Capítulo 22
—¿Estás seguro de que este es el lugar?
Samuel se veía más que pálido, sin contestar, empezaba a impacientarme su silencio. Gira en sus talones observando el bosque. Todo sumido en oscuridad, demasiada. Parecía que hasta la poca luz de la luna se rehusara a ir allí.
—Tan seguro como de que quiero largarme de aquí. ¿No lo sientes?
—¿Sentir? —Pero tan pronto como la pregunta sale de mi boca, quedó silenciada por la vibración de la tierra y un grito desgarrador.
Ambos cambiamos nuestra vista hacia el origen del ruido al mismo tiempo que el nombre de Azzio como un canto de sangre, era gritado a los cuatro vientos por la voz de ella.
Los escalofríos recorrieron mi cuerpo de inmediato, ese sexto sentido, el que solo un ente mágico posee, se activó en mi cuerpo de inmediato.
Samuel fue quien habló, negando repetidas veces. —No quiero arriesgar mi vida nuevamente.
Le entendía, no quería arriesgarse por quienes lo habían dado por muerto. Por quienes no le habían ayudado. Aun así a pesar de todo, la pequeña que una vez Azzio salvó chillaba dentro de mí, obligándome a avanzar por el bosque en dirección al risco, olvidándome de la mera existencia de Samuel y de como gracias a su audacia en memoria, había recordado el lugar en donde Elihad solía venir a tratar "negocios"
Me escondí entre las sombras, ignorando como el rubio me llamaba entre susurros. Más allá en el filo del risco, la luna si iluminaba, como un reflector a la figura del arcángel. La escena caótica se componía por partes, Azzio yacía en el suelo inmóvil mientras que Alessia apenas estiraba su mano hacia Elihad, lo cual fue en vano. El arcángel le arrancaba el corazón en segundos dejándola a ella en total horror y mutismo, salpicada de sangre y estática.
Di un salto atrás de la impresión, el choque que representa ver de primera mano la muerte de alguien de una forma tan gráfica, alguien con quien hablaste, a quien conocías así fuera de poco tiempo. Pero ni con mi reacción se percataron de mi presencia, me encontraba impactada, el charco de sangre que reflejaba la escena. El ángel, deformado, con alas de murciélago. Contuve el aliento, debía ayudar a Azzio. La chica no me importaba, pero él, él no podía morir.
No tenía muchas posibilidades con mi magia débil y revelándome contra un arcángel que de alguna manera había podido infectarse de sangre de demonio. Era mucho poder contra mí.
Me preparaba para dar un paso adelante de entre los arbustos, revelándome por completo, pero la mano de Samuel -Que no tenía idea de cómo había llegado a mi lado- me detuvo. —Espera, mira allá.
Y como si hubiese estado cegada por el deseo de ayudarle, fue que pude ver al fondo el comando de sombras que rodeaban la parte contraria del bosque, emergiendo como un ejército oculto, el olor fétido les siguió en el aire, su aroma particular, los demonios avanzaban como un ejército, criaturas sin almas, monstruos creados a partir de la maldad que solo obedecían a una persona: El rey de infierno.
Lucifer caminaba como el poderoso regente de siempre, arrinconando al arcángel.
A penas era capaz de ver entre las lágrimas y el dolor en mi pecho. El llamador estaba tan frío como cualquier otro metal silvestre, ignorando completamente lo que pasaba, el cuerpo de Elihad a menos de un metro de mí, recordándome que una vez más yo era la culpable de la muerte de alguien.
Azzio seguía inmóvil y mi padre con la sonrisa sangrienta y asquerosa burlándose de mi estado, de que estuviera indefensa. Él estaba disfrutando de esto, enserio se regocijaba del dolor ajeno.
Quería matarle, nunca sentí tantas ganas de acabar con la vida de alguien, nunca quise tanto que desapareciera como en este momento, tenía tanta rabia en mi ser, no podía con la mandíbula apretada y los puños blancos. Todo había sucedido tan rápido, tan imprevisto, aún siendo parte de este mundo no me había acostumbrado a lo inesperado de los celestiales, de la maldad que un traicionero podría arrastrar y lo rápido que una vida podía terminar.
—El llamador. —Ordenó Miguel, extendiéndome su mano que parecía más esquelética que nada. Llena de sangre, la misma con la que había arrancado el corazón de Elihad. —Podría quitarlo de tu cadaver pero digamos que ya una vez traté de hacer eso y se complicó el asunto. —Me muestra una sonrisa de dientes afilados, cada vez más luciendo como lo que era: Un monstruo.
Aunque mi mirada reflejaba odio puro, no le permití doblegarme, de aquí saldría muerta sin importar que, pues al menos daría pelea.
No me iría de este mundo como una debilucha. No me iría sin luchar. Se acaban las excusas y las justificaciones, todo lo que me había llevado a este momento, cada lágrima, cada muerte, cada situación que nublaba mi juicio, que me hacía dudar hasta de la persona que más amaba, todo terminaba hoy.
Me levanté apenas apoyándome con las rodillas, mire a Azzio, mi vida, mi ángel. Extrañaría tenerlo cerca, verle fruncir el ceño cada segundo, su olor familiar, sus caricias, nuestras peleas que eran más habituales que de costumbre. Extrañaría sus ojos verdes y la picardía de sus besos. Mi protector. El único hombre que ha luchado por mí, el único que hasta lejos, solo ha tratado de hacer lo que es mejor para mi.
Tomé un gran suspiro, recordando a cada una de las personas que habían muerto por mi culpa; Teresa, Francesca, mi madre, incluso....Elihad y sin saber con certeza hasta Azzio podría estar muerto y no podría comprobarlo. Samuel siendo otro daño colateral.
Me pare firme de frente a él, la persona que destruyó todo, el arcángel que solo parecía un demonio. Lleno de sangre, suya y de otros.
No sabia bien cual será mi próximo movimiento, pero tampoco tuve tiempo de pensarlo mucho cuando el ejército de demonios de abrieron paso por los árboles, surgían como alimañas en velocidad, primero pensé que era una hilera, luego pude detallar que eran demasiados para contarlos, y que más allá en los cielos, el príncipe del infierno llegaba a paso ligero, como si de un desfile se tratara.
El olor a cadaveres en descomposición y carbón impregnando el aire y haciendo difícil respirar, fue suficiente para que Miguel retirara la vista de mi y diera con el panorama. Descendiendo con sus alas horrorosas.
Aproveche la distracción para avanzar unos metros hacia donde Azzio se encontraba.
Lucifer que le veía con gracia no dudó en carcajearse en su cara, no sin antes regalarme una sonrisa en un ademán que decía "Nos vemos de nuevo."
—¿Qué tan estupido hay que ser para aniquilar a la mano derecha del infierno y creer que no me enteraré?
El arcángel siguió el ánimo de la conversación con su propia risa. —Tardaste mucho en averiguarlo.
Los demonios tomaron a Miguel de las alas y extremidades inmovilizándolo. —Lo supe apenas bebiste su sangre.
No lograba comprender nada pero su plática era lo que menos me importaba en este momento. Frenética, sacudía a Azzio para que reaccionara, su pecho débilmente mostraba señales de respirar, lo cual me alivió en cantidad. ¿No eras inmortal, Azael? ¡Pues qué haces muriéndote de un simple golpe!
—Azzio por favor, por favor.
—A...lessia.
—¡Si! —Grité en susurros, sosteniendo su cuerpo en mis manos, o al menos lo poco que podía sostener. —Dime que hacer, dime cómo ayudarte.
Sus pestañas revolotean, apenas consiente. —No se- lo que o-curre, no tengo fuer-za. —Las lágrimas empezaban a salir de mis ojos de nuevo.
—Solo dime que puedo hacer.
—Alessia.
Mis sollozos casi no me dejaban oír mi nombre, de aquella voz no pertenecía a Azzio, sino a Olivia. Alcé la vista en todas direcciones como en su búsqueda. La esperanza que daba por perdida volvió junto con el calor del llamador. —La única forma de sanar a un ángel como Azael es con energía celestial.
Fruncí el ceño. —Pero, no puedo, ya no tengo la magia en mi, ya no soy el sello.
—Puede que ya no seas el sello, pero eres un nefilim, la magia siempre ha estado en ti, despiértala.
—¿Despertarla?
Pero no hubo respuesta, solo el palpitar de la joyería como un segundo corazón.
Miguel era rasgado por las garras de los demonios, la sangre verdosa casi negra escurría por cada centímetro. —No puedes matarme. — Pero Lucifer, lo acorralaba con su ejército. —No puedes dañar a un arcángel celestial, es imposible para ti o para tus sabandijas.
El acusado asiente en total seriedad. —Estás en lo cierto, pero ¡tengo una buena noticia! —Une sus manos en un aplauso y dice: —Tú mismo intoxicaste esa bendita sangre tuya, y ahora eres más demonio que mis "sabandijas"
Lucifer avanza hasta estar cara a cara con Miguel, le gana en altura por lo que debe mirar un poco hacia abajo. —Yo, soy el rey del infierno. Tú. —Le coloca un dedo en el pecho. —No eres nada.
<<—¿Revelarte contra tu Dios, matar a un amante humana, crear a la propia profecía del sello celestial y además querer matarla también? , ¿Acaso no sabes el error que estás cometiendo? Cuando yo le di la espalda a tu Dios, no solo me desterró de los cielos sino que también me dio un reino lleno de criaturas dispuestas a cumplir mi ley, al principio fue divertido, tuve todo lo que quería. Me regocijaba creyendo que no era castigo alguno. Pero ¿adivina qué? No hay diversión en la soledad. En la muerte constante. No hay victoria en las almas desalmadas. Solo torturas y castigas hasta el fin de los tiempos, una y otra vez.
<<—La avaricia, la codicia, el narcisismo y el ego solo destruyen, tú mi querido "arcángel" eres el claro ejemplo...
Miguel le interrumpe, escupiendo sangre. —Ahórrate la charla, podemos negociar.
—¿Negociar? —Pregunta ofendido. —Tu no tienes nada que yo quiera. —Le mira ahora con orbes llameantes, todo el cercado de árboles en llamas, encendiéndose en fuego como si hubiese combustible en ellos. —Si fueras un ángel todavía tal vez quisiera algo de ti...Lo que daría por poder volver a pensar en cosas que amo y avivar esa energía celestial tan poderosa.
<<Lastimosamente ya no se que es amar.
Miguel le observa con odio mientras siguen clavándole las garras aún más profundo, el rostro de Lucifer se ilumina en un rojo vibrante por el reflejo de las llamas.
Pero sus palabras calan en mi cerebro.
Lo que daría por poder volver a pensar en cosas que amo y avivar esa energía celestial tan poderosa.
Pensar en cosas que amo y avivar esa energía celestial tan poderosa.
Avivar esa energía celestial.
"Despiértala."
Nunca creí poder volver a sentir la magia del sello.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro