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Capitulo 11

"Aneu Dumbledore, hija de la luz, es la pareja destinada del afamado mago oscuro Gellert Grindelwald"

Ese fue el encabezado que rezaba el periódico El Profeta aquella mañana mientras Aneu y Gellert desayunaban en el comedor de la casa. Aneu tomó un sorbo de su café, mientras pensaba en lo dramático que debía ser el editor de ese periódico al poner encabezados tan apantallantes. 

—La prensa de Londres es, con creces, mucho más revoltosa y llamativa que la de Bulgaria—comentó Gellert ojeando el periódico con indiferencia.

—¿Acaso no estas molesto?—pregunto Aneu.

—No.—respondió tranquilamente y la miro.— ¿Tu sí? Yo no tengo ningún problema en que el mundo se entere de nuestra relación, aunque me sorprende que los periodistas consiguieran una foto de nosotros besándonos en el jardín y que los aurores no pudieran capturarme cuando era perseguido.

—Primero que nada, ni siquiera tenemos una relación oficial.— remarcó Aneu.— En segundo lugar, si no te atraparon, sabes muy bien que fue por tus propias influencias o por que te tenían miedo.

—Acepto las acusaciones de lo segundo, pero en lo primero declino. Si no somos una pareja, ¿entonces como se le llama a la gente que se besa, se acaricia, se dice te quiero?—cuestionó Gellert.

—Oh, cállate.—replicó Aneu, sonrojada. Gellert rio.

(...)

En cualquier parte de las calles de Londres Mágico, se podía observar como desde el más elegante mago o bruja, hasta el más pequeño elfo, leían con entusiasta curiosidad el titular del famoso periódico El Profeta. 

Por donde sea que se caminara, parecía que todo el mundo se estaba enterando de la relación sentimental entre la menor de los Dumbledore, Aneu, y el Mago Tenebroso más grande de todos los tiempos, Gellert Grindelwald, lo cual no era menos que un gran escandalo. 

A cada paso que daba, Albus Dumbledore sentía la furia correr por sus venas mientras el mismo apretaba con fuerza el ejemplar del día de aquel periódico. La capa negra con capucha que utilizaba aquella mañana lluviosa ocultaba perfectamente su identidad, aunque eso no significara que podía bajar la guardia.

Se apareció en el pequeño y aburrido pueblo de Hogsmeade, el cual parecía bastante vivo aquella mañana, cosa curiosa pues no era un día de visitas de Hogwarts, pero parecían también bastante revoltosos por la noticia. 

Agachando la cabeza lo más posible, desconfiando en ese momento hasta de las personas en las que alguna vez confió. Si cualquiera de los habitantes de Hogsmeade se dieran cuenta de su presencia, estaría perdido.

Ingresó al bar Cabeza de Puerco con la misma indiferencia y secretismo que casi todos los demás clientes del lugar. Miro de reojo como su hermano menor no estaba, sino que en su lugar atendía un elfo domestico, posiblemente de Hogwarts. Sin importarle los clientes que estaban, se dirigió con la cabeza agachada hasta las escaleras del fondo, subiéndolas hasta la habitación del segundo piso.

En cuanto abrió la puerta de dicha habitación, Albus se topo cara a cara con Aberforth, quien tejía tranquilamente algo con hilo azul sentado junto a la ventana. Ambos se miraron con frialdad, al mismo tiempo que Albus cerraba la puerta con fuerza.

—¿Ya viste lo que tu estúpida hermana esta haciendo?—cuestionó Albus, rabioso.—¡La hemos mantenido todo este maldito tiempo! ¡¿Y para qué?! ¡¿Para que nos traicione de esta manera?! —Aberforth lo ignoró— ¡Respóndeme, Aberforth! ¡Tienes que detenerla!

—Yo no se que tanto jodes, Albus.—habló Aberforth indiferente, siguiendo con su tejido.—  Tu siempre la estuviste despreciando cuando su unico pecado fue que es una hija fuera de matrimonio y la culpa de la muerte de Ariana es tuya, así que en lo que a mi respecta ,—lo miró— Aneu puede hacer lo que quiera, me da igual. Por mi que ganen la guerra, me iría bien porque yo si le agrado.

Albus lo miro incrédulo unos segundos y despues volvió a explotar:

—¡¿Acaso te estas escuchando?! ¡¿Quieres que nuestra hermana salga con un genocida?!

—Tu lo hiciste antes, ¿porqué ella no podría?—replicó Aberforth.

—Si no vas a ayudarme en esto, Aberforth, entonces yo me encargare.—amenazó Albus con seriedad.

—Sí, sí, lo que tu digas.

—¡ABERFORTH!

(...)

Aneu, ignorante de las acciones de su hermano, se encontraba tranquilamente recostada sobre la cama mientras coloreaba un libro de dibujos. El día había pasado tranquilamente entre burlas de los acólitos sobre la furia que debía estar sintiendo Albus por el encabezado y entre risas en la hora del té con Vinda y Queenie.

Dejó de colorear y miro el techo, lleno de pequeñas estrellas de plástico que brillaban en la oscuridad. Era un invento muggle que ella siempre había deseado, pero que cuando Aberforth se lo había comprado en su momento, Kendra Dumbledore se los había quitado. 

No había vuelto a tenerlos desde entonces, pero cuando le contó a Gellert ese deseo, este no había dudado ni un segundo en colocarlos en el techo de su habitación. 

La relación entre ambos había avanzado considerablemente. Tenían citas esporádicas cada que este tenía tiempo libre y ambos se daban algunos regalos de vez en cuando: Gellert desde diamantes, joyas y vestidos, y Aneu dibujos hechos por ella misma y algunos postres.

—Soy pobre y de familia numerosa.— había dicho Aneu burlándose de si misma, la primer vez que le extendió un dibujo de una fresa. 

Los días pasaban siempre de una manera tan diferente ahora que, técnicamente, se había unido a la causa de Gellert. Un día estaba con este mismo paseando por el jardín y al otro estaba con Vinda y Queenie lanzándoles globos con agua desde la terraza a los demás Acólitos. 

—¿Cómo estuvo tu día, mi niña?— cuestionó Gellert ingresando al cuarto, quitándose el sacó.

—Tranquilo. Envíe cartas en la mañana a mi hermano Aberforth y a Tom.—respondió Aneu, dejando sus colores y el libro sobre un buro. 

Aneu se había sentido con la libertad de comenzar a enviar cartas a su querido y mejor amigo Tom desde que Gellert le había informado que dejó que este se mantuviera a cargo de todo Inglaterra, teniendo a sus fieles mortífagos como principal potencia militar. 

—¿Te respondieron?—pregunto Gellert, despeinando su cabello y acostándose a su lado.

—Solo Aberforth.—sonrió Aneu— Me envió una carta muy temprano donde me decía que esperaba verme pronto y que estaba feliz de que me encontrara a salvo, así como que me apoyaba en todas mis decisiones. 

—Me alegro. —murmuró Gellert y la abrazó por la cintura, enterrando su rostro en su regazo.

Ella sonrió enternecida y comenzó a acariciar su cabello con delicadeza. Ellos dos llevaban compartiendo cama desde el día en que por fin se habían besado, no era como que ya tuvieran relaciones sexuales, en absoluto, aún no llegaban a tanto y era principalmente porque Aneu no se sentía lista, pero Gellert lo comprendía completamente y la respetaba.

—Te extrañe mucho.—dijo Gellert, alzando el rostro y viéndola a los ojos.

—Solo estuvimos separados unas cuantas horas, no seas dramático.— se burló Aneu.

—Una eternidad.—declaró Gellert.

Tomando a la chica del rostro, junto sus labios con los de el en un suave beso que pronto se convirtió en uno mucho más fogoso y atrevido. Pronto Aneu se encontró sentada a horcajadas en Gellert.

Los besos de Aneu descendieron hacia el cuello de Gellert, mientras que este tomaba el dobladillo de la camisa entre sus dedos y la alzaba, desnudando su torso. Las yemas de sus dedos acariciaron la suave espalda de Aneu hasta llegar al broche del sostén y abrirlo. 

Aneu se separó, sus ojos marrones chocaron con los heterocromos de Gellert al mismo tiempo en que ahora ella le quitaba la camiseta a el. Ambos con el torso desnudo, Gellert estrecho a Aneu en su pecho y alzó la falda de la chica, rompiéndola en dos. 

—Te amo, Aneu Dumbledore.—murmuró Gellert contra su oído.

Acto siguiente, apretó los senos de la chica entre sus manos, haciéndola gemir en voz alta. Ella, sin intención de quedarse atrás, desabrocho el botón de su pantalón y comenzó a besar su cuello, a lo que este tiro la cabeza hacia atrás para darle más espacio, disfrutando sus atenciones.

De pronto, tener a su amada Aneu desnuda sobre su cuerpo ya no estaba en primer plano, en realidad, su mente estaba teniendo una visión...

...Albus Dumbledore junto a Tina Goldstein y otros dos magos que no conocía, en una sala desconocida donde la fotografía de Aneu y de la cabaña de los Grindelwald resaltaba entre la mesa. Albus señala un reloj y todos asienten, murmura algo que entiende como «la quiero viva».

Su mente vuelve a la realidad. Aneu continua besando su cuello. No ha pasado más que un segundo. 

—Lo siento, cariño.—exclama Gellert, de repente.

—¿Qué?—Aneu alza el rostro confundida.

Sin decir ni una palabra mas, se acomodo los pantalones y salió rapidamente de la habitación sin atender a los llamados de la joven. Bajó las escaleras con rapidez.

—¡Vinda! ¡VINDA!—llamó a gritos.

—¡Mi señor!—exclamo Vinda llegando.— ¡¿Qué ocurre?!

—¡Quiero que muevan a todos en este preciso instante y que capturen a Albus Dumbledore! ¡Ahora!—ordenó furioso

—¡E-Entendido!—dijo Vinda, asustada.

—¡¿Qué pasa?!—pregunto Newt apareciendo.

—¡Ese maldito imbécil quiere capturar a....!

Una fuerte explosión resonó en el lugar. Gellert abrió los ojos con terror.

—¡ANEU!—grito.

















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