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Capítulo 11

Azzio sale detrás de mi a regañadientes, con el sentimiento de miedo latente todavía y varias preguntas en mi mente, lo único que hace es pedirme que pare.

Y cuando lo hago, trato de evitar su rostro contraído en tristeza y los cortes de la pelea en su piel.

–¿Crees que estuvo bien todo lo que ocasionaste esta noche? ¿Después de lo que ha pasado enserio quieres que te maten así como así? ¡Se razonable! De verdad quisiera saber qué es lo que tienes en esa cabeza tuya que no piensas antes de actuar.

Camino a pasos firmes y decididos calle abajo, con la sangre en mis venas hirviendo y el corazón aún acelerado por la sorpresa y expectativa.  Trato de no darle vueltas en mi cabeza a que el llamador se convirtió prácticamente en un escudo de luz solo porque pensé en proteger a Azzio y que sin siquiera pensarlo estuve dispuesta a dar mi vida por él.

–Él no puede matarme, Alessia.

–¡Ah bueno! ¡Perfecto! como no puede matarte entonces tú vas e intentas que te vuelva mierda por diversión. ¡Te defendí!

–¡Yo no pedí que lo hicieras! 

Giro en mis talones para encararlo, está parado a la mitad de la calle con expresión cansada y yo que siento mis mejillas tornarse rojas del calor, suspiro.

–¿Crees que necesito que me lo pidas? ¿Crees que estoy bien con el hecho de que te hagan daño? eres un completo imbécil, no te tolero, odio lo que haces y como me haces sentir, estoy cansada de tus incongruencias y de las mentiras...Pero me muero si te pasa algo.

Le miro pasar del ceño fruncido al completo asombro, dejo que mi vista caiga al suelo, me siento indefensa y de pronto se me ha olvidado porque tengo tanto distanciamiento con el moreno. Tengo las manos hechas puños y el corazón a millón en mi pecho.

Azzio solo se acerca, tomando mis manos que hace poco gesticulaban como locas, suelto una risa amarga y admito en voz alta: –No pienso...Cuando se trata de ti, no pienso.

Como rechazo el contacto, coloca sus dedos debajo de mi barbilla y me levanta la cara, doy de lleno con sus ojos, ese tono verde claro que hipnotiza, estoy muy consciente de la cercanía y de que no tengo ganas de que se aparte.

–Soy nada y nadie sin ti. –Dice, sin dejar de mirarme ni una vez. –Puedo pretender que me alejo por tu bien, puedo decirte mil cosas que no sienta para que me creas, y al final del día soy tan débil que solo toma un segundo de estar contigo...Y lo mando todo a la mierda.

–No entiendo nada, Azzio.

Él mueve su mano de tal forma que acuna mi rostro. –Prometo explicártelo todo.

Sintiéndome mas que confundida estúpida, con la guardia baja, ruego para mis adentros. –No prometas cosas que no cumplirás, después de todo lo que ha pasado, después de ir con ella y abandonarme...

–Para. –Ordena y me pierdo en la forma en la que la calidez de su cuerpo se mezcla con el ambiente frío que anuncia lluvia, me sostiene contra él pegada a su pecho, con la voz más atormentada y entrecortada me dice: –No tienes ni idea de cómo se siente tenerte en la ignorancia, de cómo duele apartarte mientras busco soluciones solo para no lastimarte. Cada maldita vez que algo te ocurre es por mí...porque estás conmigo, porque me dio la gana de salvarte en el maldito incendio.

Me quedo estática, mis labios se entreabren en asombro y el calor de mi cuerpo se vuelve un oleaje, los latidos fuertes de mi corazón. Me aparto.

–Yo no te pedí que me salvaras hace años y menos te lo pedí cuando me trajiste de vuelta con el llamador, así que no pongas tu arrepentimiento en mí.

Azzio me mira enojado. –¡No seas- Dios! ¿Cómo puedes creer que me arrepiento de haberte salvado la vida?

Me cruzo de brazos y él solo se ríe, tiene el cinismo de reírse de mí. Llena de rabia le doy la espalda, siguiendo por la vereda hacia la entrada del callejón opuesto, Azzio me alcanza justo cuando las gotas pequeñas de lluvia empiezan a caer del cielo. –Eres la mujer más testaruda y malcriada de la faz de la tierra,

–Déjame en paz de una vez.

–Y te amo. –Dice, mi cuerpo se detiene por orden propia y tengo que sostenerme del ladrillo en el callejón. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que escuche esas palabras?

–¿Acabas de..?

Asiente con la sonrisa pícara en su cara. –Pero... yo- Azzio no es-

–Haz silencio Alessia,  estoy a punto de besarte y con tanta palabrería me haces difícil ese trabajo.

–¡No puedes besarme! –Le digo, pero mi cuerpo se pega a la pared del callejón y lo único que hago es verle los labios.

Alza una ceja. –Dime que no te bese. ¿Crees que te engaño? ¿Crees que simplemente me hice a un lado y deje de ayudarte? No, todo este tiempo lo único que he hecho es rastrear al arcángel, buscar la manera de ayudarte y darle a entender que te dejé desprotegida para obtener una ventaja.

–Te amo, Alessia...Nunca he dejado de hacerlo, perdóname por hacerte creer lo contrario. –Dice, se me olvida como respirar cuando sus labios tocan los míos luego de tanto tiempo, y no puedo concentrarme en nada más que en la forma en la que nos acoplamos, el calor de su aliento y sus manos en mi mejilla y cintura.

Me siento como si hubiese vuelto a casa después de un largo viaje.

Y me da miedo.

–¿Crees que Alessia esté de acuerdo con que le compremos esto?


Nina se encoje de hombros, sostiene el vestido negro en sus manos y le da una última inspección. –Le guste o no, igual lo haré, tiene demasiado tiempo que no sale o se divierte, bueno, si obviamos las escapadas de las que nunca me cuenta. –Rueda los ojos y ambas caminamos a la caja.

–Quiero que vaya al baile de navidad con nosotras, suficiente ha tenido que pasar, ahora tampoco tendrá una celebración de navidad decente, quiero que tenga al menos un buen recuerdo.

Asiento, entre ambas decidimos comprarle un vestido y pequeñas cosas a Alessia para que pudiese ir a la fiesta con nosotras, como su regalo de noche buena, tiene ya demasiados días sumida en depresión que pensamos esto podría animarla.

La conversación que tuvimos acerca de Francesca y los rumores de todos en la academia son bastantes como para incomodar a cualquiera. Leticia le mira como si fuese un bicho y aunque no le he dicho esto a Nina, tengo mi mala espina con ese tal Samuel.

Sin darme cuenta estoy frunciendo el ceño a la nada mientras me fijo en un estilo de joyería, unas pequeñas estrellas en una cadena hermosa.

Voy a tomarla para pagarla cuando la mano de otra persona toca la mía.

Al mismo tiempo escucho como mi mejor amiga me llama. –Madyson ven, es nuestro turno.

Levanto la cabeza, de nuevo me he distraído con cosas de la tienda, atrapada en mi propio mundo, Nina me espera al frente para pagar pero aunque espero que el extraño suelte mi mano, no lo hace.

Es un hombre alto y rubio que se interpone ahora frente a mí, le miro confundida hasta que soy consciente de la forma en la que me observa, el avellana de sus ojos me impide hablar y es que me percato del roce de sus manos en las mías, no solo la toca, me tiene presa de él.

Estoy a punto de pegarle un manotazo al mejor estilo de "¿Qué mierda te pasa?" Cuando el ligero destello de color verde sale de entre el agarre y me suelta.

–Ya estoy en ella. –Digo, pero no soy yo la que ahora controla mi voz, o mi cuerpo, ya que empiezo a caminar al lado del rubio.

¿Qué...?

–¿Opone resistencia? –Me pregunta y me duele la cabeza de solo tratar de procesar.

–No entiende nada, está confundida. –De nuevo hablo sin quererlo.

El rubio me dedica una sonrisa completa y cegadora.
–Lo siento hermosa, pero te necesitamos para una pequeña tarea. –Aterrada oigo mi propia risa, estoy riéndome cuando en realidad solo quiero llorar.

Estoy atrapada en mi propia mente como simple espectadora de lo que pasa.

Nina me mira llegar con el chico y me sonríe dudosa, por más que trato de alertarla, de pedirle ayuda es inútil, no tengo ni la más mínima idea de lo que ocurre ni como poder revertirlo. Debo estar soñando despierta, esto no puede ser verdad.

–¿Quién es él, Madyson? –Me siento sonreír aunque no lo quiera.

–Mi cita para la fiesta de navidad. –Contesto, Ella me ve entre emocionada y extrañada, al mismo tiempo que el rubio a mi lado extiende la mano.

–Elihad, mucho gusto.

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