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Cap 8, pt 1: Alma, dale ese gusto



- Ya os he dicho que a mí no me lieis; no quiero grandes fiestas ni ir al karaoke.

- Pero, Hyoga, al final se trata de una excusa más para juntarnos y pasarlo bien –repuso Seiya, gesticulando con una chuleta en la mano y la boca llena.

- Sí, pero dejad que yo elija el plan, que para eso es mi cumpleaños...

La cafetería de la facultad de Medicina estaba algo más vacía que de costumbre, pues no todos los alumnos se habían reincorporado todavía tras el paréntesis navideño, pero el grupo de amigos estaba, a falta de Ikki, reunido al completo para comer, si es que Seiya les dejaba algo.

- Yo creo que deberíamos hacer lo que Hyoga quiera –le apoyó Alma.

- Sea lo que sea lo que él quiera –anotó Agnetha, lanzándole una mirada coqueta que él recibió con complacencia.

- ¿Veis? Ellas me entienden.

- De acuerdo, ¿qué propones, entonces? –preguntó Shiryu.

- Es muy fácil: quiero una cena española y salir por ahí a tomar algo.

- ¡Muermo! –exclamó Seiya, tapándose la boca y fingiendo toser.

- ¿Una cena española? ¿Me va a tocar cocinar para todos? –se asustó Alma.

- No te preocupes, gracias a Google ya tengo el menú pensado: quiero tortilla de patata, croquetas de jamón y torrijas. Ah, y... ¿te queda algo del turrón ese de tu abuelo? –se inclinó hacia ella, sonriendo con aire de niño bueno.

- ¡¿En serio?! ¿Me estás vacilando? ¿No querrás que te prepare también un cocidito madrileño y unos callos?

- Alma, dame ese gusto, anda...

- Sí, Alma, dale ese gusto, anda –Seiya había cambiado de bando al escuchar el plan de su amigo, una cena opípara le parecía la mejor forma de celebrar un cumpleaños.

- ¡¿Pero tenéis idea de cuánto trabajo supone eso?! ¡Y es todo pura fritanga!

- ¿De qué te quejas? Tu novio es el mejor cocinero de todos nosotros, seguro que te ayuda... -intervino Shiryu.

- ¿Y a mí por qué me metéis en esto? –saltó Shun- ¡Si no he abierto la boca!

- A mí me parece muy buena idea –dijo Yoko, secundada por Agnetha, que asentía enérgicamente-, podemos cenar con tranquilidad y luego nos vamos de fiesta... ¡Hasta que bajemos todas esas calorías!

- ¡Sí! ¡Tenemos plan! –Seiya y Hyoga se levantaron de la mesa, chocando las palmas.

Shun anudó su delantal de nigiris felices en torno a la cintura de Alma, aprovechando para morderle la oreja.

- Bueno, muñequita, pues parece que no nos vamos a librar de cocinar para esta pandilla de jetas... -comentó mientras se recogía el pelo en una cola de caballo- Y luego me tocará limpiar todo esto.

- Te juro que nunca he visto a nadie subir y bajar unas escaleras con tanta rapidez como ha hecho Seiya esta mañana...

- ¿Y qué esperabas? Se trata de comida y él con eso no juega; por eso se ofreció a ir a buscarte y ayudarte con las bolsas. De verdad que a veces pareces nueva, chica nueva –rio él, lavándose las manos.

Alma había adelantado trabajo aquella mañana de sábado, dejando preparada la masa de las croquetas y la leche para las torrijas, pero aún tenían por delante dos o tres horas hasta que todo estuviese listo.

- Preferiría mil veces estar desnudo en la cama contigo en vez de moldeando croquetas –susurró Shun morbosamente en su oído.

- Y yo, pero tus amigos no nos han dejado opción –respondió ella, manchándole la nariz con un pegotito de bechamel.

Ikki entró en la cocina, abrió el frigorífico y sacó una lata de refresco.

- ¿Qué tal vais? Eso tiene una pinta estupenda –dijo, intentando meter el dedo en el plato.

- ¡Eh! ¡No se toca! –Shun le amenazó con una cuchara llena de masa, pero Ikki se la arrebató y se la llevó al salón junto con la bebida, chupándola hasta dejarla reluciente.

- ¡Está muy bueno! ¡Seguid así!

Hacia las ocho y media, terminaron de freír la última tanda de torrijas.

- Vamos a ponernos presentables, muñequita. Que tú llevas mi delantal, pero yo tengo comida por todas partes...

- Solo si nos cambiamos juntos... –propuso ella.

- No creo que me suponga ningún trauma –repuso él, desatándole el delantal y llevándola de la mano a su dormitorio.

En cuanto cruzaron el umbral, Shun cerró la puerta con el pie y la empujó sobre la cama a la vez que se deshacía de la camiseta.

- Disfruta del espectáculo –se soltó la coleta, agitando la cabeza, y se quitó los calcetines y los pantalones. Ella tragó saliva al verle con aquel bóxer ajustado, sin poder apartar los ojos de su cuerpo fibroso, mientras él se acercaba con aire decidido.

Le levantó las piernas para sacarle los calcetines, le desabrochó los vaqueros y tiró de ellos hasta arrojarlos al suelo. Después, se echó sobre ella, besándola y apartándole el pelo de la cara con ambas manos.

- Shun... –logró articular ella entre beso y beso- Van a venir a buscarnos enseguida...

- "Francamente, querida, me importa un bledo" –la sujetó por la nuca para despojarla del jersey y, desplazando su propio centro de gravedad, giró hasta tumbarse en la cama, con ella encima-. Bésame.

Ella no se sintió capaz de desobedecer una orden tan clara y se entregó a la tarea, sintiendo cómo la erección de él le rozaba los labios por encima de la ropa interior.

- Estoy a diez segundos de mandar la cena a tomar por el culo... –gimió, mientras él se apretaba contra ella, empapándole las bragas.

- ¡Shun! ¡No pienso entrar a ver cómo fabricáis gazapos, pero que sepáis que estamos todos esperándoos! ¡Haced el favor de terminar y vamos a cenar! –la voz de Ikki les atronó al otro lado de la puerta.

- Tío, ¿tu hermano tiene el súper poder de adivinar cuándo estamos cachondos, o es pura casualidad?

- ¡Os estoy escuchando!

- ¡Eh! –se oyó la puerta siendo aporreada- ¡Quiero mi cena! ¡Es mi cumpleaños y no deberíais estar haciendo eso sin mí! –era Hyoga, desternillado de risa mientras les gritaba.

- ¡Coge las putas croquetas y métetelas por el lado sur! –gritó Shun, sujetando a Alma por el trasero, sin permitirle levantarse.

- ¡Pienso contar hasta cinco antes de entrar y unirme a la fiesta!

- Vale, mejor nos vestimos; estos son capaces de entrar de verdad... –suspiró Shun, con resignación.

- ¡Sí lo somos!

- ¿Queréis callar ya, par de descerebrados?

Ikki había dicho la verdad: cuando bajaron a casa de Hyoga con las bandejas llenas de comida y arreglados para salir, todos estaban ya en torno a la mesa, jaleándoles y regañándoles por la tardanza. Se sentaron a cenar entre bromas y al fin el tema de conversación pudo girar hacia el cumpleañero y los planes para la salida posterior, dejando de lado la vida sexual de Shun y su novia. El grupo al completo disfrutó de los tres platos, aunque Alma seguía pensando que tanta comida frita era indigesta para una cena, y Hyoga agradeció efusivamente la dedicación de los cocineros como si le hubiesen servido los mejores manjares del mundo.

- No te emociones todavía, que aún tienes que soplar las velas –dijo Seiya, sacando una tarta con dos velas numéricas.

- ¿Otra vez el patito? –se echó a reír al ver la forma de la vela que hacía las veces del "2"- ¡No vais a parar con la broma hasta que cumpla 30! Estáis fatal de lo vuestro...

- Sí, lo que digas, pero sóplalas–le urgió Shiryu, encendiendo las velas y comenzando a cantar "cumpleaños feliz".

Después de hacer las fotos pertinentes, que Agnetha y Yoko se encargaron de subir a sus redes para presumir de acompañantes guapos, Alma ejecutó su venganza:

- Te había traído algo que querías, pero por habernos cortado el rollo, no te lo daré...

- Eso es, muñequita, defiende mi honor –la animó Shun.

- ¿El qué? ¡No me digas que es el turrón! –se angustió el rubio.

- Hyoga, empiezo a pensar que no soy el único que tiene un problema con la comida –insinuó Seiya.

- Es que tú no has probado esa delicia... Alma, por favor, sé buena. Prometo no volver a fastidiaros mientras os dedicáis al sexo, aunque haríais bien en pensar que mi dormitorio está justo debajo del de Shun y su cama chirría... –la risa le impidió terminar la frase.

- ¡Eres lo peor! Ahora sufrirás –dijo ella, y se acercó a Seiya-. Seguro que tú sabrás valorar esto- le hizo abrir la boca con una mano y le introdujo un trozo de turrón, despacio. Seiya lo paladeó, con las pupilas dilatadas de puro gozo.

- ¡No! ¡No se lo des a él!

- Tomad, Agnetha, Yoko, estos son para vosotras –continuó ella.

- ¡Eres malvada!

- ¡Haberlo pensado antes de interrumpirnos! –dijo Shun, disfrutando del momento mientras se repartía los trozos restantes con Shiryu e Ikki.

- ¡Dejadme algo! –suplicó Hyoga.

- Solo si me pides perdón –se plantó, riendo cuando el rubio se le acercó y se arrodilló ante ella, abrazando sus piernas y jurando que se comportaría-. Buen chico. Abre la boca y cierra los ojos.

Alma empujó el último pedacito entre sus labios con un dedo, mientras los demás se burlaban llamándole "patito faldero", pero, cuando él iba a quejarse, sacó una tableta entera y se la entregó, solventando el potencial conflicto diplomático entre Rusia, Japón y España.

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