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❝ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ xxɪ❞

«ʟᴀᴅʏ ʙᴇʟᴄᴏᴜʀᴛ»


      La lluvia bañaba Londres sin parar, creando enormes charcos de agua estancada y elevando el frío a un nivel intolerable que le calaría los huesos a cualquiera, mientras la ciudad se sumió en una oscuridad tenebrosa. Pero claro que él no podía sentir el clima helado, la verdad no podía sentir nada. De hecho no le molestaba la tormenta ni tampoco los relámpagos que iluminaban la ciudad cada pocos minutos revelando su posición sobre el tejado, en realidad le despreocupaba ser visto, no le interesaba que pudieran ver su nueva apariencia. Lo que sí le molestaba era que se le dificultaba poder observar a la chica a través de la ventana incluso aún estando a poca distancia del Instituto, pues la lluvia empañaba el vidrio de la habitación y a penas divisaba una figura delgada al otro lado del cristal. Aunque obviamente sabía que era ella.

      Era la chica que necesitaba.

      Podía sentir la conexión en ambos, la manera en la que un hilo invisible siempre tiraba de él en su dirección, atrayéndolo a ella a todo momento. Dentro de poco tiempo se tornaría al revés, luego ella sería quién caminase en dirección a él y ahí empezaría lo divertido.

      El cielo temblaría sobre él de una buena vez y no sería solo por una simple tormenta.

      Otro rayo surcó el cielo en finos hilos brillantes, cada vez más cerca suyo como si lo estuviera acechando. Fijó de nuevo la mirada en la ventana y se despidió silenciosamente de la joven, prometiendo internamente regresar al día siguiente para repetir la rutina de siempre, pues no debía dejar que nada malo ocurriera hasta que pudiera actuar con libertad, porque sabía que alguien más estaba tras los pasos de la chica y no le agradaba en lo absoluto.

      «Pronto serás mía, Ángela Fairchild».

🦋🦋🦋

      Las palabras que le había dicho a Jamie la noche anterior seguían repitiéndose en su mente de manera constante; un recordatorio fijo de lo que había sido en parte la promesa silenciosa que decidió por sí misma tiempo atrás. Y no se arrepentía. Tal vez si congelaba sus emociones sería más fácil para ella resolver el misterio de las plumas y, si impedía a sus amigos ser parte de sus problemas, se ahorraría mucho más sufrimiento y culpa.

      De alguna forma u otra, su decisión la guiaba a estar más segura de concretar la promesa que le había hecho a Edmund.

      Ajustó los cordones del vestido con sumo cuidado, procurando no hacer mucha fuerza para cuidar de las heridas que aún no cerraban por completo, a pesar de que solo quedaban feas líneas rojizas todavía seguían doliendo casi como la primera vez. Se observó al espejo y alisó con delicadeza la tela verde lima del vestido, descendiendo las manos por la amplia falda varias veces hasta que todo quedara perfectamente alisado. Evitó ver su expresión demacrada porque sabía que no encontraría nada nuevo allí, solo lo típico como las pronunciadas sombras bajo sus ojos cansados y los huesos filosos de los pómulos. Tantos arreglos al menos debían de poner contenta a Charlotte esa noche, ya que había insistido en festejar el regreso de Ángela formalmente entre la familia. La idea sí le parecía ridícula, incluso innecesaria, pero no quería hacer sentir mal a su hermana por lo que acabó accediendo ante tantas súplicas.

      Ángela no tenía nada que festejar.

      Abrió la puerta y se detuvo a medio pasillo, vacilando repentinamente. ¿Debería bajar ahora? Lo cierto es que sentía muchas ganas de permanecer encerrada en su alcoba.

—¿De repente has perdido el sentido de la orientación? —Will no tardó en acercarse a molestar.

      La castaña agradecía haber dejado su cabello suelto esa noche para que cubriera la runa plateada en su hombro, de lo contrario Will ya la habría notado de inmediato.

—Es muy probable que se me haya roto un zapato, iré a cambiarme. —Mintió y pasó de Will con rapidez.

—A mí me parece que tu zapato se encuentra bien. —La detuvo al posicionarse contra la puerta de la habitación para que no ingresara—. ¿Me permitirías revisarlo? A lo mejor puede que sea muy bueno para repararlo.

—No me haré responsable si por accidente apareces con un tacón incrustado en el rostro —bufó molesta, dándose cuenta de que Will había captado su mentira.

—Si fuera tú entonces no me arriesgaría, Will —habló Jem desde debajo del umbral de la puerta de su habitación—. O tal vez sí.

—Sabes que siempre me arriesgo, Jamie.

      Ángela solo puso los ojos en blanco en gesto de enfado y volvió sus pasos hacia la escalera, de alguna forma u otra acabaría siendo arrastrada a una tonta fiesta a la que se negaba rotundamente disfrutar.

      Por otro lado, no había notado lo elegante que sus amigos se veían luciendo finos trajes de gala, lo que rectificaba su idea de lo absurdo de la fiesta, y que Jem en especial se veía muy atractivo en un traje gris a conjunto con su cabello y ojos.

      Ambos jóvenes se colocaron a los lados de Ángela como si fueran su escolta y solo James permaneció en silencio.

—¿Sigues levantándote con el pie izquierdo, Angie? —consultó Will—. Por cierto, ¿qué ocurrió ayer?

—¿De qué hablas? —Bajaron las escaleras con lentitud; Ángela procurando no tropezar y los chicos solo hacían tiempo para conversar con ella y asegurarse de obtener pistas.

—¿Soy el único que presiente que algo huele mal? —Jem y Angie lo observaron por un segundo.

—Quizás debiste haberte duchado antes de vestirte para la cena, ¿no crees? —inquirió ella—. A lo mejor es eso lo que te huele mal.

—Tomo mis baños a diario —aclaró el pelinegro.

—No estaría tan seguro —murmuró Jem.

—A lo que me refiero es que algo pasó en el parque, ¿verdad? —Entonces Jem no le había dicho nada a su parabatai sobre la noche pasada, concluyó Ángela—. Regresaste un poco afectada. —Ni siquiera Will pudo ocultar la mueca de preocupación que se esmeraba por disimular.

—Tal vez James pueda resolver tus dudas, Will —dijo fríamente, deteniendo sus pasos y volteando a verlos—. Si me disculpan, acabo de recordar que debo buscar a la señorita Gray para guiarla a la cena. —Pasó entre medio de ambos, empujando suavemente el hombro de Will con el suyo por accidente, y ascendió los escalones otras vez a paso rápido.

      Estaba siendo muy grosera con ambos cuando no se lo merecían, solo querían verla feliz, pero era el único método que encontró entre la desesperación para poder alejarlos de sus planes y la verdad. A lo mejor así desistían de entrometerse en su vida, porque sospechaba que Will iba a ser el primero que empezaría a investigar y no le gustaría que eso sucediera.

      Era su dolor, no el de ellos. ¿Por qué no podían entenderlo?

—¿Señorita Gray? —llamó a la puerta de la habitación de la otra castaña—. Soy Ángela.

—Señorita Fairchild —dijo en cuanto abrió la puerta pocos segundos después—. Recuerdo haberle dicho que puede tutearme.

—Lo siento, lo olvidé, también puedes tutearme por favor. Venía a buscarte para ir juntas a la cena. —Tessa había sido provista de un bonito vestido rosa pálido, que de seguro había pertenecido a Jessamine en algún momento, y lucía una encantadora sonrisa amistosa en sus labios.

—Ya estoy lista, sí, sí. —Cerró la puerta tras ella y permanecieron en silencio un instante—. ¿Está todo bien? —Angie alzó la mirada con suavidad—. No te vi muy bien el día anterior.

—Lo estaré —respondió con simpleza—. Ahora será mejor que nos pongamos en marcha.

—De acuerdo. —Juntas empezaron a recorrer el pasillo de camino a las escaleras.

—Quería pedirte disculpas, Tessa —mencionó para romper el silencio, encontrándose con una delicada expresión de sorpresa en el rostro de la señorita Gray—. No te he expresado lo mucho que lamento lo que está sucediendo en tu vida, no acostumbro a conversar demasiado con las personas en estos últimos días, pero me pareció que te debía unas sinceras disculpas por no tomarme muy en serio lo que ocurre con tu hermano.

—Oh, no te preocupes, entiendo que quizá esto sea nuevo para ti.

—No debería serlo —expresó enarcando una ceja, pensativa—. Quiero decir, es a lo que nos dedicamos desde el primer instante en que se nos otorga la primera runa, pero como sabrás con lo del viaje de Roma a Londres aún no me acostumbro a lo que era en mi antigua vida en este Instituto. —Tomó las manos de Tessa entre las suyas y la observó fijamente—. Pero desde ahora en más prometo ayudarla en lo que sea que necesite, sé que no es fácil perder a un familiar y mucho menos en un país que desconoce.

—Pero Nate no... —Tessa se asustó ante el pensamiento de imaginarse la posible muerte de su hermano.

—¡No, no! Claro que no, me refiero a que aún se mantiene en su búsqueda rodeada de personas que no conoce en lo más mínimo. Estoy segura de que su hermano sigue con vida en algún rincón de Inglaterra.

—Siento que a ti sí te conozco, sé que te gusta el arte y ayudar a las personas, eres muy amable y comprensiva, de lo contrario no estarías disculpándote por una nimiedad.

—¿Cómo sabes todo eso? —Angie comenzó a cuestionarse si Tessa había adquirido la habilidad de leer a las personas con sus extraños poderes.

—Jem me lo ha comentado —repuso en una sonrisa divertida—. Habla muy bien de ti. —Ángela se sonrojó notoriamente.

—Sí, claro —murmuró.

🦋🦋🦋

      Al arribar al comedor todas las miradas recayeron sobre ambas en una extraña combinación de admiración y pena, pues había quienes hacían cumplidos a las castañas por sus vestidos y otro par de parabatai que mantenían su distancia con Ángela. Tomaron asientos una junto a la otra y aguardaron a que sirvieran la comida, mientras conversaban de cualquier cosa para distraerse.

—¿Está bien si también te llamo Angie? —consultó la señorita Gray.

—Claro, no hay problema.

—Es un nombre muy particular, no conozco a otra mujer que se llame igual que tú —expresó Tessa con curiosidad, seguramente para mantener una conversación estable.

—Proviene de la antigua Grecia —comentó William, entrometiéndose en la charla como era de costumbre, aprovechando haber tomado asiento frente a ambas castañas para fisgonear lo que decían—. Significa mensajera de Dios.

—Qué irónico —susurró ella.

—Es bonito —convino Tessa.

—Es un nombre hermoso —aceptó Jem, sentado junto a Will.

      Ángela fingió no ruborizarse y tomó un poco del jugo de naranja que Sophie había servido, aunque le apetecía una gran copa de brandy para aflojar la tensión en cada uno de sus músculos. Sentía la mirada de Will sobre ella como si esperara que la verdad se iluminara de repente en su rostro, escrito en brillantes letras rojas que captaran la atención de media ciudad, pero Angie no le devolvió la mirada, de hecho evitaba hacer contacto visual con ellos, avergonzada por lo que había dicho momentos atrás en las escaleras.

—Señorita Gray, ¿podría usted ilustrarme con lo que ha sucedido ayer por la tarde en su paseo por Londres? —preguntó Will mientras daba un sorbo a su bebida.

      La joven Fairchild le dedicó una mirada filosa a Jem, instándolo a que le cerrara el pico a Will, pero este se abstuvo de actuar.

—¿Qué desea saber puntualmente? —inquirió Tessa, al tanto de la batalla de miradas.

—Mi querida amiga Ángela se ha mostrado un tanto reticente a explicarnos por qué se ha puesto de un terrible malhumor, a lo mejor usted sabe el motivo por el cual mi amiga no deja de observarme como si quisiera que mi cabeza se incendiara de repente.

—Responderé por ti, Tessa —dijo Ángela en tono mordaz—. Mi querido amigo Will, te he dicho que no debes entrometerte en asuntos que no te conciernen, ¿verdad? De lo contrario temo que tu rostro no será lo único que tenga contacto con el fuego —expresó en una sonrisa falsa.

      El pelinegro sonrió divertido.

—¿Te dije alguna vez que luces encantadora intentando sonar amenazante? —Guiñó el ojo izquierdo en actitud seductora, haciendo que su parabatai carraspeara la garganta con incomodidad y que Ángela le propinara un puntapié por debajo de la mesa—. ¡Auch! ¡Ángela eso no...!

—¿Qué ocurre, Will? —protestó Charlotte desde la cabecera de la mesa.

—Oh, nada —respondió en una fingida sonrisa—. Se me acaba de caer la servilleta. —Lentamente se fue deslizando hacia el piso en busca del trozo de tela que en realidad permanecía bajo sus cubiertos, jalando posteriormente de los pies de Ángela para arrastrarla bajo la mesa también.

—¿Qué haces? —recriminó entre dientes, empujándolo desde el hombro.

      No pudo evitar pensar en sus versiones más jóvenes, en los primeros meses que Will había llegado al Instituto e insistía en pelear con Ángela y ambos acababan pateándose por debajo de la mesa, a veces hasta se dedicaban a discutir entre murmullos de esa forma; escondidos de la supervisión de Lottie para que no los castigara.

—Hola —saludó en tono divertido, sus rostros se encontraban a escasos centímetros que de seguro ella cortaría solo para golpearlo.

—Agh, eres un... —Intentó regresar a su asiento antes de que alguien advirtiera que ambos habían desaparecido mágicamente, pero los brazos de Will tiraron de los suyos para retenerla otro poco más.

—Debemos hablar seriamente cuando terminemos de cenar. —Ordenó, adusto.

—¿Y por qué crees que yo...?

—Porque te conozco y de verdad quisiera...

—Lamento interrumpir su peculiar conversación bajo la mesa —dijo Jem, arrodillándose junto a Will—. Pero será mejor que regresen a sus asientos ahora, Charlotte notará que ninguno está cenando y entonces se enfadará mucho.

—Shh, Jem —silenció Will—. Estábamos discutiendo a solas.

—Te propongo un trato, Herondale —dijo luego de pensarlo unos segundos—. Si me traes una botella del mejor brandy que exista en la ciudad, es probable que podamos conversar seriamente como pides. De lo contrario mi pie volverá a chocar contra tu pierna.

—¿Es necesario el alcohol? —preguntó Jem.

—No, pero ahora creo que sí.

—Bien, traeré tu brandy, angelito. —Aceptó Will.

      Los tres volvieron a tomar sus respectivos asientos en silencio bajo la atenta mirada de Tessa, la cual no entendía lo que había ocurrido y por qué su amiga despareció repentinamente bajo la mesa. Ángela volteó su mirada a los presentes y no encontró a su hermana en la habitación.

—¿Ocurrió algo? —le consultó a Henry—. ¿Dónde está Charlotte?

—Acaba de salir, cariño —respondió en tono paternal.

—¿Qué hacían allá abajo? —preguntó Tessa casi en un susurro solo para la otra castaña.

—Acordabamos un negocio. —Hizo un leve gesto con su mano para restarle importancia.

—Sophie dejó una carta junto a tu servilleta —informó, señalando un sobre opaco.

—¿Para mí? —Ojeó el remitente y la respiración se congeló en sus pulmones.

      Benedict Lightwood.

Señorita Fairchild;

               Deseaba darle formalmente la bienvenida a Londres, me figuro que ha ansiado este momento por años, ¿o me equivoco? También quería informarle que, ya que de nuevo nos encontramos a muy poca distancia el uno del otro, mi hijo Gideon no tardará en visitarla en cuanto regrese de España de su año de viaje para efectuar lo acordado. En caso de habérsele olvidado permítame recordarle que se comprometerá con mi querido Gideon y antes de que finalice el año ambos ya estarán felizmente casados.

—Benedict Lightwood.

PD: Ha sido una total desgracia lo ocurrido con el joven Ravenway, ¿no cree?

      Ángela parpadeó repetidas veces en caso de haber leído mal. ¿Debía estar casada con Gideon antes de que acabase el año? No podía ser cierto. ¿Y qué significaba aquello último?

—¿De quién es la carta? —inquirió Will.

—Tessa, tienes visitas —interrumpió Charlotte, regresando a la sala con una expresión cansada.

—¿Visitas? ¿Quién desea verme? —cuestionó sorprendida.

—Es lady Belcourt, sabe muchas cosas sobre De Quincey pero, a pesar de nuestros esfuerzos por evitar que se sepa algo de la señorita Gray, insiste en hablar con usted y conocer más sobre su habilidad. —Todos desviaron su atención hacia Tessa, expectantes. Incluída Ángela, quien pudo sacar de su mente por una fracción de segundo las palabras de Benedict.

      Después de la exhaustiva investigación de Charlotte, descubrieron que la persona que estaba detrás de los autómatas era en realidad De Quincey, líder del clan de vampiros en Londres, y no el jefe de Nathaniel Gray, seguramente era por esa razón que Lottie la había citado esa noche para poder aclarar algunas dudas.

—¿Lady Belcourt? —inquirió Tessa.

—¿Ahora? ¿Pasó algo grave? —cuestionó el pelinegro.

—La he llamado yo, Will. Es una vampira que ha estado brindándonos información sobre el submundo hace tiempo, es muy importante entre los Hijos de la Noche y posee el título de baronesa —explicó Lottie pacientemente—. No es necesario que accedas a encontrarte con ella —agregó de inmediato—, si no quieres está bien.

—Podría ser peligroso —secundó Will.

—Si existe la posible de obtener información sobre mi hermano no hay que perder tiempo alguno —dijo poniéndose de pie y Ángela la imitó pocos segundos después—. ¿Angie?

—Te acompañaré, ¿ya lo olvidaste? —murmuró aquello último, haciendo recordar a Tessa la promesa hecha media hora antes.

—Pero esta es tu fiesta de bienvenida —objetó ella.

—También siento curiosidad. —Se encogió de hombros con despreocupación.

—¡Nosotros también! —dijeron Will y Jem al unísono, rodeando la mesa y ubicándose junto a las castañas.

      Angie contuvo una carcajada ante la actitud de sus amigos, olvidando momentáneamente que debía comportarse indiferente ante ellos.

—Será mejor que nos dispongamos a ir a verla, tal vez no le guste esperar tanto a unos cuantos niños. —Apresuró Charlotte.

🦋🦋🦋

      Durante los once años que Ángela había estado en el Instituto jamás se atrevió a descender hasta el Santuario porque le daba mucho miedo, según su Padre y Lottie, era un espacio apto para tratar con cualquier subterráneo ya que no había ventanales para recibir un poco de luz, lo que ayudaba a los vampiros, no había nada "santificado" en caso de que afectase a la sangre demoniaca de alguno. Y ella le había temido a la oscuridad gran parte de su infancia, por lo que jamás había sentido ganas de ir hasta allí.

      Charlotte encabezaba la marcha al frente de todo con una piedra de luz mágica en mano, después la seguían Will y Tessa en medio del grupo y por último estaban Jem y Ángela.

—A cerca de lo de hoy en las escaleras... Will solo está preocupado —dijo Jem en voz baja y ella soltó un suspiro leve, cansada de discutir a cerca de lo mismo una y otra vez.

—Lo sé, lo cual suena patético dado que nunca se preocupó por nadie más que no fuese él mismo —replicó la castaña—. ¿Es tan difícil para ustedes confiar que en el futuro estaremos bien?

—Tal vez no todos dispongan de un futuro. —Ella enfocó sus ojos en Jem y quiso abofetearse por lo tonta que había sido. Claro. Jamie no disponía de mucho tiempo y lo único que lograba Ángela era preocuparlo.

—Jamie... —Suavizó la voz pero él ya había acelerado sus pasos para ingresar al Santuario junto a los demás, abandonando a Ángela en medio de la oscuridad.

      El enorme espacio había sido provisto de una cantidad exagerada de velas y gran parte se mantenían encendidas, sumiendo la habitación en un calor un tanto agobiante para los nefilim. Junto al estrado se encontraba una figura femenina cubierta por un vestido rojo sangre, los bucles rubios caían elegantemente a los costados del rostro de lady Belcourt y sus ojos verdes brillaban en contraste con su tez pálida de vampiro.

      Su mirada verdosa recorrió con lentitud a Ángela y a Tessa, intentando descifrar quién era quien.

—¿Y bien? ¿Cuál de las dos es la cambiante?

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