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Capítulo 12


2004; Phoenix, Arizona.

POV. Bella:

Ser la mayor de la casa era normal a este punto de mi vida, más cuando Renée hacia más berrinches y fiestas a comparación de mí al tener casi 17 años, aunque era más como Charlie; tranquila y solitaria en casa comiendo pizza mientras hacía mis deberes académicos o simplemente leyendo Cumbres Borrascosas.

Como cada semana hacer las compras de la casa era tarea mía, Renée había ido con Phil a un partido importante en Kansas hace unos días atrás y mis reservas de comida ya estaban en números rojos.

Ver varios estantes altos con los mismos productos, pero de diferentes marcas y colores me abrumaban y no dudaba en que mareaba a cualquiera. Estaba buscando en concreto un tipo de cereal ya que mamá era especial con los cereales, era peor que una niña pequeña con sus Corn Flakes favoritos.

No me había dado cuenta que tan concentrada estaba hasta que choque con una espalda fuerte y cálida, no dude en alejarme de la persona.

- Di-Discúlpame, estaba...

Me había quedado sin palabras ante aquellos ojos azules tan intensos y hermosos enfrente mío, aquella persona con la que choque -ante mis ojos- era un ángel. Me quede embellecida cuando observe mejor el rostro tan hermoso y andrógeno que tenía la mujer, no podía creer que alguien tan hermoso pudiera respirar el mismo oxigeno que yo o estar comprando en el mismo super mercado que yo.

- Discúlpeme, señorita. No debí pararme a mitad del pasillo - Se disculpo con una educación pulcra aquel ángel enfrente mío

Me tuve que armar de valor para volver a encontrar mi propia voz.

- Discúlpame a mí por ser tan distraída - Me disculpe viendo como una linda sonrisa se pintaba en su rostro perfecto

- Campbell, Gael Campbell - Se presento estirando su mano hacia mí

- Isabella Swan, pero prefiero Bella - Conteste torpemente su saludo

Su mano era mucho más grande que la mía –aunque no era de extrañarse- era muchísimo más alta que yo, me sacaba una cabeza y poco más. Sus dedos largos y finos envolvían con firmeza mi palma llenándola de calidez, seguridad y tranquilidad, era como si un aura sobreprotectora me hiciera regresar unos años atrás cuando la pequeña Bella de 8 años que era consolada por Renée cuando se caía en ballet.

Era asombrosa la forma tan tranquilizadora que me hacía sentir con solo agarrándome la mano.

¿Y si me abrazaba? ¿Sería igual o más intenso? ¿Mi cuerpo cosquillaría de forma tan intensa como lo hace mi mano?

Apenas sentí el vacío en mi mano, mi mundo volvió a ser tan solitaria y fría, aquel cosquilleo seguía ahí, pero ese calor reconfortante se desvaneció de forma lenta y tortuosa.

- Lamento tanto si mi hija te causo algún problema - Hablo una hermosa mujer llegando a lado de aquel ángel

Ahora eran dos ángeles enfrente de mí, sus cabellos dorados, ojos intensos y palidez de un mármol fino que hipnotizaba, compartían la misma aura hipnotizante, sus bellezas físicas intimidaban junto a su porte seguro.

- Sorprendentemente para usted, madre. No hay problema alguno - Me guiño el ojo discretamente con diversión haciéndome reír entre dientes con timidez

- Es cierto, señora Campbell - Asentí más relajada- Fue algo mutuo el pequeño choque, aunque más mío.

- Llámame Aniela, cariño - Me sonrió ampliamente

Aquella sonrisa parecía sacada de un comercial, era perfecta. Los dientes perlados y en filas perfectas mientras que sus labios ligeramente rosados por el labial se estiraban de forma casi controlada, como si hubiera pasado horas y horas enfrente de un espejo ensayando una sonrisa así.









Me reía a carcajadas de Gael, tenía todo el rostro lleno de arena después de un pequeño viento durante el senderismo que habíamos realizando por culpa de Aniela.

- Deja de reírte, Swan - Gruñó fastidiada mientras se limpiada el rostro con su toalla- Este maldito desierto me odia.

- No te odia, bueno, quizás un poco - Me encogí de hombros con diversión

Gael se dejó caer en el sillón de la banca más cercana del punto de encuentro junto a la tienda de conveniencia de una marca que ninguna de las dos conocíamos. Veía sus mejillas ligeramente ruborizadas dándole un aspecto tierno a su rostro etéreo, su pecho subía y bajaba con ligera rapidez al estar cansada.

- ¿Cómo estas tan bien? - Me pregunto incrédula- Yo voy al gimnasio todos los días y siento que mis pulmones se colapsan.

- Es tu edad - Conteste con inocencia

- Hare que no te escuche - Me dijo ofendida- Solo nos llevamos seis años de diferencia.

- El otro día te trono la rodilla cuando te agachaste en yoga con Aniela - La mire con diversión

Gael me miro ofendida para después reír asintiendo con la cabeza contagiándome con su risa pese a que se reía como la típica mujer adinerada, reía con elegancia.

- Okay, lo acepto me has ganado esta vez - Acepto sin más remedio- Pero solo esta vez.

Estar con ella era tranquilizante y energético a la vez, verla tan hiperactiva con los deportes extremos o ser tan tranquila con el senderismo como ahora, era tan espontanea que no podías predecir a donde me llevaría con su espíritu aventurero y libertinaje, menos negarte a sus planes.

- Venga, continuemos el recorrido de este desierto infernal - Se levanto con esa energía ilimitada que tenía día con día- Aparte me debes una por quitarte a la matona de tu clase.

Isthar Robin, la típica chica problemática de la secundaria, no había más descripción ya que eso era; una chica problemática más ante el punto de vista aburrida de Gael.

Me había estado molestando con las típicas cosas, tirándome mis libros al piso, humillaciones por ser introvertida y antisocial en muchas ocasiones o por ser mala en deportes por ser tan descoordinada y no era mi culpa tener dos pies izquierdos.

Una de las tantas veces que Gael me fue a buscar a la secundaria, Isthar arranco mis audífonos de mis orejas casi tumbándome hacía en frente, mi carpeta de artes había caído al suelo por la fuerza que había ejercido mientras les decía a sus matonas sobre lo antisocial que era y criticando mis gustos musicales.

El siempre rostro neutral de Gael estaba rojo de la cólera, sus ojos azules se habían oscurecido ante la acción, el aura que emanaba en cada paso que daba a nuestra dirección hacía que todos retrocedieran.

Todo fue rápido, tanto que solo había podido procesar como Gael agarro de la blusa a Isthar intimidando al resto dejándola sola mientras me protegía con su cuerpo, Isthar era demasiado pequeña para lo alta que era Gael así que sus piernas quedaban colgadas.

No había escuchado ni una palabra de Gael hacia Isthar, solo el golpe seco del cuerpo de la chica en el pavimento combinado a su sollozo, me tuvo entre sus brazos protectores mientras me guiaba a su carro donde me entrego mis audífonos mientras soltaba entre susurros blasfemias contra Isthar.

Me abrazaba cuando me sentía triste al estar tanto tiempo sola en casa, me alentaba a sobresalir en clases, me aconsejaba sabiamente cuando tenía crisis existenciales sobre mi futuro, me protegía ante mis matonas, me cuidaba hasta de los golpes torpes que me pudiera dar con algún objeto o al caminar junto a mi lado.

Ella era mi mejor amiga, mi ángel guardián.


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