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Capítulo 18

Polvo.

Fragmentos microscópicos que se disolvían en el ambiente.

Me sentía exactamente como una partícula de polvo suspendida en el aire, aunque sabía que mi cuerpo estaba ahí en alguna parte tirado en los azulejos del baño, solo era capaz de percibir el frío mientras que mi mente yacía en una nebulosa. Un conjunto de nubes en donde lo único que podía escuchar era el pitido hueco permanente en mis oídos.

La presión era una manta que cada vez se iba haciendo más densa, más asfixiante, como si el peso de la gravedad automáticamente fuera capaz de sentirse.

De pronto la clara imagen de una niña se apodero de mi mente, una pequeña de cabello cobrizo y mirada oscura, me resultaba demasiado familiar, fue mucho después cuando note que se trataba de una versión mía, mucho más joven; Las piernas colgaban de un techo, conversaba a gusto con un hombre, un chico de rulos y vestimenta oscura.

–¿Y tú a que le temes? –Le había preguntado.

Él no respondió, observó a la niña (a mí) de frente y es que pude ver quien era, los ojos verdes brillaban, y de alguna forma era palpable el sentimiento de protección.

Me asombró el recuerdo que parecía haber estado bloqueado en mi cerebro, era yo, de pequeña junto con Azzio en el techo del orfanato donde pase mi infancia.

Quería saber que respondería pero en un suspiro, la imagen se desvaneció cual brisa.

Dejándome en la oscuridad, con un silencio imperturbable. Hasta que la voz de la mujer se escuchó.

–Alessia.

<<Alessia, escúchame.

Solo sentí que tocaban mi cuerpo, mas no podía reaccionar. Entonces cual choque de electricidad, la corriente recorrió mi anatomía.

La vi, su presencia era como el fuego puro abriéndose paso. Mostrándome su vida en segundos. –Alessia.

El llamador palpitaba como nunca antes, su corazón.

Olivia era hermosa, con el atuendo rojo en su cuerpo y la mirada feroz.

Teresa la había alejado de Elihad, pues sospechaba que él era un caído. –Créeme no quieres relacionarte con alguien así.

Olivia negó. –Tu no lo conoces, él es bueno.

Los ángeles tienen prohibido relacionarse con los humanos, con los nefilim, inclusive si es un caído, no puede ir en contra de las reglas.

–Lo amo, Teresa.

Ella niega repetidas veces, tomándola de las manos. –No puedes amarlo, Olivia.

De pronto la sensación de calor se hace más fuerte, flashes que me marean, Olivia esta de rodillas, golpeada, sangrando, el último golpe hace que caiga a los pies de su atacante, el encapuchado la toma del cabello y estampilla su cabeza contra la tierra.

Oigo el crack, el hueso rompiéndose.

La mataron. La sangre brota y tinta el collar de carmesí, El hombre se agacha para tomar la joya pero el alboroto de la lucha ha alertado a las personas, quien corren al ver el cuerpo con las lámparas de vela alumbrando.

La capucha se cae y el rostro que se muestra es uno que a pesar de todas sus atrocidades, no pensé encontrar.

Mi padre.

El arcángel miguel la asesinó.

Huye de ahí antes de que siquiera lo vean, con las manos vacías. Teresa es la que se abre paso entre la muchedumbre, empujando a las personas que solo ven la escena, Olivia tiene el rostro completamente desfigurado, cortes en su piel y el hueso sobresaliendo de su base.

Ella cae al suelo, llorando, mientras la sostiene manchando todo el vestido largo de sangre, los llantos se hacen más fuertes, Elihad quien emerge de las sombras sale al trote, solo para ver que la mujer que ama está muerta, postrada en la tierra como si fuese un desecho.

Sentí su dolor, vi en sus ojos el grito que aguantaba, la desazón. Y entonces, cuando el collar fue arrancado de su cuello por Teresa, cuando la luz brillante adquirió un tinte dorado incluso más fuerte, lo tuve claro, tuve claro que rol cumplía, porque estaba tan decidida a mostrarme sus recuerdos.

Con más fuerza que nunca quise despertar, con este descubrimiento todo lo demás pasaba a un segundo plano.

Necesitaba hablar con Elihad, y como si aquello fuera una demanda, abrí los ojos, encontrándome con su rostro. ; Él, lo primero que vi, su nombre el primero que pronuncié, y por la expresión de Azzio aquello no pareció agradarle. –Elihad...

–Estar aquí no es lo más seguro. ­–Le dice Azael.

Yo ruedo los ojos, mientras Alessia, a regañadientes, abre la puerta de su dormitorio, está tambaleándose y parece demente, pero por primera vez siento que enserio desea mi compañía, y por más extraño que suene, hasta creo que confía en mí.

–No es como que tuviéramos muchas opciones, Azzio. –Está cabreada y eso solo me hace sonreír, cuando su enojo es con el moreno, me alegra en sobremanera.

–Tu no deberías reírte tanto, ni siquiera sé que mierda haces aquí pero no durare ni un segundo en patearte el culo si te pasas de listo.

Amplio mi sonrisa a modo de burla. –¿Se supone que eso deba asustarme? ¡Oh el gran ángel de la muerte quiere golpearme! –Finjo estar temblando lo que hace que él se encuadre para superarme en estatura, retándome. –¿Qué? ¿No te gustó mi actuación?

Azzio me jala desde el collar de la camisa para pegarme de la pared y es que escucho el suspiro. –¡Basta! ¿No pueden durar un segundo en la misma habitación sin querer matarse?

–No. –Respondemos a unísono.

Alessia irritada, murmura un 'genial'

Pero me suelta, sentándose en la cama frente a ella, mientras rebusca entre sus cosas, ninguno de los dos sabemos que quiere enseñarnos, pero supongo que después de ver al señor de las sombras, Lucifer en persona, no estoy pensando claramente.

En realidad creo estar entre la espada y la pared, pensaba que esto era un simple trabajo sucio, ahora me estoy dando cuenta que es mucho más de lo que imagine.

–¿Puedes quedarte quieto?

Levanto la mirada a la cobriza quien me regaña, entre mis martirios mentales he estado husmeando sus cosas.

El moreno por supuesto no abandona su ceño fruncido, parece que estuviese entre la batalla de vigilarme y observarla a ella, con los brazos cruzados y completamente reacio.

–Lo mismo te digo, acabas de ser atacada y pareces más preocupada en encontrar...¿Qué exactamente?

–¿Puedes esperar a que ella te lo diga? ¡Dios, eres irritante!

–¡Ah! Bésame el culo italiano falso.

–Come mi hai chiamato, stronzo?

–Ah...con que si lo eres después de todo.

Él me ignora y aunque espero respuesta de Alessia, está muy concentrada extrayendo una caja de madera clara, de uno de los gabinetes, es un joyero, uno extrañamente familiar.

Entonces ella mira al moreno. –Cuando Francesca murió me explicaste cómo funcionaba el traspaso de las almas una vez que morían las personas. –Azzio asiente lentamente. –Me dijiste que eras como una especie de puerta para las almas, que donde sea que estuvieses ellas iban tras de ti, pero si un ángel o demonio eran eliminados, sus almas quedaban atrapadas en tu anillo; El anillo de almas.

–Es cierto pero...¿A dónde quieres ir con todo esto?

Alessia me mira con...¿lastima?

–Creo que ese tipo de magia encerró el alma de la última persona que usó el llamador. Ella me enseñó sus recuerdos, quien la asesinó, y...creo saber porque Lucifer quiere el collar.

–¿Ella?

No puede ser...

–Olivia.

–¿Está...viva ahí dentro?

El corazón se me acelera a kilómetros por hora. –No.

Y se desploma en la boca de mi estómago. –Pero su alma está sufriendo, años atrapada. Me ha mostrado todo, me ha enseñado que debo hacer.

<<–Te ha mostrado a ti. Y...a mi padre, Miguel Arcángel, él la mató.

–¡¿Qué?!

Siento que el cuarto empieza a dar vueltas.

Azzio se acomoda en el umbral de la puerta, no sé ni en qué momento ha llegado ahí. –Es muy peligroso Alessia, Miguel arcángel todavía te quiere muerta, no podemos arriesgarnos tanto, no después de que el rey del infierno viniera por ti.

Ella ríe. –¿Qué te preocupa? Deberías estar feliz de que te quedará tiempo para besuquearte con tu hechicera mientras yo arriesgo mi vida.

–Alessia...

Pero ninguno habla cuando la puerta del dormitorio se abre de par en par, mostrando a la castaña que Irisiana posee y una rubia golpeada y prácticamente sin vida.

Doy un paso al frente.

–¡¿Que le has hecho?! –Grita la cobriza, en total horror.

La castaña levanta una mano en señal de alto. –Soy yo, soy yo. –Es lo único que alcanza a decir, antes de poder reaccionar, ambas caen al suelo inconscientes.

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