vida, lo que era el objetivo de la misión a mi entender.

—No siempre podrás hacerlo, ¿lo entiendes? —Los reproches parecían brotar en estacas de hielo contra Ángela—. ¿Qué pasará cuando seas una mujer adulta que trabaja codo a codo con la Clave? ¿Si nuestro Cónsul te pide que te mantengas al margen tú sólo correrás al peligro de igual forma? No puedes salirte con la tuya siempre que te dé la gana, Ángela.

—Entiendo. —Chasqueó la lengua en gesto de rendición, no iba a ganar la discusión esa noche.

      Sin embargo, lo que decía su hermana no era nada nuevo para ella, pues Ángela había sufrido las consecuencias de las injusticias impartidas por los hipócritas que creían tener el poder de manejar su vida; el no haber salvado a su mejor amigo, el no haber logrado nada, por lo que no se encontraba en territorio inexplorado, por el contrario, sabía al pie de la letra los motivos de cada dolor que pesaba en su cuerpo. Pero no encontraba la manera de ser sincera con su hermana para poder explicarle todo aquel tormento que la había destinado de regreso a Londres, de vuelta a sus brazos.

      Le hubiera gustado replicarle que después de todo era una Fairchild, era lo que siempre le enseñaron de pequeña antes de que su padre falleciera: protege a tu familia, pero no veía por qué ponerlo en tela de juicio en ese momento. Y ni hablar del temperamento, aunque Charlotte pretendiera actuar rígida, ambas llevaban la misma sangre recorriendo por sus venas; ambas eran el vivo reflejo de su familia. De Granville en cuestión.

—De no haber sido por la gentileza de los Lightwood el Enclave los habría puesto a ti y a Jem en un grave aprieto.

      Angie había estado segura de que nunca iba a escuchar las palabras "gentileza" y "Lightwood" en una misma oración, pero ahí estaba Charlotte tomándola por sorpresa pese a que ambas aborrecían a aquella familia.

—Suenas a Callida siempre que me castiga. —Dejó caer su peso sobre la silla frente al escritorio de forma poco elegante—. Lightwood esto, Lightwood aquello —bufó—, a este punto nuestra tía debe pensar que Benedict es Dios. —Se atrevió a murmurar.

—No es gracioso que te burles de ellos.

—No era precisamente una burla, era más bien una observación con fundamentos comprobados en base a una larga época recabando información que pudiera confirmar mis sospechas. —Lottie la observó sin comprender—. Es distinto —resumió.

      Charlotte dejó escapar un largo suspiro de derrota. Si Ángela no iba a ganar la discusión al menos se permitiría usar el sarcasmo a su favor para darse por vencedora.

—Tarde o temprano también verás que su opinión importa una mierda en nuestras vidas, Lottie. No nos están salvando de nada, eso puedo asegurarlo.

      Así como ella no comprendía a Ángela, la joven Fairchild no podía reconocer a la mujer que estaba frente a ella, con el ceño fruncido en disgusto e incomprensión. Era como si se hubieran convertido en total desconocidas esa noche y los Lightwood de nuevo lograban quedar en medio de toda la situación.













🦋🦋🦋















      El ambiente dentro del Instituto era silencioso y tenso, a la expectativa de la salud de Nathaniel Gray y la recuperación de Will, quien seguía encerrado en su habitación siguiendo el estricto protocolo de eliminar el veneno de vampiro de su sistema luego de haber mordido a uno para liberar a Tessa. Ángela no sabía qué más hacer, después de la discusión con Charlotte se le había ido el entusiasmo de entablar cualquier otra conversación con nadie más.

      Recorría los oscuros pasillos a paso lento, intentando buscar alguna actividad para realizar al no poder dormir. Necesitaba distraerse antes de que sus pensamientos lo empeoraran todo.

—¿Angie? —La dulce voz de Jem llegó a sus oídos como un suave coro de ángeles.

—¿Sí? —Logró visualizarlo del otro lado del corredor, en la entrada de su cuarto donde un pequeño haz de débil luz contorneaba su delgada figura.

      La castaña se acercó a su encuentro.

—¿Qué sucede? —Jem fruncía levemente sus cejas en una mueca de preocupación—. ¿Has tenido alguna novedad?

—No realmente, los Hermanos siguen tratando las heridas del señor Gray y por lo que tengo entendido, Will sigue siendo Will. —Él se cruzó de brazos y dejó reposar su peso contra el marco de la puerta; sus ojos platinados no dejaban de estudiar el rostro de Angie con intensidad.

—Ha sido una noche complicada —susurró—, pero todo saldrá bien, estoy seguro de ello.

—Sí, sería devastador para Tessa recibir malas noticias justo ahora —comentó—, aunque los Hermanos Silenciosos lo estaban haciendo bien, tal vez en unas horas tengamos noticias.

—¿Y tú estás bien? —inquirió.

      Ángela parpadeó unos instantes, dudando de su respuesta.

      «No hace falta que lo preocupes ahora, Ángela». Se dijo. Miente de nuevo.

—Sí —respondió a media voz. Aclaró su garganta y repitió:—. Sí, estoy bien. ¿Qué me dices de ti? —Notó que sus pupilas se habían dilatado un poco y que la piel estaba unos tonos más pálida de lo habitual, pero le pareció que era por la luz de esa noche reflejada en su rostro.

—Estoy bien. —Le dedicó una pequeña sonrisa casi imperceptible, ahora sospechó que ambos mentían—. Ha sido una noche extenuante.

—Lo sé, fueron demasiados vampiros para una noche.

      Silencio.

      James se mantuvo en su posición y en la ardua tarea de no apartar su mirada de Ángela en lo que la joven sólo trataba de alejar los recuerdos de la discusión con Charlotte.

—Así que América, ¿eh? —Soltó Jem. Al parecer él tampoco olvidaba las conversaciones recientes.

—Jem, lamento haberlo mencionado, no quería...

—¿No querías ser sincera conmigo? —Jem desenlazó sus brazos y los dejó caer a los costados, acariciando la mano de Ángela en un suave toque en el trayecto. Al percatarse tomó la oportunidad de sostener sus manos entre las suyas; los alargados dedos de Jem atrapaban los de Angie con suma delicadeza—. ¿No es acaso lo que hacen los amigos? Nos conocemos desde los once años —mencionó, inclinándose unos pocos centímetros sobre ella—. ¿Por qué estaría mal ser sinceros?

—No deseaba importunarte.

—No lo hiciste. Fuiste sincera, justo lo que deseaba que hicieras.

—¿Por qué? —Intentó comprender—. ¿Por qué quieres que sea sincera?

—Porque así conoceré qué tanto te está doliendo y qué es lo que causa tu tristeza. —Angie sintió que su visión se volvía parcialmente borrosa a causa de las lágrimas retenidas.

      Jem. No podía ocultarle a Jem mucho más de lo que se engañaba a sí misma.

      «Tan sólo llevas unos pocos días junto a nosotros y no dejo de sentirte lejos de mi, como si aún permanecieras en Italia». Le había hecho saber un par de noches atrás, pidiéndole que la antigua Ángela regresara a él, cuando ella poco después le pidió que se alejara y no intentara saber lo que ocurría, lo que verdaderamente la estaba atormentando, diciéndole que desistiera porque esa persona ya no volvería nunca más. Ahora le había pedido que la acompañara a la fiesta de Barrow porque resultaba ser que no podía asistir si Jem no era parte. A esas alturas la debía de creer loca.

—Recuerdo lo que has dicho, sí —agregó ante su silencio, reconociendo sus pensamientos a través de la mirada—. Pero también te he prometido que jamás me iré de tu lado. —El dorso de su palma le acariciaba la mejilla izquierda, justo donde una pequeña lágrima traidora se escabullía sin permiso. Jem le dedicó una corta sonrisa—. Lo digas o no, estoy seguro de que no me apartaré. —Angie se dejó envolver por sus brazos, absorbiendo el calor que desprendía el cuerpo de Jem y el aroma a azúcar quemada impregnado en su camisa blanca.

      No le importó el dolor en su hombro o la incomodidad de las cicatrices latentes, nada más importaba cuando Jem la abrazaba.

—Y espero que la invitación a ese baile siga en pie porque acabo de conseguir un nuevo traje de gala —susurró contra su oído y ella no pudo resistirse a reír.

—Eres increíble, James Carstairs.

      Acababa de agregar un pendiente más a su lista: descubrir por qué Jem la hacía sentir de esa forma, como si estuviera a salvo.












🦋🦋🦋










      En cuanto cayó somnolienta sobre su cama el sueño no tardó en apoderarse de ella, como si la hubiera estado esperando hacía tiempo. Ángela se dejó llevar con total confianza hasta que un sordo golpe contra el suelo la obligó a abrir los ojos otra vez y de mala gana.

      Sólo que fue distinto.

      Ya no estaba en su alcoba en el Instituto de Londres, no encontró el viejo escritorio junto a la ventana donde descansaban sus dibujos y cartas sin responder ni el armario que su padre había pedido hacer para ella, el cual estaba adornado con una hermosa mariposa en una de las puertas. Nada de eso era de Inglaterra. Por el contrario, el papel tapiz era de un armonioso verde claro con flores blancas, el armario era un poco más amplio y de una madera pálida pero no había dibujos allí, mucho menos el escritorio era el mismo, éste estaba manchado de tinta, grafito y carbón pero las hojas se encontraban desparramadas por todo el suelo. Ahogó un suspiro cuando notó que incluso la vista desde su ventana era distinta, no eran los clásicos edificios tétricos de ladrillo sucio, eran hermosas cúpulas blanquecinas que brillaban bajo la luz de la luna.

      Roma.

      Fue entonces que concluyó que se trataba de un sueño.

      Las puertas que daban al balcón se abrieron de golpe y una brisa gélida hizo que las hojas en el suelo volaran por toda la habitación. Ángela se atrevió a cruzar hacia el balcón para ver de qué se trataba todo aquello, sólo que no halló nada y a nadie.

—Tu corazón está perdido —habló una profunda voz desde el interior del cuarto.

      Angie giró rápidamente, descubriendo luego una figura delgada y alta en el rincón oscuro junto al armario. Por un instante le invadió el miedo, pero poco a poco fue tomando coraje para intentar acercarse lo suficiente y ver de quién se trataba. El sujeto llevaba el cabello castaño oscuro sobre casi todo el rostro, por lo que sólo pudo apreciar una dentadura afilada y una piel demasiado pálida.

—¿Qué es lo que quieres? —Se atrevió a preguntar—. ¿Quién eres? —Los puntiagudos dientes relucieron bajo una pequeña sonrisa de satisfacción.

—Ahora sí puedes escucharme —observó, contento—. Encuentra el camino antes de que el tiempo se termine o no podremos regresar, Ángela Fairchild.

      El viento volvió a desparramar sus dibujos por todo el cuarto, ya no sólo eran unas cuantas hojas, parecían haberse multiplicado e iban directo hacia el sujeto extraño junto al armario, los papeles sobrevolaron frente a él hasta cubrir toda su silueta de la mirada de la castaña.

—Siempre estaré observando, seré tu reloj de arena. Tic tac —susurró antes de desaparecer.

      Y el cuarto se desvaneció.









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      Finalmente la suave luz matutina se filtró por el vidrio de su habitación logrando que Ángela se retorciera somnolienta ante las pocas horas de sueño. Y no estaba sobre la cama como había creído. Se incorporó con lentitud ante la molestia en su cuerpo, traía una hoja pegada a la mejilla por culpa de la baba que había dejado escapar mientras soñaba; de alguna forma que no recordaba había caído dormida en la silla del escritorio con el rostro pegado a la mesa en una posición demasiado incómoda y dolorosa. Recordó el sueño y lo extraña que se había sentido al observar al sujeto en la esquina del cuarto, por inercia volteó hacia el lugar donde le pareció que estuvo en su sueño y no encontró a nadie más en su habitación. ¿Cómo lo haría? El sueño le enseñó su viejo cuarto en Italia, a kilómetros de allí.

      Y sobre todo, había sido un sueño. Aunque no se hubiera sentido como tal.

      Despejó su mente con el deseo de querer descansar otro par de horas más hasta el almuerzo, pues suponía que a nadie le iba a importar su ausencia dado los hechos recientes, pero también necesitaba ponerse en marcha para continuar con su investigación privada. Debía encontrar la forma de colarse en la fiesta de Barrow sin que éste lo supiera, comprar un vestido de gala e inventar una buena historia creíble para notificar su ausencia en cuanto llegara la dichosa noche y, lo que no era menos importante, descubrir el origen de aquellas plumas negras.

      Pero todo a su debido tiempo. La mentira caería en el momento adecuado, se había vuelto una experta en eso, así que lo borró de su lista de prioridades por el momento.

      Como se hizo habitual desde su regreso a Londres, no permitió que ni Agatha ni Sophie la ayudaran a cambiarse y optó por vestir su traje de entrenamiento, lo que consistía en una camisa blanca, un corsé negro sobre la camisa con espacio para sus armas y pantalones negros ajustados, solo que omitió la capa para más comodidad. Se sintió bien no estar ataviada en esos pesados vestidos por una vez en su vida. A lo mejor, con algo de suerte, podría convencer a todos de que había estado entrenando. Salió a las frías calles de Londres y declinó la oferta de Thomas por llevarla en el carruaje, alegando que sólo daría un paseo para despertarse mejor, y se encaminó calle arriba mientras ordenaba las ideas dentro de su mente. No le hacía falta admitir que todo por allí andaba en declive desde lo que pasó en Roma, pero cada día intentaba esforzarse para encontrar el equilibrio antes de que la avalancha la arrastrara cuesta abajo.

      «Siempre estaré observando.»

      No pudo evitar pensar en aquella frase, que parecía querer grabarse en su mente por un largo tiempo. Por instinto desvió ocasionalmente la mirada hacia los costados e incluso detrás de ella, esperando encontrar al hombre que había visto en sus sueños, pero sólo encontró simples mundanos haciendo sus tareas diarias y que claramente ignoraban su presencia gracias al glamour que se colocó antes de salir.

      Retomando las direcciones por la ciudad, logró encontrar un buen sastre mundano al que pudo encargarle el vestido, estuvo un buen tiempo tomándole las medidas e ignorando el extraño atuendo que llevaba la joven, pues no era su trabajo husmear en las vestimentas de sus clientes más que para crearles vestidos y trajes, y tan pronto como pudo, regresó al exterior gélido que era Londres. Su atuendo no era el adecuado para combatir o soportar el frío, se arrepintió de no haberse puesto la capa para estar más cubierta, pero algo en el clima la hacía sentirse cuerda. Pasó cerca de una casa de té de la cual brotaba un sabroso aroma cálido y las entrañas rugieron por un poco de comida, supuso que no le haría mal desayunar y luego buscar a algún brujo que la ayudara con algunos trucos para colarse en la fiesta. Sabía que no sólo los hombres lobo asistirían sino que también otros subterráneos aliados suyo, lo conocía casi a la perfección como para deducir a qué subterráneos en específico invitaría.

      Magnus Bane.

      Ángela nunca tuvo la oportunidad de conocerlo en persona, ni en Italia ni en Inglaterra, pero sabía que pasaría una temporada en Londres ese año, por lo que debía dar con él lo antes posible. Confiaba en que la ayudaría no sólo con la fiesta, sino que también con lo de las plumas negras. Todo parecía tan simple pero a la vez demasiado complicado, necesitaba reinstaurarse en Inglaterra y echar un vistazo en el mercado negro como antes sin que nadie lo supiera, porque estaba segura de que Will no resistiría alejarse mucho más tiempo del peligro, así que era el primero al que debía apartar. Y luego a Jem.

      Eso dolía.

      Se detuvo frente a la puerta cuando ésta se abrió de par en par y una irritante voz familiar llegó a sus oídos.

—Se me está haciendo habitual el verte huir o regresar de una de tus tantas escabullidas. —Gabriel Lightworm, siempre tan entrometido. Ángela cerró los ojos con fuerza y contó hasta diez para mantener la cordura como alguna vez le había enseñado su parabatai—. Algo me dice que en este caso es la primera, ¿hacia dónde te diriges? —Sonreía como si acabara de encontrar a un niño rompiendo las reglas y le complaciera notificarle a todo el mundo sólo para gozar del castigo que le caería.

      Sin dudas su mañana ya no podría empeorar más, ¿verdad?


















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¡Hola! 

Quiero pedir perdón ante la inactividad en esta historia. Sí, los años pasaron y con ello cambió mi perspectiva sobre este fic de Jem, al que obviamente cambiaron los propósitos de la trama mas no el amor que siento por Jamie. No obstante, sigo luchando contra el bloqueo escritor para poder armar al menos un capítulo decente.

Gracias BY_ALDRA por seguir a la expectativa y nada de testamentos eeeeh!

Anna__Petrova gracias Puppy por seguir alentándome, ¿para cuando la historia de Belial che?




ROSE CARSTAIRS 🌹:

(LadyOfShadows03)








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