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Cap 5 pt 2: Lección de anatomía


Alma tenía que hacer un esfuerzo académico doble porque, al no haber asistido a clase el primer semestre, le quedaban pendientes esas asignaturas. La junta directiva de la universidad, en atención a su especial circunstancia familiar, le había permitido examinarse de ambos bloques a final de curso –lo cual resultaba muy inusual- y no podía desperdiciar ni una hora de estudio, así que pasaba las tardes y los fines de semana trabajando, casi sin salir. De vez en cuando daba señales de vida, a través del grupo de Whatsapp, el cual Kitty, Marie y Fer habían abandonado poco después de la maratón de cine.

Aquella tarde estaban en casa de Shun, habían terminado de estudiar fisiología y, después de un breve paréntesis para merendar algo, Alma iba a comenzar de nuevo con la anatomía del primer semestre. Él se había ofrecido a servirle de modelo, argumentando que así no se aburriría mientras ella repasaba.

- Huesos del cráneo, señorita. ¡Ya!

- Vale, quédate sentado -comenzó ella, situándose de pie tras él y apoyándole con suavidad los dedos en la frente-. Hueso frontal y escotaduras supraorbitarias -subiendo los dedos por su cabeza-, sutura coronal, parietal -moviéndose hacia la nuca-, sutura lambdoidea, occipital y protuberancia occipital externa... a ver... -avanzó hasta llegar cerca de las orejas, consciente del suspiro de placer que se le acababa de escapar a él-, hueso temporal y por aquí la porción escamosa, apófisis cigomática, apófisis mastoides y estos serían los conductos auditivos externos, pero no pienso meterte el dedo en la oreja.

- Lástima... Me estaba gustando.

- ¡Shun! ¡No me desconcentres! -continuó recorriendo su cabeza con los dedos- Por aquí estaría el esfenoides, esto es el cigomático -acariciándole los pómulos-, hueso nasal, ya de paso este es el cartílago alar mayor -pellizcándole la punta de la nariz-, maxilar con los agujeros infraorbitarios, mandíbula y agujero mentoniano.

- Le pongo un diez, señorita -sonrió él, cogiéndole las manos y echando la cabeza hacia atrás para besarla-. Ahora, los músculos de la expresión facial. Ven aquí -tiró de sus brazos hasta que quedó sentada a horcajadas sobre él, un tanto desconcertada-. Tranquila, si te lo sabes bien no te castigaré...

Le encantaban aquellos contrastes: Shun era muy tierno, pero a veces sus ojos brillaban con una perversidad cuyo alcance Alma se moría por conocer. Le iba a costar concentrarse en aquella posición, con sus manos rodeándole la cintura y sintiendo entre las piernas el calor de su cuerpo... y, sin embargo, tenía que intentarlo.

- Bien, este es el músculo epicraneano, vientre frontal, sus fibras se originan y continúan con el prócer y el corrugador de la ceja; orbicular del ojo, rodea la órbita ósea y se inserta en los tarsos superior e inferior... ¡Oye! -él estaba pasándole los dedos por los costados, acariciándola con expresión de no haber roto un plato.

- ¡Pero si estoy quieto! Tú, a lo tuyo, señálame el cigomático mayor y el menor.

-Eso es fácil, aquí y aquí -indicó ella-. Y este es el orbicular de la boca, por aquí el depresor del ángulo de la boca, que es antagonista del elevador y del "cigo" mayor. Este es el buccinador... -con los dedos sobre el par de músculos en cuestión, le besó, incapaz de resistirse más a sus caricias- ¡Shun! –exclamó, sorprendida, cuando él se irguió con ella en brazos. No esperaba en absoluto que tuviese la fuerza necesaria para cargar con su peso, siendo de complexión tan esbelta.

- Me vuelves loco, Alma -susurró él, con la voz oscurecida de deseo. Sujetándola por la cintura con una mano y por debajo de los muslos con la otra, la llevó, sin dejar de besarla, hasta la cama. Alma se entregó al beso, rodeándole el cuello con las manos y pasándole los dedos por el pelo, antes de que él la arrojase sobre las sábanas para, a continuación, situarse encima de ella.

La lengua de Shun continuaba invadiendo su boca, cada vez más apasionadamente, pero ella le seguía el ritmo sin dudar. Le enlazó con las piernas, apretándolo contra su cuerpo, mientras él le mordía el cuello y le acariciaba los muslos.

- Shun...

En silencio, con aquella expresión que mezclaba malicia e inocencia, él se incorporó y se deshizo de su camiseta. Ella acarició su torso y sus abdominales perfectamente marcados, admirando su belleza clásica, y se retorció como pudo para quitarse el jersey a su vez.

- Cómo me gustas, joder -volvió a inclinarse sobre ella, acariciándole los pechos por encima del sujetador de encaje hasta que consiguió que sus pezones se endureciesen y sus gemidos fuesen subiendo de tono-. Vaya, con lo friki que eres, esperaba ropa interior de Súper Mario o algo así -se burló.

- Llevo bragas de conejitos, ¿valen? -respondió ella entre jadeos.

- Te lo diré cuando las vea -replicó, desabrochándole el primer botón de los vaqueros.

En aquel momento, el sonido de la puerta del dormitorio al abrirse bruscamente les sorprendió antes de que pudieran adoptar una postura más adecuada.

- ¡Shun! ¡Ya he llegado! Escucha...

- ¡Ikki! ¡Te tengo dicho que llames a la puerta! -Shun se estiró para coger un libro del suelo y lo arrojó directo a la cabeza de su hermano, perdiendo el equilibrio y cayendo de frente contra el suelo como un saco, con las piernas por alto.

- ¡Lo siento! ¡No sabía que tenías compañía! -Ikki cerró la puerta para esquivar el proyectil, doblado de risa- ¡Hola, Alma! ¡Bonito sujetador!

Alma y Shun se miraron, sin poder creerlo, y estallaron en carcajadas. Desde el parqué, él la besó en los labios, con delicadeza. Volvía a ser el chico dulce de siempre... O casi siempre.

- Parece que tendré que esperar a otro momento para inspeccionar tu ropa interior... -se sentó en la cama y se puso la camiseta, frotándose la sien dolorida- No contaba con que Ikki volviese tan temprano de sus prácticas. Será mejor que te acompañe a casa, ¿te parece bien?

- Me parece fatal, pero me aguantaré -rio ella.

Al llegar a casa de Alma, se sentaron en un banco a charlar acerca de lo que había pasado:

- Creo que aún no estoy preparada para dar ese paso... Me muero de ganas de hacerlo contigo, pero tengo que sacarme dos semestres en uno y es mucha presión. Tengo que dedicar todo el tiempo posible a estudiar, sin distracciones. Y, además... me gustaría que nuestra primera vez juntos fuese sin prisas y sin que nadie nos interrumpiese.

- Lo comprendo perfectamente, muñequita.

- También me sentiría culpable si tus calificaciones bajasen por pasarte el día teniendo sexo conmigo -bromeó ella.

- Bueno, iremos poco a poco y, si lo prefieres, esperaremos hasta terminar el semestre. Pero tienes razón: cuando lo hagamos, te gustaré tanto que no podrás pensar en otra cosa -respondió él, con aire juguetón-. Ya verás, con toda esta tensión sexual no resuelta, nuestra primera vez juntos va a ser apoteósica.

- En ese caso, voy a pelarme los codos de tanto estudiar, con tal de celebrar el final de los exámenes contigo, Shun.

Alma no sabía cómo iba a soportarlo, pero estaba convencida de que era lo mejor para ambos. Sin embargo, a pesar de que su parte racional le decía que tenía que controlarse, no podía evitar que su cuerpo reaccionase cuando le tenía cerca. Cada vez que le veía apartarse el flequillo de los ojos u oía su voz, su mente la transportaba a un mundo donde solo estaban ellos, sin hermanos inoportunos ni exámenes, haciendo todo lo que les apeteciese. Shun se divertía haciéndole sufrir y le pasaba notitas en clase que ella se veía obligada a esconder rápidamente antes de que sus amigas les pillasen.

"Me muero de ganas de besarte".

"Ese culito es mío".

"Voy a meterte mano en cuanto estemos solos".

A eso podían jugar dos, pensó Alma y, a pesar del frío de diciembre, comenzó a cambiar sus habituales pantalones por minifaldas y calcetines largos, marcándose un buen tanto:

"¿Súper Mario, muñequita?"

- A final de curso te lo cuento, chico guapo -respondió ella en voz alta, ante las miradas de extrañeza de Agnetha y Yoko. Seguía sin tener ni idea de cómo haría para aguantar hasta entonces, pero estaba segura de que merecería la pena.

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